Sunday, June 30, 2013

Llega un momento, o elogio a Neil Young


PABLO CINGOLANI

Resulta que es así. Digamos que es una especie de globalización. De mundialización de los sentimientos. Buenos Aires. Tembladera. Una ciudad grande. Un pueblito. Capital de Argentina. Norte del Perú.  Ambos en el secundario escuchábamos a Charly. A Charly García. Por eso, con Martín –mi amigo de Tembladera, mi amigo del fin del mundo- nos encanta oír siempre la misma canción: Demoliendo Hoteles. Luego del rock, vino la guerra: demoliendo hoteles de verdad. Pero en la música, ya estaba escrito. La buena música es como el destino. No hay nota que desentone. No hay combate del que puedas escaparte. Ya está señalado: suena, aúlla, redobla.
La noche está tan sola que no puede ni fingir. Dejé atrás siete horas de caminata, hasta el abra de Mullimarka. Es un lugar sagrado. Para mí, lo es. Desde allí, lo contemplas todo. Cuando digo todo, digo algo así: la cordillera, antes que nada. Hacia el norte, el Huayna Potosí, un nevado lindo, que siempre parece renacer. Más al sur, se eleva la mole más imponente de todas: el Illimani. Un cerrazo, Una montaña tan fuerte que sólo verla te quita el aliento y te devuelve la vida. Debajo, de un lado, la comunidad de Chojo. Seis, siete casas. La serranía roja. Un tapiz verde, aunque sea invierno. Del otro lado, mi dios, ves toda la hoyada, ves toda La Paz, ves toda la ciudad de La Paz. Brillando como si alguien –un dios- hubiese derramado un manojo de perlas. Ahí, en ese lugar desde donde, te decía y no me vas a dejar que te mienta: lo contemplas todo, todo, todo, elevé mi plegaria en honor a una ausencia –¡Por siempre Lito!- y luego el destino y la música me trajeron hasta aquí, hasta estas palabras, en medio de una noche tan abandonada que ni simular se puede, engañarse menos.
Escucho la voz cascada de Neil Young. Escucho cómo se enhebra, cómo se teje, cómo crece, se enraiza, le nacen ramas, flores, aves llegan a posarse, contrapunteando con el piano y con la armónica. Escucho como canta HelplessPocahontas… Es agua de un arroyo de agua eternamente cristalina. Un arroyo que nacido en Canadá, se derramó por toda la América. Agua que llegó a los Andes. De los Andes, bajó a la llanura. Un día, hacen casi cuatro décadas, la escuché en Buenos Aires. Me enamoró esa voz de ceniza atizada. Aire y fuego: voz enripiada, de piedra que arrastra el agua. Voz que jamás se detiene: fluye. Acudiendo hasta el abra, la escuchaba igual: las aguas del Huacallani eran anticipatorias. Eran la voz de Neil Young –flotaban, fluían, felices- pero en el medio de los Andes, benditos cerros.
La noche sola, se va poblando. Se va habitando de sonidos y de recuerdos. Todas las veces que escuchamos a Charly García. Todas las veces que escuché a Neil Young. Nuestra primera publicación se llamó Llega un momentoComes a time. Un folk rock alegre, cargado de entusiasmo. Su autor era Neil Young. ¿Por qué elegimos a un gringo y no a uno propio? Buena pregunta. Era 1978. Había una dictadura. Mataban a la gente en la calle. Lo poco que se animaban a cantar era críptico. Ese tema te llenaba de alegría. Te convocaba. Llega-un-momento. Vení, jamuy, ¿Lo entendés?
La noche se puebla también de esa convicción: la mundialización –palabra peronista si las hay- de los sentimientos. Nos sentíamos uno. Uno con el mundo. Uno con la música. Uno con el arte que iba a cambiar al mundo. O que ya lo había cambiado. Nosotros no pensábamos. No teorizábamos. Sólo lo sentíamos. Después, vino la guerra. Nuestra propia guerra.
Nosotros, porque todas mis historias tienen nombre y apellido: el “negro” Marcos González Cezer, Fabián Voiro (Q.E.P.D.), mi hermano Juan Esteban y quien suscribe. Mi hermano, desde París, el otro día se acordaba de todo esto, tras que compartimos la noticia de la partida de Pajarito Zaguri.
Uno con el universo. Uno con la justicia. Uno con la belleza. Una confesión: la última vez que sentí lo mismo, vía la música, fue con U2, en los noventa, ya estando aquí, en Bolivia. Volviendo de Cochabamba, en medio de la niebla del camino. Ese temblor compartido. Por eso, tal vez sólo por eso, escucho siempre la misma cuerda: Charly, Caetano, Spinetta, Jimi Hendrix, Led Zeppelin, The Cowboy Junkies. Escucho siempre a Neil Young. Lo escuché en el agua del arroyo que crucé para empezar a subir ladera arriba.
Desde el abra de Mullimarka, también se ve Río Abajo: a lo lejos, los huaycos geológicos de Avircato, más cerca, las casas de Jupapina, la casa donde vivimos incluida, tan chiquita, como un wayruru. De frente y arriba, está la comunidad de Ayma, llana y agreste; a un costado, todo el valle hermoso de Achocalla; encima, se insinúa El Alto. Es un lugar sagrado. Para mí, lo es. Como la música. Como la música de Neil Young. Como la noche que se va habitando. Con ese piano y con esa armónica. Con esa voz. Para mí, lo es.

