Tuesday, February 22, 2011

Policiales, fabadas y cine en Gijón/Crónica de una semana negra


Silvio Galizzi Flores
(desde Gijón, España)

DESDE 1988 se celebra cada año, en Gijón, el festival conocido como Semana Negra. Creado por el escritor asturmexicano Paco Ignacio Taibo II y organizado por el Ayuntamiento de Gijón, el festival estuvo en un principio dedicado al género literario conocido como novela negra, pero a través de sus sucesivas ediciones el espectro se ha ampliado, tanto en lo que hace a su temática como a los medios expresivos, incluyendo en la actualidad también a la novela histórica, a la ciencia ficción, el cómic, el cine, etc. Desde un público inicial calculado en los 73.000 visitantes durante su primera edición, ha llegado en ocasiones a superar el millón de personas. También ha variado la duración, desde la semana originaria, a su extensión actual de 10 días.

Gijón (en asturiano Xixón) es una ciudad española situada en la costa del Mar Cantábrico. A pesar de no ser la capital del Principado de Asturias es, sin embargo, su municipio más poblado, con cerca de 280.000 habitantes, cifra que se triplica durante el verano.

La ubicación del festival dentro de la ciudad ha ido cambiando cada año, celebrándose en el pasado 2010, durante el mes de julio, la XXIII edición, en la playa del Arbeyal.

La primera actividad de la Semana Negra tuvo lugar en la Casa de América de Madrid, no en la propia Gijón. En la noche del 8 de julio se reunió allí un buen número de los invitados de habla hispana para una primera aproximación, moderada por Taibo. También allí se desató la primera polémica amistosa entre los participantes, que versó sobre qué medio primaba dentro del género: si la literatura o el cine.

EN EL TREN. El verdadero encanto de la Semana comenzó a disfrutarse temprano, al otro día, con la partida desde la estación Chamartín del Tren Negro, repleto de invitados, periodistas y organizadores, que se arremolinaron sobre las 8 de la mañana para un entusiasta y caótico abordaje de los distintos vagones.

Mientras comenzaba a desfilar por las ventanillas el paisaje de la meseta castellana (un tanto anodino al principio) en los distintos vagones se podía alternar con escritores consagrados y de los otros, con guionistas y dibujantes de cómic y con periodistas a la caza del futuro reportaje durante la Semana. Al mismo tiempo se intentaba combatir el calor y la sed, mediante algún refresco de la multinacional auspiciante del evento. También podía uno distraerse, ojeando el primer número del periódico A quemarropa, publicación a cargo del sub-director del evento, el historietista Ángel de la Calle. Desde la primera Semana Negra se publica todos los días del festival, con el resumen del día anterior, el programa del día, creación literaria, entrevistas, tiras cómicas y la memoria gráfica de la semana

La complicidad que otorgaba el hecho de compartir el vagón, hacía propicia la ocasión para el intercambio de opiniones sobre literatura, cine y política, con la célebre pero no por ello menos cálida escritora mexicana Laura Esquivel (Como agua para chocolate), el dibujante argentino Eduardo Risso y el guionista norteamericano Brian Azzarello (autores del cómic negro 100 balas) y los uruguayos Matías Bergara y Rodolfo Santullo.

También se improvisaron nutridas ruedas de prensa a la vez que se podía escuchar las canciones de Yampi, músico itinerante y sempiterno invitado de la Semana, a quien se unieron improvisados acompañantes entre los pasajeros. Con todos estos ingredientes, la travesía pareció mucho más corta de lo esperado, a pesar de sus 470 kilómetros. Pronto el verde brillante de las montañas asturianas predominó en el paisaje.

Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando el tren arribó a Mieres, poblado distante aún unos 50 km de Gijón, donde los pasajeros fueron recibidos al son de gaita y tambor y agasajados con una tradicional "espicha".

La espicha es una reunión festiva asturiana que consiste en juntarse varias personas y en abrir o "espichar" un tonel de sidra, acompañado por diversos bocadillos locales, todo ello de pie, mientras se comparte el mismo vaso, en el cual debe dejarse un fondo de bebida que es tirado al piso por el mismo borde donde se apoyaron los labios para limpiar el recipiente antes de pasarlo al siguiente bebedor.

CHURROS, CARPAS Y RULETAS. Luego de una brevísima parada en Oviedo (donde subió al tren el Presidente del Principado, Álvarez Areces), el recibimiento previsto en la estación de cercanías de Gijón, con banda de música incluida, se vio truncado por una manifestación de la Asamblea de parados y obreros en conflicto de la fábrica de los famosos Chupa Chups. Entre pancartas y silbatos, insultos al presidente y gritos de "parásitos" dirigidos a los autores, más algún gesto obsceno ad hoc, los
invitados fueron rápidamente distribuidos en los autobuses que los llevarían a sus distintos lugares de alojamiento, mientras la policía intentaba contener a los manifestantes.

Gijón es históricamente un importante centro anarcosindicalista y socialista, que protagonizó el levantamiento en armas de Asturias contra la integración de la extrema derecha al gobierno de la República en octubre de 1934, siendo la rebelión obrera sofocada a sangre y fuego. Con el estallido de la Guerra Civil, el 18 de julio de 1936, la ciudad y sus habitantes se mantuvieron fieles al gobierno legítimo.

Luego de la inauguración oficial, con la presencia de diversas autoridades y del director del festival en el Museo del Ferrocarril de Gijón, todos se trasladaron a la playa del Arbeyal.

Muy equivocado estaría quien supusiera que la Semana Negra es un evento meramente intelectual. El predio ferial, además de las carpas destinadas a la actividad cultural propiamente dicha y los stands de las más de 25 librerías allí presentes, albergaba infinidad de puestos de comida, un parque de atracciones con rueda gigante incluida, ruletas y puestos de artesanías.

La "Carpa del encuentro", la más grande de todas y el centro principal de actividades, se encontraban presididos por una réplica gigantesca de la obra La civilización occidental y cristiana del argentino León Ferrari. Entre las múltiples actividades desarrolladas se destacó la presentación el sábado 10 del libro 100 Balas-Guía de lectura, sobre el cómic, de los ya mencionados Risso y Azzarello. Sus páginas contienen, además de un catálogo de la muestra de originales de dicha obra que se exhibían en una carpa aledaña, un estudio a cargo de los reconocidos especialistas españoles Norman Fernández y Pepe Gálvez. La edición de 1.000 ejemplares entregados a los asistentes en forma gratuita (norma con las publicaciones de la Semana Negra), fue arrebatada de las manos de los organizadores en contados minutos.

