Friday, April 29, 2016

Las prioridades del caudillo

JOSÉ CRESPO ARTEAGA

Ayer, bien temprano veía que nuestro bien amado caudillo se subía a su invencible aeronave El Falcon Millonario para llevar ayuda humanitaria a los damnificados por el terremoto de Ecuador, según titulaba la pantalla del canal oficial. No sé qué géneros habrá podido meter entre los asientos lujosos de la cabina, quizás papel higiénico que hace mucho bulto y no pesa, ni tampoco raya la fina pintura del fuselaje. Que sepamos no llevó más que al ministro de Defensa, a su periodista de cabecera y a algunos edecanes y guardaespaldas. Así que con algo tuvo que rellenar el espacio sobrante del avión que, como sabemos, tiene la capacidad de llevar un equipo de fútbol completo. Menos mal que al emperador de las 36 naciones no le gusta leer que si no se haría transportar los periódicos con canillita y todo, como acostumbraba su amiga Cristina Kirchner.

No hace mucho leía en un artículo que el presidente Morales ya batió el récord de las diez mil horas de vuelo, que en millas o kilómetros equivaldría tranquilamente a haber efectuado varias vueltas a la circunferencia de la Tierra. Afirmaba la misma publicación que el costo total de operación del avión presidencial alcanzaba a diez mil dólares por hora de vuelo. Diez mil por diez mil hacen cien millones. ¡100.000.000 de dólares! , con todos sus ceros para que nos hagamos una idea del bochornoso despilfarro en un país tan pobre como Bolivia. Viajes que en su gran mayoría sólo fueron para promocionar la imagen del caudillo en el exterior y para hacer campaña permanente fronteras adentro. Y pensar que hay demasiadas escuelas que no tienen instalaciones básicas o suficientes pupitres.

Únicamente nuestro inconfundible caudillo sabe llegar con estilo a cualquier lugar, incluyendo a sitios de desastre. Parece que los ecuatorianos requerían urgentemente de su presencia personal para levantarse de las ruinas antes que el indispensable apoyo material. Para glorificarse llevó un carguero de la Fuerza Aérea con toneladas de vituallas y medicinas. El trayecto La Paz-Quito supone alrededor de tres horas de viaje. Entre ida y vuelta el FAB-001 se tragó al menos cincuenta mil dólares de las arcas del Estado. Ese dinero hubiera servido para enviar otro avión con vitales suministros como agua embotellada, leche en polvo, frazadas, etc. Pero qué diablos, importaba más que el presidente fuera a darle un abrazo a su colega Rafael Correa y sacarse la foto juntos en el aeropuerto, entre alfombras y honores militares.

Coincidentemente, el mismo día, la Marcha de Personas con Discapacidad arribaba finalmente al centro paceño luego de un tortuoso recorrido de cuatrocientos kilómetros entre Cochabamba y la sede de Gobierno. Durante semanas este colectivo tuvo que soportar las inclemencias del tiempo, y más aun la indiferencia y escarnio de ministros y otras autoridades que hicieron oídos sordos a sus demandas, a las cuales tildan de irreales y de querer poner en peligro toda la economía del Estado. Si el régimen se desvive en construir sedes sociales a sus sindicatos afines e incluso en obsequiarles vehículos, computadoras y otros privilegios, con mayor razón debería atender a los sectores más vulnerables de la sociedad. Maldita ocurrencia de los discapacitados, casi todos sin empleo, la de exigir un bono mensual de 500 Bs (unos 70 dólares), para sobrevivir con algo de dignidad, aducen ellos. No hay plata, sentencia con pasmosa facilidad el gordo ministro de Economía y Finanzas, con la misma ligereza que abre la hucha para los viáticos del mandatario.

Eso sí, por algún don de la Pachamama, el dinero fluirá como vertiente para los setenta millones que se estima costará la nueve sede para la Asamblea Plurinacional, un suntuoso edificio de veinte pisos de hormigón y cristalería que permitirá a todos los denodados diputados contar con oficinas personales y salones de reuniones con toda confortabilidad en el agreste clima de La Paz. Así como estará también muy feliz la Madre Tierra de que en su seno levanten los rusos una central nuclear –vaya a saber de cuántas centenas de millones de dólares- para dar un salto cualitativo de al menos tres décadas y no perder pisada a los países más adelantados.

