Saturday, March 18, 2023

"Ahora o nunca", de Miguel Sánchez-Ostiz


JOSÉ MANUEL LÓPEZ MARAÑÓN

 

« Ahora o nunca«, desapacible e intenso libro, recoge un annus horribilis en la vida del novelista, poeta y ensayista Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950): el de 2016. La escritura veloz y lanzada puramente al fluir de la expresión –que caracteriza la prosa de un diario íntimo– resulta una inmejorable manera para aflojar las ligaduras o distender ligamentos luego de la concentración que implica la obra de ficción (y la de no ficción; también la vida).

Alternando el diario con las correcciones de la novela Las pirañas (para ser reeditada) y de Chuquiago, deriva de La Paz, texto dedicado a su añorada capital boliviana (La línea del horizonte, 2018), y también con los artículos para Cuarto Poder y Diario de Noticias, cuando Miguel Sánchez-Ostiz se ocupa de las entradas de su dietario lo hace desde unas congojas y angustias, que –él mismo reconoce– son producto de la depresión. Desde que leímos a Kafka y a Pavese sabemos que la relación entre el suicidio y la escritura de un diario es íntima; sin llegar a tales extremos sí hay que decir que las páginas de Sánchez-Ostiz se convierten en testimonio de un superyó tiránico y muy inclemente a través del cual se reprende, sin pausa, a sí mismo.

Con motivo del obligado traslado del suegro a una residencia de mayores en Biarritz (amargas reflexiones sobre el olor a vejez y a muerte, a excrementos y encierro, llegar a esa especie de corredor de la muerte –desposeído de todo y sin esperanzas– son motivo recurrente), a sus sesenta y seis años, Miguel Sánchez-Ostiz reflexiona amarga y lúcidamente sobre la irremediable ancianidad que acaba deviniendo en decrepitud.

Entendida como una acumulación de pasado, la vejez se presenta de manera informe y repetitiva. Hacer trabajar a la mente enfrascándose en el simultáneo faenar sobre varias obras parece ser una salida para el autor de La nave de Baco; él lucha valientemente por no ser uno de esos escritores que al acercarse la vejez, o tras un exceso de producción, ven cómo decae su talento.

Asqueado de la vida social, en especial del mundillo literario (que lo repugna ya, evitando con minuciosidad todo lo que hacia él lo arrastre), la misantropía de este maldito rural del Baztán al que aquejan dolores físicos de todo jaez (cirugías dentales, dolores en hombro y articulaciones, dedos anquilosados y –como final de fiesta, como consecuencia de un absurdo accidente– quemaduras de segundo grado en manos y pierna izquierda), su misantropía, decíamos, se ve acentuada cuando constata cómo autores mediocres alcanzan una posición de genio, bien por la mediocridad de sus colegas, entre los que ningún artista superior es capaz de mostrar lo que es el verdadero talento, bien por la mediocridad del público, incapaz de comprender a una individualidad extraordinaria.

«Ese viejo público de domingo y día de fiesta por la tarde, el viejo público de señoras y señores cuya aprobación o desaprobación, de manera menos deliberada que la censura franquista pero igual de eficaz, tanto ha contribuido a pervertir y depauperar la creación en nuestro país», escribió Jaime Gil de Biedma, a cuya lectura recurre Miguel Sánchez-Ostiz para sentirse menos solo.

