Sunday, May 31, 2015

El desencantado Boris Souvarine


Sergio del Molino



Boris Souvarine es una figura trágica, muy desconocida en España y vinculada familiarmente a Aragón que merece un hueco en esta galería libresca porque representa como pocos a esa cultura de adoración y entrega a la palabra escrita, usada como arma de razón, resistencia y cambio. A mí me interesó mucho hace unos años, y llegué a reunir bastante material para componer una pieza literaria que se resistió y no brotó. Hasta molesté a un sobrino suyo con el que me carteé con la promesa de que le enviaría un texto que no he llegado a escribir y que dudo que componga algún día. Lo conté hace mucho tiempo aquí
Sin embargo, en artículos, reportajes y otros foros, no me he cortado de evocar su figura en la Zaragoza gris y amedrentada de 1941, quizá abrigado con una gabardina, más cabreado que asustado, malcomiendo en cualquier pensión, a la espera de un billete de tren para Madrid, y luego para Lisboa, y luego, ya en barco, para Nueva York. Souvarine huía de los nazis: en Marsella había conseguido un visado para cruzar España. Entró por Canfranc y llegó a Zaragoza, donde entroncó con la triste ruta del exilio. En París dejaba una casa con una biblioteca de miles de volúmenes que los camisas pardas saquearon y destruyeron casi por entero tan pronto tomaron la Ciudad Luz. La pérdida de sus libros era lo que más le dolía, según escribía en sus diarios y en las cartas a su amiga Simone Weil (otro personaje ligado a Aragón, pues estuvo en la guerra por estas tierras).
Pero no es ese camino amargo el que liga a Boris Souvarine a Aragón, sino su parentesco con una figura destacada de la historia del siglo XX: Joaquín Maurín. El líder del POUM -encarcelado por los franquistas en Salamanca y exiliado posteriormente en Nueva York- estaba casado con la hermana de Boris. Eran, por tanto, cuñados. Pero eran más que eso, pues compartían una sensibilidad ideológica muy parecida -ambos se alistaron con entusiasmo a las filas del bolchevismo, y ambos desertaron de ellas con amargura y soledad al ver que el Gulag y la pureza ideológica no casaban bien con su espíritu humanista- y sus trayectorias vitales y políticas se parecen bastante, aunque acabaran distanciados en lo personal. 
La primera vez que encarcelaron a Joaquín Maurín (que nació en Bonansa y está emparentado con el actual presidente de Aragón), en plena dictadura de Primo de Rivera, Souvarine animó una campaña en París para presionar internacionalmente al Gobierno español y lograr su indulto. Creo que Maurín nunca pudo corresponder ese gesto.
Souvarine era un seudónimo tomado de la novela Germinal, de Émile Zola. Su verdadero apellido era Lifschitz y procedía de Ucrania. De hecho, Boris nació en Kiev, aunque se trasladó de muy niño con sus padres, judíos dedicados a la joyería, a París. Creció en el barrio del Marais, un distrito de comerciantes y artesanos -hoy, una animada zona de copas de ambiente gay entre palacetes del siglo XVI reconvertidos en apartamentos de lujo-. En la capital de Francia se contagió del furor político de los años previos a la Primera Guerra Mundial y, en plena rabia juvenil, conoció la Revolución Rusa y se convirtió en uno de sus principales apóstoles entre los jóvenes del Partido Socialista, que miraban a Lenin con desgana y desconfianza. Por eso cogió a unos cuantos acólitos y con ellos fundó el Partido Comunista de Francia.
Viajó muchas veces a Moscú para participar en las reuniones de la Komintern, y allí se fue macerando su disidencia. A los altos funcionarios soviéticos les empezó a mosquear su ‘indisciplina’ y su ‘criterio independiente’. Un viaje por su Ucrania natal terminó por romper el encanto: redescubrió un país en plena hambruna, destrozado por un éxodo rural forzoso, una industrialización salvaje y una represión política más dura que en Moscú o en Petrogrado, cuando las estadísticas económicas decían que estaba a punto de destronar a Alemania. Algunos de sus amigos ya conocían la ‘tcheka’… 
De vuelta a París, ya bien entrados los años 20, empezó a expresar en voz alta y por escrito sus dudas, lo que le valió la expulsión del partido que él mismo había fundado y el ostracismo intelectual. Gallimard, el todopoderoso editor, en pleno romance con la Unión Soviética, le rechazó sus escritos. Poco a poco se fue quedando solo, acusado de quintacolumnista, de trotskista y de filofascista. Nada más lejos de la realidad. De hecho, ni siquiera se llevó bien con Trotski.
De la política, obligado por las circunstancias, fue pasando a la literatura. A la literatura ensayística. Sus libros son una reflexión dolorosa y humanista sobre la ceguera de las utopías. Sin poder reconciliarse con un capitalismo que despreciaba por perpetuar el dominio de unos sobre otros, y sin posibilidad de creerse ninguna de las alternativas del socialismo, se quedó en una tierra de nadie en la que muchos tipos del siglo XXI podemos sentirnos identificados, especialmente después de esta debacle financiera que nos ha dejado en el paro y temblando.
Por desgracia, los pocos libros suyos que se han traducido al español datan de los años 30 o, con suerte, de los 70, y hay que buscarlos en el polvoriento mundo del lance. En Francia se reeditaron casi todos en los años 90 y principios de los años 2000 y son relativamente fáciles de conseguir. Especialmente recomendable es su biografía de Stalin: un ajuste de cuentas más sentimental que político, muy apasionado. 
Boris acabó refugiado en los libros. Fundó un centro de estudios de ciencias sociales y pasó su vida escribiendo y leyendo casi en soledad, pues sus antiguos correligionarios nunca le perdonaron la traición, y los guardianes del sistema le negaron su amistad porque le seguían considerando un peligroso comunista. Su figura recuerda a la de George Orwell, aunque literariamente no tenga la talla del inglés.
¿Por qué será que todos estos desencantados solitarios, descabalgados de la utopía, tienen en común su relación más o menos íntima con Aragón? Simone Weil, George Orwell, Boris Souvarine y Joaquín Maurín (este último, aragonés de la Ribagorza). ¿Tendrá algo la tierra aragonesa que anima a los descreídos y les empuja a la soledad del desierto?

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De DE REOJO (blog del autor), 27/01/2010

Saturday, May 30, 2015

Bunda, Paixão Nacional

Gilberto Freyre

Um gosto que nasce no madrugador século XVI

“Inclinados a tal, sob que influências vindas de longe? A esse respeito é bom recorrer-se à fonte de informação do madrugador século XVI, suprida pela própria Igreja através de pesquisas realizadas então, como se estivessem concorrendo para saberes cientificamente sociais pelo santo Ofício em atividades investigadoras no Brasil. Suponho ter sido, no livro Casa-Grande & Senzala, o primeiro a utilizar os resultados de tais pesquisas, em obra acessível ao grande público. Constam essas informações da Primeira Visitação do Santo Ofício a Partes do Brasil pelo Licenciado Heitor Furtado de Mendonça. Surgem, nessas indagações secretas, homens casados casando outra vez com mulatas (talvez do tipo mulher tornada conhecida como “arde-lhe o rabo”, decerto por haver se extremado em furor anal), adultos europeus ou de procedência européia pecando contra a natureza, em coitos anais ou através de luxúrias de felação, com efebos, quer da terra, quer da Guiné, participantes, alguns deles, com tal volúpia desses amplexos, que de um deles se registra a exclamação “quero mais”.
A participação nesses coitos da gente da terra parece indicar, de ameríndios, presentes em contatos madrugadores com europeus, terem sido, eles próprios, dados à sodomia ou à pederastia, com o abuso de bundas já então praticado, quer por europeus em não-europeus, quer — é possível — em reciprocidades volutuosas eurotropicais: euro-ameríndias e euro-afronegras. Pode-se concluir de mulheres indígenas, desde esses dias, terem revelado preferências, para contatos sexuais com portugueses, por aqueles motivos priápicos já alegados pelo severo Varnhagen: os portugueses, em confronto com machos indígenas, teriam se revelado mais ardorosamente potentes. Sabe-se por alguma observações antropológicas confiáveis, de homens de culturas primitivas precisarem, em vários casos, para efeitos de procriação tribal, de festas excitantemente sexuais, que os levem a atos procriadores, é claro que acompanhados de gozos. Atos e gozos, entretanto, mais provocados que espontâneos, embora as investigações do Santo Ofício documentem ocorrência de receptividade de indígenas a práticas, já por indígenas conhecidas, em que o coito anal teria se verificado.