Cuatro semanas tuvieron que aguantar los marchistas (los ciegos, los cojos, los de sillas de ruedas) todo tipo de penalidades (cansancio, hambre, frio intenso en las alturas) para que llegando a plaza Murillo los reciban con mallas metálicas a prueba de vándalos; y como insistían en ingresar a la nueva Ciudad Prohibida, a los esforzados policías no les quedó otra que rociarlos con gas pimienta para calmar su beligerancia, pues habían convertido sus muletas y sillas rodantes en armas contundentes que ponían en peligro la humanidad de los pobres agentes. 

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De EL PERRO ROJO, 28/04/2016

Imágenes: 1- Marchistas y personal de apoyo, en pleno altiplano. (Página Siete). 2- Discapacitada gasificada por revoltosa (ERBOL)

Wednesday, April 27, 2016

Fugu

NATACHA GONZÁLEZ


Hoy Fugu. Conozco un japonés en la avenida que lo prepara, es jodidamente peligroso, pero tienen certificados, y pasan todos los controles. Me lo comentó Roberto, ¿lo recuerdas? el que juega al pádel con Begoña. Dice que hay una especie de excitación terrorífica por el riesgo; es la muerte o el pez. Ponte guapa. Ese vestido rojo que me vuelve loco, lo compraste para la boda de Sonia, ese, el que cae por las caderas como derramándose por tu piel, es genial para esta noche de riesgo. Roberto me contó, que el chef prepara el Fugu ante los ojos de los que van a cenar. Explica los cortes, los lugares prohibidos donde el veneno se concentra. Dice que el tipo lo va moviendo mientras aún palpita sobre una tabla de bambú, el animal agoniza al ser separado de sí mismo, y cuando en plato está perfectamente montado, el Fugu muere. Estoy seguro que es un ritual nena, muere ante tus ojos, mientras tomas una parte de él entre los palillos, hasta debe temblar el pulso. No me interesa el sabor, me importa un carajo si es suave, o fuerte, solo deseo meterlo en mi boca, masticarlo muy lentamente, comprobar si el maldito pez pudo conmigo... o contigo mi amor.

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Imagen: "Tora-Fugu"

Monday, April 25, 2016

Quizás he estado equivocado

FESAL CHAÍN

Quizás he estado equivocado gran parte de mi vida. Porque frente a ciertos hechos sucedidos en Chile, no se trata de que existan algunas personas con un discurso muy duro (al menos en las redes) , sino que es casi una actitud generalizada, y tampoco se trata sólo de sacar incluso amigos de estas mismas redes “para no contaminarse”. Ya no basta. ¿Pero cómo explicarlo? Bueno, uno a los 50 años puede darse cuenta de una vez por todas que ha estado equivocado consigo mismo, y que esto no deja de ser un proceso doloroso. Nací en pleno gobierno de Frei Montalva y viví hasta los siete años, casi ocho, con Allende en mi imaginario. Para mis padres fueron los años más felices de su vida y para mí fueron hermosos, libres. Mi papá fue a votar por Allende feliz desde Temuco a Santiago, porque ahora sí que las cosas iban a cambiar para nuestro pueblo. Para nosotros probablemente no tanto, él como médico joven si bien no iba a ser rico trabajando en un hospital público, tenía cierto confort respecto de las grandes masas, los pobres, los humillados que poblaban aquel Chile. Pero mi papá irradiaba esperanzas. Por ejemplo, incluso cuando me retaba me citaba a Allende o a Miguel Enríquez. En fin, lo he escrito muchas veces aunque dudo que me hayan leído como quisiera o como me imaginaba.