Para arrancar a su yo de ese continuo pasar que es el tiempo, y mostrarlo en todo el secreto que lleva dentro de sí, Sánchez-Ostiz saca fuerzas la mañana siguiente para seguir haciendo lo que ha hecho la víspera –y desde hace ya tiempo–, saca fuerzas para ese trajinar absurdo, para esos mil proyectos que nunca salen, esos intentos por escapar de la necesidad agobiante, intentos siempre abortados, y todo ello para convencerse una vez más de que el destino es invencible, de que hay que volver al tajo con la angustia del día siguiente y cada vez más precario, más sórdido…

«Estoy muy resignado a trabajar toda mi vida como un negro, sin esperanza de recompensa alguna. Es una úlcera que me arrasco, eso es todo. Tengo más libros en la cabeza de los que tendré tiempo de escribir de aquí a mi muerte, sobre todo al ritmo que voy». Esto se lo contaba Flaubert a Louise Colet, y en esta época, tan marcada por la sobreproducción, la aceleración vertiginosa de los libros en las librerías, su escasa vida (y su lógica consecuencia: la descatalogación sistemática), resulta de plena actualidad. Tras leer Ahora o nunca pocas dudas me quedan de que su autor haga suyas estas frases.

En lugar del insoslayable paso del tiempo cotidiano Sánchez-Ostiz ensaya con la posibilidad de desandar el tiempo vivido o de propulsarse a un tiempo por vivir, en un ir y volver que ensanche su experiencia y su sensación de existir en otros tiempos, de darse la posibilidad de evadir las exigencias intolerables del presente. Nada tiene que ver ese tiempo con el tiempo regido por los hitos de la vida campesina, esa vida sometida a ritmos cíclicos de los que emana cierta sensación de orden y concierto del universo. El tiempo de Miguel es el tiempo de una aceleración ajena a sus ritmos biológicos o a cualquier régimen estacional, porque su motor es el de una competición que no conoce tregua, menos aún en un universo digital abierto las veinticuatro horas del día durante los siete días de la semana que le demanda un permanente estado de alerta.

El gran hombre llega a su tiempo, o a un tiempo que solo le pertenece a él. En cuanto al tiempo de su país, él lo retrasará o lo adelantará a su antojo.

«¿Existe algo más vacío / que el cajón donde / uno solía guardar el opio?» Se preguntaba Leonard Cohen y Miguel Sánchez-Ostiz le responde, desde la vida: «Sí, la memoria cuando es un cuarto oscuro en el que refugiarse aovillado».

El año acaba donde empezó, en Arraioz–Baztán, a 31 de diciembre de 2016–, y son muchos los asuntos que Sánchez-Ostiz deja pendientes. «Era ahora o nunca, y ha sido como he podido, es decir, como siempre, porque a más, te propongas lo que te propongas, no llegas». Un diario que corta el aliento.

 

[Fuente: http://www.todoliteratura.es]

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De SEPHATRAD, blog de Isac Nunes, 14/03/2023

La historia en una carta


MAURIZIO BAGATIN

 

Dijo Lenin que “si no eres parte de la solución, eres parte del problema”. Ahora no es que se necesite sacar refranes bolcheviques para recordarnos como eran aquellos años, pero ayuda un poco en descifrar lo bueno, lo malo y lo feo de aquellos años. Y sobre todo, demostrar el abismo entre aquella época y la que estamos viviendo ahora.

Me encuentro con un pequeñísimo recorte de periódico de unos 5 X 10 centímetros, es de EL DIARIO de Oruro, del 1965 o 1966, solo se lee: “Oruro, 30 (EL DIARIO), por teléfono”. Y podemos ir imaginando al corresponsal que desde un bar, una casa o un refugio clandestino, va dictando la nota de prensa al responsable de su publicación. Ni chasky, ni internet, un periodismo de trinchera, acción y riesgo. Notas breves y puntuales, “tocata y fuga” para ser sin aparecer, llegar a quienes se quiere llegar.

