Tuesday, March 28, 2017

Canción última

MARISA PEÑA

Mi abuelo coincidió con Miguel Hernández en la cárcel de Ocaña. Mi abuelo venía del penal del Puerto de Santa María, donde había pasado los últimos cuatro años desde que comenzó la guerra y lo enviaban a Burgos, donde debía terminar su condena de veinte años por rebelión... Miguel Hernández venía de la cárcel de Palencia. Pero esa diáspora de presos republicanos, penando por las cárceles franquistas de un lugar a otro de aquella devastada España de la victoria y el rencor, era algo normal y formaba parte del plan de exterminio y esclavitud al que se sometió a los vencidos. El poeta de Orihuela acabó muriendo en la cárcel de Alicante y mi abuelo pasó también por Alcalá de Henares, Buitrago y Cuelgamuros. Ambos murieron de tuberculosis, de pena, de hambre, de desesperanza. Y como ellos miles de presos, hombres y mujeres que supieron el sabor, el color y la textura de la venganza. Para ellos y los que no olvidamos, desde el respeto, y el deseo de justicia y reparación, vaya esta canción última...

CANCIÓN ÚLTIMA

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruidosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.

Miguel Hernández.

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Imagen: Miguel Hernández en el frente

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