Luego vino el golpe y mi padre fue humillado, reprimido, marginado. El, que era un hombre pacífico y sensible, y lo sigue siendo. A mis quince años o un poco después, empecé a hacer política y la hice desde la izquierda, pues me parecía que era lo natural. No voy a decir qué hice o no, da igual. Pero sí que mi familia, que admiré y admiro enormemente hasta el día de hoy, desde una cierta comodidad de clase media, aunque con las dificultades propias, fue realmente consciente de lo que nos sucedía como país. Sabíamos, o al menos nos informábamos de prácticamente todo, y en especial de aquello que se callaba. Desde el mismo 1973 supimos de los campos de concentración y desde 1976 al menos, de los detenidos desaparecidos, les cuento que yo por una cuestión de azar, ya leía la Revista Solidaridad y la Revista Mensaje y conocí personas muy cercanas a la Vicaría, y que a mi corta edad me contaban de las torturas, de las casas de detención y de exterminio. Yo era consciente a mis escasos 10 años, de lo que pasaba en Chile. Así que cuando tuvimos la oportunidad como familia, de colaborar mínimamente con los más fustigados, con los que incluso la propia oposición a la dictadura no aceptaba como legítimos, lo hicimos y lo hicimos de modo anónimo. Inclusive me da mucho pudor contarlo, porque por la formación que tengo, no se consideraba ni se considera bueno decir lo que uno hace cuando lo hace voluntariamente, porque cree que es justo. Lo hicimos porque nos dolía en la piel lo que pasaba con nuestros compatriotas. Es que los Chain somos personas libres y no nos gustan las dictaduras ni la brutalidad, o quizás porque al ser parte de la realidad de los médicos sabemos lo que es el dolor físico.

Bien, no me quiero extender, pero quizás me equivoqué o el daño fue enorme, pero a mí me duele hoy más la izquierda social que cualquier cosa, pues siento que tantos están muy lejanos a mis valores, a mis maneras de entender el mundo, o de como yo entendí y me explicaron siempre a Allende y eso me duele, lo reitero, porque pensé que estábamos más cerca. A mí ningún político me interesa demasiado, quizás los dos únicos son el Presidente y Miguel por la valentía e inteligencia que tuvieron y por los valores que trataban de inculcar a quienes nada poseían, en especial los de lucha contra la propia condición cultural, producto de siglos de humillación, represión y marginación social, por ello no escribo esto para defender a nadie. Sólo que siempre creí que aquella izquierda social y cultural del pasado, y sus hijos y nietos pudiese llegar a cristalizarse desde sus fuentes y raíces, como un grupo verdaderamente humano, sin odios, sin resentimientos, que no creyese nunca que es justo tenerlos por lo sufrido. Me hubiese gustado que esa comunidad hubiese sido, desde su martirio, siempre muy proactiva y con ganas sobretodo de superarse frente a las limitaciones impuestas por los poderosos y el entorno dado. Que en suma por la formación y por la historia, nos hubiéramos erguido como una alternativa valórica y cultural superior a quienes criticamos, aún cuando la tarea fuese y sea titánica. Pero al parecer estos deseos, para el imaginario de la izquierda histórica y tradicional, son ideas de un hombre de clase media que coloca la voluntad suprema por sobre la porfiada e inamovible realidad,  que aparece casi como un destino griego. Acaso como me dijo hace poco un gran amigo mío de esa izquierda; “finalmente Fesal, el proletariado no puede por sí misma ser otra clase que una clase de explotados, envilecidos, toscos y propensos al pensamiento mágico”.

Para terminar, no me gusta la política. Me gusta la cultura y la literatura, me gusta la música y la conversación. Y con toda probabilidad voy a morir como soy, y me va costar mucho aceptar que viví una quimera, una ilusión respecto de los otros reales, que no son como yo me imagino o como yo me los represento, o como yo quisiera que fuesen, aunque le agradezco a mi padre no haberme educado momio y egoísta, pensando en el dinero y en como ponerle el pie encima a los demás o defendiendo la violencia criminal para obtener superfluos privilegios personales. Lo que hice, lo hice y no quise nada a cambio, nunca lo he querido. No lo realicé para obtener prebendas ni poder, sino porque me habría dado mucha vergüenza no haber estado a la altura mínima de los sufrimientos de nuestro pueblo, me habría dado vergüenza mirarme al espejo, o que mis hijos me vieran como el indolente de ayer. Y mis actos no fueron suficientes, no fueron heroicos, pero al menos me queda el orgullo íntimo de no haber traicionado la educación que me dio mi familia y el no haberme traicionado a mí mismo en la etapa más negra de la historia de este país. Pero como ya les dije, lo que yo esperaba no es lo que yo veo ni quiero: nuevos modos de vida, de esfuerzos y de creación, de hombres y mujeres superándose, y eso me da pena y me siento derrotado y frustrado también, pero la idea la sigo amando. Que los materialistas de siempre me digan que no son las ideas las que mueven al mundo, me importa poco. Al menos a mí me ayudaron a ser mejor dentro de mis evidentes limitaciones.