“Mario V. Guzmán Galarza, Corresponsal de Prensa”, firma la carta enviada desde México D.F. el 10 de junio 1965 y dirigida a Juan Lechín Oquendo, exiliado en Asunción, Paraguay. Envía saludos a los otros exiliados, a Ñuflo Chávez, Héctor Cossío, Ramiro Villarroel, Enrique Valverde, a Daniel Saravia y a todos los viejos amigos. Es una misiva con sabor a lejanía eterna que va mezclándose a mucha esperanza y “con el espíritu renovado para librar nuevas luchas por la liberación nacional”. ¡Qué tiempos aquellos! Medio siglo fue llevándose esencia y sustancia, las medulas de nuestra evolución. Sigue la carta con un cuestionario de dos hojas adjunto, dirigido al mismo Lechín, pidiendo le conteste para así publicarlo en esta capital. Se despide con un abrazo y un saludo cordial para todos los dirigentes sindicales. Una carta en papel copia, con aparentes manchas de café, una dirección anotada con bolígrafo en un borde (el nombre de un hotel y, tal vez, del barrio donde está ubicado), la firma sobria del remitente, 24 preguntas de cuestionario y una, la pregunta 25, puesta después del agradecimiento, de la fecha y el lugar de envío, y en la cual pregunta: “¿Cree usted que las milicias de trabajadores mineros y fabriles entregarán sus armas a la junta militar? ¿En caso contrario se ha dispuesto la resistencia?”.

Desde Asunción, Paraguay, en fecha 24 de septiembre (¿del 1964?, ¿del 1965?), otro documento que hoy escribe la historia en una página. Parece ser un texto escrito mientras uno está escapándose de una persecución, en fuga de alguien que, persiguiéndolo, ya debe estar muy cerca. En la nota, el doctor Enrique Valverde, exiliado boliviano y secretario político de Juan Lechín Oquendo, reitera a United Press que “Lechín está en Bolivia” - pero declina dar detalles sobre la vía utilizada para su reingreso subrepticio en el país- y ya está al frente del Partido revolucionario de la izquierda nacional.

Otra misiva desde el frente, en una época así tan lejos y así tan cerca. Papeles que uno va guardando por toda su vida y un día llega alguien y va escogiendo, algunos se van para el reciclaje o con el basurero del lunes, otros van creando la historia en una carta.

17 de marzo 2023

Imagen: El pequeñísimo recorte de periódico 

Thursday, March 16, 2023

Diario de Corea


EMILIO LOSADA

 

Porque “Hay un hambre de intemperie en las rodillas del tiempo, y marca el compás de tus labios un reloj que huele a macho incapaz de conservar su especie”. Porque “… contigo siempre pierdo. Desde que te conocí me supe perdido por siempre”. Porque “Huele a saliva tu vientre, me sabe a polifonía tu madrugada y entre los lirios en que bordan acequias tus labios me derramo sin pretender ningún mañana”. Porque “Le separo las nalgas a Corea para mejor explicarme la perfección imperfecta de la vida que me resta”. Por las maravillosas páginas 38 y 39 (¡qué hijo de puta!). Porque “Sabe tu savia a sabiduría breve y entre tus labios se vocaliza el fin de la especie”. Por la página 72. Brutal. Porque “Eres el incendio de todos los hogares, y en tu vientre aúllan niños calcinados con nombres que yo aprendo a bautizar despacio”. Porque “Y es que podría escribirte durante lo que me resta de vida. Porque escribirte es, aún, habitarte, y sé que pronto me cerrarás la puerta de todas tus habitaciones”. Porque “Caminamos hacia su buhardilla despacio, como calibrando cada paso, como esparciendo migas de pan sobre el asfalto, sabedores de que uno de los dos deberá tomar el camino de vuelta”. Porque “Corea solo desea abandonar la fiesta y yo ya solo puedo ejercer de excusa perfecta”. Porque uno podría transcribir aquí Corea de cabo a rabo y sería el más poéticamente justo de los piratas. Por la incorrección con clase, entreverada y sumaria a la vez; por la desaforada histeria y la maldad bien entendida. Porque follar bien y sucio es el más satisfactorio de los actos terrenales posibles, qué coño. Por el final… Qué pasada de final, leñe. Porque no es necesario encabalgar para hacer poesía (que hay que decirlo todo). Y porque, hablando de poesía e histeria, la guinda a esta grandiosa tropelía la coloca, como la que no quiere la cosa, la número uno en la encomienda: la divina Julia Roig. En fin, ahí es nada.

https://versatileseditorial.es/.../diario-de-corea-pablo...