Das afronegras notáveis por suas bundas e dos ardores patriarcais

(…) Não há evidência alguma de mulheres indígenas terem se feito notar, como aconteceria com mulheres de origem afronegra, introduzidas na colônia, desde o século XVI, por nádegas notavelmente protuberantes ou por bundas salientemente grandes. E, por essas saliências, sexualmente provocantes do seu uso, e até do seu abuso, em coitos de intenções mais voluptuosas. Ao tamanho das nádegas, desenvolveu-se, é de supor, a tendência, quase folclórica, entre brasileiros, de associarem-se os chamados cus de pimenta ou rabos ardorosos, já presentes em referências em registros das investigações do Santo Ofício.
Entretanto, é preciso não resvalar-se na simplificação de atribuir-se a presença, entre mulheres brasileiras, de bundas grandes, com ou sem essas conexões, à presença de afronegras notáveis por tais protuberâncias de nádegas. Mas é preciso atentar-se no fato de mulheres tipicamente ibéricas, inclusive portuguesas, presentes na colonização do Brasil, terem quase rivalizado, por vezes, com afronegras, em tais protuberâncias de nádegas. Num livro notável, (…) The Soul of Sham (Londres, 1908), o mestre em sexologia, Havelock Ellis, lembra dos por Deniken classificados como do tipo antropológico iberóide serem em geral morenos de uma pigmentação de um encanto estético chamado por Gauthier, referindo-se especificamente às telas espanholas de Málaga, de um “dourado pálido” (…)
E as mulheres? De modo geral, superiores aos homens, afirma Ellis.O que viria sendo confirmado pela sua maior autenticidade como expressões de tipos nacionalmente ibéricos. E especificando seus característicos antropologicamente físicos à base dos sociais: quando jovens, tendentes a delgadas, embora com bustos e ancas — bundas, portanto — já desenvolvidos. Protuberâncias acentuadas com a idade madura. A idade, em mulher bonita, a associar-se a gordura. E à gordura, juntar-se, segundo Ellis, “maior amplitude e acentuação de ancas em relação com as demais partes do corpo”.
Para o ideal feminino predominante no Brasil patriarcal, de “gorda e bonita”, é de se supor ter concorrido influência árabe, contra a qual teriam se oposto, no século XIX, influências romanticamente européias. (…) Um ideal, o de sinhazinha adolescente, quase menina e, de tão delgada, quase sem bunda e de seios virginalmente discretíssimos, mãos e pés ostensivamente pequenos. Outro ideal, o de sinhadona de meia -idade, gorda, ostensivamente bem nutrida, dignamente bunduda, apta ao desempenho de mulher, mãe de sucessivos filhos e a cujo físico não faltavam bundas mais dignamente maternas que provocantemente sexuais. Pois para a satisfação de ardores sexuais o macho patriarcal brasileiro tinha, aa seu dispor — por vezes defrontando-se com ciúmes de esposas ciosas de seus direitos conjugais –, escravas, mucamas, morenidades em vários graus de mulheres. Isto, dentro da reciprocidade casa grande-senzala. Miscigenadas, como se a miscigenação se fizesse através de experimentos antropologicamente eugênicos e estéticos. Experimentos que permitissem que fossem com que graduadas saliências de bundas, evitando-se os exageros africanóides.

Do andar afrodisíaco das bundas ondulantes à anfíbia Roberta Close

E aqui é preciso que se volte à observação de Havelock Ellis, quanto a uma das superioridades da mulher ibérica sobre as ortodoxamente européias estar na assimilação, pela ibérica, de remota influência africana do andar, como se dançasse. É um movimento de bundas bastante amplas — especifique-se — para permitirem essa ondulação como que — sugira-se — afrodisíaca de andar.
A grande número de mulheres brasileiras, a miscigenação pode-se sugerir ter dado ritmos de andar e, portanto, de flexões de nádegas, susceptíveis de ser considerados afrodisíacos. Atente-se nesses ritmos, em cariocas miscigenadas, em confronto com as beldades argentinas que o observador tenha acabado de admirar. Os ritmos de andar da miscigenada brasileira chegam a ser musicais, na sua dependência de bundas moderadamente ondulantes. Para Havelock Ellis, o andar da mulher mais tipicamente ibérica, em contraste com a da ortodoxamente européia — em grande número de casos, acrescente-se a Ellis, como que calvinistamente proibida, em sua maneira de ser femininamente elegante, de ter bunda ostensiva — teria alguma coisa de graciosa qualidade de um corpo felino inteiramente vivo.
O homem médio brasileiro não pode deixar de ser sensível à imensidade de provocações que o rodeiam. Não tanto ao vivo, como por meio de anúncios de revistas ilustradas, que se vêm esmerando na utilização de reproduções coloridas de bundas nuas, como atrativos para uma diversidade de artigos à venda. Há,no Brasil de hoje, uma enorme comercialização da imagem da bunda de mulher em anúncios atraentes. Estéticos uns, alguns lúbricos. Também se vem fazendo esse uso na televisão. E, sonoramente, em músicas apologéticas da beleza da bunda de mulher. O sexo da mulher vem, através dessa comercialização da bunda em anúncios, quase perdendo, em publicidade apologética, para esse nada insignificante rival, no Brasil.
Ainda agora, a propósito da anfíbia Roberta (Close), vem se destacando dela, como qualidade feminina, ter “bunda grande”. À “bunda grande” se contrapõe, no Brasil, como negativo sexual, e até eugênico e estético, a “bunda murcha”, a “bunda seca”, a “bunda magra”. Pois o ideal árabe de mulher bonita, ser gorda, ainda não foi superado de todo, no Brasil, pelo ideal de mulher secamente elegante, desde a chamada flapper, da década de trinta: mulher delgada e como se fosse rapaz. Quase sem bunda!

Da teoria à prática ou de como as ditas polacas entram nesta história

Perdendo em anúncios e tendendo a bunda a um tão bom como tão bom em práticas de coito, não é raro, entre brasileiros atuais, a alternativa: o gozo anal tendendo a alternar, para não poucos homens, com o chamado papai-mamãe, que seria o encontro do pênis com a vulva.
Por algum tempo foi a bunda o chamariz, da parte de mulheres da vida, do tipo chamado indistintamente polaco, em ruas de ostensiva prostituição comercial, a homens ao alcance de suas vozes, que consideravam cansados de coitos conjugais monotonamente normais. Tais mulheres anunciavam deixarem-se enrabar ou a praticar o sexo oral.
Assinale-se que, ao começar a haver, em Mangues, tais ofertas, parece ter havido não pouca repulsa da parte de mulatas mais castiçamente brasileiras, a homens que lhes propuseram facilitar-lhes tais substitutos de coitos convencionais. Que fossem se acanalhar com polacas! O que não parece ter impedido de as alternativas virem sendo adotadas por brasileiras de cor, com as bundas avantajadas sendo cortejadas por homens inclinados a esse tipo porventura mais carnal de coito.