Río Abajo, 28 de junio de 2013

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Fotografía: Neil Young en concierto

Saturday, June 29, 2013

Castigo sin crimen


MONIKA ZGUSTOVA

Este mes de marzo se cumplen 60 años de la muerte de Stalin. Su agonía fue poco envidiable: su hija Svetlana describe en sus memorias que durante horas su padre se ahogaba en una ronquera porque no podía respirar. Ninguna pastilla, ninguna inyección le alivió en sus últimos momentos porque su médico personal, el único en el que confiaba, se encontraba encarcelado: en su paranoia, Stalin había ordenado, tiempo atrás, que lo detuvieran y no permitió que le tratara ningún otro doctor. De modo que, jadeando, roncando, con el rostro azulado, tras haberse incorporado en la cama y haber recorrido a todos los ministros presentes con una mirada llena de odio, Stalin falleció. “Tuvo la muerte que se merecía”, concluyó su hija.
Al igual que Franco, que semanas antes de su muerte aún firmó sentencias de muerte, también Stalin tuvo su canto del cisne. Cinco años antes de morir llevó a cabo una gran represión, la segunda tras la extensa purga que había tenido lugar 10 años antes. Millones de personas fueron detenidas en los años 1947-1948, en una época en la que, tras una guerra felizmente ganada, el país empezaba a respirar y parecía iniciar una nueva vida. Varios millones —las cifras difieren según las fuentes— de personas murieron en las cárceles y en los gulags, víctimas de esa última ola de represión ya en la posguerra.
Durante mis viajes a Rusia quise conocer a algunas víctimas del terror estalinista y tuve la oportunidad de conversar con ellas. Esos antiguos represaliados son hoy hombres y mujeres mayores de 80 años. Según me informaron en el Memorial de Moscú, una institución para la memoria histórica que subsiste con ayudas privadas y del extranjero, las mujeres padecieron las mismas condiciones infrahumanas que los hombres. ¿Cómo puede una mujer sobrevivir años en esos desiertos siberianos de viento y hielo y a 14 horas de trabajo duro día tras día? Esa era una de las preguntas que hacía a las supervivientes del gulag cuando las visitaba en sus modestos hogares en la periferia de Moscú.
Curiosamente, la mayoría de las mujeres que sobrevivieron a los campos de trabajos forzados eran aquellas a las que habían encarcelado injustamente. A ese grupo pertenecían las presas políticas: las que alguien había delatado, inventándose motivos políticos, el espionaje era la acusación más frecuente, para conseguir su piso o su puesto de trabajo; sin juicio alguno se las enviaba al gulag como mano de obra gratuita. Las delincuentes no soportaban a las presas políticas porque estas últimas eran inocentes y en la jerarquía del gulag pertenecían a la categoría más alta. Aunque maltratadas por las delincuentes, las mujeres que eran conscientes de su propia inocencia poseían una mayor fuerza interior para aguantar el infierno del campo.
Dibujar con un trozo de piedra, confeccionar adornos con las espinas del pescado que se encontraban en el rancho, hacer teatro en las obligatorias celebraciones de las fiestas comunistas: todo eso ayudaba a sobrevivir. Los libros estaban prohibidos, al igual que los instrumentos musicales. Las que aprendían el arte de mirar más allá de la suciedad del campo y de las alambradas descubrían el brillo de la nieve y el bajo sol rojo siberiano que se reflejaba en ella; esas presas tenían más capacidad de supervivencia que el resto, al igual que las que se aseaban y “planchaban” su único par de pantalones entre el colchón y el catre a la llegada al barracón tras la extenuante jornada laboral.
Para mi sorpresa muchas exprisioneras me contaron que si volvieran a vivir, querrían revivir un tiempo en el gulag: en la libertad nunca más conocieron una amistad tan indestructible, un amor tan apasionado. Las emociones fuertes, positivas y negativas, que experimentaron en el gulag convirtieron la vida fuera del campo en insípida. Una vez en libertad les costó adaptarse a las alegrías cotidianas: las tiendas elegantes y los restaurantes de moda les parecían algo superfluo y banal; por eso sus relaciones con los que no habían pasado por la misma experiencia eran dificultosas y muchas se casaron con antiguos presos.
¿Cuál era el castigo más duro de todos?, pregunté a las ancianas. ¿Podía haber algo más temible que pasar días y noches, hambrienta, en una helada celda de castigo sumida en la oscuridad? Sí. Hubo algo más refinadamente cruel. A Elena Markova, que este año cumple 88 años, la enviaron a Siberia a construir un muro con pesadas piedras: un día tenía que construir y al día siguiente le ordenaban que destruyera lo erigido; y así una y otra vez. En la inutilidad de un trabajo sobrehumano consistía la mayor tortura de todas las que las ancianas me contaron.
Los dioses de la antigüedad griega castigaron de modo parecido a Sísifo por haberse burlado de ellos. Los dictadores modernos se inspiran en los castigos de esos dioses pero difieren en lo sustancial: los dioses sólo castigaban a los culpables, mientras que los tiranos contemporáneos castigan a los inocentes.
Monika Zgustova es escritora. Acaba de publicar la novela La noche de Valia (Destino) que habla de las prisioneras del gulag
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De EL PAIS, España, 17/03/2013
Fotografía: Prisioneros del Gulag