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De SITIOCERO, 22/04/2016

Imagen: Los lentes de Allende


Malta con aguacero curicano

CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES


Malta oscurita, espumante, cerveza que no fuiste, que te faltó fermentar, quisiste pero no pudiste. Nosotros, hace un buen rato, tenemos la misma filosofía, asumirnos tal y como nos ven. Para tu tranquilidad, nada que reprocharte. Frustradita, amarga, tiernucha, te cobijamos de buena gana en nuestra mesa coja y sin mantel. Aunque afuera el aguacero perfore el cielo curicano con escandalera, te pedimos heladita, a riesgo de robustecer aún más nuestra vejiga, pues ya verificamos el camino de emergencia para el acto liberador, de nubecillas de vapor gratificante, cielo con formas de artística humedad y una ampolleta con una mosca en órbita. Lo haremos a riesgo de que nos consideres malagradecidos, cuando en el fondo es no poder retenerte como quisiéramos.
Aceptamos la oferta de la mesera de traernos harina tostada, sin que se trate de un cuestionamiento a tu desnudez. Desde el pasillo, ella regresa, en suave cadencia y delantal, con un vaso medio lleno entre las manos que pone sobre la mesa coja. Polvillo cafesoso contaminado de costrones de azúcar que mezclamos con tu textura sentimental para una tercera opción, la suma más que las partes, perdida entre la espuma explosiva y móvil del brebaje. Esperamos que decante tanto escándalo dentro del vidrio, azuzado por la agitación de nuestra cuchara. La ansiedad nos gana y soplamos para apurar la mentada transformación del remolino. Vuelta ahora líquido espeso, agridulce, que se va por la garganta, dejas restos en nuestras comisuras que rescatamos con la lengua para saborearte aún mejor que al principio, antes de un segundo trago que altere toda la geografía del paladar. Matizamos tu degustación con trozos de marraqueta tibia con rodajas de arrollado untados en sal y ají. Son ustedes, entiéndelo bien, el único conjuro que disponemos para que el agua escampe, antes de iniciar nuestra caminata por las calles curicanas en búsqueda de lo que no tenemos.

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Abril, 2016

Inmigrantes bolivianos mantienen vivo el cinturón verde

Por LA VOZ DEL INTERIOR

Todos los sábados, Miriam Zambrano (39) prepara su puesto en la feria del Camino Real de Colonia Caroya y vende las verduras frescas que ella misma siembra y cosecha, junto a su familia. 
Hace más de 15 años desembarcó desde Tarija (Bolivia) buscando una mejor vida y un buen trabajo. El pionero fue su marido Florentino que consiguió empleo en una quinta de Montecristo.

Un año y medio después fue a buscar a su mujer, quien, a desgano, armó los bolsos y cargó a sus dos hijos rumbo a su nuevo destino.

“El primer año fue bien duro. No me acostumbraba. Yo decía ‘voy a estar 15 días como máximo’... Pero ahora no me quiero ir más de acá”, cuenta Miriam, hoy una próspera productora hortícola del cinturón verde de Córdoba, que alquila siete hectáreas en Caroya.

Miriam es un eslabón, en pequeña escala, de la producción hortícola boliviana del cinturón verde de Córdoba. Se estima que entre el 60 y el 80 por ciento de las verduras livianas (de hoja y otras hortalizas) son sembradas y cosechadas por trabajadores de origen boliviano. Si todos regresaran a su país, unos dos millones de consumidores se quedarían sin verdura en la ciudad de Córdoba.