24/01/2022

Sunday, March 5, 2023

Cortázar, Quilapayún, Pablo Mendieta Paz y la Canción Francesa


PABLO MENDIETA PAZ

 

Querido Claudio:

A propósito de modificaciones de textos en canciones u obras, el compositor chileno Luis Advis escribió en letra y música, en 1969, la extraordinaria Cantata Santa María de Iquique, reveladora de un talento y genio exquisitos del músico y escritor chileno. La obra fue originalmente grabada en estudio por el magnífico grupo Quilapayún, y se constituyó en obra mayor del repertorio latinoamericano de música de protesta. Exiliados estos, luego del golpe de Pinochet, se asentaron en París junto a un numeroso contingente de músicos, escritores, cineastas, etc., que se congregaron en la capital del mundo a la espera de que la situación en Chile retomara su cauce político popular (lo cual, claro, no ocurrió). Sin entender por qué, a pesar de la fama y éxito que les deparó la cantata en el viejo mundo, a los integrantes de Quilapayún se les ocurrió un mal día que, con Cortázar ahí, también asilado, podrían hacer una nueva grabación de la obra, pero con el texto modificado por el escritor argentino??? Enterado de esto, Advis, quien pudo permanecer en Chile, colérico por la actitud de Quilapayún, y por la “inaceptable intromisión” de Cortázar, había dicho: “No me gusta que corrijan mis textos sin preguntarme, además de que en ninguna parte yo uso la palabra pueblo como la usa Cortázar. Estaba tan molesto con ese señor que le iba a escribir una carta, pero no lo hice porque al mes siguiente murió”.

Si uno revisa la versión de Cortázar, indudablemente que el sentido de las partes corregidas se distancia a la legua de la inspiración de Advis. No hay encuentro con la música, por muy pocas modificaciones que el hombre de Rayuela hubiera hecho al texto. Una anécdota que siempre leo y releo. 

Una vanidad personal, a propósito: cuando gané el concurso de la canción francesa aquí en Bolivia y me mandaron a París a representar al país en el Festival Latinoamericano de la Canción Francesa, el grupo que acompañó a cada artista fue precisamente Quilapayún. No olvido la emoción que me embargó. Ellos, los admirados Quilapayún, rasgaron sus guitarras y charangos y dejaron volar sus instrumentos de viento en fantásticos y elevados arreglos de música fusionada. Una experiencia que guardo como gema preciosa, pese a su incomprensible, y no poco repudiable actitud (de Quilapayún) con Luis Advis. 

Una historia de capítulos disímiles. La comparto con todo gusto y complacencia contigo, querido amigo. (Compartirla con otros podría, tal vez, calificarse de pedantería, tal como suele ocurrir). Contigo, por supuesto que no. Un fuerte abrazo!

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Imagen: Santa María de Iquique, Cantata popular

Monday, February 27, 2023

Stefan Zweig pone fin a sus días


JAVIER MEMBA

 

Otro 22 de febrero, el de 1942, hace hoy 81 años, Stefan Zweig está en Petrópolis (Brasil) y tiene la sensación de asistir a algo vivido previamente: cree ser testigo de un mundo a punto de derrumbarse. Es como si estuviera al borde del abismo de la nada por el que la humanidad entera, con todos sus momentos estelares, se dispone a caer. Pero esta vez no hay estímulo para el ánimo del escritor: ¿de qué sirve la literatura cuando el mundo está al borde del Apocalipsis?

El origen del déjà vu del escritor hay que buscarlo en esa Viena que le vio nacer en 1881. La posteridad ha de serle favorable. En el futuro se le leerá con toda la admiración que merece su obra, una de las más brillantes del amado siglo XX. Pero los estudiosos no acabarán de ponerse de acuerdo en si perteneció o no perteneció a la Joven Viena, aquella capillita de escritores que, entre 1890 y 1897, comenzaron a reunirse en el Café Griensteidl.

