Saturday, February 10, 2018

Tarsila do Amaral: modernidad devorada por la tradición


ÁLVARO CORTINA

A la vuelta de su segundo viaje a Francia en 1920, la pintora Tarsila do Amaral no volverá a ver del mismo modo su São Paulo natal. Se trajo la cafeína creativa de aquel hervidero de novedades.

Aplicó las enseñanzas constructivas del cubismo, del fauvismo y del surrealismo al chamizo brasileño, a la floresta, a sus cielos cerúleos, a la negra exuberante. Se llevó Tarsila do Amaral la vanguardia de lo elemental a la barroca América y entendió todo lo local, todo lo primigenio, como un gran hallazgo estético.

La Fundación Juan March acaba de inaugurar la primera exposición dedicada en España a Do Amaral (hasta el 3 de mayo). La muestra se centra en los años 20, años que median entre el descubrimiento de André Lothé y Fernand Léger y Juan Gris en la Ciudad de las Luces, hasta 1931, cuando la artista viaja a la URSS.

Cincuenta obras entre pinturas y dibujos en grafito o tinta china. Se incluyen además cuadros de otros artistas de su círculo (Anita Malfatti o Cícero Días) o viejas visiones del Brasil colonial (Frans Post o Albert Eckhout, ambos del siglo XVII).

Tarsila do Amaral se va depurando al frente de un movimiento de "reacción contra todas las indigestiones de la sabiduría" (como dijo Oswald de Andrade), que primero daría lugar a la 'Pau Brasil' y que culminaría con 'Antropofagia'. Testigo ya de la voladura de la vieja academia, no pudo menos que sumarse a la tradición de la simplicidad definitiva, lo primitivo: "Espero, en el campo, aprender con quienes aún no han sido corrompidos por las academias".

En 1926 se celebra la primera muestra individual de Tarsila en París. Su trabajo más juvenil es de 1923, 'La negra'. El gigantismo plástico y los contornos demarcadísimos conducen su nueva dirección, acompañada de ese calambre, de esa savia luminosa de fruta exótica que vivifica sus paisajes. 'Cerro de la favela' (de 1924) o 'Palmeras' (1925) o 'La feria' (1925) o 'Paisaje con toro' (1928) son formas redondeadas y amasadas como por el bochorno de la canícula. Y todo puesto en la brasa intensiva del colorismo.

Modernidad deglutida por la tradición
En la segunda mitad de los años 20 la pintora aplicará sus superficies de burbuja a las visiones surrealistas. Ahí están 'Sueño' (1928) o 'Urutu' (1928). Todo culminará con el elefantismo y la depuración de 'Antropofagia' (1929), su obra emblemática.

Después de esto y de su ruptura con su amante de esos años, Oswald de Andrade, Tarsila do Amaral levantaría el ancla y se iría. Su nueva pareja, Osorio César, y ella se van a la URSS invitados por el régimen. Una obra representativa de este período, 'Operarios' (1931), redundante en la estética comunista, despide al visitante en la sala de exposiciones de la Fundación Juan March. Pero en todo caso, esos característicos paisajes de Brasil volverán a aparecer en su obra 10 años después, con su impronta abrasada y clorofílica, con el aspecto húmedo y agresivo de lo que está recién pintado.

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De EL MUNDO (España), 09/02/2009 

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