Thursday, June 27, 2013

Los hijos de Gengis Khan


VALERI POLIGAEV

Quedarse sin monedero y sin cámara de fotos en Kizil no es tan complicado: la capital de la República de Tuvá se parece a cualquier ciudad europea llena de inmigrantes y turistas. Sin embargo, en una comisaría de policía occidental difícilmente podrían encontrarse chamanes pasando tiempo en la cola leyendo el futuro con piedras.
En agosto hace calor y se siente la humedad incluso por las noches. Dentro de poco será el día Naadym: la fiesta de los ganaderos para la que Tuvá se prepara durante todo el año. De la 'Dungura', una organización religiosa de chamanes que está enfrente de la comisaría de policía, sale un joven chamán con una capa con lazos, un sombrero con plumas y unos vaqueros desgastados. Va salpicando leche por todas partes. En Kizil apenas quedan chamanes viejos, todos se han ido a los pueblos.
“¿En qué cree la gente en la actualidad? Creen en el dinero, en Dios, en monjes y en los chamanes, - dice uno de ellos mientras da una calada a su cigarrillo, - creen en todo menos en la Tierra. Nadie se acuerda de ella y, en realidad, es en ella en la que hay que creer, a la que hay que querer, sólo en la Tierra, la madre de la naturaleza. Mírala, es tan bonita...”
En el pequeño territorio de Tuvá, cálidos desiertos se combinan con sierras sin fin. Puede llegar a nevar en verano y sus lagos están llenos de peces. Aquí pastan camellos como si estuviesen en Arabia y renos como si se tratase del Extremo Norte.
Fuente: Andrei Shapran
La distancia en el mapa y en la realidad son dos cosas totalmente diferentes. Lo que en el mapa parece un pequeño territorio, en la realidad puede convertirse en toda una aventura: para cruzar esta república hay que pasar del camión a la barca, ir a caballo, pasear por el bosque, galopar por las vastas estepas y ascender a picos rocosos. Es quizás por eso por lo que los ríos de Tuvá estás repletos de preciosos peces y existen lagos únicos, vírgenes, en los que apenas puede verse la huella del hombre. 

Acontecimientos y fiestas

A finales de enero y principios de febrero tiene lugar el Shagaa, o año nuevo lunar. La tradición marca que se debe ordenar la casa y la fiesta no comienza por la noche, sino por la mañana con el primer rayo de sol. Se organizan bailes, juegos, deportes y lucha 'Juresh'.
En julio tiene lugar el Chadan, festival internacional de música en vivo y fe 'Ustuu-Juree'.
En agosto se celebra la fiesta tradicional de los ganaderos 'Naadym', acompañada por competiciones de saltos a caballo, tiro con arco y lucha 'Juresh'.
A la celebración de 'Naadyma' llegan a Tuvá visitantes de diferentes puntosdel planeta, aunque para esta república cualquier punto de población fuera de sus fronteras se considera lejano: Kizil es el centro geográfico de Asia.
Guerreros corpulentos y curtidos por el sol, con el vientre desnudo, hacen cola a la espera del 'devigui', una danza en honor al símbolo de la agilidad y la fuerza: el águila sagrada.
La tradición consiste en luchar con el vientre y el pecho descubiertos con la única condición de que las mujeres no pueden participar. Sombreros con puntas doradas, calzones de color celeste con piedrecitas blancas, toreras rojas y botas de piel: esa es la ropa tradicional que llevan los luchadores de Juresh y que han empezado a llamar 'Juresh wrestling', especialmente para los turistas.
Los extranjeros van a Tuvá para conocer la cultura de la zona: “Es el segundo año que vengo aquí – explica el francés Charles, - me gusta la cultura local: el canto de garganta, los budistas, los chamanes... Es como si fuese el Tíbet en Rusia y, de hecho, es algo totalmente único”. 
En esta república se dice que un auténtico tuvano debe saber luchar, montar a caballo y matar un cordero.  Para este pueblo el caballo es más que un medio de transporte, también es un animal valioso por su carne, su piel y su crin.
Los habitantes de Tuvá descansan, duermen, comen y viven a caballo: un nómada puede permanecer montado en su silla de sol a sol sin bajarse del caballo. Por cierto, la silla de montar no es un elemento fundamental, puede prescindirse de ella. Un caballo acompaña a su dueño desde que nace hasta su muerte para que tenga en qué ir en el otro mundo.
En la actualidad solo quedan unos 200.000 tuvanos. Los carteros locales, una de las figuras más respetadas en esta república, se ríen: “Dentro de poco los incluirán en la lista de especies en extinción y los llevarán a diferentes países para enseñarlos: ¡miren, los últimos tuvanos, una raza extraña! Prohibida su caza...”.
Este pueblo conserva sus tradiciones y sus creencias ancestrales. “El oso es pariente del ser humano y es capaz de sentir vergüenza. Las mujeres cuando se encuentran con él deben desnudarse para que éste se aleje de ellas a causa de la vergüenza que siente...”
Uno de los más importantes chamanes de la República de Tuvá es Mongush Kenin-Lopsan, poseedor del título de “Tesoro vivo de los chamanes” otorgado por el Fondo Americano de Investigación de los Chamanes.
Mongush es la viva encarnación de generaciones de chamanes siberianos que aprendieron a sobrevivir y a conservar sus tradiciones durante la Unión Soviética. El chamanismo y la época stalinista fueron una unión realmente sorprendente. Los chamanes se llamaban a sí mismos científicos y etnógrafos y llevaban a cabo diversos rituales para sí mismos, e 'imitaciones' de los rituales para el gobierno soviético.
“Cuando fui por primera vez a EE UU enseguida me ofrecieron quedarme en San Francisco. Allí hay muchas personas a las que les interesa el chamanismo. Tuvo lugar el congreso, vinieron unos 500 chinos. Me prometieron la nacionalidad estadounidense. Yo pensé: '¿esto cómo puede ser?', pero un amigo me explicó que si aceptaba, todo mis conocimientos y cultura pertenecerían a los EE UU. Y yo, tranquilo y educadamente la rechacé”, explica el Hombre del Siglo de la República Tuvá, Mongush Kenin-Lopsan en una recepción a la que cualquier persona puede tener acceso sin gran esfuerzo.
Al este de Kizlil, cerca de la frontera con la República de Altái,  en medio de la estepa puede verse una estatua que recibe el nombre de 'Gengis Khan'.
Se encuentra no muy lejos de la montaña de Bizhigtig-Jai desde hace más de 1.200 años. La escultura no tiene ninguna relación con el mítico guerrero, del mismo modo que tampoco la tiene el camino que va al valle de Chaa-Jolskoi y que recibe también el mismo nombre.
Pero los lugareños no lo tienen tan claro y creen que existe relación entre estos nombres y su legendario antepasado: el gran Gengis Khan.
Cómo llegar
En avión desde Moscú hasta Krasnoyarsk o Abakan. De allí cada día puede tomarse un autobús desde las plazas centrales. En verano, desde Abakan existe la posibilidad de viajar en un autocar turísticos. El viaje en autobús dura unas 12 horas.
Qué comer
En Kizil es posible comer bien en cualquier lugar. Los habitantes de Tuvá comen mucha carne por lo que los vegetarianos lo tienen difícil. Vale la pena probar el 'araka' o vodka de leche, que es una de la bebidas nacionales. Se trata de una bebida con un 20% de alcohol. También es conocido el Jan: tripas de oveja hervidas en una olla con cebolla. La bebida preferida de los lugareños es el té verde hervido en una olla en la que se añade sal y leche.
Dónde alojarse
En Kizil es mejor alojarse únicamente en los hoteles del centro. Los precios no son demasiado altos, rondan los 15 euros por persona.
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De RUSIA HOY, 09/11/2012