Aquella Viena, en la que abrió por primera vez los ojos Stefan Zweig, aún era la capital del imperio austrohúngaro, cuyo declive se venía prolongando desde 1866, con la derrota frente a Prusia en la guerra austro-prusiana. Pero también era la Viena del desarrollo demográfico y las reformas urbanísticas. La Viena de las grandes avenidas, los teatros y los cafés, que 150 años después siguen siendo la admiración de la ciudad.

Hay constancia de que Hermann Bahr, el crítico y dramaturgo que decidía quién pertenecía y quién no a la tertulia del Café Griensteidl, tuvo trato con Zweig. Pero por edad —el autor de Momentos estelares de la humanidad (1927) sólo tenía 16 años cuando el establecimiento fue demolido— quizás sea más apropiado llamar a Zweig acólito antes que miembro del grupo. Acólito como, en algunos aspectos, también lo fue Robert Musil.

Fuera o no la suya aquella generación, el autor de Carta de una desconocida (1922) pertenece a ese mundo finisecular experto en aplazar los desastres presentidos íntimamente. Como en los años de la Joven Viena, Zweig vuelve a sentirse ajeno a la realidad social y al final de un mundo siempre cambiante, siempre fugitivo. Siente lo que sintieron Hugo von Hofmannsthal, Paul Wertheimer o Arthur Schnitzler —este último muy admirado por Sigmund Freud, pues aquella también fue su Viena—, por citar sólo a tres de los miembros más destacados de la tertulia del Café Griensteidl. Aquello fue todo un presagio de la Gran Guerra, que los jóvenes vieneses —la modernidad literaria y artística de entonces en la escena germano parlante— ya presentían catorce años antes a la vista del fulgurante ascenso del nacionalismo germanista. Entonces quisieron superarlo mediante el cosmopolitismo y la imaginería del simbolismo francés.

Pero el desmoronamiento anímico que abrumaba a Stefan Zweig, tal día como hoy, no puede salvarse ni con esteticismos ni con ese arte de la despedida, que la capital del imperio austrohúngaro descubrió en esas seis décadas largas que duró su derrumbamiento. Dicen las amenidades referidas a esa época, que, cuando el imperio quedó a merced de Prusia tras la derrota en la batalla de Sadowa (1866), los vieneses se consolaron escuchando El Danubio azul, el célebre vals que Johann Strauss (hijo) compuso ese mismo año. Cuando se impuso olvidar las quiebras y la ruina que trajo 1873, se popularizó El murciélago, una opereta bufa que Strauss (hijo) estrenó el año siguiente.

En lo que a Zweig respecta, cuando presintió íntimamente el desastre por primera vez, internacionalista y europeísta como era, se inclinó por el “cosmopolitismo comprometido”, que lo llama alguno de sus biógrafos. Como la práctica totalidad de la elite intelectual de la ciudad, fue hijo de la burguesía hebrea, tan acaudalada como ilustrada. Uno de sus editores, al que además le unió la amistad, fue uno de los impulsores del sionismo político moderno: Teodor Herzl. Pero Zweig siempre miró más allá de los hijos de Sion.

Después de haber viajado por toda Europa y pasado periodos en Inglaterra, Italia, Bélgica y Francia —tras contactar con el simbolismo francés tradujo a Rimbaud, Verlaine y Baudelaire—, ya en 1910 visitó la India, China y África; Norteamérica en 1912. Ese mismo año dieron comienzo sus amores con la escritora Friderike Maria von Winternitz, quien acabaría dejando a su marido por el escritor, con quien se casó en 1919. Unos años antes, la que habría de ser su residencia más larga quedó fijada en Salzburgo en 1913. Allí habría de permanecer durante casi veinte años. A excepción del final de la Gran Guerra, que pasó en el exilio suizo.