En la provincia viven 20 mil bolivianos, con su documento argentino, según el Consulado de Bolivia. Se cree que el 35 por ciento de las familias que habitan en la ciudad vive del cinturón verde chico, ubicado en barrios de la periferia. El cinturón se completa con campos en Jesús María, Colonia Caroya, Colonia Tirolesa, Río Primero, Río Segundo, Capilla de los Remedios y Montecristo.

Desde el sudeste boliviano 
Los bolivianos comenzaron a llegar de manera masiva en la década de los 80 a trabajar las tierras que los hijos de italianos y españoles dejaban de explotar y comenzaban a alquilar por cuestiones generacionales, técnicas, productivas o de mercado. La mayoría llegó por sus redes de relaciones familiares desde el departamento de Tarija, en el sudeste de Bolivia, que limita con la Argentina.

“Son itinerantes. Al principio llegan como peones o jornaleros del mismo boliviano, del que ya está en el lugar. Son muy trabajadores. Cuando no les gusta algo, se van: no pelean, no confrontan”, subraya Silvia Criado, ingeniera agrónoma, profesora en la Universidad Católica de Córdoba e investigadora de las trayectorias laborales y migratorias de los bolivianos en Córdoba.

En la época del “uno a uno” (un peso, un dólar) se incrementó el número de trabajadores “golondrina”. “Se movían por todos lados, poco a poco se establecieron, trajeron a su familia, tuvieron hijos argentinos”, cuenta Kurt Wonko, ingeniero agrónomo y excoordinador del Proyecto Cambio Hortícola del Programa de Desarrollo Territorial para el Área Metropolitana de Córdoba (Remeco), entre 2010 y 2014.

Se inician como jornaleros y, luego, van progresando hasta alquilar campos o, incluso, comprarlos. Viven con gran austeridad y ahorran. Wonko asegura que algunos tienen verdulerías y hasta una flota de camiones.

Los costos se incrementan entre 100 por ciento y 500 por ciento desde la quinta hasta la heladera del consumidor.

Estudios de Gabriel Coppi, docente en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC, sobre la transformación de la mano de obra del cinturón verde en las últimas décadas revelan que en 1987, el 85 por ciento de los productores hortícolas era nativo o descendiente de europeos y entre el 10 y 15 por ciento, boliviano. En 1992, el 30 por ciento de los trabajadores provenía de Bolivia; y, en 2002, ya era el 50 por ciento.

“Depende de la zona, pero en Córdoba tenemos un 60 por ciento de productores bolivianos, con la particularidad de que todos los peones y ‘medieros’ son de origen boliviano. No existe el peón o empleado argentino. En todo el país, si no hubiera trabajadores de origen boliviano no habría producción de frutas y verduras”, asegura Juan Perlo, presidente de la Asociación Productores Hortícolas de la Provincia de Córdoba (Aproduco).

En el Mercado de Abasto hay 245 productores quinteros inscriptos. Se estima que unos 150 son oriundos de Bolivia. Un dato más: el 60 por ciento de los productores que se capacitaron en los últimos cuatro años es del país vecino.

Víctor Hugo Figueroa (45), un vendedor argentino del Mercado de Abasto, hijo de bolivianos, cree que la mayoría de los horticultores del cinturón verde proviene de Bolivia porque es “un negocio en el que hay que ser perseverante”.

“Se gana poco trabajando mucho. Los ‘gringos’ van dejando, se dedican a otra cosa, a la soja, y los hijos se dedican a estudiar”, asegura.

Por día, ingresan al Mercado de Abasto, unos 80 mil kilos de verdura que se vende a unos dos mil verduleros. Capital produce el 50 por ciento de las hortalizas de hojas y frutas de la provincia.

La vida de un quintero 
Tarijeño de nacimiento, Ademar está en Argentina desde hace 15 años. Trabaja su campo y lleva su producción al Mercado de Abasto, todos los días.

Ademar Meriles (29) es de Tarija. Hace 15 años que llegó a la Argentina, con su hermano. Vivieron un tiempo en Salta y, ya en Córdoba, empezaron como “medieros” en una quinta de camino San Carlos, junto a un ingeniero agrónomo. Hoy, y desde hace un tiempo, arriendan cuatro hectáreas donde cultivan lechuga, chauchas, pepino, berenjena y zapallito, entre otras hortalizas.