Las distintas charlas se fueron sucediendo allí y también en la carpa más pequeña, denominada "A quemarropa". Entre los numerosos invitados se pudo encontrar en los días sucesivos a algunos de los mejores exponentes actuales de novela negra del mundo, como el griego Petros Márkaris (autor de la saga del inspector Járitos), los españoles Lorenzo Silva (reciente visitante de Montevideo en el marco del Festival Ñ y creador del sargento de la Guardia Civil de ascendencia uruguaya Rubén
Bevilacqua) y Juan Madrid (homenajeado por el 30° aniversario de su personaje: el boxeador Toni Romano). También a magníficos dibujantes e ilustradores como el norteamericano Scott Hampton (Batman: Gritos en la noche, Los libros de la magia y The Upturned Stone), de grandes escritores de ciencia ficción como Larry Niven (Mundo anillo) y Joe Hadelman (La guerra eterna) y escritores mundialmente famosos como Martin Cruz Smith y la mencionada Laura Esquivel, quien presentó su
novela sobre la Malinche (Malintzin) con un nuevo enfoque sobre este personaje, considerado por muchos como el epítome de la traición.

Asimismo pudo encontrarse, en carácter de visitante, a uno de los históricos guionistas del mejor cómic europeo: Enrique Sánchez Abulí, creador de la negrísima Torpedo 1936. Y disfrutar de un auténtico fenómeno como Curro Savoy, eximio silbador de las melodías que Ennio Morricone elaboró para el cine, incluida la de la película El bueno, el malo y el feo. La ocasión ameritó la proyección de un corto documental sobre su vida, con el sugestivo nombre de "Vivir del aire".

Además del mencionado corto, entre el cine exhibido en la Semana se destacó un ciclo de Guy Debord, padre de la corriente filosófica conocida como "situacionismo" y autor de La sociedad del espectáculo y del film del mismo nombre.

No faltaron las charlas y presentaciones de libros sobre zombies, verdadero boom editorial del momento en España. En cuanto a Rufo, el muñeco-mascota del festival, este año en plena crisis económica, se lo vio, significativamente, pasando el sombrero. Otras exposiciones fueron: "Y sin embargo se mueven" (de fotoperiodismo), "Vuelven los soldaditos de plomo" y las de piezas arquelógicas mexicanas.

También fueron parte integrante de la Semana sus concursos. Los literarios fueron los premios "Hammett" a mejor novela negra, "Celcius" a mejor novela de fantasía, ciencia ficción o terror, el "Rodolfo Walsh" a mejor libro de no ficción sobre tema criminal y "Espartaco" a mejor novela histórica (con la condición de haber sido publicada originalmente en castellano en 2009). También hubo un premio a la mejor tortilla de patatas, exquisita muestra de cómo lo intelectual se fusiona con lo popular, en esta peculiar semana de diez días.

El domingo 11 de julio, cuando se disputó la final del Campeonato Mundial de fútbol de Sudáfrica, resultaba extraño estar entre los hinchas españoles escuchando con asombrados oídos (oídos demasiado acostumbrados a la barra brava de la Ámsterdam) cómo los epítetos más fuertes del público presente contra el referí que permitió a los holandeses golpear a mansalva, fueron "canalla" y "cobarde".

Inolvidable también fue el insistente pregón del animador de la ruleta, que atronaba por decenas de metros a la redonda: "Gira, gira la ruleta, que se mueve no está quieta. Gira, gira la ruleta, la ruleta majareta" una y otra vez. El sonsonete, si bien al principio puso en riesgo la paciencia (y la cordura) de algunos asistentes, a los pocos días ya era remedado como una broma interna y al fin de la semana hasta le habían tomado cariño.

FABADA, uruguayos Y DESPEDIDA. Tampoco Gijón fue solamente Semana Negra en aquellos días. También se pudo disfrutar de sus playas (además del Arbeyal, la de Poniente y la de San Lorenzo), de su puerto, de una visita a su magnífico acuario, de la movida nocturna que hace recordar a la no tan lejana época de auge de nuestra Ciudad Vieja. Y fundamentalmente de su comida, con la típica fabada ocupando el primer lugar del podio, sin olvidar al Cabrales, queso asturiano de denominación ni a los "cachopos" (especie de milanesa rellena de queso y jamón ibérico) del Hotel 44.

La fabada es el cocido tradicional de la cocina asturiana elaborado con alubias blancas (en asturiano, fabes), con embutidos como el chorizo y la morcilla asturiana y con lacón. Su difusión es tan grande en la península ibérica, que forma parte de la gastronomía más reconocida de España.

Entre los creadores uruguayos presentes en el evento estuvieron los ya mencionados Santullo y Bergara, quienes presentaron su novela gráfica Los últimos días del Graf Spee, de la que son guionista y dibujante respectivamente. No solo lo hicieron a carpa llena: además debieron permanecer un prolongado lapso luego de la presentación, firmando y dibujando los ejemplares que en un muy buen número habían sido vendidos allí mismo. También concurrió este cronista, invitado como guionista y
protagonista del film La balada de Vlad Tepes, presentado en la noche del viernes 16. Al día siguiente comentó Miguel Barrero en A quemarropa: "La presentación de la película La balada de Vlad Tepes, de Guzmán Vila, abarrotó la carpa y calentó el ambiente gracias a un film de vampiros llamado a convertirse en película de culto". Los uruguayos participaron también de la tertulia "Cómic. Futuros narrativos", junto con otros autores y editores de habla hispana.

Un eje insoslayable de la Semana Negra pasa por la presentación estelar del libro SN-Pepsi que este año tuvo como título Los olvidados, sobre personajes que la historia, injustamente en muchos casos, ha dejado de lado. De lujosa presentación, fue entregado el sábado 17 por los escritores y autores de cómic participantes. Se destaca entre ellos, nuevamente la colaboración de Scott Hampton, sin olvidar, entre otros, a los italianos Gianfranco Manfredi, Bepi Vigna y Paolo Bacilieri ni a los españoles Sergio Bleda, Enrique Vegas y Alfons López.

La XXIII Semana Negra de Gijón se clausuró oficialmente el domingo en un acto encabezado por el Presidente del Gobierno del Principado de Asturias y por el Director de la Semana. Pero el verdadero final se produjo con la despedida que se llevó a cabo en Cudillero, un pueblo pesquero de ensueño, a unos 50 kilómetros de Gijón. Allí los invitados fueron recibidos por una banda de gaiteros. Después se retornó a Madrid en el Autocar Negro, a eso de las 11 de la noche, y la vuelta a la rutina.

Los números de la Semana Negra impresionan: según los organizadores, en esta XXIII edición participaron 152 autores, se organizaron 217 actos, se recibieron 845.000 visitantes, se vendieron o regalaron 35.985 libros, estuvieron presentes 27 librerías y la oficina de comunicación acreditó a 202 periodistas y 84 medios en todos los soportes (papel, radio, TV y digitales), tanto de España como de otros 11 países.

Se ha dicho que se trata de un campamento de verano para escritores, que allí se come mucho y se duerme poco, y sobre todo que es una Semana tan adictiva como una droga dura y que como tal, quien la prueba una vez, ya no ve la hora de repetir la experiencia. Todo se cumplió a rajatabla. Mérito de la organización, de la calidez del pueblo gijonés y del espíritu de camaradería que se vive, donde todos tratan a todos como amigos de toda la vida.