Da bunda como inspiração estética nas artes plásticas

Ouvi, em Sussex, do escultor Henry Moore, que os olhos do artista, para criarem esculturas, precisavam não só de ver, como, pelo olhar, apalpar o que viam com vontades de esculpir. O que evidentemente reforça a sensualidade das esculturas, quando de mulheres nuas, dando-lhes maior apelo sexual: o de uma intensidade que não chega a ser lúbrica para ser sexy. Impressionista, Moore? Para lá desse ismo. Mais expressionista que impressionista. Mas na verdade, também, além desse outro ismo.
Para o arquiteto finlandês Eliel Saarinem, em Search for Form, (N.Y., 1948), nenhum desses ismos pioneiramente destruidores de convenções das chamadas naturalistas deixou de representar impulsos de criatividade diferentes em artistas inovadores. Diferença, inclusive, de perspectivas do nu de mulher, como desafio, quer de forma, quer de cor. O que inevitavelmente veio a tocar em morenidades ecológicas, condicionadas por sóis e calores tropicais. E a produzir pintores especializados em dar destaque a bundas de mulheres morenas. Um deles, de modo notável, Emiliano di Cavalcanti.
Bundas, porque, mais do que faces ou partes superiores de corpos, elas permitem ao pintor dar ênfase estética a curvas femininas. É em nádegas que esses curvas esplendem, irradiando suas maiores provocações, além de estéticas, sensuais. Foi pioneiro em fixá-las o exotista ou tropicalista Gauguin. De onde outros ismos em criações pictóricas em torno de corpos de mulheres, isto é, de formas diferentes das olimpicamente, apolineamente, estaticamente clássicas. Inclusive o muito dionisíaco primitivismo, pretendendo juntar, à apresentação de bundas como partes aliciantemente belas de corpos de mulher, uma perspectiva como que — paradoxo — maliciosamente inocente.
As bundas de mulatas célebres de Di Cavalcanti não estão nesse caso. Nem elas nem as das pinturas criativamente inclassificáveis como istas de Cícero dias, de que emergem mulheres nuas ostentando mais bundas desacompanhadas de pêlos do que sexos com pentelhos ramalhudos. Aliás, a miscigenação brasileira tornou-se tão vasta, que as bundas de mulheres do Brasil constituem, talvez, a mais variada expressão antropológica de uma moderna variedade de formas e nádegas, com as protuberantes é possível que avantajando-se às menos ostensivas.

De como a bunda cintila na Literatura e vira anseio no Carnaval de Chico Buarque

Na literatura brasileira, que autor pode ser destacado como tendo dado especial relevo ao liciante assunto? Impõe-se recordar do lúcido modernista de 22, Oswald de Andrade, que, em página de novela com alguma coisa de autobiográfico, confessa: “e enrabei Dona Lalá”. Em versos, também modernistas, Manuel Bandeira refere-se a “genipapo na bunda”. E em Evocação do Recife dá a entender das lindas recifenses, que viu, com olhos de menino, nuinhas, a se banharem no então também lindo e limpo Capibaribe, que entre as partes de seus corpos mais causadoras do seu alumbramento estavam as bundas.
É curioso que, no seu excelente Ensaios de Antropologia Estrutural (Petrópolis, 1977), o professor Roberto da Matta, ao considerar o Carnaval brasileiro como “rito de passagem”, destaque ser a rainha do carnaval “sempre uma vedete de formas perfeitas”. E sua bunda? É parte ou não dessa perfeição? Se, como recorda de música de Chico Buarque, o típico brasileiro carnavalesco espera “o Carnaval chegar” para “pegar em pernas de moças”, como não destacar-se seu ensejo maior de apalpar bundas de mulher?

O texto acima foi extraído da revista Playboy nº.113, de dezembro/1984, sob o título de “Uma paixão nacional”.
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De Contos, Crônicas e Poesias, 13/10/2013

Imagen: Escena del filme O cheiro do ralo (Hector Dhalia, 2006)

Wednesday, May 27, 2015

La narco máquina ya no necesita Chapos

Rossana Reguillo Cruz

El Chapo Guzmán pertenece a la mitología de los narcotraficantes que mantenían un mando único y abonaban cada día a su propia leyenda. Caído en México el “estado de bienestar”, miles de jóvenes encontraron en la figura del jefe del cartel de Sinaloa un modelo exitoso, patriarcal y violento donde proyectar su presente y su futuro. Pero el narcotráfico, dice la Doctora en Ciencias Sociales Rossana Reguillo, puede ya vivir sin los grandes capos: en su transformación neoliberal, la narco máquina distribuye liderazgos, terceriza las ejecuciones y privatiza el manejo del dinero.

El apodo de quien fue hasta el 22 de febrero el hombre más buscado por los gobiernos de México y Estados Unidos se filtraba en chistes, comparaciones, anécdotas, alucinaciones, fantasmas y relatos de la ficción diaria armados por los mexicanos que padecen el narcotráfico como un cotidiano que se respira. Mucho antes de ser atrapado Joaquín Guzmán Loera devino leyenda, mito, modelo y figura clave en el mapa-horizonte cultural y social. Su sombra infectó las imaginaciones de miles y miles (no exagero) de jóvenes que en el México del quiebre del estado de bienestar, se decantaron por la narrativa violenta, exitosa, patriarcal que, con la colaboración de los medios de comunicación, se fue construyendo sobre el capo del cartel de Sinaloa.
“Hoy más que nunca dale like y comparte la imagen si apoyas al cartel de Sinaloa”, dice la foto que multiplica me gusta y compartidos en Facebook. En el pie se lee: “Por un México sin secuestro y sin extorciones”. Uno de los que posteó la foto es Dámaso López, el Mini Licenciado o Mini Lic, a quien muchos ya postulan como el sucesor del Chapo al frente del cartel. El Mini Lic tiene veintitantos años y es hijo de Dámaso López Nuñez, “El Licenciado”, un hombre clave en la estructura liderada por Guzmán. El Mini Lic lidera una red de jóvenes del cartel que en las redes sociales operan bajo el nombre de Grupo Antrax o Los Antrax.
Esta esa especie de chapitos (y a los que nombro así, acudiendo al famoso “Dr. Simi”, cuyas farmacias similares han sido un éxito de exportación: lo mismo pero más barato) ostetan en sus cuentas de facebook, twitter o instagram, falsas o verdaderas relaciones con el “Señor de la Montaña”, su admiración sin límite por ese “héroe del Siglo XXI”. Esta fascinación se puede palpar, no sólo en las calles de Culiacán, con las camionetas negras o blancas, blindadas o no, atestadas de jóvenes que transitan por las calles con el sonido de los narcocorridos a todo volumen; hay que hacer el ejercicio –extremo- de analizar los foros de youtube, que se han convertido en el espacio para dirimir las peleas entre grupos rivales e insultar a “los contras” o “al enemigo”, como se llaman entre ellos. No es raro encontrar, entre los cientos de comentarios que aparecen, por ejemplo en el narco corrido sobre la boda del Chapo, comentarios como éste:
“No seas pendejo el chapo es el héroe del siglo XXI ya que con su negocio de traciego de droga da empleo de manera directa e indirecta a gran numero de la poblacion y los politicos tienen empresas que solo te pagan el mendigo salario minimo y con los narcos ganas mas siempre y cuando no sean lo parasitos impostores de lops zetas ya que esos parasitos si dañan a la poblacion esa es la diferencia pendejo con pancho villa y si no te gustan los narcocorridos no los escuches y ya deja de hablar” (sic)
Y así, en una cascada interminable de envíos y reenvíos se elogia al personaje, se hacen pactos, se insulta, pero sobre todo, se hace visible que el Chapo es muchos; el Chapo se ha hecho legión. 
Nacido en la legendaria localidad de Badiraguato, a pocos kilómetros de Culiacán (y a la que nunca he podido llegar, porque tengo mal tino y en cada intento resultaba “peligroso”), Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, anda en sus 55, 57 o 60, según se acuda a los datos de sus difusas biografías. De ser cierto, estamos frente a un aries, del que se dice que es de naturaleza masculina y aguerrido personaje. Casado muchas veces, con hermosas mujeres cercanas a su círculo, fue convertido rápidamente en adalid del triunfo, del exceso, de las ansias de futuro, de la irreversible conquista del negocio redituable en detrimento del negocio justo. Figura emblemática, propiciada en gran medida por la prensa y la industria del narcocorrido y de ese gen en la cultura mexicana que tiende a exaltar a los antihéroes, a los líderes, a los mesías. Con el Chapo, cobró fuerza el imaginario del consumo suntuario, de la buena vida y el pacto total con la muerte prematura, esa cita que se cumple gustosamente a cambio de los minutos de poder y gloria. La marca Chapo, desde su escape de Puente Grande, fue creciendo hasta llegar a la lista de Forbes, que sin empacho restriega la fortuna de los millonarios de este mundo.
Ahora, el Chapo tendrá que terminar de cumplir aquella condena de 12 años, de los que le quedan tres. La Fiscalía dijo que trabaja para incorporar en el expediente de Guzmán las acusaciones acumuladas desde que el capo se fugó de prisión en 2001: delitos de delincuencia organizada, contra la salud, contra las leyes sobre armas y operaciones con recursos de procedencia ilícita, entre otros. El rumor de que estamos frente a un falso Chapo, alcanza ya proporciones mayúsculas. Y al mismo tiempo es casi un hecho que lo extraditarán. Ese ídolo, ese héroe del Siglo XXI, respetado y venerado por miles, enfrenta en los Estados Unidos, varias causas en Arizona, Illinois y Texas, por delitos que van desde lavado de dinero a crimen organizado, secuestro y tortura. Pero es en Chicago, donde según datos del Chicago Tribune, enfrenta cargos por traficar con dos toneladas de cocaína al mes entre 2005 y 2008, y de utilizar esta ciudad para la distribución de droga de Filadelfia a Vancuver. En 2013, fue boletinado como Enemigo Público Número Uno, “honor” que no se daba a nadie después de Al Capone.
Su destino es incierto, pero no hay que olvidar que un 19 de enero de 2001, el Chapo salió caminando y protegido de la celda 307, módulo 3, de la cárcel en Guadalajara.
El Chapo es más que el hombre que detienen, es un lenguaje, una forma de actuar, un símbolo, una metáfora del devenir país en llamas, práctica ilegal, sobre entregado, amenaza velada y castigo ejemplar. Quizás lo que ignoramos, si es que aceptamos que ha sido capturado (y no es un clon que nos asesta la cuestionable justicia mexicana), es que el día de su arresto, nada o muy poco ha mejorado. Su impacto cultural es ya una manera de entender el México contemporáneo.