Los “medieros” van “a medias” (un 40 por ciento para uno y un 60 por ciento para el otro; o 30 a 70) con los dueños de los campos. Unos ponen la tierra, los insumos y las máquinas mientras que los otros, el trabajo. Las condiciones varían según lo acordado entre las partes. Son socios, aunque los bolivianos suelen estar en condiciones de desventaja, según indican los propios afectados.

Es un trabajo duro, que requiere esfuerzo y dedicación. Producimos, administramos y vendemos”, cuenta Ademar. Los hermanos se levantan temprano, fumigan, riegan, cortan, siembran y cosechan, según la necesidad.

También, cargan entre 100 y 150 bultos por día, que descargan en el Mercado de Abasto, antes de las 12.30. Luego, comercializan hasta que cae la tarde. Lo que no se vende, por lo general, se tira.

“A veces pensamos en volver a Bolivia porque acá está todo caro. Pero ya tenemos amigos acá. Cuesta volver. También tenemos nuestra clientela”, dice.

Los dueños son los otros 
Aunque son actores centrales de la producción en el cinturón verde, muy pocos son propietarios de los campos.

El ciento por ciento de los “medieros” y los jornaleros del cinturón verde son originarios de Bolivia. Pero sólo el 10 por ciento de los bolivianos es dueño de sus tierras. El alquiler de un campo ronda los mil pesos la hectárea, según la zona.

Se calcula que la superficie productiva de hortícola liviana oscila entre 1.500 y dos mil hectáreas en el cinturón verde norte, sur y las quintas atomizadas en distintas áreas. Y que, en promedio, un productor trabaja unas cinco hectáreas.

En los últimos 25 años se redujo drásticamente el territorio de cultivos hortícolas en Córdoba a consecuencia del avance de la frontera urbana, de la siembra de la soja y de la falta de agua para riego. Como consecuencia del achique, y de cuestiones económicas y políticas, también disminuyó la cantidad de productores y la mano de obra boliviana.

Juan Perlo estima que en el cinturón verde, en un radio de 60 kilómetros, trabajan entre dos mil y tres mil personas. El número crece en etapas productivas eventuales, como la cosecha de la fruta. 
Los bolivianos son muy buscados por su capacidad de trabajo y el buen trato. Además, los cordobeses, en general, no quieren trabajar la tierra.