Publicado en El País, Montevideo, 2011

Imagen 1: Paco Ignacio Taibo II

Monday, February 21, 2011

Papeles de Franz Kafka/El retorno del Proceso


Ioram Melcer (desde Jerusalén)

A PESAR DE HABER publicado 83 libros, Max Brod conquistó un lugar privilegiado en la historia de la cultura universal por haber sido el amigo más íntimo de Franz Kafka. El mérito de Brod fue que no cumplió las órdenes de Kafka de quemar sus manuscritos tras la muerte del gran escritor en Austria, en 1924. "Max, mi querido amigo, mi último pedido es que todo lo que se encuentre en mi legado escrito... sea quemado...", decía la nota más famosa en la historia de la literatura. El Proceso, El Castillo y otras obras magistrales del genio quedaron condenadas a las llamas del olvido.

En 1939, cuando los nazis llegan a Praga, Brod y su esposa huyen de Europa. Max Brod lleva una sola valija, repleta de manuscritos y papeles de Kafka. La pareja llega a Palestina y se instala en Tel Aviv. En la calurosa y húmeda ciudad mediterránea, Brod ha de hacer famoso a quien es considerado hoy el más grande escritor de lengua alemana en el siglo XX. En 1942 fallece la esposa de Brod. El viudo de 58 años de edad tiene una secretaria, Esther Hoffa. Casada, madre de dos hijas, 22 años más joven que Brod, ella es su mano derecha. Hoffa se ocupa tanto de los escritos de Brod como del legado de Kafka. Le demuestra a Brod una devoción absoluta. Éste muere a los 84 años, en 1968. En su testamento nombra a Esther Hoffa como heredera de los materiales y determina que sólo ella puede publicar sus obras, diarios y cartas. Además, indica que luego de la publicación debe entregar los materiales a una entidad pública en Israel o en otro país.

El testamento de Brod se presta a interpretaciones. En 1955 la Knesset, el parlamento israelí, dictó una ley que estipula que toda persona que tuviera en su poder documentos "de interés a la investigación del pasado, del pueblo, del estado o de la sociedad, o que tiene que ver con la actividad de gente de renombre" debe entregar una copia de tales documentos al Archivo Nacional de Israel. Hay quienes piensan que fue a causa de esta ley que en 1956 Max Brod decidió sacar de Israel los manuscritos de las tres novelas de Franz Kafka. Donó dos, los manuscritos de El Castillo y América, a la biblioteca de la Universidad de Oxford. El tercero, El Proceso, permaneció en sus manos, ya que Kafka se lo había regalado. Esther Hoffa se quedó con una gran cantidad de documentos -cartas, notas, diarios, manuscritos- de Franz Kafka y de Max Brod. Acerca de lo que sucedió durante los cuarenta años entre la muerte de Brod y la de Esther Hoffa, a los 102 años, en 2007, hay versiones
divergentes pero también algunos hechos incontestables.

UNA COMPRA DEL ESTADO. Entre los años 1974 y 2008 se registran ventas de cartas de Kafka a través de casas de venta europeas. Se trata de cartas de Kafka a su amante Felicia Bauer, a Franz Werfel, a Max Brod, cartas de amor, de amistad, cartas que tratan de temas literarios. Mientras tanto, el material que queda en manos de Esther Hoffa es prácticamente
inaccesible. Estudiosos de la obra de Kafka, biógrafos, parientes de Max Brod, así como el Archivo Nacional del Estado de Israel y la Biblioteca Nacional de Israel, no logran convencer a Esther Hoffa que muestre lo que tiene guardado. En 1974 Hoffa intenta salir de Israel con manuscritos de Kafka. Los agentes de la aduana descubren fotocopias de cartas de Kafka, su diario de viajes y el diario de Brod. La publicación del incidente llevó a una serie de acuerdos entre Esther Hoffa y las instituciones del Estado de Israel, pero nada se cumplió. Los años pasaban, se vendían documentos, y la antigua secretaria y allegada de Max Brod envejecía.

En 1988, Esther Hoffa vendió la joya más preciosa de cuantas tenía en su posesión: el manuscrito de El Proceso. Lo compró el gobierno de Alemania por un 1:980.000 dólares, (la cifra más alta ofrecida hasta entonces por un manuscrito moderno). El mismo se halla en el Archivo de la Literatura Alemana en la pequeña ciudad de Marbach, que fue agregando a su colección otros materiales de Kafka. Todo indica que Esther Hoffa, y luego su hija Hava Hoffa, siguieron vendiendo materiales de Kafka y de Brod hasta el año 2009.

Algo terrible. Esther Hoffa legó el tesoro a sus dos hijas. La Biblioteca Nacional de Israel le pidió a la Corte de Asuntos de Familia de Israel que impidiera la transferencia de los materiales a las hijas de Esther por incumplimiento del testamento de Brod. Pero surgieron dos complicaciones: nadie sabía ni dónde estaba el tesoro de documentos ni qué es lo que contenía. Los académicos suponen que contiene miles de cartas de Brod, muchas de las cuales hablan de Kafka, de su vida, de su arte, de su trabajo literario. Hay quien sueña con algún manuscrito desconocido de Kafka, o algunos de sus dibujos. Además, está el diario personal de Brod, que podría iluminar su amistad con Kafka y quizás hasta el extraño pedido incumplido que le hizo Kafka antes de su muerte. Esther Hoffa confesó que el diario estaba en sus manos. En 1988 negoció su venta a una editorial en Suiza. Recibió un anticipo, pero el diario nunca fue entregado. La editorial no pudo vencer a la testaruda anciana, que en 1993 dijo que de publicarse los diarios, se revelaría "algo terrible".

Lo que queda del complicado asunto, por el momento, es un enredo legal. El Estado de Israel exige los materiales. Hava Hoffa, la hija que se ocupa del tema, exige que le sea permitido vender materiales del legado, según el testamento de su madre, y que el permiso se le dé de inmediato, pues ya es una mujer vieja y dice que no tiene de qué vivir. Al pleito se sumó el archivo de Marbach, que pide los materiales para que estén junto a la colección de manuscritos y documentos de Franz Kafka que ya
tiene en su poder. Max Brod dejó abierta la posibilidad de que sea una institución fuera de Israel quien reciba el tesoro. Otras personas se han visto involucradas en la controversia. Familiares de Dora Diamant, la última compañera de Kafka, no pueden ver el testamento de Dora ni leer las cartas que le escribió a Brod. Los descendientes de Felix Weltsch, el gran filósofo judío, íntimo amigo de Kafka y de Brod, se quejan diciendo que materiales acerca de Weltsch y de la relación entre los tres hombres de cultura, no pueden llegar al conocimiento del público y de los investigadores.

