Las primeras ilustraciones de geoglifos en Tarapacá.
Generalmente, se ha asumido - y los arqueólogos lo han repetido con frecuencia- que las primeras referencias claras a los geoglifos de Tarapacá, Norte de Chile, corresponderían a los grabados y explicaciones entregadas por William Bollaert, en su bien conocida obra: Antiquarian, Ethnological and Other Researches in New Granada, Equador, Peru and Chile, London, Trübner and Co., 1860. En efecto, allí se presentan algunas reproducciones de figuras de geoglifos de la zona de Pintados y otros lugares próximos, bastante estilizadas, por lo demás. Un poco antes, en otro trabajo suyo titulado: "Observations on the Geography of Southern Peru, including survey of the Province of Tarapaca and Route to Chile by the Coast of the Desert of Atacama", publicado en The Journal of the Royal geographical Society of London, Vol. 21, 1851: 99-130, Bollaert ya había hecho referencia a estas manifestaciones artísticas que despiertan su interés y curiosidad científica. Pero ciertamente no es el primero en referirse a ellas, como veremos.
El verdadero precursor.
En este capítulo, nos proponemos dar a conocer al precursor de los estudios de arte rupestre, quien creemos, por la fecha de su trabajo, habría sido el primero en referirse a este arte tarapaqueño en forma patente e inconfundible, hacia mediados del siglo XIX (1843). No estamos totalmente seguros de ello, pero parece ser ésta la primera referencia concreta a manifestaciones de arte rupestre en el extremo norte de Chile, y anterior en unos ocho años a las bien conocidas referencias de William Bollaert (1851). Si estamos en un error, agradeceremos a nuestros lectores desde ya su valioso aporte.
Un poco conocido químico, notable descriptor de la región de Tarapacá.
El mérito correspondería a John H. Blake en un artículo denominado: "Geological and Miscellaneous Notice of the province of Tarapaca, with a Map ", Apareció en la revista The American Journal of Science and Arts, Vol. XIV, April 1843:1-12, New Haven. John H. Blake fue miembro correspondiente de la Boston Society of Natural History en su calidad de químico y metalurgista, y vivió un tiempo en el Perú de entonces, donde tuvo ocasión de visitar y observar numerosos lugares de explotación minera, entre ellos Tarapacá. Según el historiador chileno Oscar Bermúdez, en su obra: Historia del Salitre desde sus orígenes hasta la Guerra del Pacífico, (Ediciones de la Universidad de Chile, 1963: 161-162), Blake había enviado muestras de salitre de diversos yacimientos a los Estados Unidos, luego de recorrer la pampa salitrera en el año 1840. Otros, como Patricio Díaz V. en su obra: La industria del salitre contada por el yodo 1811-2004, (Emelnor, Impresores, Antofagasta, 2005), sin indicar sus fuentes, señalan que Blake habría enviado ya muestras de salitre de Tarapacá a partir del año 1830 (Díaz 2005: 19).
Referencias a las minas de plata de Huantajaya.
Son interesantes, además, las referencias de Blake a las minas de plata de Huantajaya y Santa Rosa, por entonces en gran decadencia según afirma tras haberlas visitado, y cuyos rindes habían disminuido considerablemente. Si bien Blake nos ofrece en su artículo muchísimo material para análisis tanto desde el punto de vista de la geografía como de la minería, en este momento sólo nos referiremos a sus aportes en el campo del arte rupestre y la arqueología de Tarapacá.
Cerca de Tana, observa un círculo hecho de piedras, que le llama poderosamente la atención. Dice textualmente (en traducción nuestra del texto inglés):
Texto de Blake:
"La provincia de Tarapacá no es rica en restos de los antiguos habitantes (1); hay sin embargo vestigios de interés en numerosas partes de la planicie. En la cima de un cerro cónico, de forma regular, hay dos grandes círculos, uno dentro del otro, formado por grandes bloques de piedra (2), los que evidentemente fueron transportados allí desde alguna parte del valle situado más abajo, con un inmenso gasto de trabajo y sin apoyo de maquinaria. Similares círculos de piedras, al estilo de aquellos erigidos por los antiguos Celtas (3), no son desconocidos en Perú y Bolivia.
En la base del cerro se hallan los restos de unas pocas habitaciones, cuyas murallas han caído y están casi sepultadas. Removiendo la arena de una de ellas, se observó que el piso estaba compuesto de un cemento, suave [al tacto] y endurecido. Se descubrieron [allí] unos pocos cántaros de arcilla y varias piedras planas, hemisféricas; estas últimas fueron probablemente utilizadas para moler maíz (4).
A una distancia de una o dos millas de este lugar se halla un antiguo cementerio en el cual fueron depositados numerosos cuerpos (5). A diferencia de aquellos [hallados en] Arica y en otras partes del Perú, estos cuerpos en su mayor parte se han desintegrado y convertido ya en polvo. Han sido enterrados en una posición sedente, con los brazos cruzados sobre el pecho: están envueltos en telas de lana, algunas de las cuales están fina y ricamente coloreadas (6). Como en el caso de los lugares de enterramiento cerca de Arica, muchos de los cráneos son de forma alargada (7) de tal suerte que dos tercios de la masa cerebral se presenta detrás del foramen occipital.