Aventureros argentinos recorren Siberia en moto


Robert Livingston
Los aventureros son tipos fácilmente seducidos por la adversidad, atraídos por las dificultades lo exótico y desconocido, y en los tiempos que vivimos, hay cada vez mas búsqueda por el confort, los dispositivos inteligentes están presentes cada minuto de nuestras vidas y la red de redes responde todos los problemas y dudas, sin necesidad de salir de casa.
En este escenario, algunos aventureros sobreviven, y en silencio, continúan con sus proyectos. Los Piyus forman parte de este círculo de personajes que con sus aventuras en moto, nos hacen volar y nos sitúan en parajes inhóspitos, trayectos impensables, sacrificios extremos y rutas míticas, sin salir de nuestra rutina diaria.
Los Piyus no son personajes de una novela, ni protagonistas de algún videojuego; cada vez que pueden, suben a sus motos y pretenden transitar por las rutas del planeta por pura pasión y en busca de la adrenalina que los mantiene vivos. Son un grupo de veinte amigos argentinos que comparten juntos desde hace más de una década, un estilo de vida que los ha llevado hoy, a dar la vuelta al mundo en moto. Todos juntos.
En junio de este año van a desembarcar en la ciudad de Magadán, un puerto cerca de la península de Kamchatka, en Rusia, donde recibirán las 17 motos que enviaron por barco desde Alaska, luego de haber concluido con la primera parte del viaje que empezó en Buenos Aires. Allí también estará la camioneta de apoyo y todo el equipo necesario que los acompaña desde el inicio.
El siguiente objetivo es llegar a las estepas de Mongolia, luego de recorrer la Ruta de los Huesos, tristemente célebre porque su construcción se llevó la vida de alrededor de un millón de almas, la mayoría presos políticos de la era Stalin. La leyenda dice que los cadáveres de quienes cayeron durante su construcción fueron sepultados en la misma traza y es lo que le dio su nombre al camino, que atraviesa 2.000 kilómetros en Siberia, una de las regiones más inhóspitas y frías del planeta.
Serán más de 5.000 kilómetros de caminos sin asfaltar en 17 días recorriendo parte de Rusia y Mongolia.
No han sido muchos los que se atrevieron a recorrer este camino en moto, ya que los deshielos brutales han barrido con puentes y es casi intransitable durante casi todo el año. Se ha convertido en mítica por las características de su construcción, por haber unido lugares remotos y porque hoy es aún menos transitada por encontrarse abandonada, ya que se ha construido un camino alternativo, dejando un trozo de historia siberiana de lado.
Es probablemente la primera vez que un grupo tan numeroso de motociclistas recorre este camino y también la primera vez que sean un grupo de argentinos los que encaran este desafío que además estará condimentado con la presencia de lobos, osos salvajes del tamaño de un auto pequeño, incomunicación total, falta de servicios y recursos, miles de kilómetros a la redonda deshabitados y la inseguridad propia de lugares tan vastos y desamparados.
Este es el reto y las cartas están dadas, ahora es el turno de Los Piyus de jugar.
Robert Livingston es miembro de Los Piyus
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De RUSIA HOY, 23/06/2013

