Ante la agitación
de los días, algunos escritores volvemos a la pregunta sobre la identidad. Tal
interrogante angustia cuando percibimos las maneras distintas de recibir,
asumir, discutir, los hechos que influyen en la construcción no terminada del
país.
Un pasado
insepulto impide soñar y levantar el futuro. Las explicaciones de una anomalía
así pretendemos encontrarlas en sentencias de antiguos gobernantes que se
erigen en oráculos del desprecio, o la impotencia, o las ansias de un pedazo de
mármol.
O quienes se
pretenden sobrevivientes del latín, repiten con solemnidad, interpretaciones de
bromas de la literatura, como los de García Márquez o Borges.
¿Qué somos? Si
acaso somos.
¿Qué fuimos? Si
lo supimos.
¿Qué seremos? Si
de verdad alienta un deseo.
Parecería que
todo sirve para separarnos más. Entretenidos en el juego macabro de matarnos,
nos encanta confundir, engañar, aprender trucos.
Los encuentros
primigenios, sociedades de culturas diversas, fueron unificadas con la
imposición de una fe traída, una lengua impuesta, y el inmisericorde despojo de
cuanto tuvimos.
Después las
fusiones violentas con quienes arrastrados a la fuerza, sufrieron la crueldad y
las acomodadas clasificaciones espirituales.
Liberados del
coloniaje, los procesos independentistas generaron más diferencias. Caudillos
fracasados se conformaron con fechas y banderitas, himnos de rataplán, escudos
con figuras que el implacable tiempo desmiente. Un canal que nos robaron. Un
gorro. Un cóndor que se extingue después de arrancarle un dedo a Alejandro
Obregón para que no lo pintara.
El hombre de la
gloria dijo, aquí cerca, en la lucidez dolorosa que ofrece el Caribe: si mi
muerte contribuye. Y nada. La muerte si contribuye a la soledad de los vivos.
Pero aún no lo dejan descansar en paz. ¿De dónde ese vicio de confundir la
historia que sucedió, su inexorable límite temporal, con un designio que amarra
el posible futuro?
Parece que tantas
dificultades no resueltas nos hacen aptos para ser continuistas de los empeños
fáciles, odiar, vengar, lucrarse, sin escrúpulos para los privilegios,
activistas del interés personal.
Un escrutinio de los días, a lo mejor muestra una incapacidad para rodear y apoyar las empresas grandes, generosas, de virtud evidente que con su bondad unen, llaman al futuro.
Un escrutinio de los días, a lo mejor muestra una incapacidad para rodear y apoyar las empresas grandes, generosas, de virtud evidente que con su bondad unen, llaman al futuro.
Así la paz.
Pero no: a pelear
por los tres pesos, el subsidio. ¡Jerarquiza compadre!
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De BAÚL DE MAGO
(EL UNIVERSAL), 19/05/2017
Imagen: Wilfredo Lam/La mañana verde
Imagen: Wilfredo Lam/La mañana verde
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