No resulta fácil pensar, analizar, interpretar lo que significa la supuesta detención de Guzmán, presentado como la cabeza, el centro neurálgico, el artífice, el estratega del llamado Cártel de Sinaloa o del Pacífico. Su caída fue primero un rumor y luego una noticia de la Agencia AP, confirmada de manera tan sorprendente como patética, por el expresidente Felipe Calderón desde su cuenta de Twitter. Más tarde lo reconfirmó el presidente Peña Nieto. Hasta llegar a la sobria declaración, en el hangar de la Secretaría de Marina, del actual titular de la Procuraduría General de la República, Jesús Murillo Karam y, la presentación sin presentación del capo sometido. Toda esta parafernalia puede entenderse sólo en la medida en que pueda entenderse cómo creció la leyenda y especialmente, “la marca” Chapo Guzmán.
Esa altivez en el anuncio de su aparente detención, no ayuda a prefigurar lo que sigue, porque a lo largo de los años, el modelo de negocio de los grandes grupos del tráfico de drogas mutaron en su estructura, en sus formas organizativas, en su creciente poder de corromper las instituciones. Que el Chapo sea el centro del crimen organizado y su liderazgo único, es algo es difícil sostener. La narco máquina aprende y en su devenir neoliberal ha sabido incorporar, reinterpretar, utilizar dos claves importantes: los liderazgos distribuidos y, especialmente, la tercerización de sus actividades (se contratan sicarios ad hoc, se delega a otro grupo el manejo del dinero, se encarga el contacto internacional y así, tercerizando).
Que su detención es un golpe mediático a favor de la muy cuestionada gestión del llamado “nuevo PRI” en torno al combate al narcotráfico, es indudable; que significa para el Presidente Peña Nieto un bono de alto calibre, es cierto; que el sábado 22 de febrero de 2014, la noticia de su supuesta detención, apagó lo que debería ser una noticia más importante por lo terrible, la masacre de al menos 20 personas, viejos y niños incluidos en una comunidad de Guerrero, en Tierra Caliente por parte de lo que se presume un comando armado del crimen organizado, es ya un dato irremediable.
No es fácil en este país atender las prioridades cuando vivimos a salto de mata entre un acontecimiento límite y otro peor, otro más terrible. Pero, más allá del impacto mediático, de los muchos perfiles del capo, las preguntas que se siguen nos obligan a mirar ahí, a ese espacio social, cultural, político que acogió, arropó, cultivó, el relato magnífico y terrible del poder total. Debemos mirar hacia la narrativa que exaltó el modelo de triunfo, del arte de la fuga o la evasión, de la riqueza y los amores profusos que han acompañado y envuelto el aura del gran capo –comparado, a mi juicio de manera extraña, con Pablo Escobar-. 
Del Chapo de carne y hueso supimos muy poco en los últimos años. De Pablo se pudo hacer un libro, una telenovela; del Chapo, difícilmente. Su pista es tan difusa como el terror que deja fosas clandestinas a su paso, que nos entrega cuerpos colgados en los puentes o cuerpos imaginados en una cocina en Tijuana. Lo que queda, si es que efectivamente ha sido detenido, es el rastro de los narcocorridos escritos y cantados para exaltar su historia, algunas notas de prensa en las que se reseña que “casi” lo encontraron o las que aluden a su vida amorosa, a sus bodas, a la ostentación con la que viven sus hijos. Al Chapo le falta carne para protagonizar una novela, porque su personaje está pensado para otros afanes: las del enemigo difuso, las del enemigo glamoroso que ocupa las listas de Forbes y, especialmente, la de la narrativa de “los más buscados”, esa suerte de ficcionalización que nos mantiene atados a la silla, pensando que quizás, con su captura, la vida cotidiana sea un poco menos lúgubre o sangrienta.
El Chapo es una marca y desgastada. Le arrebataron el reinado de la imaginación delirante: La Tuta, esa marca registrada que hoy lidera a Los Caballeros Templarios o, El Más Loco o El Chayo, ese ya erigido en santo (San Naza), que fundó a La Familia Michoacana, sus aliados primero y luego, sus enemigos (como sucede en los negocios). El Chapo, y quizás sea temerario afirmarlo, pertenece ya a esa mitología de los capos, como Osiel Cárdenas, líder del Cártel Golfo y artífice de los temibles Zetas (enemigos de todos), que mantenían un mando único, de trueno, y abonaban cada día a su propia leyenda. A Osiel y a Caro Quintero (antecesor del Chapo en la estructura del grupo de Sinaloa), les favorecía el personaje que construyeron –con esfuerzo-, en el día a día de las comunidades; el Chapo, se construyó a golpes de propaganda, a la sombra de la página de los más buscados y, claro, a partir de su efectista escape de la cárcel en mi ciudad, mal llamada Puente Grande.


