Wednesday, May 13, 2015

¿La primera mención explícita a los geoglifos de Tarapacá?. El trabajo de John H. Blake en 1843

Dr. Horacio Larraín Barros

Las primeras ilustraciones de geoglifos en Tarapacá.

Generalmente, se ha  asumido - y los arqueólogos lo han repetido con frecuencia- que las primeras referencias claras  a  los geoglifos de Tarapacá, Norte de Chile, corresponderían a los grabados y explicaciones entregadas por William Bollaert, en su  bien conocida obra:  Antiquarian, Ethnological and Other Researches in New Granada,  Equador,  Peru and Chile, London, Trübner and Co., 1860. En efecto, allí  se presentan algunas reproducciones de figuras de geoglifos de la zona de Pintados y otros lugares próximos, bastante estilizadas, por lo demás. Un poco antes, en otro trabajo suyo titulado: "Observations on the Geography of Southern Peru, including survey of the Province of Tarapaca and Route to Chile by the Coast of the Desert of Atacama",  publicado en The Journal of the Royal geographical Society of London, Vol. 21, 1851:  99-130, Bollaert ya había hecho referencia a estas manifestaciones artísticas que despiertan su interés y curiosidad científica.  Pero ciertamente no es el primero en referirse a ellas, como veremos. 

El verdadero precursor.

En este capítulo, nos proponemos  dar a conocer al  precursor de los estudios de arte rupestre, quien creemos, por la fecha de su trabajo, habría sido  el primero en referirse a este arte tarapaqueño en forma  patente e inconfundible, hacia mediados del siglo XIX (1843). No estamos totalmente seguros de ello, pero parece ser ésta la primera referencia concreta a manifestaciones de arte rupestre en el extremo norte de Chile, y anterior en unos ocho años a las bien conocidas referencias de William Bollaert (1851). Si estamos en un error, agradeceremos a nuestros  lectores desde ya su valioso  aporte.

Un poco conocido químico, notable  descriptor de la región de Tarapacá.

El mérito correspondería  a John  H. Blake en un artículo  denominado: "Geological and Miscellaneous Notice of the province of Tarapaca,  with a Map ", Apareció en la revista  The American Journal of Science and Arts,  Vol. XIV, April 1843:1-12, New Haven.  John H. Blake fue miembro correspondiente de la Boston Society of Natural History en su calidad de químico y metalurgista, y vivió un tiempo en el Perú de entonces, donde tuvo ocasión de visitar y observar  numerosos lugares  de explotación minera, entre ellos Tarapacá.  Según el historiador chileno Oscar Bermúdez, en su obra:  Historia del Salitre desde sus orígenes hasta la Guerra del Pacífico, (Ediciones de la Universidad de Chile, 1963: 161-162),  Blake había enviado muestras de salitre de diversos yacimientos a los Estados Unidos,  luego de recorrer la pampa salitrera en el año  1840.  Otros, como  Patricio Díaz V. en su obra: La industria del salitre contada por el yodo  1811-2004,  (Emelnor, Impresores, Antofagasta, 2005), sin indicar sus fuentes, señalan que Blake habría enviado ya muestras de salitre de Tarapacá a partir del año 1830 (Díaz  2005: 19).

Referencias a las minas de plata de Huantajaya.

 Son  interesantes, además,  las  referencias de Blake a las minas de plata de Huantajaya y Santa Rosa, por entonces  en gran decadencia según afirma tras haberlas  visitado, y cuyos rindes habían  disminuido considerablemente.  Si bien  Blake nos ofrece en su artículo  muchísimo material para análisis tanto desde el punto de vista de la geografía como de la minería, en este momento sólo nos referiremos a sus aportes en el campo del arte rupestre  y la arqueología de Tarapacá.
Cerca de Tana,  observa   un  círculo hecho de piedras, que le llama poderosamente  la atención. Dice textualmente (en traducción nuestra del texto inglés):

Texto de Blake:

"La provincia de Tarapacá no es rica en restos de los antiguos habitantes (1); hay sin embargo vestigios de interés en numerosas partes de la planicie. En la cima  de un cerro cónico,  de forma regular, hay dos grandes círculos, uno dentro del otro, formado por grandes bloques de piedra  (2), los que evidentemente fueron transportados allí desde alguna parte del valle  situado más abajo,  con un inmenso gasto de trabajo y sin apoyo de maquinaria. Similares círculos de piedras, al estilo de aquellos erigidos por los antiguos Celtas (3), no son desconocidos en Perú y Bolivia.

En la base del cerro se hallan los restos de unas pocas habitaciones, cuyas murallas  han caído y están  casi sepultadas. Removiendo la arena de una de ellas, se observó que el piso estaba compuesto de un cemento, suave [al tacto] y endurecido. Se descubrieron [allí] unos pocos cántaros de  arcilla y varias piedras planas, hemisféricas; estas últimas fueron probablemente utilizadas para  moler maíz (4).

A una distancia de una o dos millas de este lugar se halla un antiguo cementerio en el cual fueron depositados numerosos  cuerpos (5). A diferencia de aquellos [hallados en] Arica y en otras partes del Perú, estos cuerpos en su mayor parte  se han desintegrado y  convertido ya en polvo. Han sido enterrados en una posición sedente, con los brazos cruzados  sobre el pecho: están envueltos en telas de lana, algunas de las cuales están fina y ricamente coloreadas  (6). Como en el caso de los lugares de enterramiento cerca de Arica,  muchos de los cráneos son  de forma alargada (7) de tal suerte que dos tercios de la masa cerebral  se presenta detrás del foramen occipital.
En el  extremo sur de la pampa se descubrió una tumba solitaria,  distante de cualquier otro vestigio de habitantes, que contenía un solo cuerpo  que yacía en posición horizontal, vestido de pieles de pingüinos (8) finamente cosidas (9) . A su lado, yacía un arco y una carcaj de flechas, cuyas cabezales estaban  hechos de carnelina  [carnelian] (10) .

