MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Nada más
llegar a las pulgas he asistido a una escena habitual. Junto a unos cubos de
basura, una mendiga negra arramblaba con libros tirados por el suelo al buen
tuntún para sacarse unas perras. Evidentemente me he acercado y enseguida
éramos varios los que hurgábamos en el montón de libros que un chamarilero
había tirado, entre gruñidos de la negra. El primero que he cogido valía la
husma de basurero: La Neige brûle (1977), de Régis Debray, la
«novela» con la historia de la Imilla, Monika Ertl, hija del «fotógrafo de
Hitler», la mujer que, dicen, mató al cónsul de Bolivia en Hamburgo, el Toto
Quintanilla, a quien se acusaba de dar la orden de asesinar a Che Guevara y
cortarle las manos al cadáver. Imilla fue detenida, torturada y asesinada por
uniformados bolivianos en 1973. Su cadáver no se ha recuperado.
Bolivia de
nuevo. Y con ella los parloteos con Ramón en su casa de Cochabamba, la historia
de la Imilla, de las dictaduras de Barrientos, Banzer, García Meza, el Che
Guevara, la guerrilla de Teoponte y el Néstor, Gregorio Iriarte, el «coronel»
–que no lo era cuando estaba presente en Valle Grande el día que asesinaron al
Che Guevara y conserva documentación de su mochila– el Chato Peredo –a quien
conocí discurseando el día de San Juan de 2008, en las minas de Llallagua/Siglo
XX, en el aniversario de la matanza de 1967–, el tontaina del cochala Laredo,
amigo de Debray, decía, en sus días de gorra diplomática parisina, que exhibía
importante documentación del indulto de Debray, también ha proyectado la suya
en mi teatrillo de sombras. Me he pasado la tarde leyendo el libro de Debray...
Me resulta todo tan ajeno, tan lejano, como si lo hubiese vivido otro.
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De
VIVIRDEBUENAGANA, blog del autor, 03/09/2022
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