En la capilla del Santo Malverde, ese santo sin papeles que ha eludido el copy right de la iglesia católica, el calor de octubre pega a sol de plomo, tomo fotografías y converso con Jesús González , heredero del culto a Malverde, administrador, pastor y gerente de la capilla. Me dice que Malverde es el santo de todos, no nada más de los narcos: “ya ve que ellos andan fuera de la ley y pues él también andaba fuera de la ley; y el gobierno no lo podía encontrar. Por eso yo creo que ellos se identifican con él, le piden que los esconda del gobierno”, explica, “pero hasta ahí”. Durante esta pequeña visita etnográfica, no puedo dejar de escuchar la conversación de las dos mujeres que venden los escapularios, las veladoras, las imágenes del Santo, con un joven que andará sus 16, no más: cachucha infaltable y pantalón a la cadera, se persigna frente a una de las imágenes del Malverde popular y una de las mujeres le dice:
-Qué, ¿ya te salistes de eso?
-Psss, ¿la verdad?, pos no, pos no puedo
-Pues deberías de pensar en tu mamá, con tanto problema, la pobre.
-Mmm…
-Y ora ¿que venistes a pedir?
- No pos por eso, por mi jefa y para ayuda en un jalecito que me encargaron.
El muchacho abandona la frescura de la capilla para salir a la calle. Entran más, en grupos de dos o tres muchachos, una señora se dirige rapidito a prender una veladora ante otra imagen de Malverde y murmulla lo que parece ser un nombre, se persigna y sale abatida, con el cuerpo arrastrando una pena, un dolor, un muerto quizás o un fantasma que le quita el sosiego.
En el 2011, Culiacán concentró el 66 % de las ejecuciones vinculadas al crimen organizado en Sinaloa. Se trata de ejecuciones con extrema violencia y el 20% de las víctimas tenía entre 21 y 30 años de edad. A estas muertes el gobierno las llama: “Fallecimientos por Rivalidad Delincuencial”. Ese fue el discurso dominante de la administración de Felipe Calderón: “se matan entre ellos”. Esos “ellos” convirtieron al país en un cementerio ambulante, con 48 muertos al día en los años más duros 2010-2011: un muerto cada media hora. La estadística del horror, dice que en México, los asesinatos son la sexta causa de muerte pero la primera entre los jóvenes. Y es falso que se maten entre “ellos”. La historia de las víctimas fatales que nada tenían que ver con el crimen organizado no ha sido contada todavía.
Ni el Chapo, ni Osiel Cárdenas, ni el Señor de los Cielos, ni la Tuta, dispararon directamente las metralletas ni los rifles de asalto, pero es indudable que sus “carismas” contribuyeron a construir un paisaje en el que la muerte tiene permiso.

¿Qué significa encerrar a un capo? ¿El ocaso de su poder? ¿La melancólica añoranza de las glorias perdidas? Parece que en los casos de los súper narcos mexicanos (y los colombianos), las cárceles han servido para incrementar su poder y hacer crecer su estructura criminal. Pasó así con Osiel Cárdenas, líder del cartel del Golfo, que desde el penal de La Palma (hoy llamada Altiplano, la misma en la que está desde el 22 de febrero el Chapo), siguió operando con la misma comodidad con que lo hacía desde sus ranchos o sus casas. Hasta que el 19 de enero de 2007 fue extraditado a las Estados Unidos, para enfrentar 17 cargos en una corte de Houston, Texas. Después no se supo más y el cartel del Golfo y su brazo armado, los Zetas, con los que romperían por “discrepancias” en el negocio, mutó, se volvió más sangriento.
La misma historia se repite con el Güero Palma, socio y amigo del Chapo Guzmán. Presos simultáneamente en la cárcel de máxima seguridad en Puente Grande, fueron afianzando su control sobre su organización, llamada, por el gobierno de los Estados Unidos, “La Federación”. Dicen que un empleado del Juzgado Cuarto de Distrito en materia penal dijo en voz baja que al Güero lo habían remitido por narcotráfico, pero “no nos consignaron ni un gramo de enervante, también incluyeron homicidio, pero no hay muerto y portación de armas pero ni siquiera una resortera nos enviaron. El único delito que tiene es por daños en propiedad ajena dados los destrozos que provocó su avión al caer”. No obstante fue extraditado y acusado de traficar con 50 kilos de cocaína. Cincuenta kilos.
Otros socios del Chapo, como Ignacio Coronel, que vivía en Guadalajara, fue abatido por las fuerzas federales en un oscuro operativo el 29 de Julio de 2010. Y otros importantes colegas como Juan José Esparragoza, alias El Azul, un veterano capo de la sobrevivencia y el escape; Ismael El Mayo Zambada (que fue entrevistado en “algún lugar de la sierra” por el reputado periodista Julio Sherer), sigue firme en la estructura de mando; y Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, uno de los Beltrán, primero amigos y luego enemigos jurados del Chapo, fue abatido en un operativo de un cuerpo élite de la Marina (la misma que capturó al Chapo), en 2009 y exhibido en un macabro montaje (del que ninguna autoridad se hizo responsable): semidesnudo y ensangrentado, con el hombro y una muñeca desprendida, le pusieron billetes (pesos y dólares), rosarios, un santo y otros elementos religiosos sobre el cuerpo. La Marina negó que sus oficiales hayan preparado esta performance de muerte, pero es indudable que esta “representación” constituyó un claro y alarmante mensaje: en su llamada “guerra” contra el narco, la administración de Felipe Calderón, asumía la misma estética y lenguajes del narco.
Extraditados, encarcelados con privilegios, atravesados por las balas contrarias o abatidos por las fuerzas policiales, los capos se van, pero vienen otros.
Hoy, vi pasar cuatro vehículos artillados, con federales luciendo uniformes camuflados y encapuchados; mientras escribo esto, un helicóptero de la policía ronda casi a ras de suelo, con uniformados armados. Hay temor, se percibe, de lo que puede desatar la captura del Chapo. 

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De ANFIBIA

Ilustración: Alejandro Cohn

Saturday, May 23, 2015

La plaza Novaya y el edificio del Komsomol

Manuel Vázquez Montalbán

"En la plaza Staraya (que quiere decir vieja) revolucionariamente hablando no hay nada que anotar, aunque aquí se construyeron los edificios del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, el del Comité de Moscú y el del Comité Reginal del Partido, perfectamente imaginables, como lo es el edificio del Consejo Central de la Organización de Pioneros emplazado en la plaza Novaya (Nueva) y no lejos de allí, en la travesía Serov, está el Comité Central de la Unión de las Juventudes Comunistas (Komsomol), cerca del museo dedicado a Mayakovski. (...) Con respecto al Komsomol, tiene el carácter de edificio burocrático al servicio de una organización burocrática que poco tiene que ver con el Komsomol revolucionario, aquella vanguardia de juventud soviética que hizo frente a desafíos como la guerra civil, los años de reconstrucción, la guerra contra el fascismo y otra vez la reconstrucción. La figura cumbre de aquel período fue Nicolai Ostrovski, héroe de la juventud comunista, que participó en todas las luchas y murió en plena juventud víctima de una enfermedad consecuencia de heridas de la guerra civil. Antes de morir, Ostrovski conmovió al mundo con un libro naíf y autobiográfico dictado desde su lecho de paralítico: Así se templó el acero, verdadero Emilio al servicio de la educación del joven bolchevique. André Gide, cuando visita la URSS en 1936 y publica su famoso y polémico Retour de l'URSS, dedica uno de los apéndices a la visita a Ostrovski en su postración de enfermo incurable: (...)".

(Vázquez Moltalbán, M. (1990) Moscú de la Revolución. Barcelona: Ed. Random House Mondadori, 2005, pp. 81-82)

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Del blog MOSCU DE LA REVOLUCION, 28/10/2013

Fotografía: André Gide y Nikolai Ostrovski (Photographie parue dans André Gide par lui-même,
de Claude Martin, archives Catherine Gide)

*El Insomnio de la carne*, de Jorge Muzam

EL INSOMNIO DE LA CARNE
Sara Bell Editores, Santiago de Chile, 2012
por Jorge Muzam.

RICARDO MENA

Este conjunto de relatos conforma un ciclo íntegro y orgánico. Quiere decirse que se trata de una novela compuesta de episodios narrativos de pequeña extensión y algún que otro ensayo puro; aunque desordenados temporalmente en diversos flashbacks, todos tienen un mismo centro tonal: diseccionar el sentido del acto sexual y el papel del amor en él para un narrador que ha pasado la mitad del camino de la vida. Para apoyar la narrativa, casi cada relato cuenta con un emblema o foto de alto contenido erótico. (La foto-emblema que preside el relato “Una propuesta poco ortodoxa,” en la página 51, serviría para ilustrar la definición médica de la palabra 'embolia' en la enciclopedia Larousse.)