NOVELA KAFKIANA. Y el juicio sigue. Órdenes del juez han causado que se descubran cajas fuertes en diversos bancos en Israel, conteniendo materiales del tesoro de Brod. Hacia fines de 2009 se descubrió una caja fuerte en un banco de Zurich con más materiales. En el año transcurrido desde este descubrimiento, Hava Hoffa, que ya ha cumplido 76 años, se ha quejado de robos en su casa. Dice que la publicidad que se le ha dado al caso atrae todo tipo de ladrones y sicarios. Hay quien ve en esos robos una maniobra de Hava Hoffa. Ante la posibilidad de perder el control del contenido de las cajas fuertes, Hoffa estaría creando una coartada para la reaparición "misteriosa" de documentos en otras partes. Nadie realmente cree que pueda haber documentos de importancia en el apartamento húmedo y descascarado de las Hoffa. Los vecinos se han quejado del mal olor causado por los gatos de quien describen como "una vieja huraña".

El asunto deja muchas preguntas abiertas. Queda saber cuál fue la intención de Brod. Si cumplió Esther Hoffa con el testamento de Brod, que por su parte merece la gratitud de la Humanidad por no haber cumplido otro testamento, por cierto más importante. O si tiene el Estado de Israel el derecho absoluto de poseer copias de los documentos, al igual que cualquier otro archivo del mundo, por sobre el derecho de los privados que tienen esos documentos.

Llegó el 2011 y se sigue ignorando qué había en el legado de documentos de Brod, qué se vendió, qué desapareció, dónde está lo que queda. Por el momento nadie se ha despertado para descubrir que se ha transformado en un insecto gigante. Pero falta el escritor que haga de todo esto una novela kafkiana.

Publicado en El País, Montevideo, 2011

Imagen: Portada de un libro sobre Kafka

Lautréamont por Battegazzore/El ángel caído


Pedro da Cruz

ISIDORE LUCIEN Ducasse (Montevideo 1846 - París 1870) fue, junto a Jules Supervielle y Jules Laforgue, uno de los llamados poetas franco-uruguayos. Hijo de Francois Ducasse, funcionario del Consulado General de Francia en Montevideo, fue enviado de niño como interno al Liceo imperial de Tarbes, y estudió luego en la ciudad de Pau. En 1867 estuvo en Uruguay, pero regresó a París, donde murió tres años más tarde, a los 24 años de edad.

Desconocido como escritor en vida, Ducasse sería considerado por la posteridad un poeta "maldito" (un caso similar al de Arthur Rimbaud), debido principalmente a que su obra promueve el culto al mal y la negación del Creador. Pocos meses antes de morir usó por primera vez el seudónimo Conde de Lautréamont, nombre cuyo significado ha sido interpretado de distintas maneras. Una explicación sería la popularidad que entonces tenía la novela El conde de Montecristo (1844-46) de Alexandre Dumas, lo que puede haber inspirado a Ducasse a agregar el título de conde a su seudónimo, y, como negación de Cristo, transformar el nombre Montecristo en Lautréamont ("el otro monte" en español). También se ha explicado el seudónimo a partir de un juego de palabras con los nombres de la ciudad natal del poeta, Montevideo, y su lugar de residencia, Montmartre, aunque no es explícito cuál sería "el otro monte".

El carácter caótico y onírico del universo literario de Lautréamont resultó fuente de inspiración para artistas contestatarios de siguientes generaciones, que hicieron un culto de su figura. Es de rigor citar el pasaje en que el franco-uruguayo escribió sobre lo que consideraba bello: "como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección". Una concepción que años más tarde condujo a que fuera reivindicado, y considerado un precursor, por los escritores y artistas surrealistas, que se proponían crear directamente desde el subconsciente sin intervención de la razón.

AURORA DEL MAL. Durante su corta vida Lautréamont escribió sólo dos obras que lo trascendieron: Poesías y Los cantos de Maldoror. Ésta última fue prácticamente desconocida durante muchos años, aunque luego se difundió gracias a un reconocimiento póstumo.

Los cantos… son un texto compuesto por seis cantos poéticos, un poema narrativo en prosa que fue publicado en distintas etapas. El primer canto, firmado sólo con tres asteriscos, fue publicado en Bruselas en agosto de 1868. Un año más tarde Ducasse terminó de escribir el manuscrito completo de los seis cantos, que firmó con el seudónimo Conde de Lautréamont. Le encargó la edición (que pagó él mismo) al editor belga Albert Lacroix, que, temeroso de las consecuencias que podía tener publicar un texto de contenido considerado blasfemo, imprimió sólo unos pocos ejemplares que no llegaron a distribuirse.

El título de la obra ha sido interpretado de distintas maneras, ya que el nombre Maldoror es una combinación de palabras que pueden significar "Mal de la aurora" o "Mal del horror" (las palabras francesas aurore y horreur se pronuncian de forma similar).

Maldoror, personaje principal de la obra, es un ser sobrenatural, una suerte de ángel del mal, una figura demoníaca que odia a Dios y a la humanidad, por lo que lucha con todos los medios posibles contra el Creador. La contienda, sembrada de asesinatos y sadismo, tiñe Los cantos… de obscenidad y blasfemia.

En un clima de violencia onírica, con el tono "maldito" que atraería a la posteridad, se suceden una serie de metamorfosis que resultan en objetos que hablan, y en plantas y animales que se reproducen, ya sean zarzas de espinas o pulpos gigantes, arañas y piojos, que se multiplican en criaderos con el fin de exterminar a la humanidad.

EL OTRO MONTE. La influencia de la obra y la personalidad de Lautréamont se manifestó en la literatura, principalmente la de los escritores surrealistas, aunque también fue fuente de inspiración para artistas visuales. Uno de los ejemplos más conocidos es el del pintor y fotógrafo estadounidense Man Ray (Hombre Rayo), que en 1920 realizó El enigma de Isidore Ducasse. La obra consiste en un objeto envuelto en tela y atado, un paquete del que no se revela el contenido, a lo que hace referencia el "enigma" del título. El nombre de Ducasse, sumado a una forma que sugiere una máquina de coser, es una referencia directa al mencionado encuentro fortuito que Lautréamont imaginó sobre una mesa de disección.

En el "otro monte", en Montevideo, Los cantos de Maldoror inspiraron a Miguel Ángel Battegazzore (1931), artista visual y docente de la Escuela Nacional de Bellas Artes, a realizar una serie de pinturas interpretativas del mundo onírico de Lautréamont durante la década de 1970. Obras de carácter experimental que durante muchos años permanecieron en el taller del artista, hasta que recientemente fueron mostradas en la exposición "Des-figuraciones entre literatura y pintura: Lautréamont/ Battegazzore", realizada en el hall de la Facultad de Arquitectura de la UdelaR con curaduría de Ángel Kalenberg.

El lenguaje plástico de Battegazzore está íntimamente relacionado al momento histórico en que las obras fueron realizadas, con reminiscencias tanto de las obras con papeles de colores recortados que Henri Matisse creó durante la última etapa de su vida, como a distintas expresiones del entonces vigente arte óptico, el op art, una de cuyas vertientes se caracterizó por el uso de formas de marcados contornos realizadas en colores planos. Características que a su vez marcaron la estética entonces imperante en el ámbito de la Escuela de Bellas Artes.