En efecto, después de ser movilizado y de ser declarado no apto para el combate, sirvió como burócrata en las oficinas de la retaguardia. Finalmente, en 1917 consiguió trasladarse a Zúrich. Pero a Stefan Zweig no se le recuerda por pacifista, se le recuerda y se le honra por la calidad y el largo aliento de su obra. Todavía era estudiante de Filosofía en Viena, cuando publicó sus primeros versos, Cuerdas de plata (1901). Demasiados ecos de Rilke para que la crítica fuese a celebrar su publicación. Pero el aliento del autor habría de ser tan prolífico como diverso. A la crítica habría de faltarle elocuencia para alabar su obra.

El verdadero Stefan Zweig, el que ha de leer con avidez la posteridad, es el que se pone en marcha tras el regreso a Salzburgo. En 1922 da a la estampa Amok, una de sus ficciones más celebradas, meses más tarde, entre otras muchas, llega La noche fantásticaVeinticuatro horas en la vida de una mujer lo hace en 1927.

Si hubo algo que Stefan Zweig amó más que los viajes, eso fue la vida mismaEspecialmente la de aquéllos que admiraba. De este afán nacen sus trípticos: Tres maestros: Balzac, Dickens, Dostoievski (1920); La lucha contra el demonio: Hölderlin, Kleist, Nietzsche (1925); Tres poetas de su vida: Casanova, Stendhal, Tolstoi (1928). A veces concebidos de un modo independiente, como el vienés es uno de los autores más leídos del panorama internacional, el mercado editorial le alienta a reunirlos en tomos, resultan así deliciosos tochos escritos con el mismo procedimiento que las miniaturas históricas reunidas en los Momentos estelares de la humanidad.

El 28 también fue el año que Zweig viajó a la Unión Soviética y visitó a Einstein en Princeton (Nueva Jersey). Cautivaba a cuantos le conocían. En su casa se daban cita desde Toscanini hasta Thomas Mann. Nunca se olvidó de su Viena natal. Colaboró en el Almanaque del psicoanálisis hasta 1931. Sin embargo, en 1934 decidió abandonar Salzburgo, movido por esa capacidad suya para presentir íntimamente los desastres. También fue en el 34 cuando viajó por primera vez a Sudamérica. En el 36, sus libros fueron prohibidos en Alemania por los nazis; en el 38, los fascistas italianos hicieron otro tanto.

Y la barbarie fue empujando al sabio hacia el abismo de la nada. Hasta que tal día como hoy, recién terminada su Novela de ajedrez, de publicación póstuma, Stefan Zweig decidió poner fin a sus días en su residencia brasileña. El maestro y su segunda esposa, su antigua secretaria, la joven Lotte Altman, resuelven marcharse mediante la ingestión de barbitúricos, lo que los llevará a la muerte sin sentirla. Todo es literatura. Y es tan largo el aliento de escritor del viejo joven vienés que, entre las cartas que han de leer quienes encuentren sus cadáveres, hay una que da instrucciones para los cuidados del perro. El otro de los grandes textos finalizados unas horas antes de su suicidio lleva un título harto elocuente: El mundo de ayerSerá publicado en Estocolmo por la editorial Bermann-Fischer Verlag AB unos meses después. Así se escribe la historia.

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De ZENDA, 22/02/2023

 

Friday, February 17, 2023

El Diario secreto de Claudio Ferrufino-Coqueugniot


ÁLVARO VÁSQUEZ

 

Queda un sentimiento de satisfacción al leer las últimas líneas de “Diario Secreto” de Claudio Ferrufino-Coqueugniot. Un texto que no desmerece en absoluto la bien ganada reputación del resto de su obra.

Libro duro, en forma y fondo, con lenguaje descarnado, agresivo. Cuenta la historia de un psicópata, sobre todo en primera persona, lo que permite seguir el hilo conductor de los pensamientos de quien si fuera descrito solo desde fuera, merecería fácilmente el adjetivo de monstruo u otro similar (Que podría merecerlo, pese a todo. Dependerá de cada quien).

