Fesal Chain
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre", un tal Juan Rulfo. "Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera". Ella no ha muerto o quizás si, no lo recuerdo, pero si el susurro que me recorre la espalda: "Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte." (1)
No debo culpar a nadie, lo hago sí, lo hago, pero no debo. La mujer me dijo que yo era un escritor antiguo, posiblemente, posiblemente… Que de niño me repugnaba esa hombría de puños y cigarros en labio apretado, era un hecho, pero he terminado sino con puño, con cigarros para macharme la hombría. Que la ventana me gustaba más, mucho más que la calle era evidente, sigo igual, la calle me parece extraña todos los días y siempre ando dando explicaciones a los transeúntes cuando salgo a ella.
La borrachera del tango me acompañó en años impropios, pero era en el fondo una ebriedad en el aburrimiento del gesto de los otros. Qué terriblemente aburridos eran y siguen siendo. Qué me perdonen ellos, que me perdonen… Ya más viejo todo este simulacro, no una mentira, no, simulacro de lo que no puedo ser, ni podré llegar a ser jamás. A lo sumo puedo cuidar un animal, ni a mí mismo aunque lo hago algo mejor que ayer. En cuanto a lo primero dicho, he vuelto:
“-¿Y por qué no entra?
Entré. Era una casa con la mitad del techo caída. Las tejas en el suelo.
El techo en el suelo.
Y en la otra mitad un hombre y una mujer.
-¿No están ustedes muertos? -les pregunté.
Y la mujer sonrió. El hombre me miró seriamente.
-Está borracho -dijo el hombre.
-Solamente está asustado -dijo la mujer”. (2)
Recuerdo algunos sueños: como aquel en que mi mujer y yo dormíamos en el lago congelado, debajo y mirábamos, sin poder romperla, a través de la delgada capa de hielo el cielo azul. “Yo me sentía nadar entre el sudor que chorreaba de ella y me faltó el aire que se necesita para respirar. Entonces me levanté. La mujer dormía. De su boca borbotaba un ruido de burbujas muy parecido al del estertor”. (3)
Recuerdo algunos sueños: esa casa azul en una esquina rodeada de agaves y un ventarrón cálido, y la otra casa larga y baja de cortinas americanas con palmeras, luego mirando viejas fotografías eran ciudad de México 1940 y La Habana 1970, jamás he estado en ninguno de aquellos lugares. No debo culpar a nadie, lo hago sí, lo hago, pero no debo, en el fondo es una ebriedad en el aburrimiento del gesto de ustedes. Qué terriblemente aburridos son y siguen siendo. Perdónenme ustedes, perdónenme…
(1), (2), (3) Juan Rulfo, Pedro Páramo.
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De POESIA PARA ALENTAR CORAJE (blog del autor), 06/05/2015
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