Los motivos fueron en general realizados con tendencia a la no figuración, aunque la presencia de elementos con reminiscencias figurativas relacionan las composiciones a distintos aspectos de la obra literaria en las que están basadas. La elección de los motivos es explicada por Battegazzore en un texto publicado en el catálogo de la exposición. La dominante silueta de la llamada "espina de la cruz", presente en la mayoría de las obras, fue elegida debido a que en Los cantos… se refiere repetidas veces a marañas espinosas, así como a cactus y cardos. La dura geometría de la forma es también vista como una forma de agresividad que refiere tanto al mundo animal (garras, uñas, picos, dientes y cuernos) como a la dimensión cósmica de las constelaciones de estrellas.

Otro grupo dominante de motivos es el conformado por una serie de animales (pájaros, cangrejos, piojos, pulpos, arañas), que convocan "una animalidad indiferenciada e inestable que transita del hombre a los animales y de estos a los objetos inanimados o viceversa." En las pinturas también es omnipresente una figura humana, la de Maldoror, el ángel del mal, que flota tanto en espacios cósmicos como sobre los pulpos y las arañas, diferentes aspectos de su lucha encarnizada contra el Creador.

En una de las obras Battegazzore revela el contenido del mencionado paquete enigmático de Man Ray, una suerte de radiografía que muestra una máquina de coser y un paraguas, mientras que las cuerdas se transforman en una tela de araña cósmica que contiene las cuatro estrellas de la Cruz del Sur. Algunas de las obras combinan las imágenes con citas de los versos de Lautréamont, como en el caso de una serie de formas ovaladas sobre las que se lee "… la grata presencia de esos engendros huraños, que se convertirán más tarde en magníficos piojos, con las galas de una notable belleza, monstruos con aires de sabios."

Publicado en El País de Montevideo, 2011

Imagen: Portada de una edición norteamericana de Los Cantos de Maldoror

Friday, February 18, 2011

Abdel Twitter, el egipcio rebelde


Juan Claudio Lechín

Dicen que en la rebelión de Egipto (y Túnez), las redes sociales se han vuelto actores políticos. Inés Bel-Aiba, de AFP, asegura que un ejecutivo de Google, detenido cuando el gobierno clausuró los proveedores de Internet, se ha convertido en símbolo de la sublevación. Esta mirada cunde entre los analistas internacionales.
No hubo, sin embargo, bombardeo mediático sobre las razones de la sublevación. Bastó con saber que Mubarak lleva varias décadas en el poder para dar por sobreentendidas todas las causas. No importó saber quién organizó las protestas, si hay líderes, presos políticos, intervención extranjera (la mano negra), si la “Hermandad Musulmana” está deshojando margaritas esperando la oportunidad para tomar se poder o qué site iluminado que redimirá a Egipto trae en su Ipod el ejecutivo de Google.
El poco avance en materia del espíritu humano (seguimos siendo injustos, asesinos, rateros, opresores, etcétera) se lo debemos a la soberbia. Una de sus facetas, nos hace creer, reiteradamente, que uno, su generación, su grupo o su país, vuelve a descubrir la pólvora. Cada generación cree que el artilugio de su época explica las causas. Hoy el Twitter aparece como el origen de los cambios, antes fue la radio y, en la revolución francesa, la imprenta. No es trivial, pues esta forma de narcisismo/soberbia adquiere tanto cartel que no le deja espacio a lo relevante, al alma humana y sus esquinas, al pensamiento, la belleza, las causas, la libertad, el diseño de utopías. Y son precisamente los jóvenes, los verdaderamente importantes en cualquier tiempo, quienes honran al artefacto tecnológico depositándole a este tótem sus propios atributos rebeldes y revolucionarios, su necesidad de porvenir.
Las innovadoras redes sociales son apenas medios de transporte que cargan en sus espaldas tecnológicas el mensaje emitido por los seres humanos. Los robots no controlan a la humanidad.
El barón Roschild asistió a la derrota de Napoleón en Waterloo. Envió una paloma mensajera, a su secretario en Londres, indicándole comprar bonos del tesoro británico e hizo fortuna. El acierto bursátil no fue de la paloma, ni tampoco Zuckerberg sublevó al pueblo egipcio.
Esta moda tecnológica tiene mucho de colonialismo intelectual, pues para la opinión global, los individuos de los países periféricos somos cosa secundaria. En cambio, las tecnologías de la patria central explican todo. Es el mismo efecto milagroso que tenían las ideologías europeas cuando Europa era la luz.
La ponderación inmerecida (enlace con la soberbia) de las redes sociales como actores y no vehículos, hará que quedemos estupefactos cuando en el futuro unos ayatollahs, y no el gerente de Google, tomen el poder en el Cairo y arrasen; como sucedió en Irán en 1978. Por sentirnos sintonizados en el cóctel-party de la tecnología nos desinteresamos de nuestras complejas realidades. La superficialidad reina en el pensamiento mediático actual.
Los cambiantes artilugios tecnológicos (hoy unos, mañana otros), son la quijada del burro que puede servir para asesinar al hermano o para hacer música tondero. Lo eterno es el alma humana que nos seguirá perturbando hasta la eternidad, y es ahí donde hay que insistir, siempre, todo el tiempo y sin cesar.

Publicado en El Comercio, Perú

Imagen: Wael Darwesh/Liberation demonstration, 2010

Wednesday, February 16, 2011

Complace a Gabriel Santander Premio Casa de las Américas


lunes 31 de enero, 09:16 AM
* Declina adquirir compromisos que coarten su creatividad

Por Manuel Bello Hernández

México, 31 Ene. (Notimex).- Convencido de que para llegar a ser un buen autor hay que comprometerse 100 por ciento con las letras, el escritor mexicano Gabriel Santander Botello consideró que ser literato en México representa una tarea difícil que él no quiere ver como una carrera.

Y es que no sólo ser escritor es difícil, también ser campesino, albañil, todo tiene su dificultad, consideró en entrevista el ganador del Premio Casa de las Américas, en la categoría literaria, por su novela "La venganza de las chachas".

El también productor de televisión del programa de música y cultura urbana titulado "Esquizofrenia", se dijo sorprendido y emocionado por haber obtenido el galardón por el mencionado trabajo.

"El premio tiene gran tradición, es importante y para un escritor es muy valioso, pues no se trata de los tres mil dólares y la publicación de la obra, sino lo que cuenta es el prestigio que tiene. Es un premio que tiene que ver con la calidad, el talento y un grado de suerte", consideró.

Tras confesar que el galardón fue como caerle un costal de azúcar, expresó su confianza porque este premio le abra las puertas en varios proyectos.

Autor de seis libros, en su mayoría de poesía: "Didacta para idiotas", "Novias sin lengua", "Utopía del desamor" y "Ladrón de plumas", principalmente, refirió que la carrera del artista, de manera especial la del escritor, es muy incierta.