En el extremo sur de la pampa se descubrió una tumba solitaria, distante de cualquier otro vestigio de habitantes, que contenía un solo cuerpo que yacía en posición horizontal, vestido de pieles de pingüinos (8) finamente cosidas (9) . A su lado, yacía un arco y una carcaj de flechas, cuyas cabezales estaban hechos de carnelina [carnelian] (10) .
En varias partes de la pampa hay figuras de veinte a treinta pies de tamaño, formadas en la arcilla [marl] de la planicie (11) ; las líneas tienen un ancho de doce a dieciocho pulgadas y una profundidad de seis a ocho pulgadas (12). El origen y significado de estas grandes jeroglíficos es desconocido" (13). (1843: 11-12; énfasis nuestro).
(Sigue una muy interesante descripción del sistema de los socavones de Pica, trabajos que el autor supone, igualmente, fueron obra de los antiguos habitantes prehispánicos).
Notas de corte eco-antropológico al texto de John Blake.
(1) En comparación con áreas del centro y centro sur del Perú actual, también reconocidas y visitadas por el metalurgista Blake.
(2) Esta referencia nos resulta hoy bastante extraña; porque construcciones de grandes bloques de piedra en figura de círculos concéntricos, en lo alto de cerros, nunca han sido reportadas en Tarapacá, que sepamos, y mucho menos aún, comparables (como lo hace aquí Blake) con las de los antiguos monumentos megalíticos de los Celtas. ¿Será que Blake vio dichos círculos tan solo a la distancia, como efectivamente los hay en la zona en forma de geoglifos, creyendo, en su imaginación, que estaban construidos de grandes bloques?. En todo caso, esto resulta por demás extraño, dada la gran prolijidad y exactitud que muestra Blake en sus descripciones mineralógicas
(3) Referencia sin duda alguna a los antiguos monumentos megalíticos de Stonehenge, en el condado de Wiltshire, en el extremo sur de Inglaterra.
(4) Referencia a las piedras de moler o metates en las que se molía toda clase de semillas comestibles (maíz, porotos, quínoa, etc.) para obtener harinas. Se le denomina batán, en quechua, metate, en náhuatl y kudi en mapuche. Se compone de una base perfectamente plana con una hendidura para ejecutar la molienda, previamente preparada al efecto y la " mano" o moleta que se emplea con ambas manos en un movimiento de vaivén, para ir moliendo lentamente la semilla.
(5) Dos millas equivalen a unos 3,2 km. Se tratará, tal vez, de algún lugar de sembrío en la propia quebrada de Tana?. Es muy probable, pero no lo sabemos con certeza
(6) La presencia de llicllas o aguayos decorados y hechos de lana de camélidos, es algo común en los enterratorios de los períodos cerámicos del período Intermedio Tardío.
(7) Se trata de la deformación craneana definida como tubular oblicua, en la nomenclatura usada por el antropólogo físico Juan Comas. Esta es bastante común en los entierros de la zona costera correspondiente a los grupos pobladores de la costa.
(8) Los pescadores frecuentemente poseían una vestimenta hecha de pieles de aves marinas cosidas. Más que en pieles de pingüinos, debemos pensar en pelícanos (Pelecanus thagus), el tipo de ave más abundante y frecuente en los roqueríos del litoral.
(9) Entierros de pescadores con pieles de aves marinas han sido hallados en Pica y en otros oasis del interior. A fines de 1964, hallamos con Bernardo Tolosa, en una ladera en Quillagua uno de estos entierros de pescadores costeros, provisto de una vestimenta de aves marinas y portando una talega al pecho, llena de peces secos.
(10) Seguramente se quiso indicar con este nombre (hoy en desuso) algún tipo de sílex brillante [flint], material de uso muy frecuente en la confección de puntas de proyectil tanto en la costa como en el interior. La carnelina es un tipo de ágata, apreciada por los coleccionistas. De hecho algunos fragmentos de sílex que se observan en la costa chilena en forma de lascas, se asemejan a veces notoriamente a este tipo de ágatas color rojo sangre.
(11) Veinte a treinta pies equivalen aproximadamente a 7 a 9 metros de largo.
(12) Se trata aquí evidentemente de las figuras rupestres dibujadas en la pampa misma o en laderas suaves de la planicie sobre el terreno mismo. No explica el autor el método usado para formar las figuras, pero sabemos que éste consistía sea en adición de piedras para formar el contorno de las figuras, o por sustracción de parte del terreno subyacente, para dejar al descubierto una coloración más clara y así hacer destacar nítidamente las figuras. Por excepción, se utilizaban ambos métodos a la vez.
(13) El ancho del trazo que delinea y forma la figura de los geoglifos, lo calcula Blake desde 30, 5 cm a casi 46 cm de ancho, lo que corresponde bastante bien a la realidad observada por nosotros en las figuras de mayor tamaño.
(14) Respecto al posible significado u origen de estas figuras, Blake no se compromete: "es desconocido", nos señala escuetamente. Como era común en la época, denomina "jeroglíficos" a estas figuras, palabra que en su original griego significa "trazo o dibujo sagrado" . Y, efectivamente, su sentido profundo tiene que ver con el ámbito de lo sagrado y, como tal, nos es hoy día muy difícilmente accesible. Que tales figuras corresponden plenamente a la esfera de lo ritual o sagrado, y no al de una actividad meramente económica, quedan muy pocas dudas.
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De ECO-ANTROPOLOGIA (blog del autor), 29/04/2015
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