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Revista CHACRA, 04/2016

Sunday, April 24, 2016

El festín de los patriotas

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

En sus estandartes guerreros llevaban o llevan, entre otros muchos asuntos de gran aparato, la sagrada unidad de España y con ella la sangre de los mártires (por lo menos), la raza y todas las lindezas a ella aparejadas. Lo suyo ha venido siendo las grandes causas de apariencia social hechas cruzadas, pero eran, son, delincuentes comunes que del dolor ajeno y de las trampas han hecho negocio: abogados marrones, especialistas en hacer «tragar sapos», como hace cien años sus predecesores en el Madrid hampón de bohemios y cafetines de escachafamas. Formidable negocio este de los «sapos» en un país en el que, por lo visto, quien detenta alguna parcela de poder tiene siempre algo que esconder, algo indecente o delictivo de lo que otro y de cara al público puede sacar tajada o beneficio. La compra de dosieres, de información delicada digamos, ha venido siendo habitual. ¿Se acuerdan del coronel Perote? ¿No? Es igual. ¿Cuántos compradores y cuántos vendedores de información ha habido? Ni se sabe.
         Unos han cobrado, pero otros, han pagado, y mucho, y la ciudadanía de esta manera sacudida debería saber quiénes y por qué motivos se han visto obligados a ceder en la petición de grandes sumas de dinero todavía sin cuantificar del todo: bancos, grandes empresas, particulares... ¿Por qué motivos? ¿Quién y cómo puso sus secretos en manos de los manoslimpias? Hacer bromas con la limpieza de manos de estos malhechores es una cosa, exigir que jueces y servicios policiales lleguen al fondo de lo que se revela como una trama política, porque de esa manera han actuado, es otra. Esto va más allá de la delincuencia común donde querrán aparcar lo que ha sido una burla de las instituciones. Es necesario saber quienes han sido sus beneficiarios, no solo económicos, porque a las actividades judiciales de los manoslimpiasles han sacado evidentes réditos políticos y mediáticos. El Gobierno está tardando en intervenir el sindicato y sus actividades. Política y delito, una constante ya de la vida española.
         La sospecha de la extorsión y las malas prácticas letradas –cuentas en Panamá o grandes minutas injustificadas– se proyecta ya sobre otros miembros de ese fantasmal sindicato que olía a podrido desde lejos y que se ha llevado, encima, grandes subvenciones del gobierno del Partido Popular. No es de recibo que el propio Gobierno, a través de sus imponentes servicios, no estuviera al tanto de lo que sucedía. No se esconde tan fácilmente una extorsión masiva como la practicada por los hoy encarcelados y sus secuaces, porque solos no han actuado. Un aparato extorsionador como el que de manera somera se nos ha mostrado solo se entiende si se trata de una organización amplia y sólida. Si es cierto que en la cúpula del sindicato o en el apoyo de sus trastiendas hay jueces y policías, el asunto es mucho más grave de como lo presentan.
         No nos engañemos, no dejemos que nos engañen, en este sprint final del régimen que se ha poblado de procesos y actuaciones que brillaron por su ausencia en sus comienzos, todos estaban al tanto de todo, cuando no eran asuntos del dominio público cuya denuncia era baldía.
         Lo que sucede con la Barbera en el festín valenciano es todo un ejemplo. Con ella y con otros muchos patriotas, defensores de esa España pepera que ha enseñado los fondillos, y que en el camino se han enriquecido de manera escandalosa.
         La corrupción en este país es algo viejo y endémico. Dionisio Ridruejo, en 1962, la señalaba como algo consustancial al régimen franquista –si todos estaban pringados nadie lo estaba– y nada hace pensar que no lo haya seguido siendo en el que de manera lamentable ha sido sino una proyección del mismo con la máscara de la Transición y sus etcéteras.
         Estos últimos años se ha acelerado y ha crecido la sospecha de que es mucho más lo que ignoramos que lo que sabemos y de que, en la medida en que las prácticas político-financieras habituales solo son delito si te atrapan, este régimen se sostiene sobre un delito continuado, oscuro y extendido, una auténtica ciénaga, la de nunca acabar.

*** Artículo publicado en los periódicos del Grupo Noticias, 24.4.16

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De VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 24/04/2016


Sentimental y vagabundo

JORGE MUZAM

Hay mucho de sentimental y vagabundo en las letras de Haroldo Conti. Filósofo contemplativo de río, de esos que ven pasar los espectros de la nostalgia a través del agua turbia, que mastican la rebeldía hasta convertirla en leyenda. Las escasas palabras de sus personajes son el resumen de pedregosas vidas transitadas, sentencias justicieras ante la impunidad de la historia. Barqueros que saben que no hay adónde ir, que nadie espera, nadie reconoce, pocos recuerdan, pues el sentido de la vida es niebla difusa que no despeja ni con sol radiante.

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De CUADERNOS DE LA IRA (blog de Jorge Muzam), 24/04/2016

Imagen: Haroldo Conti

Saturday, April 23, 2016

LA SOLUCIÓN FINAL: TODOS SOMOS HIJOS DE EICHMANN

RAFAEL NARBONA

Cuando a finales de los ochenta, se procesó a Klaus Barbie, antiguo jefe de la GESTAPO en Lyon, sus abogados (un congoleño, un argelino y un francés de madre vietnamita) organizaron su defensa, intentando anular la distinción entre “crímenes de guerra” y “crímenes contra la humanidad”. Los primeros prescriben; los segundos, no.