Al menos así lo vislumbra ahora el egresado en sociología por la UNAM, quien contempla la posibilidad de que escribir obras siga siendo una de sus preferencias.

No obstante, aclaró, "yo no quiero pensar que viviré de eso, porque si mi carrera es esa, me tengo que comprometer con algún grupo o una serie de cosas que al final terminan coartando tu creatividad", dijo.

"Por eso siempre he trabajado no he tenido ninguna beca, éste es el primer reconocimiento y siempre he vivido de mi trabajo como productor o haciendo otras cosas", subrayó orgulloso.

Según él, nunca ha querido vivir de la literatura, pues aunque se podría, al final del día eso piensa que afecta el espíritu de las obras, y esa es una situación muy presente en México, pues la gente (escritores) que vive de la literatura, muchas veces la ve como una carrera y no como algo excepcional, que al final toda obra literaria e importante es excepcional.

En su caso, aclaró, lo veo como algo que hace porque no le queda de otra, pero nada que ver como una carrera, "eso yo lo tengo descartado".

Sobre "La venganza de las chachas", primera novela que ya le dio un premio, indicó que no se trata de un trabajo que tenga que ver con un conflicto entre una ama de casa.

Por el contrario, explicó que es una narración desmesurada, desbordante y gozosamente eximida de las reglas de lo correcto, de la contención, o de las proporciones que se lanza a las peripecias más bien disparatadas de dos mujeres de vidas erráticas y de un niño asombroso que oscila entre la genialidad y la simple inadaptación.

"Se trata de una historia que sucede en un lugar imaginario que se llama los Estados Unidos del Bajío, que bien pudiera ser México o no. De manera que es un área como neutral", dijo.

Reveló que haber escrito esta novela inspirado en la ciudad ficticia en donde la serie de televisión de dibujos animados estadounidense Los Simpson está ambientada.

"Es como la ciudad donde habitan Los Simpson pero región cuatro. Y es ahí donde suceden las peripecias de dos mujeres erráticas que quieren a un niño que se llama Bertín y cuya mayor ilusión es escribir musicales.

"Pero este niño es complicado porque supuestamente es bipolar pero no es lo es, sino un chantaje. Y en ese marco se desarrolla la historia, es un poco difícil contar, pues el chiste de este trabajo es el lenguaje mismo", explicó.

El jurado, integrado por Roberto Burgos Cantor, de Colombia; Claudio Ferrufino-Coqueugniot, de Bolivia; Martín Kohan, de Argentina; Andrea Jeftanovic, de Chile, y Rogelio Riverón, refirió que la obra de Santander presenta un mundo carnavalesco y expresionista que se deja iluminar por un lenguaje brillante.

Novela que propone una espacio híbrido en el plano del territorio y del lenguaje, dando cuenta de una condición contemporánea, a la vez que utiliza un humor feroz que revela y potencia las acciones.

Tuesday, February 8, 2011

RECURSOS DE DIOSES/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

Durante años tuve la convicción de que el oficio de escritor era uno de los más apacibles del mundo, rodeado siempre de recogimiento e inclinado a un territorio de intimidad delimitado por los amigos, unos pocos libros, los amores, que servía de ancla para la comprensión del vértigo de la realidad.
Así, la época que encontraba mi pan comer en labores jurídicas, terminadas las jornadas, corría al refugio donde la escritura salvaba cada uno de mis días.
Si bien la lectura de los escritores mayores mostraba un paisaje de rutinas aplicadas: los salones nocturnos por los cuales revoloteaba Proust y extraía sustancias para su inmensa novela; el retiro en la granja con sus caballos de Faulkner; las caminadas de Joyce a la librería y a dictar sus clases; el ritual que me seducía era el del personaje de Cien años de soledad que se encierra a interpretar pergaminos. O fabricar pescaditos.
Esos estados de permanente conexión con uno mismo, indagando el infinito interior del ser humano, no sé en cuál momento se interrumpieron. Como si un Dios envidioso de la bella inutilidad del oficio de escribir no hubiera soportado más los celos. A lo mejor le resultaba insoportable que unas mujeres y hombres se dedicaran a escribir historias que después se reproducían como cartas sin dirección y de las cuales no se espera respuesta. Esa indiferencia ante las cartas no respondidas lejos de ser una conducta de reprochable orgullo, es la señal de que las novelas y los cuentos y los poemas una vez lanzados al mar de su época ya no pertenecen a nadie. Su designio se cumple con su escritura. Y esa escritura se vuelve parte de los bienes espirituales de una lengua, de una comunidad.
Son muchos los pretextos, la mayoría nobles, que obligan al escritor a abandonar su mesa de escritura, de ocio, de alegrías y desfallecimientos, de hallazgos y vergüenzas. Y debe de existir algo digno de meditación cuando integrantes de una sociedad quieren escuchar a los escritores de literatura más allá de lo que mejor hacen: escribir. Entonces a la posibilidad de leer se le agrega la necesidad de hablar. Y es probable que los anfitriones de estas ocasiones hayan percibido que el texto literario tiene una sustancia de libertad que cuando no está se frustra la historia, ingresa al inventario de los descalabros. Esa libertad quizá sea el fundamento de la curiosidad o el interés por oír. Como si los escritores no hicieran otra cosa que buscar la quinta pata del gato.
Todas las veces en que debo participar en las modestas vanidades del mundo de los bienes culturales me hago igual pregunta: ¿ qué puedo sumar a lo ya escrito ? Y recuerdo la respuesta de Alejo Durán cuando viajaba para Valledupar y le pregunta una ventera: ¿ y qué va a hacer en el festival ? Él responde : ¡a exhibirme!
Esa condición ambigua del vocablo de acepción universal, mostrar, arrastra en el Caribe el significado de ponerse en ridículo. Este último fue usado con cruel eficacia por las muchachas para poner distancia con los pretendientes osados. Decían:
¡ quedaste exhibido ¡ Allí vamos, cada quien con su canción.

Publicado en El Universal, Colombia

Imagen: Francis Bacon/Figure Writing Reflected in a Mirror, 1978

Monday, February 7, 2011

El pintor francés Paul Gauguin (1848-1903)/En busca del paraíso perdido


Pedro da Cruz

COMO EN EL caso de otros artistas sus obras han sido analizadas desde numerosos puntos de vista durante varias décadas, y cíclicamente son revisadas por académicos y curadores que intentan aportar nuevos elementos sobre ellas, la vida y obra de Paul Gauguin (1848-1903). Ahora conforman el hilo conductor de la exposición "Gauguin: Maker of Myth" (Constructor de mitos), organizada por la Tate Modern de Londres en colaboración con la National Gallery de Washington D.C., con catálogo
impreso de la Princeton University Press.

La tesis principal de la curadora Belinda Thomson está basada en la revelación de las "estrategias narrativas" utilizadas por Gauguin para darle un carácter mítico a su personalidad y papel de creador. El análisis e interpretación de la tarea de autopromoción del artista, desarrollada según Thomson de forma sistemática a lo largo de décadas, sería fundamental para comprender el desarrollo del arte de Gauguin, tanto la elección de motivos, como la búsqueda de nuevos entornos geográficos.