Wednesday, June 26, 2013

Eichmann en Jerusalén: 50 años después


El pasado viernes se estrenaba la última película dirigida por Margarethe von TrottaHanna Arendtun biopic sobre la mujer que desglosó en el imprescindible Los orígenes del totalitarismo (1951) las raíces políticas y filosóficas del nacional-socialismo y del comunismo soviético. En la fecha de su publicación, Los origenes del totalitarismo abrió una brecha en el pensamiento político de tal magnitud que cambió la manera de concebir la acción de los Estados, el valor de la democracia representativa y el espacio que ocupan los ciudadanos en ella. Su principal novedad residía en dotar de categoría filosófica al papel del Estado y su relación con las masas, perfilando un sistema político burocrático, un régimen en el que todas las cosas se tornaban públicas, anulando cualquier autonomía del individuo y cualquier identidad política que no fuera la del Estado.
Hannah Arendt fue una pensadora alemana con un discurso que fluía a contracorriente de la dirección marcada por los partidos, ya fuera la democracia cristiana de Konrad Adenauer o la socialdemocracia de Billy Brand. Exiliada en los Estados Unidos y discípula de Martin Heidegger, con el que mantuvo una relación sentimental y al que nunca atacó públicamente, pese a su incontestable aportación a los dogmas del nacional-socialismo, su obra se entendió como una aportación ideológica al imperialismo norteamericano (hay todavía quien afirma que Hannah Arendt fue poco menos que un agente de la CIA) y a la complejidad ideológica que sostenía la guerra fría. No obstante, la lectura de sus textos exuda permanentemente el compromiso político y social de una mujer inconformista capaz de cuestionar cualquier planteamiento que vulnere una idea extremadamente sencilla: el valor de la política como instrumento para el progreso, la transformación social y la protección de la dignidad humana.
El retrato de Margarethe von Trotta se estrena en los cines cincuenta años después de que Hannah Arendt publicase Eichmann en Jerusalén (1963), el relato de uno de los juicios más importantes para la historia del derecho internacional, sin el cual no se puede entender el verdadero sentido de los crímenes contra la humanidad, el imperio del Mal en la vida cotidiana de los funcionarios y los ciudadanos del Tercer Reich, el concepto de Estado criminal, o el alegato a favor de un estatuto propio para los tribunales penales internacionales.

Hannah Arendt en Jerusalén

1359401307_892113_1359405625_sumario_grandeHannah Arendt, interpretada en la película por Barbara Sukova, acudió como corresponsal a Jerusalén para narrar en la revista New Yorker el proceso penal que el Estado de Israel iba a celebrar contra Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS, uno de los mayores criminales de la historia, colaborador necesario y, por lo tanto, coautor en la deportación y exterminio de seis millones de judíos desde 1941 hasta 1945.
Cuando Hannah Arendt aterrizó en Jerusalén, Adolf Eichmann preparaba su defensa desde una celda, a la espera de que tuviera lugar el juicio que lo condenase definitivamente a la horca. El teniente coronel de las SS había sido secuestrado por los servicios secretos israelíes mientras vivía en un suburbio de Buenos Aires, oculto hasta entonces bajo el nombre de Ricardo Klement y también bajo la apariencia de un soltero, católico y apátrida de treinta y siete años de edad, siete menos de los que en realidad contaba. Para Hannah Arendt, presenciar y narrar el juicio contra Eichmann suponía poner a prueba sus ideas sobre el totalitarismo en un momento, un espacio y un hombre concretos, un proceso donde volverían a revivirse todas las pesadillas del pasado y volverían a recordarse a todo sus protagonistas. HitlerHimmlerHeydrichGoeringHess y todo el pueblo alemán saldrían a escena en una sala convertida poco menos que en un anfiteatro donde se iba a escenificar la gran tragedia del siglo XX. Y es que Eichmann no sólo era un individuo que había participado en el mayor crimen de la historia contra los judíos: era el hombre que, a los ojos de quienes le juzgaban, representaba a millones de alemanes que habían participado en el mayor genocidio contra el pueblo judío en toda su historia. Precisamente ésta fue la primera gran crítica que Hannah Arendt dejó anotado al inicio de su crónica. El deliberado propósito del fiscal Hausner de relatar los hechos únicamente desde el punto de vista judío deformó la realidad, incluso la realidad judía. Las palabras del primer ministro israelí David Ben Gurión al poco de conocerse el secuestro de Eichmann abundaban en este sentido: «Queremos dejar bien sentado ante todas las naciones que millones de personas, por el solo hecho de ser judíos, y millones de niños, por el solo hecho de ser niños judíos, fueron asesinados por los nazis. […] Queremos que la opinión pública sepa que no sólo la Alemania nazi fue la culpable de la destrucción de seis millones de judíos europeos».
El juicio contra Eichmann se convirtió en una sucesión de relatos atroces. Como afirma Hanna Arendt al comienzo de su libro, «la acusación se basó en los sufrimientos de los judíos, no en los actos de Eichmann». Aun así, esta gravísima circunstancia no impediría a la pensadora alemana elaborar su propio fallo político y moral, no sólo de Eichmann (a quien, obviamente, declaró culpable y merecedor de la muerte por haber colaborado en la comisión de crímenes horrendos), sino de todo Occidente (los alemanes, los nazis, la resistencia, los judíos, los gobiernos del resto de países), por los crímenes que se sucedieron desde la llegada de Adolf Hitler al poder hasta la capitulación de Alemania, tras su derrota en la segunda guerra mundial. Este propósito es el que le permitirá acuñar la emblemática frase “la banalidad del Mal”, quizá la que mejor sintetiza hasta qué punto el Mal puede penetrar en la conciencia, no sólo de un individuo engarzado como un engranaje en una maquinaria diabólica dedicada al exterminio en masa, sino de todo un país, independientemente de su condición política, étnica o religiosa.