En esta tragicomedia donjuanesca, el narrador nos alza el telón en su habitación: oscuridad, silencio, frío, vacío, el vacío de su enemiga y némesis que no es otra que su mujer Brenda, que duerme a su lado. Ecce homo. Este hombre, que está solo, que se ha equivocado en el pasado con su gran amor Amparo, al que no le gusta su trabajo de profesor de literatura, que no sabe qué sentido tiene la vida y el estado ruinoso del mundo que le rodea, cuyo matrimonio es un caos porque su mujer Brenda más que una mujer sensible es un andrógino frígido, se habla a sí mismo a esa hora oscura de la noche y se dice que tiene que imaginar y rememorar a Eros. Es una búsqueda del tiempo perdido narrada por un Bukowski chileno con rigor crítico y científico. Atentos.

Hay humor, aventuras, cinismo, viñetas molierescas, críticas certeras y agudas sobre literatura (no se pierdan cómo el narrador sabe identificar el mal que asola a Humbert Humbert) y un sinfín de peripecias amatorias en las que Ovidio ha sido despojado de su poesía y sus latinas hipocresías imperiales: todo queda embargado por un olor a boñiga de vaca durante el primer acto sexual del narrador (donde ha estado tumbada Amparo sin saberlo) que nos conduce, por un túnel largo y equívoco que es la obsesión por Amparo-Brenda, y tan aparentemente estrecho como el de Sábato, a la sorpresiva declaración central de la obra, que es “El Cotorreo de la especie.” Está en la página 87 y 88. No dejen de echarle una lectura. Porque el narrador, aquí, en vez de matar a Brenda, o pegarse un tiro o llorar y quejarse o culpar a Dios, nos explica lo que es la vida para él con la frialdad de un Richard Dawkins o un Charles Darwin. Su dogma es el del marqués de Sade, pero sin su sadismo; es el de Santayana, pero sin su lirismo; es el de Bukowski, pero sin su reduccionismo alcohólico y ludópata. El narrador, que es un profesor, nos imparte su única lección particular ahí en serio, sin bromas, y sin romanticismos. El sexo es el escenario y el amor la palabra-máscara del teatro del mundo. ¿Absurdo? Puede. Pero es que el narrador está en la corriente del existencialismo de Albert Camus, no en la de Unamuno o Kierkegaard.

Hay momentos memorables en esta obra, estelares, que te hacen soltar la carcajada: “Me olvidé el bikini,” dice la mujer en “Amor a orillas de un río.” El narrador nos susurra acto seguido en confidencia: “Me encogí de hombros. Ya me había sacado la polera y rozaba el agua con mis dedos.” Como a 'el Extranjero' de Camus, no hay que darle más importancia al cuerpo, ni al futuro, ni al sexo ni a la muerte. Si el tema común o el hilo conductor es el acto sexual a lo largo de la obra, y si ésta no acaba en tragedia sino en iluminación o aceptación; si en esta deliciosa y tragicómica “Danza de la Cópula” de Jorge Muzam nos queda una imagen al fin y al cabo, personalmente me quedo con la de un narrador al que, si bien aparece por primera vez ante mis ojos acostado, asustado y rememorando su pasado en la fría oscuridad, le veo saliendo de paseo con sus 'perras' que lo huelen y olfatean todo; que mueven la colita y se divierten con el simple acto de vivir, sin hipocresías ni engaños. Ellas y él pasean por el parque a esa hora fresca de la tarde, como Jehová hacía en su huerto del Edén. Verdadero emblema e imagen de la obra en su conjunto.


Publicado originalmente en LAS VIGILIAS DE POLIFEMO
http://www.lasvigiliasdepolifemo.com/2013/02/el-insomnio-de-la-carne-de-jorge-muzam.html

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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 20/05/2015

Imagen: Hans Bellmer

Friday, May 22, 2015

Los peligros y excesos del checheno Kadírov

Serguéi Markedónov

Si se observa detenidamente el comportamiento del líder checheno, resulta difícil no darse cuenta de que este sobrepasa persistentemente las funciones que le designa su cargo. El líder de la república norcaucásica manifiesta en su discurso cierta animadversión hacia Occidente, interpreta libremente las normas constitucionales y tiene una retórica hipertrófica, en ocasiones, con pinceladas de parodia. 
A primera vista, cuesta encontrar un líder regional ruso más leal al presidente que Ramzán Kadírov. Muchos turistas de Grozni no comparan la ciudad con las capitales vecinas del Cáucaso, sino con los países del Golfo Pérsico o con los ‘dragones’ asiáticos.
Sin embargo, toda esta aparente prosperidad se basa en la concesión de un estatus especial a Chechenia, gracias al cual la república no solo obtiene privilegios financieros y administrativos, sino también libertad ideológica y la descentralización parcial de la fuerza del Estado en este territorio.

Una vez construida la ‘vertical del poder' chechena, se sucedieron los intentos de exportar este modelo (en uno u otro formato) a todo el panorama nacional. La crisis en Ucrania y el aumento de la ‘predisposición bélica’ en el interior de la Federación de Rusia se han convertido en el pretexto ideal para este tipo de cambio, pero la verdadera razón del mismo tiene unas raíces mucho más profundas.Concretamente, la estrategia de ‘soberanía externalizada’ que se ha aplicado a Chechenia desde el inicio de la década del 2000.
Sin embargo, las implicaciones estratégicas de este enfoque no son la entrada de Rusia en Chechenia, sino la ‘chechenización’ del país. Hipotéticamente, Ramzán Kadírov podría tomar partida en varios de los tableros políticos de la Federación, y lo haría en el papel de líder de todo el Cáucaso, de portavoz de los musulmanes rusos a nivel federal. Sin embargo, una observación más detallada deja entrever que estos escenarios esconden un gran número de defectos y conflictos potenciales.
En lo que respecta al Cáucaso, Chechenia tiene serias confrontaciones con sus vecinos desde hace tiempo. Entre ellas podemos citar la disputa por la frontera administrativa con Ingushetia y la cuestión sobre la recuperación del distrito de Aujóvski, en Daguestán, cuya población es mayoritariamente chechena.

En este sentido, resulta poco prudente nombrar portavoces de todo el Cáucaso a los dirigentes chechenos.
Si, por otro lado, hablamos de la carrera federal de Kadírov, es imposible no darse cuenta de que los altos cargos del gobierno central acumulan desde hace años cierto malestar debido a las licencias que se toma el presidente de Chechenia en su territorio. Un ejemplo de ello fueron las críticas al líder checheno lanzadas desde el Ministerio del Interior de Rusia tras un reciente incidente en Grozni, en el que tropezaron los intereses de Kadírov con los del ministerio.
Por esta razón, hoy es prioridad encauzar la energía del presidente checheno hacia unos objetivos concretos. Una misión que requiere de una estrategia bien planificada y que esconde ciertos riesgos, aunque no afrontarla podría resultar igual de peligroso, ya que en tal caso la administración militar aprobada en un sujeto de la Federación de Rusia corre el riesgo de dejar de ser la excepción para convertirse en la regla. 

Serguéi Markedónov es profesor en la Universidad Estatal Rusa de Humanidades.

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De RBTH, 12/05/2015

Imagen: Ramzán Kadírov (Tsentorói, 1976) es el presidente de  Chechenia desde 2007. Hijo del anterior presidente, Ajmat Kadírov, asesinado en un atentado terrorista. Accedió al cargo con el aval de Putin y desde su cargo ha luchado contra los independentistas. Cuenta con los kadírovstsi, tropas de hasta 3.000 hombres que están bajo su mandato personal. Ha recibido numerosas quejas por violaciones de los derechos humanos. Es presidente del club de fútbol Terek Grozni.