Gauguin ha sido generalmente caracterizado como una de las figuras descollantes del grupo de artistas llamados posimpresionistas, y su obra como precursora del modernismo de principios del siglo XX. Entre otros elementos influyen la visión no realista de la naturaleza, la liberación del color, y la inclusión de la energía y la expresividad del arte llamado "primitivo". Según una visión contemporánea aportada, entre otras disciplinas, por los estudios poscoloniales, a Gauguin también se lo puede enmarcar en el contexto de la historia del colonialismo occidental y los intercambios culturales, e incluso del actual turismo global. Razones por las que Thomson entiende que el artista y su obra tienen aún mucho por aportar a la cultura de comienzos del siglo XXI.

EL INCA EUROPEO. Gauguin nació en París, como segundo hijo del periodista Pierre Guillaume Clovis Gauguin y Aline Marie Chazal, hija de la escritora y activista política de ascendencia peruana Flora Tristan, pionera de los movimientos feministas contemporáneos. Empujados al exilio a causa de la Revolución de 1848, la familia viajó a Perú, donde fueron acogidos por familiares. Gauguin vivió en Lima los primeros cinco años de su vida, un hecho que, sumado a su ascendencia peruana, años más tarde le serviría para definirse como un "salvaje", lo que explicaría la orientación de su arte y su modo de vida no convencional.

Pero el camino de Gauguin para lograr una vida libre de las imposiciones de la sociedad burguesa sería largo. Luego de estudiar en Orleáns y París, en 1865 se enroló en la marina mercante, y luego hizo el servicio militar en la Armada Francesa. En 1872 dejó la marina para comenzar una carrera como corredor de bolsa, y al año siguiente se casó con la danesa Mette-Sophie Gad. En esta época se convirtió en un "pintor de domingo", y gracias a cierta bonanza económica comenzó a coleccionar obras de arte contemporáneo, entre otros de Camille Pisarro. Éste fue luego su maestro de pintura y el nexo con las vanguardias artísticas, que resultó en que participara en cuatro de las exposiciones anuales (1879-82) organizadas por los impresionistas.

La doble vida llevada por Gauguin, que oscilaba entre la respetabilidad social y la vida de la bohemia artística, tuvo un abrupto final en 1882 con el quiebre de la bolsa de valores, que lo impulsó a tomar la decisión de dedicarse exclusivamente a la pintura. La caída del estatus social y económico de la familia llevó a que en 1884 Mette-Sophie Gad decidiese retornar a Dinamarca con los hijos del matrimonio: una niña (Aline) y cuatro varones (Emil, Clovis, Jean-René y Paul Rollon). Gauguin se reunió con su familia en Copenhague, pero a los pocos meses regresó a París con su hijo Clovis.

Entonces Gauguin comenzó a proyectar la construcción de su imagen de artista no convencional y cuestionador de las costumbres a un entorno receptivo, que funcionaría como caja de resonancia y reproductor de los mitos personales del pintor.

BRETAÑA Y EL TRÓPICO. En el verano de 1886 Gauguin viajó a la pequeña localidad bretona de Pont-Aven, donde se integró a una comunidad de artistas, entre los que se contaba Charles Laval. Impulsado a viajar a Bretaña por razones económicas, ya que la vida allí era más barata que en París, Gauguin fue rápidamente cautivado por el pintoresco paisaje y las arraigadas tradiciones populares.

De regreso en París, decidió viajar a Panamá para vivir allí como un "nativo". En 1887 Gauguin y Laval se embarcaron, y luego del arribo trabajaron en la construcción del Canal de Panamá para poder pagarse el pasaje a Martinica, destino final del viaje. Durante los cuatro meses que Gauguin estuvo en la isla francesa se enfermó de disentería y malaria, a pesar de lo que pudo pintar una serie de obras que son consideradas ejemplos de un cambio radical de orientación.

Hasta entonces el estilo de Gauguin era impresionista, el que abandonó para practicar una pintura de carácter planista, con un tratamiento no realista del color, y formas definidas por marcados contornos. El cambio no fue solamente un hecho plástico, sino que estuvo íntimamente relacionado con el comienzo de la construcción de una nueva imagen, la del artista "salvaje", que Gauguin iba a desarrollar de ahí en más. En carta dirigida a su esposa escribió: "Debes recordar que tengo una naturaleza dual, la del indio y la del sensible hombre civilizado. El último ha desaparecido, lo que permite al primero tomar la delantera."

Las obras pintadas por Gauguin en Martinica son paisajes ideales, con rojos y verdes brillantes, con contadas figuras humanas, una imagen del estado original de la naturaleza que concordaba con la creación de los mitos personales del artista. La realidad era bastante diferente, ya que en la colonia francesa se había producido una mezcla racial, expresada en el sincretismo entre el francés y lenguas africanas del idioma popular, el créole, y de una población con un importante componente de descendientes de esclavos africanos, así como de trabajadores llegados de China e India.

CRISTO SUFRIENTE. Luego de su regreso a Francia, Gauguin volvió a Pont-Aven a comienzos de 1888. Allí se convirtió en la figura principal de un grupo de artistas, entre otros Émile Bernard y Paul Sérusier, que sería llamado Escuela de Pont-Aven, corriente caracterizada por un estilo planista y expresivo inspirado en el nuevo estilo de Gauguin. En carta a su colega y amigo Émile Schuffenecker (en cuyo taller trabajaba cuando estaba en París) Gauguin escribió: "Amo Bretaña. Aquí encuentro lo salvaje y lo primitivo."

La nueva orientación de Gauguin, tanto estilística como personal, se afirmó en las obras que pintó entre 1888 y 1890, entre las que se destacan dos con motivos religiosos: Visión del sermón (Jacob luchando con el ángel) (1888) y Cristo amarillo (1889). En la primera un grupo de mujeres bretonas presencia en compañía de un sacerdote la materialización de una escena bíblica, posiblemente el tema del sermón que había sido leído en la misa precedente. La segunda obra muestra un grupo de mujeres bretonas a los pies de un Cristo crucificado, con rasgos hieráticos que recuerdan el arte popular y primitivo.

Otro grupo de obras pintadas entonces por Gauguin está compuesto por autorretratos, en los que agrega a su figura significados heroicos y religiosos. En Autorretrato. Los Miserables, (1888) el artista se identifica con el héroe de Los Miserables de Victor Hugo, Jean Valjean, quien fue rechazado por la sociedad debido a un crimen menor. En Autorretrato (1889) Gauguin pintó sobre su cabeza un halo similar al que tradicionalmente se usaba en las figuras de santos, y en Cristo en el Jardín de los Olivos (1889) los rasgos faciales de Cristo son similares a los de Gauguin, recurso que ya había usado en la figura del sacerdote que aparece en la mencionada Visión del sermón. En Autorretrato con Cristo amarillo (1890) el fondo de la obra está compuesto por una parte de Cristo amarillo a la izquierda y un objeto primitivo a la derecha.

