En esta historia,
hay libros, hay un mapa y hasta un Rey de Francia.
El libro se
titula El Paraíso en el Nuevo Mundo. Dentro del libro, hay un mapa: Continens
Paradisi. El mapa, síntesis de la obra, devela la ubicación del Paraíso: el
tan anhelado se encuentra en el corazón de la Amazonía Sur sudamericana. Su
autor fue Antonio de León Pinelo, amigo de Lope de Vega y consejero del Rey. Se
demoró cinco años en escribir su tesis y trazar su mapa. León Pinelo estudió en
Chuquisaca y en Lima: allí mamó su fervor por nuestras tierras. Falleció en
1660.
Luis IX, San Luis
de Francia, murió sitiando Túnez en 1270, en una de las Cruzadas.
Según el poeta
goliardo Gualterio Map, Luis IX fue un hombre noble, humilde y muy
confiado de sí mismo. Se le atribuye esta frase: "Pocos hombres pueden
tenerlo todo. Los reyes de las India son ricos en piedras preciosas y animales
raros; el emperador de Bizancio y el rey de Sicilia son ricos en oro y seda. El
Rey de Inglaterra lo tiene todo, hombres, caballos, oro, sedas, gemas, animales
salvajes, todo. Nosotros en Francia no tenemos nada: sólo pan y vino y
alegría".
Tanta sabiduría,
me provocó siempre una infinita simpatía, desde que conocí la cita, leyéndola
de un libro de cartografía, una biografía sobre el mítico Fray Mauro de
Venecia.
¿Qué tienen que
ver el Rey Santo con León Pinelo, el Paraíso y nosotros que tampoco tenemos
nada, sólo chicha, cueca y zamba?
La búsqueda del
Paraíso fue una obsesión medieval y fue Luis IX quien la alimentó como ninguno,
enviando en 1253 a un fraile, Guillaume de Rubruck, de expedición por Asia,
para encontrarlo.
La travesía de
Guillaume de Rubruck por el “corazón duro de la Tierra” (al decir de Bruce
Chatwin) sirvió para el trazado de la llamada “Ruta de la Seda”, por la que
luego transitarían los hermanos Polo, hasta que en 1453, los turcos toman
Constantinopla y la clausuran.
Basta leer su Diario para
saber que el genovés Cristóbal Colón puso proa hacia el Oeste, buscando
el Catay de los hermanos venecianos y también el dichoso Paraíso. Así llegamos
a la Lima del siglo XVII y a León Pinelo donde se conjugan todas estas
historias y se refuerzan a la vez con la tradición cultural andina que
impregnaba al erudito sefardí. Por ello, ubicó el Paraíso en el enigmático Antisuyu incásico.
En 1888, en La
Paz, se publica otro libro, inconcluso y sin mapa, pero fundamental: La
lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. Su autor, Emeterio Villamil de
Rada, se había suicidado doce años atrás, arrojándose al mar, en una playa del
Río de Janeiro imperial.
Emeterio, cuya
vida es novelesca y merece un libro aparte, vuelve a ubicar el Paraíso en
Sudamérica, muy cerca de donde lo había situado León Pinelo: el boliviano lo
localiza en Sorata, Larecaja, su lugar de nacimiento. Y agrega un dato más: el
aymara es la lengua original del hombre, es la lengua adánica.
Dijo Gustavo
Adolfo Otero del larecajeño: “Villamil de Rada es un precursor de esa cultura
propia y de esa alma propia, con que avanzan confiados hacia el porvenir las
nuevas promociones de Bolivia y de nuestra América”. Fue en noviembre de 1939
cuando el Ministerio de Educación, Bellas Artes y Asuntos Indígenas de Bolivia
volvió a editar la obra. Unos meses atrás, el presidente de Bolivia, Germán
Busch, un militar nacionalista, murió en circunstancias confusas. En la Europa
de Luis IX, ya había empezado la Segunda Guerra Mundial.
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Imagen: Vista de Sorata
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