Wednesday, November 25, 2009

Escrito en presente vertiginoso/LITERATURA


por Ramón Rocha Monroy

Habría que inventar un nuevo tiempo verbal para ubicar la
escritura de la novela “El exilio voluntario”, de Claudio
Ferrufino Coqueugniot, que ganó el Premio Casa de las
Américas 2009. Sugiero que se llame Presente vertiginoso,
pues está escrita sin nostalgia, sin recuerdos gratos, ni
siquiera trágicos, y sí, más bien, con una conciencia
crítica, lúcida, desgarrada de ese presente vertiginoso que
viven los latinos en los Estados Unidos.
La literatura de la nostalgia nos ha acostumbrado a diversas
formas del tiempo pretérito, desde el famoso “había una vez”
al bíblico “In illo tempore”, pero la cruda realidad del
exilio voluntario en los Estados Unidos no admite la
nostalgia y sí, más bien, la prosa nerviosa, arrítmica,
escrita en presente constante, como la que uno usa para
contar los sueños y sobre todo las pesadillas.
El día en que Claudio se presentó frente a la Migra no hubo
ningún agente que advirtiera el enormísimo peligro de
admitir en el seno del monstruo americano una conciencia
lúcida y crítica, ya trajinada en las ciencias sociales, en
la poesía y en el periodismo, es decir, en el ejercicio de
la palabra. Quizá no lo hubieran admitido si comprobaban
que, lejos de limitarse a sobrevivir marcando tarjeta a las
11:56 de cada noche en una gigantesca distribuidora de
vegetales donde trabajaba como peón, Claudio estaba
registrando detalles, recordando las mudanzas sucesivas que
signaron su primera juventud, incluida la memoria, tampoco
nostalgiosa, del tiempo ¿dorado?, que vivió en la patria. Y
que esos registros se traducirían en un libro ácido,
denunciador, descarnado, visceral, que no necesita recurrir
a asesinatos, para ser un testimonio de vida, porque sus
páginas no registran un solo muerto, sino vida pura y
vertiginosa.
El exilio voluntario te extirpa toda noción de patria, de
idioma común, de comunidad de origen o de cultura, incluida
la patria de la niñez que se adelgaza en la memoria porque
ya no hay sitio en el disco duro acostumbrado al vértigo y
la asfixia de la vida americana. El exilio voluntario es la
invención de una nueva lengua, que es quizá la provincia más
remota del castellano moteado con palabras mexicanas,
salvadoreñas, cubanas, sudamericanas y claro, por supuesto,
del inglés de emergencia que usan los latinos. Es una
identidad nueva constituida por 50 millones de latinos que
han incorporado a sus expresiones cotidianas las voces más
cosmopolitas de este lado del mundo. Wacha la cana, carnal,
tráete la fáquin troca para ir a la pachanga que se vino
Totó la Momposina, yunóu?
Y sin embargo habría que preguntarse, como Vargas Llosa, en
qué momento se jodieron los Esteits. Quizá todo se precipitó
por la fáquin administración Bush y la crisis financiera y
el desempleo masivo que acabó con el sueño americano, y aun
con la pesadilla americana hecha de soledad, de extenuación,
de sobrevivencia, de sixpack y brandy y mota pero sobre todo
despertador y madrugada y sentir que te exprimen como a una
naranja, y sin embargo no hay proyecto de retornar, pero la
cosa se jodió y entonces es tiempo del retorno, aunque sea a
sobrevivir con mote y charke, y a desarrugar el consuelo de
volver a ver a los amigos, más viejos, y a la familia, más
vieja, y a los muchachos y muchachas, más crecidos y con
ganas de emigrar, ¿para qué?

Publicado en La Prensa (La Paz) y Los Tiempos (Cochabamba), junio-julio 2009

Imagen: Rufino Tamayo/Protesta

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