Hacia el mar en barcazas chinas y otras despampanantes noticias


José Crespo Arteaga


  • Don Álvaro García Linera, segundo al mando de la nave plurinacional y consejero celestial de Su Excelencia, multifacético hombre de negocios y exquisito dandi de alta costura italiana, fiel a su costumbre de jugar al educador del pueblo boliviano, en otro episodio de sus mamadógicas alocuciones, aseguró estos días, a todos los estantes y habitantes de este enclaustrado país, que “vamos a tener mar”, pero uno de los requisitos primordiales es que los bolivianos nos mantengamos muy unidos como una sola familia. A tiempo que inauguraba el nuevo edificio de una escuela en la ciudad de La Paz y tras ver el cartel de una niña que decía “el mar nos pertenece, todos unidos por el mar” casi se le cae una lágrima por la mejilla como aquella vez del lanzamiento del satélite chino con nombre aymara. Mostrando sus dedos de fino cutis, enumeró cinco condiciones para obtener acceso soberano a las playas del Pacífico: unidad de los bolivianos, informar (con lloriqueos y cancioncitas infantiles incluso) al mundo de la demanda marítima, estudiar en la escuela y demás instancias hasta quemarse las pestañas, trabajar por el país de sol a sol (el mejor ejemplo, el presidente que trabaja hasta jugando al fútbol) y, por sobre todo, “que nuestro presidente Evo siempre nos acompañe, siempre nos conduzca, siempre nos lleve por la buena ruta a todos los bolivianos”.

  • Lo que no se sabe es si el caudillo nos llevará -por la buena ruta a todos los bolivianos- a las playas soñadas en cuadratracks aprovechando el paso de los corredores del Dakar, en balsas de totora prestadas de los Guerreros del Arcoíris, o en oxidadas barcazas que, según se sabe, se están pudriendo desde hace años en algún astillero perdido de China. Resulta que hace un par de días el nuevo ministro de Defensa dio por perdidas las 16 barcazas y dos remolcadores que el Estado había encargado a empresas chinas o coreanas (ni eso está claro) por sólo 30 millones de dólares para ahorrar costos, dicen. Las dichosas naves jamás llegaron a territorio nacional y, entre tanto, la recién creada Empresa Naviera Boliviana (Enabol) se dedicaba a jugar con barquitos de papel. Es mágicamente increíble que todo el estado mayor de las fuerzas navales y el entonces ministro de Defensa se hayan hecho estafar como niños. O no querrán destapar a los mafiosos de uniforme que se habrán beneficiado del negociado.  Desde el 2010 las naves están a la intemperie y tan deterioradas que el solo hecho de recomponerlas costaría otra millonada, aseguran los responsables, además del complicado trámite con la burocracia china, que tiempo atrás había amenazado con el remate público de las embarcaciones. Sin duda, otra muestra más de cómo se ha despilfarrado la bonanza. Por lo demás, todos tranquilos, nadie paga el pato.


  • Hasta ahora no había quedado muy claro aquella socorrida etiqueta que las autoridades del Tribunal Supremo Electoral suelen calificar como “fiesta democrática” a cualquier proceso eleccionario -y su consiguiente fanfarria mediática- que se suscita en este país, lleno de elecciones como de ferias, en las que siempre se invoca la democracia a tiempo que se legitiman todo tipo de atropellos del partido gobernante. Como será de democrática la cosa, que los vocales del TSE y otros funcionarios de menor rango no tienen ni el mínimo pudor para disimular que son funcionales al gobierno o directamente empleados del mismo. A varios se los ha pillado en circunstancias nada congruentes con su condición de jueces. Luego acuden con toda solemnidad a las conferencias de prensa jurando que son más imparciales que el mismo rey Salomón. De parranda en parranda se van los honorables tribunos pero curiosamente siempre en reuniones de bandera azul. El último episodio de esta triste corte de justicieros lo protagonizó el vocal Ramiro Paredes que en plena campaña eleccionaria había acudido a un agasajo masista donde no sólo comió torta por su cumpleaños, sino que bailó del brazo de mujeres coloridas de azul al son de La Mona Jiménez y su “beso a beso”, en una fiesta donde no faltaron las botellas de singani etiqueta negra (las botellas azules son únicamente para la alta jerarquía, como se sabe). El célebre bailarín lejos de renunciar por tan bochornosa conducta se fue de vacaciones hasta nuevo aviso, alegando que no había cometido ningún delito. Entretanto, el TSE quiso demostrar que era muy estricto y ejemplarizador despidiendo a los cuatro funcionarios que habían acompañado al vocal Paredes a tal “reunión de amigos”. Los infelices subalternos alegaron en su defensa que no tuvieron otra opción que acompañarle, pues era una Autoridad y no podían negarse. En fin, que entre jueces se socapan las conductas. ¿y la ética?...¡A la mierda! 
  • A escasas dos semanas de concluir su gestión, los nunca bien ponderados concejales del municipio de Cochabamba decidieron subirse el sueldo, en una suerte de lujoso finiquito por su labor sacrificada de calentar asientos en el siempre calentito salón de sesiones que consta de sillones ejecutivos, laptops con Wi Fi de alta velocidad, servicio de té y otras altas atenciones acordes a su nivel (si hace falta, afuera aguardan las vagonetas con chofer para inspección de obras y otros viajes oficiales). Con lo poco que ganan, 17.200 Bs. -prácticamente líquidos, cuando el sueldo mínimo en Bolivia apenas sobrepasa los 1.600 Bs.-, por una vez tanto oficialistas como opositores se pusieron plenamente de acuerdo para incrementarse las dietas a 18.600 Bs, mucho más que el sueldo promedio de un gerente bancario. Con razón, todo el mundo pelea por un puesto de concejal durante las campañas electorales. Once garrapatas que año tras año gozan de los impuestos del contribuyente. ¿Y para qué sirven?... Para declarar huéspedes ilustres a aves migratorias o para iniciar campañas de implantar chips a las mascotas. Los muy ilustres.

  • Y la última, acabo de leer un titular en el que convocan a un apagón masivo de sitios web en Bolivia para mañana domingo 17, Día del Internet, a modo de protesta por los altos costos y la lentitud del servicio. Pero estos inspirados activistas acaso no se dan cuenta que con lo rudimentarias y obsoletas que son las telecomunicaciones en nuestro país es como si estuviéramos desconectados permanentemente de la Red. ¿O el que no agarra la onda o el desconectado seré yo?

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De EL PERRO ROJO (blog del autor), 16/05/2015