Pese a ello, no es un texto que origine rechazo por su violencia. Me arriesgo a decir que no lo hace porque habla, se comunica con nuestro propio lado oscuro; porque de la mano de la narración acaso llegamos a intuir que bajo ciertas circunstancias podríamos desencadenar un vendaval tan sangriento como el que atestiguamos en los 43 capítulos de la novela (personalmente, gustoso hubiese prescindido del último, de apenas 4 líneas).

Y parece que el autor intuye esa casi complicidad del lector, cuando ya al encarar el final del texto, ordena al narrador que dirigiéndose a un personaje que le grita su desprecio y asco, asumiéndose superior/mejor, le diga: “… Y vas a ayudarme. No porque me pesen las cosas que hago, sino para convencerte de que no somos tan diferentes, tú y yo”.

De yapa, me llevo la tarea de buscar una obra del Marqués de Sade, y una hilarante (al menos para mí) referencia a Messi y Maradona.

2017

 

Wednesday, February 15, 2023

H.P.Lovecraft: el terror llega por carta


LARA GÓMEZ RUIZ

 

El mayor hito para un escritor es conseguir publicar un libro. La afirmación puede parecer redundante pero es algo que no todo el mundo logra. Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) es un buen ejemplo de ello. Su carrera como autor de terror y ciencia ficción se resume en un constante cúmulo de frustraciones y de proyectos que no llegaron a buen puerto en vida pero que resultaron ser de lo más prolíficos tras su muerte. Pese a que esa mala suerte literaria le desmotivó en muchas ocasiones, no le apartó de la escritura.

A diario redactaba cartas. Muchas. Llegó a acumular cerca de 75.000. Una cifra que sorprende y que a la vez asusta a editores y seguidores que alguna vez han intentado aunarlas. No así a Javier Calvo (Barcelona, 1973), quien lleva años tras la pista del escritor y más de una década tratando de hacer este proyecto realidad. Su esfuerzo no ha sido en vano. El próximo 22 de febrero se publica H.P. Lovecraft. Cartas I. Escribir contra los hombres (Aristas Martínez), el primer tomo de tres que recopila misivas, muchas de ellas inéditas, del autor

Hasta la fecha nunca antes se habían publicado en español cartas del escritor de Providence. “Algo que resulta de lo más extraño pues forman el 99% de su obra”, reconoce Calvo a La Vanguardia, que adelanta que este libro cuenta con algunas misivas que ni siquiera habían visto la luz en inglés. Esto sin duda resultó ser un aliciente para la editorial, asegura Sara Herculano. “Era algo que se necesitaba ya y nos hace especial ilusión ser la casa que acoge este proyecto tan loco y ambicioso”. El material es tan extenso que la editora plantea un tercer libro dedicado a los sueños del escritor, pues muchas de sus epístolas abordan este tema. Antonio Torrubia, librero de Gigamesh, la librería barcelonesa especializada en literatura fantástica y de terror, aplaude estas novedades. “Creo que llegan en un momento idóneo, ya que cada vez son más las series de televisión que beben de Lovecraft”.

Lo interesante del proyecto, más allá de lo novedoso, es “la oportunidad de conocer de cerca a un autor del que se tienen muchas ideas preconcebidas. No hace falta más de diez minutos de búsqueda en Internet para llegar a la conclusión de que Lovecraft era un freak casposo y bastante racista que escribía de vez en cuando relatos de monstruos muy molones en algunas revistas. Y todo ello es cierto, pero leer sus cartas permite arrojar mucha luz sobre su persona y también sobre su carrera. Este primer libro pretende precisamente eso, conocer la historia de su propia carrera literaria contada por él. Cómo reacciona al mundo de la literatura y a su propia trayectoria emocional y vitalmente”, apunta Calvo. 