Gauguin también destacó la diferencia de su personalidad en comparación con las de algunos de sus colegas. En octubre de 1888 había viajado a Arles a pedido de Vincent van Gogh, cuyo hermano Theo había comenzado a comprar obras a Gauguin. Durante los dos meses que éste permaneció en la llamada Casa Amarilla la convivencia no fue fácil, y finalizó con el turbulento episodio durante el que van Gogh se cortó parte de una oreja. Al día siguiente Gauguin, luego de un interrogatorio policial, viajó a París, desde donde le escribió a Bernard: "Vincent y yo no coincidimos en casi nada, y especialmente nada en pintura… Él es romántico, mientras que yo me inclino más hacia el estado primitivo."

ARCADIA OCEÁNICA. Cuando Gauguin retornó a Pont-Aven, encontró el lugar desbordado de turistas, por lo que eligió establecerse en el aislado pueblo de Le Pouldu. En ocasión de la Exposición Universal de 1889 en París, para la que se construyó la Torre Eiffel, Gauguin, Bernard y Schuffenecker expusieron obras en el Café Volpini, un local dentro del área de la exposición. Los ambientes exóticos de los pabellones de países lejanos, en los que se construyeron "cuadros vivientes",
reconstrucciones de aldeas en las que nativos de diferentes lugares aparentaban hacer su vida diaria, reavivaron la idea de Gauguin de viajar a lugares alejados de la civilización occidental en busca del idilio tropical. Consideró viajar a lugares tan diversos como Tonkin (hoy en el norte de Vietnam), la isla de Madagascar, y Tahití en Oceanía.

Luego de viajar a Copenhague a despedirse de Mette-Sophie y sus hijos (sería la última vez que los vería), Gauguin se embarcó en Marsella rumbo a Polinesia. En junio de 1891 llegó a Papeete, capital del archipiélago de Tahití, donde se estableció en el ambiente de la administración francesa del territorio. Inmediatamente se percató de que allí no encontraría el edén con el que soñaba, ya que, a consecuencia del colonialismo francés, la sociedad originaria había cambiado radicalmente. Poco después abandonó Papeete y se estableció en la localidad de Mataiea.

Gauguin continuaba manteniendo viva la idea de las contrariedades que le provocaba su vocación. En carta a su esposa escribió: "Soy un gran artista, y lo sé. Es por eso que he aguantado tanto sufrimiento." En su nuevo entorno retomó la vida de artista "salvaje", y se propuso rescatar los antiguos mitos locales que consideraba podían perderse para siempre. Estudió la antigua mitología local, y realizó bocetos de figuras de ídolos y otros objetos tribales que encontraba en sus recorridas. Un
mundo de formas de significado mitológico y mágico que integró a su pintura.

Una de las primeras obras que Gauguin pintó en Tahití fue Ia Orana Maria (Ave María, 1891), en la que aplicó la simbología cristiana a la población local. Una mujer lleva a un niño en sus hombros, ambos con halos sobre sus cabezas, mientras que otras dos mujeres unen sus manos como en un rezo frente a un frondoso paisaje tropical. En los años siguientes pintó innumerables obras en las que incluyó figuras de ídolos locales, entre otras Parahi te marae (El lugar del templo, 1892) y
Mahana no Atua (Día de Dios, 1894).

Ídolos y espíritus aparecen también en una serie de obras en que jóvenes mujeres, con muchas de las cuales convivió, fueron retratadas desnudas, ya sea acostadas en la cama, como en Manao tupapau (El espíritu de la muerte vela, 1892), o rodeadas de vegetación, el caso de Parau na te Varua ino (Palabras del Diablo, 1892).

El mito de la vida salvaje, alimentado por imágenes que reflejaban una sexualidad permisiva, alcanzó París, donde Gauguin trataba, con diferente éxito, de vender sus obras. Pero las dificultades económicas y de salud se volvieron acuciantes, por lo que en 1893 decidió pedir la repatriación. Durante dos años vivió alternadamente en Bretaña y París, donde le diagnosticaron que sus quebrantos de salud se debían a que había contraído sífilis.

En 1895 Gauguin regresó a Oceanía. Luego de unos años difíciles en Papeete, donde incluso fue empleado de la administración local, abandonó Tahití en 1901 y se radicó en la localidad de Atuona en Hiva-Oa, una de las lejanas Islas Marquesas. Allí fue incluso enjuiciado por las autoridades por incitar a la población local a no pagar impuestos. Pero, a pesar de las dificultades, continuó pintando obras con motivos relacionados a las creencias locales, entre otras: Cuentos primitivos y El brujo de Hiva-Oa, ambas de 1902. Gauguin falleció en mayo de 1903 a causa de deficiencias cardíacas provocadas por la sífilis.

ICONO DEL MODERNISMO. Los mitos sobre la personalidad de Gauguin se mantuvieron, e incluso se afianzaron, luego de la muerte del artista. Una de las personas que jugó un importante papel para la trascendencia de la obra que Gauguin realizó durante sus últimos años fue Victor Segalen. Era un médico naval con ambiciones de ser aceptado en los círculos intelectuales de París, que había arribado a Polinesia en enero de 1903. En agosto, tres meses después de la muerte de Gauguin, Segalen
arribó a Hiva-Oa, donde ordenó los manuscritos dejados por el artista y recogió testimonios de las personas que habían acompañado a Gauguin durante sus últimos meses de vida. Luego de un primer remate en el lugar, las restantes pertenencias de Gauguin fueron embarcadas para Papeete, donde a comienzos de setiembre se realizó un segundo remate de obras y efectos personales. Segalen compró varios manuscritos y siete de las diez obras de Gauguin que se remataron.

Durante los años siguientes Segalen escribió varios textos que contribuyeron a la consagración de Gauguin como uno de los artistas más significativos del siglo XIX. La influencia de su obra sobre los jóvenes artistas, que serían miembros de los movimientos modernistas de los primeros años del siglo XX, fue muy importante. En 1903, el mismo año de la muerte de Gauguin, se le realizó un homenaje en el Salón de Otoño, en el que se mostraron ocho de sus obras. Tres años más tarde fue
organizada en el Salón de Otoño una gran retrospectiva que incluyó 227 obras.

Luego seguiría el reconocimiento internacional. En 1910 el artista y crítico Roger Fry organizó en la Grafton Galleries de Londres la exposición "Manet and the Post-Impressionists", con 37 obras de Gauguin, junto a obras de Cézanne y van Gogh. La exposición fue visitada por 25.000 personas durante los dos meses en que estuvo abierta al público. Luego de la aceptación, el interés por los mitos relacionados a Gauguin continuó creciendo de forma imparable, a tal punto que continúa vigente aún en nuestros días.

De El País/Montevideo, Uruguay, 2011

Imagen 1: Paul Gauguin/Ari Matamoe, la Fin royale, 1892
Imagen 2: Paul Gauguin/Etude de chats et une tête, circa 1897