Monday, May 18, 2015

Bebo, luego vivo


Oscar Collazos


¿Existiría la literatura sin el alcohol?, nos preguntó Julio Cortázar a un grupo de escritores reunidos en la abadía de Royaumont, a pocos kilómetros de París, en un benigno otoño de 1972. Invitados por la Escuela Práctica de Altos Estudios, discutíamos sobre la sociología de la literatura latinoamericana, tema tan sesudo como tedioso. El marco de la abadía tenía cierta fascinación y misterio medievales. Cuando leí El nombre de la rosa, la novela de Umberto Eco, evoqué siempre ese recinto religioso regentado por monjes benedictinos, a quienes se les atribuye con razón el privilegio de fabricar una de las bebidas espirituosas más célebres del mundo.
Cortázar propuso un congreso paralelo, tal vez para sacarnos del aburrimiento de la teoría literaria. A su propuesta se sumaron Alfredo Bryce Echenique y Julio Ramón Ribeyro, escritores peruanos dispuestos a sostener, con ponencias autobiográficas que, en efecto, sería imposible imaginarse la literatura sin la existencia del alcohol. En ello coincidimos los demás ponentes, animados durante tres noches seguidas por el agua de vidaque nos ofrecía un robusto monje benedictino de nariz rubicunda.
Lástima que no se dejara un registro de las actas de aquellas sesiones, dedicadas a un ausente: el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, bebedor de whisky empedernido. Como oscuros pájaros nocturnos aparecieron en las celdas de la abadía grandes escritores de todas las épocas, desde François Villon hasta Molière, desde William Shakespeare hasta Dylan Thomas y Malcolm Lowry. Con su robusta voz caribeña, Roberto Fernández Retamar nos recitaba poemas de Omar Khayyam. El antropólogo Roger Bastide hacía una historia abreviada del ron antillano y el paraguayo Rubén Barreiro Saguier hablaba de la caña suramericana. La abadía se convertía así en un barco ebrio de ingeniosas reflexiones alrededor del alcohol y la literatura, para muchos un pleonasmo, una redundancia. Bebida y literatura, ¿eran acaso sinónimos? Grecia y Roma no podían concebirse sin el vino que regó las páginas de su historia. Mientras escuchaba estas disertaciones, se me dio por tararear en catalán la canción del valenciano Ovidi Monitor, mi vecino del Parc Güell de Barcelona: el vi del vici/ el vi del sacrifico (vino del vicio/vino del sacrificio).
La mayor apología contemporánea de la bebida se la debemos sin duda a Malcolm Lowry, tremendo escritor que no pudo evitar el delirium tremens ni la genialidad de escribir la gran novela alcohólica del siglo XX: Bajo el volcán. Localizada en Cuauhnahuae (la Cuernavaca moderna), la novela del cónsul Geoffrey Firmin es la última temporada en el infierno del escritor que habría de morir con una botella de ginebra en el guargüero. Lowry es al delirante mundo del alcohol lo que William Burroughs es al mundo de las drogas: los extremos de la lucidez extraídos de la locura.
No pretendo hablar de lo que hablamos de sobra en aquel otoño benedictino sino resaltar, como se resaltan las marcas de las bebidas en sus etiquetas, la importancia que el alcohol ha tenido en la creación imaginaria de todas las épocas. El elogio del alcohol incluye pues un elogio de la literatura, esa borrachera de la conciencia humana, consagrada incluso en la Historia Sagrada del Occidente cristiano en una figura que pareciera haber sido bañada por la liturgia del vino: me refiero a Noé. En las actas de mi memoria quedan, sin embargo, algunas conclusiones sacadas en aquellas jornadas etílicas, resumidas ahora, no como otro elogio de la locura sino como el elogio de la cordura que debe presidir los actos de todo bebedor.
El trago de los latinoamericanos, el drink de los anglosajones, el coup de los franceses, las copas de los españoles, han corrido la mala suerte de ser difamados por sociedades curiosamente formadas por hombres y mujeres que conocieron los excesos antes de elegir la religiosidad del arrepentimiento. El alcohol, creo, no merece tantas diatribas. Es la palanca que empuja a la sociabilidad humana. Si ha dejado y sigue dejando víctimas, la culpa no es del alcohol sino de la fragilidad de esas voluntades que nunca supieron que el alcohol no era un fin sino un medio. Bebedor que se respete sabe que se mueve en las redes tupidas y peligrosas de un enemigo con el cual hay que saber convivir.
El cartesiano pienso, luego existo no es menos trascendental que el bebo, luego vivo. La muerte espiritual de los hombres, en cambio, es su insana renuncia a las bebidas espirituosas. La voluntad se hizo para regular la relación del hombre con sus vicios. Éste es el signo inequívoco de su cultura. Y la cultura alcohólica ha sido siempre el apéndice de la cultura de todas las sociedades y épocas. Imaginarse un pueblo sin bebidas equivale a imaginarse a un pueblo sin... agricultura. A toda agricultura le sigue la fermentación de alguna fruta.
Se me dirá que gracias al alcohol se han cometido los crímenes más espantosos. Por mi parte, podría decir que la lucidez de la razón abstemia ha producido mayores crímenes. Ebrio de poder y sin beberse un solo trago, Macbeth asesina a Duncan, rey de Escocia. Si la historia no miente, Hitler, Francisco Franco, Pinochet y Papá Doc no eran déspotas inclinados a la bebida. Eran abstemios, como nuestro presidente Uribe, a quien no trato de llamar déspota. La inclinación hacia el crimen es pues anterior a la inclinación hacia la bebida. Antes de ser un borracho, el hombre es un ser predispuesto a numerosos crímenes. A menudo, las bondades de la santidad ocultan las perversiones de numerosas maldades. La borrachera de sus rencores no necesita del tan difamado elíxir. Un hombre bueno que bebe será un borracho bueno e inofensivo, un poco tontarrón, es cierto, pero inofensivo: llora y se duerme. El buen borracho no conoce el aguijón de los remordimientos, ni se ahoga en las aguas pantanosas de la resaca moral. Una segunda conciencia, vigilante como policía, estuvo siempre detrás de la inconsciencia de beber a discreción.
Vinculado a la sociabilidad y a la creatividad humanas, el alcohol está también vinculado a la sexualidad, esa experiencia de la sociabilidad y la creatividad convertida en el origen de fracasos y triunfos.
En el acto 2, escena III de Macbeth, el portero del palacio donde se asesina a Duncan, nos da la más sabia reflexión y el más preciado consejo sobre los efectos bondadosos y perniciosos de la bebida. En cuanto a la lujuria (el alcohol) la provoca y desprovoca: provoca el deseo pero impide su erecta ejecución. Por eso el mucho beber es, como se dice, el embaucador de la lujuria: la crea y la destruye, la excita y la paraliza, la persuade y la desanima, la endereza y la arruga. En conclusión: en el sueño la seduce y luego le dice: No más que me aburrí. (Traducción de Jorge Plata).
En ese contradictorio dilema se mueven los efectos de la bebida. Enriquece y arruina la sociabilidad. Un buen bebedor es aquel que escucha al sexto sentido que le dice: hasta aquí llegamos juntos. Los malos borrachos son una plaga que los buenos debieran despreciar. Porque el peor de los crímenes cometidos por los borrachitos se comete en principio contra ellos mismos. De esto se ocupa la psicología, pero la psicología no dice que la culpa sea de la bebida, un medio, como muchos, para administrar nuestra vida con los demás. La psicología disecciona al carácter pero no culpa a las técnicas de fermentación de las frutas. La psicología no abomina de los alambiques sino de los alambicados caminos que conducen a la fragilidad humana.
Prefiero la ebriedad poética a la borrachera maluca. Siempre he creído que el hombre es un ser ebrio de conocimientos, de experiencias, de compañías y de soledades. Inventó la bebida para convivir con los demás y consigo mismo. La ebriedad es la exaltación de la lucidez, el medio más expeditivo de abreviar las distancias que nos separan de los desconocidos. La bebida convierte el obstáculo en trampolín. Remedio para el retraído o el tímido, lo vuelve osado de lengua y de conducta. Pero, ¡ay de aquel que crea que la bebida remedia sus melancolías o reduce sus agresividades! No se engañen: las multiplica. Las penas ahogadas en alcohol reviven con más ímpetu; el emputecimiento mojado con vino produce encabronamiento más agresivo.
En el Manual del Buen Bebedor debería prohibirse beber cuando se viven penas o cóleras incomprendidas. Preferible aceptar que el tiempo resta lo que la bebida multiplica. Se equivocan entonces el bolero y el tango, géneros en los que las penas y las rabias no se ahogan en alcohol sino que reviven en una misma queja repetida.
Las campañas contra el consumo de alcohol son un sofisma de distracción. Lo que se quiere decir es que el ser humano, con sus inmensas imperfecciones, es alguien que no puede administrar correctamente lo que inventa para su placer. Los argumentos de los prohibicionistas no son distintos a los que algún tonto esgrimiría contra la producción y adquisición de automóviles, apoyado en las estadísticas que dan cuenta de la accidentalidad vehicular y los muertos que deja a diario por el mundo. El alcohol es un automóvil que hay que saber conducir.
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De SOHO, 2002

Imagen: Otto Dix/Sy von Harden, 1926