El acusado

El gran reportaje de Hannah Arendt se detiene en varios capítulos a describir quién diablos era Eichmann, coómo ascendió en las SS, qué papel jugó realmente en la deportación, concentración y muerte de millones de judíos y, sobre todo, qué sucedía entonces por su cabeza, qué razón última le permitía vivir no sólo justificando sus actos, sino vanagloriándose de su exacerbado sentido del honor y el cumplimiento del deber.
EICHMANN
El teniente coronel Adolf Eichmann
En principio, Adolf Eichmann no pasaba por ser un lumbreras, más bien todo lo contrario, un tipo anodino que nunca había destacado en nada durante su juventud, que no pudo hacer carrera universitaria alguna, según él mismo afirmaba, por las desdichas económicas de su familia (su padre había sido contable para Compañía de Tranvías y Electricidad de Solinguen, primero, y de Linz, después), que había trabajado, por mediación de su padre, en la Vacum Oil Company como vendedor, y despedido poco antes de afiliarse al Partido Nacionalsocialista y a las SS en 1932. Precisamente, ese mismo año Eichmann se alistaría en un campamento militar donde pronto sería ascendido a cabo. Como el propio acusado había escrito durante los primeros interrogatorios policiales tras ser arrestado, durante los catorce meses de adiestramiento destacó en un solo aspecto: su brillante comportamiento en la instrucción de castigo, que ejecutaba concienzudamente. Sin embargo, atormentado por la monotonía, tan pronto como se enteró de que había plazas vacantes, ingresó en el Servicio de Seguridad del Rechsführer de Himmler, más conocida como SD.
Mientras inicia su andadura en la burocrática SD, Adolf Eichman se sumerge en la cultura judía. Aunque piensa en convertirse en un especialista en asuntos judíos, sus conocimientos son bastante superficiales: un par de libros dedicados al sionismo y algún periódico alemán escrito en yiddish bastarían a su juicio para dar conferencias, escribir folletos y actuar como espía en diferentes organizaciones sionistas. Son los años previos a la aprobación de las leyes de Nuremberg del año 1935, por las cuales todo judío alemán perdería automáticamente sus derechos políticos, pasando a convertirse en ciudadano de segunda categoría.
La SD  tenía un objetivo muy concreto: espiar a los miembros del partido y dar así la susperioridad a las SS sobre la organización regular de la organización. Con el paso del tiempo, acabaría siendo el centro de información e investigación de la Gestapo. En un principio Eichmann sólo debía archivar información referente a francmasones y elaborar un plan museístico sobre ellos. Los nazis tenían una morbosa querencia a convertir en museo todo aquello que destruían. Sin embargo, en 1938 le sería encomendada una nueva tarea: la emigración forzosa del pueblo judío. Como escribe Arendt: «todos los judíos, prescindiendo de los deseos que albergaran y de su ciudadanía, debían ser obligados a emigrar, lo cual, en palabras corrientes, se llama expulsión. Siempre que Eichmann recordaba los doce años de su vida en el partido, no podía dejar de considerar que el mejor de todos ellos fue el que pasó en Viena como director del Centro de Emigración de Judíos Austriacos» Poco antes había sido ascendido a teniente por su «amplio conocimiento de los métodos de organización e ideología de los enemigos, los judíos».
La dirección del Centro de Emigración de Judíos Austriacos supuso para Adolf Eichmann un reto personal. Ese reto consistía básicamente en trasladar en convoy a los judíos fuera de Alemania hacia los «reasentamientos» organizados en los países ocupados o afines, siempre que la legislación permitiera su acogida. La solvencia con la que Eichmann cumplía las órdenes de sus superiores, Heydrich y por encima de éste, Himmler, le convirtieron en un ejecutor muy a tener en cuenta desde la Cancillería para conseguir que Alemania fuera un país libre de judíos, antes de que Hitler aprobara definitivamente la llamada «Solución Final».