En varias partes de la pampa hay figuras de veinte a treinta pies de tamaño, formadas en la arcilla [marl] de la planicie (11) ; las líneas  tienen un ancho de  doce a dieciocho pulgadas y una profundidad de  seis a ocho  pulgadas (12). El origen y significado de estas grandes jeroglíficos es desconocido" (13). (1843: 11-12; énfasis nuestro).

(Sigue una muy interesante  descripción del  sistema de los socavones de Pica,  trabajos  que  el autor supone, igualmente, fueron  obra de los antiguos habitantes prehispánicos).


Notas de corte  eco-antropológico  al texto de John  Blake.

(1)  En comparación  con áreas del centro y  centro sur del Perú actual, también reconocidas y visitadas por el  metalurgista  Blake.

(2)  Esta referencia nos resulta hoy bastante  extraña; porque construcciones de grandes bloques de piedra en  figura de círculos concéntricos, en lo alto de cerros,  nunca han sido reportadas en Tarapacá,  que sepamos, y mucho  menos aún, comparables (como lo hace aquí Blake) con  las de los antiguos monumentos megalíticos de los  Celtas. ¿Será que Blake vio dichos círculos  tan solo a la distancia, como efectivamente los hay en la zona en forma de geoglifos,  creyendo, en su imaginación,  que estaban construidos de grandes bloques?. En todo caso, esto resulta por demás extraño, dada la gran prolijidad  y exactitud  que muestra Blake en sus descripciones  mineralógicas

(3)   Referencia  sin duda alguna a  los antiguos monumentos  megalíticos de Stonehenge, en el condado de Wiltshire, en el extremo sur de Inglaterra. 

(4)  Referencia a las piedras de moler  o  metates en las que se molía toda clase de  semillas comestibles (maíz, porotos, quínoa, etc.)   para obtener harinas. Se le denomina batán, en quechua, metate, en náhuatl y kudi en mapuche. Se compone de  una base perfectamente plana con una hendidura  para ejecutar la molienda, previamente  preparada  al efecto y la " mano"  o moleta que se emplea con ambas manos en un movimiento de vaivén, para ir moliendo lentamente la semilla.

(5)  Dos millas equivalen a  unos  3,2   km.  Se tratará, tal vez, de algún lugar de sembrío  en la propia quebrada de Tana?.  Es muy probable, pero no lo sabemos con certeza

(6)  La presencia de llicllas o aguayos decorados y hechos de lana de camélidos, es  algo común en los enterratorios   de los períodos cerámicos  del período Intermedio Tardío.

(7)   Se trata de la deformación craneana definida como tubular oblicua, en la nomenclatura usada por el antropólogo físico  Juan Comas. Esta es bastante común en los entierros de la zona costera  correspondiente a  los grupos pobladores de la costa.

(8)   Los pescadores frecuentemente  poseían una vestimenta  hecha de pieles de aves marinas cosidas. Más que en pieles de pingüinos, debemos pensar en  pelícanos   (Pelecanus thagus), el tipo de   ave más abundante y frecuente en los roqueríos del litoral.

(9)  Entierros de pescadores con pieles de aves marinas han sido hallados  en Pica y en otros oasis del interior. A fines de  1964, hallamos con Bernardo Tolosa, en una ladera en Quillagua uno de estos entierros de pescadores costeros, provisto de  una  vestimenta de aves marinas y portando  una talega al pecho, llena de peces secos.

(10)  Seguramente se quiso indicar con este nombre (hoy en desuso) algún tipo de sílex  brillante   [flint], material de uso muy frecuente en la confección de puntas de proyectil tanto en la costa como en el interior. La carnelina  es un tipo de ágata, apreciada por los coleccionistas. De hecho  algunos  fragmentos de sílex  que se observan en la costa  chilena  en forma de lascas,  se asemejan  a veces notoriamente a este tipo de ágatas color rojo sangre.

(11)   Veinte a treinta pies equivalen aproximadamente a  7 a 9 metros de largo.

(12)  Se trata aquí evidentemente de las figuras rupestres  dibujadas en  la pampa misma o en laderas suaves de la planicie sobre el terreno mismo.  No explica  el autor  el método usado para formar las figuras, pero sabemos que éste consistía sea en adición de piedras para formar el contorno de las figuras, o por sustracción de parte del terreno subyacente, para dejar al descubierto  una coloración más clara y así hacer destacar nítidamente las figuras. Por excepción, se utilizaban ambos métodos a la vez.

(13)  El ancho del trazo que delinea   y forma la figura de los geoglifos, lo calcula  Blake desde 30, 5 cm a  casi 46 cm de ancho, lo que corresponde bastante bien a la  realidad observada por nosotros en las figuras de mayor tamaño.

(14)   Respecto al  posible significado u origen de estas figuras, Blake no se  compromete: "es desconocido", nos señala escuetamente.   Como era común en la  época, denomina "jeroglíficos" a estas figuras, palabra que  en su original griego significa  "trazo o dibujo sagrado" . Y, efectivamente,  su sentido profundo tiene que ver con   el ámbito de lo sagrado  y, como tal, nos es hoy día  muy difícilmente accesible. Que tales figuras  corresponden plenamente a la esfera de lo ritual o sagrado, y no al de una actividad meramente económica, quedan muy pocas dudas.

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De ECO-ANTROPOLOGIA (blog del autor), 29/04/2015

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