Son varios los motivos que llevaron al estadounidense a escribir tantas cartas. Uno de ellos, la falta de trabajo convencional. De vez en cuando corregía textos ajenos e, incluso, llegó a ejercer de negro literario, aunque nunca para autores conocidos. Pero “el no tener un trabajo convencional hacía que tuviera mucho tiempo libre, que dedicaba en gran parte a escribir misivas, una de sus mayores pasiones. Algunas para contestar a fans que se ponían en contacto con él tras leer alguno de sus relatos en revistas. Otras, para mantener debates con autores sobre la literatura del momento. Muy pocas para amigos, pues apenas tenía contacto con el mundo exterior”, explica Calvo.

Tampoco tenía familia, pues su primer y único matrimonio resultó fallido. Lo paradójico de todo esto es que, pese a ser una persona muy poco sociable, hoy conocemos a Lovecraft gracias a estas pocas amistades y seguidores, que guardaron con mimo escritos que intercambiaban y, cuando el autor murió, acabaron montando una pequeña editorial en Wisconsin, Arkham House, para publicar sus textos.

Con todo, no fue hasta treinta años después de su muerte cuando llegó su reconocimiento. “En los años 60 una nueva generación de lectores empezaron a conectar con su escritura. La encontraban interesante, diferente a lo que habían leído hasta entonces. En esa época, y a principios de los 70, empiezan a reeditarse algunas de sus obras y a imprimirse ediciones de bolsillo a un precio muy accesible para el público. Eso permite que más lectores lleguen a él y que comience a hacerse popular. La explosión final ya llegó cuando tanto el cine como la música pusieron el ojo en él”, señala Calvo”. Ahora, tanto los seguidores del escritor como los nuevos lectores podrán acabar de formarse una visión más completa de este genio de la literatura.

 

Fragmento de una de las cartas inéditas

A Farnsworth Wright (15-6-1927)

Todos mis relatos, en cambio, se basan en la premisa fundamental de que las leyes, intereses y emociones humanas comunes carecen de validez o de significado en el enorme cosmos en general. Para mí no hay nada más que puerilidad en un relato en el que la forma humana —y las pasiones, condiciones y estándares humanos locales— se describen como si fueran naturales en otros mundos o universos. A fin de lograr la esencia de la exterioridad verdadera, ya sea temporal, espacial o dimensional, hay que olvidarse de que existen cosas tales como la vida orgánica, el bien y el mar, el amor y el odio, y demás atributos locales de una especie llamada humanidad. Solo las escenas y personajes humanos han de tener cualidades humanas. Y estos hay que tratarlos con realismo implacable (y no con romanticismo comercial); en cambio, cuando cruzamos la frontera de ese desconocido ilimitado y abominable —el afuera plagado de sombras—, necesitamos acordarnos de dejar en la puerta nuestra humanidad y nuestro terrestrialismo. Hasta aquí la teoría. En la práctica, doy por sentado que a pocos lectores comunes les interesará un relato escrito en base a estos principios psicológicos. Los lectores quieren que sus valores y motivaciones convencionales y comerciales se impongan sobre los abismos de la visión apocalíptica y sobre el caos extraeinsteiniano, y no considerarán interesante en absoluto un relato interplanetario si no tiene a la heroína marciana de turno (o joviana, o veneriana, o saturniana) que se enamora del joven viajero de la Tierra, y al hacerlo incurre en los celos del inevitable Príncipe Kongros (o Zeelar, o Hoshgosh, o Norkog), que sin más dilación procede a usurpar el trono, etcétera; o si no tiene una nomenclatura marciana (o de donde sea) que siga estrechamente un patrón terrestre, con un nombre indogermánico terminado en -a para la princesa, y otro semítico y desagradable para el villano. Yo no sería capaz de pergeñar esa porquería aunque me fuera la vida en ello.”

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De LA VANGUARDIA, 15/02/2023