El diablo en el laberinto: la Solución Final

La expulsión de los judíos se tornaría una solución extremadamente complicada y al mismo tiempo insuficiente para alcanzar el objetivo perseguido por Hitler para cuando se declarase la guerra el 1 de septiembre de 1939. Fue en ese momento cuando el régimen nazi se hizo abiertamente totalitario y criminal.  Uno de los pasos más importantes, desde el punto de vista orgánico, fue el decreto firmado por Himmler, que fusionaba el Servicio de Seguridad de las SS, al que había pertenecido Eichmann desde 1934, y que era un órgano del partido, con la policía de seguridad del Estado, que comprendía la Policía Secreta del Estado, más conocida como la Gestapo. El resultado de esta fusión fue el nacimiento de la Oficina Principal de Seguridad del Reich (RSHA). La RSHA estaba dirigida por Reinhardt Heydrich y comprendía 7 secciones principales. La sección IV era el negociado de la Gestapo y estaba dirigida pro Heinrich Müller. Su tarea era combatir a los «elementos hostiles del Estado». La sección IV estaba integrada por dos subsecciónes. La subscción IV-A se ocupaba de los acusados de comunismo, sabotaje, liberalismo y asesinato. La subsección IV-B se ocupaba de las sectas: católicos, protestantes, francmasones y judíos. Cada una de estas dos subsecciones poseía oficina propia, designada con un número arábigo, y así, a Eichmann se le encargó la Subsección IV-B-4 de la RSHA.  Eichman dependía de Müller, cuyo superior era Heydrich que estaba bajo las ordenes de Himmler quien dependía directamente de Hitler.
A todas estas oficinas había que sumar otra organización paralela compuesta por los altos jefes de las SS y de la policía que estaban al mando de las organizaciones regionales. Su cadena de mandos no enlazaba con la RSHA, sino que eran directamente responsables ante Himmler. Todas ellas funcionaban como una maquinaria burocrática. Ostentaban un enorme poder y competían entre sí ferozmente lo que no significaba un alivio para las víctimas, ya que su ambición era siempre la misma: matar tantos judíos como fuera posible.
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De izquierda a derecha, Heydrich, Himmler y Hitler, durante un encuentro en Praga.
El control de la burocracia y el coste económico que suponía para Alemania desplazaron la política de emigración forzosa. Cuando Eichman se hizo cargo de la oficina IV-B-4 de la RSHA se enfrentaba todavía un incómodo dilema: por una parte, la emigración forzosa era la fórmula oficial para la solución de la cuestión judía y, por otra, la emigración había dejado de ser posible. Ante esta situación, propuso tres alternativas posibles. La primera consistía en reasentar a todos los judíos en un protectorado tan grande como fuera posible ubicado en el centro de la Polonia occidental, que ya estaba en manos de los alemanes. En principio, su idea encajaba con el plan aprobado por Reinhardt Heydrich: la concentración de todos los judíos en guetos, establecimiento de consejos de decanos judíos y deportación de todos los judíos a la llamada Zona del Gobierno General. Una vez iniciadas las deportaciones, Eichmann se encontró con el mayor obstáculo. El responsable de los judíos en Polonia, Hans Frank, no admitía interferencias de la RSHA, de manera que muchos fueron ejecutados y otros, incluso repatriados, cosa que no había sucedido nunca hasta entonces.
El segundo intento de Eichamann consistía en deportar a más de cuatro millones de judíos a la isla de Madagascar, pero al cabo de un año, la idea pasó ser considerada “caduca”. Según Hitler y Himmler, los alemanes ya estaban psicológicamente preparados para dar un paso mayor: ya que no existía ningún territorio donde pudiera efectuarse la evacuación, la única solución era el exterminio, aprobado en la conferencia de Wansee. A partir de entonces, Eichmann quedó relegado a un segundo lugar.  La Solución Final quedaba bajo el mando de las SS y la policía alemana. Otra oficina principal, la Oficina Principal para Administración y Economía (WVHA) era la encargada de determinar la “capacidad de absorción” de las diferentes instalaciones de matanza y también de las recurrentes necesidades de esclavos en las numerosas empresas industriales que habían encontrado rentable establecer sucursales en al vecindad de algunos campos de exterminio. Eichmann recurría constantemente a la WVHA para poder averiguar el destino final de cada envío de judíos.
La orden de exterminio de todos los judíos, no sólo los rusos y polacos, dada por Hitler, aun cuando fue promulgada más tarde, tuvo sus orígenes en la misma Cancillería del Führer, en su oficina personal. Esta orden no guardaba ninguna relación con la guerra, ni se basaba, a modo de pretexto, en necesidades de naturaleza militar. La Solución Final, el programa de exterminio en cámaras de gas, nació a consecuencia del programa de eutanasia de Hitler. Las primeras cámaras de gas fueron construidas en 1939, para cumplimentar el decreto de Hitler, dictado en septiembre del mismo año, que afirmaba «debemos conceder a los enfermos incurables el derecho a una muerte sin dolor». Entre el mes de diciembre de 1939 y el de agosto de 1941, alrededor de 50.000 alemanes fueron muertos mediante gas de monóxido de carbono, en instituciones en las que las cámaras de la muerte tenían las mismas engañosas apariencias que las de Auschwitz, es decir, parecían duchas y cuartos de baño. El secreto de estas instalaciones se destapó mas pronto que tarde, provocando la indignación de una parte de la sociedad alemana. Quienes habían trabajado en el programa de eutanasia en Alemania fueron enviados al Este para construir nuevas instalaciones, a fin de exterminar en ellas a pueblos enteros.
La labor principal de Eichmann consistía en tener preparados los desplazamientos ferroviarios e informar a los consejos de los decanos judíos del número de judíos que necesitaban para cargarlos. Los consejos de los decanos estaban integrados por los judíos más prominentes de cada ciudad o región. De manera que no eran los nazis, sino los consejos quienes elaboraban las listas de los deportados. Los judíos se inscribían en registros, rellenaban infinidad de formularios, contestaban páginas y páginas de cuestionarios referentes a los bienes que poseían para permitir que se los embargaran, luego acudían a los puntos de reunión establecidos y eran embarcados con destino a su propia muerte. La maquinaria de exterminio había sido planeada y perfeccionada en todos sus detalles mucho antes de que los horrores de la guerra se cebaran en la carne de Alemania, y la intrincada burocracia de dicha maquinaria funcionaba con la misma infalible precisión en los años de fácil victoria que en aquellos otros de previsible derrota. Al principio, cuando aún cabía tener conciencia, rara vez ocurrieron defecciones en las filas de la elite gubernamental o de los altos oficiales de las SS. Las defecciones comenzaron a producirse cuando se hizo patente que Alemania perdería la guerra.
Para los judíos, el papel que desempeñaron sus dirigentes en la destrucción de su propio pueblo constituye, sin duda alguna, uno de los más tenebrosos capítulos de la historia de los sufrimientos en Europa. En el informe sobre Eichmann elaborado por Hannah Arendt se afirma definitivamente que: «el hecho, harto conocido, de que el trabajo material de matar, en los centros de exterminio, estuviera a cargo de comandos judíos, quedó limpia y claramente establecido por los testigos de la acusación, quienes explicaron que estos comandos trabajaban en las cámaras de gas y en los crematorios, que arrancaban los dientes de oro y cortaban el cabello a los cadáveres, que cavaron tumbas y, luego, las volvieron a abrir para no dejar rastro de los asesinatos masivos, que fueron técnicos judíos quienes construyeron las cámaras de gas, incluso el verdugo al servicio de la horca era judío».

Eichmann, Kant y el imperativo categórico

Tal como dijo una y otra vez a la policía y al tribunal, Eichmann sólo cumplía con su deber. Su deber no era asesinar, ni ordenar que otros llevasen a cabo las ejecuciones. El suyo era simplemente coordinar a los consejos judíos y organizar los desplazamientos a los distintos campos de concentración donde hombres, mujeres y niños acabarían sucumbiendo en una cámara de gas. Su papel en el exterminio consistía poco menos que en lavarse las manos como Poncio Pilatos. Su papel consistía en hacer cumplir órdenes y que otros la cumplieran.
Sin embargo, en su cabeza, este cumplimiento del deber no sólo consistía en obedecer órdenes, era otra cosa, se trataba de acatar la ley, una ley general que trascendía cualquier norma escrita, una especie de imperativo categórico de carácter demoníaco. Durante el interrogatorio policial, Eichmann confesó que siempre había vivido en consonancia con los preceptos morales de Kant. La afirmación era sencillamente repugnante ya que la filosofía moral de Kant está tan estrechamente unida a la facultad humana de juzgar que elimina cualquier tipo de obediencia ciega.
HANNAH~1«Con mis palabras acerca de Kant quise decir que el principio de mi voluntad debe ser tal que pueda devenir el principio de las leyes generales». La cuestión aquí radica en saber que esas leyes generales eran estrictamente las aprobadas por Adolf Hitler, leyes que legalizaban la Solución Final y convertían a Alemania en un estado criminal que aprobaba leyes criminales.  La adaptación de Kant al régimen del III Reich vendría a ser un perverso axioma que diría tal que así: compórtate de tal manera que si el Führer te viera aprobaría tus actos.  Gran parte de la horrible perfección en la ejecución de la Solución Final se debe a la extraña noción, muy difundida en Alemania, de que cumplir las leyes no significaba únicamente obedecerlas, sino actuar como si uno fuera el autor de las leyes que obedece.
Sería ocioso intentar averiguar qué era más fuerte en Eichman, su admiración hacia Hitler o su decisión de seguir siendo un ciudadano fiel cumplidor de las leyes del Tercer Reich, cuando Alemania era ya un montón de ruinas. Las órdenes de Hitler, a diferencia de las órdenes corrientes, recibían el tratamiento propio de una ley. La ley de Hitler exigía que la conciencia de los alemanes alentaran a todos a matar, pese a que los organizadores de las matanzas (nazis y judíos) supieran muy bien que matar era algo que iba en contra de los deseos normales de cualquier persona. Como indica Hannah Arendt para referirse a la banalizad del mal «el mal, en el Tercer Reich, había perdido aquella característica por la que generalmente se le distingue, es decir, la característica de constituir una tentación. Muchos alemanes y muchos nazis, probablemente, la inmensa mayoría, tuvieron la tentación de no matar, de no robar, de no permitir que sus semejantes fueran enviados al exterminio (que los judíos eran enviados a la muerte lo sabían, aunque quizá muchos ignoraran los detalles más horrendos), de no convertirse en cómplices de estos crímenes, al beneficiarse con ellos».
En orden a determinar un juicio sobre Eichmann y todos los alemanes, noruegos, húngaros, rumanos, holandeses, franceses y yugoslavos que actuaron como él, parece importante destacar que Eichmann carecía de motivos, salvo el ascenso en el escalafón, para colaborar con el exterminio de los judíos y de otros pueblos. Eichmann no sentía ningún tipo de animadeversión ni odio por los judíos, en ningún momento se paró a reflexionar sobre esto. Sencillamente era su necesidad de cumplir con el deber lo que le impulsaba a ser una parte del sofisticado engranaje de una maquinaria burocrática dedicada al exterminio. En ningún momento Eichmann cuestionó la ilicitud de las órdenes pero esto, en contra de su abogado, no le eximía de su responsabilidad. Por eso merecía ser ahoracado.
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Adolf Eichmann comparece ante el Tribunal Penal de Jerusalén.
La campaña contra la imagen de Hannah Arendt  resultó bastante efectiva. Acusada de antisionista,  hubo un momento en que la difamación logró tambalearla de su cátedra de filosofía en la Universidad de Chicago.  De alguna manera, Arendt ponía de manifiesto varias cosas: la primera era que el miedo había logrado que los consejos judíos aceptaran la Solución Final. En segundo lugar, que los miembros de los consejos de los judíos no eran el pueblo judío. En tercer lugar, que el juicio a Eichamann no era por matar a judíos, sino a hombres y mujeres en masa, independientemente de que estos fueran o no judíos. Como es obvio, el informe sobre Eichmann en Jerusalén causó un gran escándalo entre los israelíes que interpretaron las palabras de Hannah Arendt como un alegato en defensa de Eichmann y una acusación a los judíos, que de víctimas habían pasado a ser colaboradores del genocidio de su propio pueblo. Incluso el juicio carecía de toda legitimidad, pues para Hannah Arendt, los crímenes contra la humanidad debían ser juzgados en un tribunal penal internacional permanente y no ante un tribunal ad hoc que había tratado de redimir a través de los crímenes de Eichmann, el dolor de los judíos.
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De NEVILLE, 25/06/2013
Fotografía: Eichmann durante el juicio