Todas las naciones han perpetrado crímenes durante las guerras en que participaron. ¿Por qué se ha establecido un nuevo concepto jurídico para juzgar los casos de genocidio?  Nadie se ha planteado seriamente crear un tribunal internacional para juzgar a los aliados por el bombardeo de Dresde, Tokio o Berlín, pese a que murieron infinidad de civiles inocentes. ¿Significa esto que hay víctimas de primer y segundo orden? ¿Acaso la atención prestada al Holocausto no obedece a la condición de las víctimas? Si en vez de blancos y europeos hubieran sido negros y africanos, ¿seguiríamos hablando de los crímenes del nazismo? Los abogados de Klaus Barbie aseguraron que no. Esta línea de argumentación no impidió que el antiguo oficial de las SS fuera condenado a reclusión perpetua. Los revisionistas repitieron las tesis de la defensa, protestando por la supuesta tolerancia con los crímenes de los países democráticos.

Alain Finkielkraut publicó La memoria vana, con la pretensión de refutar estas objeciones. En este pequeño ensayo, afirmaba que se deben combatir los intentos de minimizar el horror de los campos de exterminio. Los “crímenes de guerra” se cometen contra adversarios políticos, a los que se tortura y asesina por sus actos. El que se opone a una dictadura o a una ocupación extranjera, no ignora los riesgos a los que se expone. Es un resistente y, si cae en manos de sus enemigos, asume su destino. Siempre cabe la opción de responder a la opresión con pasividad y conformismo. Los que se someten a un poder ilegítimo, renuncian a su libertad y a sus derechos a cambio de su vida. Sin embargo, las víctimas potenciales de los “crímenes contra la humanidad”, no pueden hacer nada, pues no se les persigue por lo que hacen, sino por lo que son. Se trata, por tanto, de delitos diferentes. Esto no quiere decir que haya escalas en la abominación. Los muertos de Berlín, Dresde o Tokio no son menos valiosos que los de Auschwitz, Ruanda o Sabra y Chatila, pero esto no significa que sean iguales. Aunque sean iguales en derechos, nunca serán iguales como víctimas. Conviene preservar esta distinción jurídica, pues tal vez no haya otra forma de evitar que se repita una utopía, donde la ignominia “ya no pertenece a la escala de lo humano, sino a la escala de lo que está más allá del hombre, a la altura del instrumento de laboratorio o de la maquinaria industrial” (Max Picard, Hitler in uns selbst). El espanto del régimen nazi no procede del abuso de poder, sino de la normalización del crimen a través de las leyes y las instituciones. Al convertir el delito en obligación cívica, la sociedad se transformó en una gigantesca máquina de triturar seres humanos.

Günter Anders utilizó argumentos parecidos en su carta abierta a Klaus Eichmann. Escrita en 1963, Anders se dirige al hijo del responsable de la mayor deportación de la historia, solidarizándose con su destino. Su linaje no es más horrible que el del resto de la humanidad. “Todos somos hijos de Eichmann”, afirma Anders. Todos descendemos del mismo origen. Todos somos hijos de la misma época, de la misma sociedad, de un mundo donde ha anidado lo “monstruoso”. Se ha utilizado muchas veces este término, pero de una forma polivalente e imprecisa. Esta ambigüedad no es casual. Lo monstruoso se resiste al concepto y a la definición. Su misma naturaleza explica esta peculiaridad. Es un término que sólo conviene a lo que escapa a la capacidad de representación del ser humano. Ése es el caso del Holocausto, que por su magnitud e idiosincrasia desborda cualquier forma de expresión. Cuando Eichmann organizaba la deportación de miles de judíos europeos, no era capaz de concebir el efecto final de una cadena de actos en la que él sólo era un eslabón más. Su eficacia garantizaba la continuidad del proceso, pero –en sí mismo- el proceso era irrepresentable. La producción industrial de cadáveres es inconcebible. Se puede participar en ella, pero no importa desde donde lo hagamos. Cerca o lejos, nunca podremos visualizar el conjunto ni su repercusión. Esto no significa que Eichmann ignorara lo que les esperaba a los deportados. Sólo quiere decir que, en el mundo actual, los efectos de nuestro trabajo se han vuelto incomprensibles, cuando sobrepasan un determinado umbral. Bajo el imperio de la técnica, el mundo se ha oscurecido y el hombre se ha convertido en siervo de una civilización incapaz de conmoverse ante seis millones de víctimas. Semejante enormidad sólo puede producir una abstracción ininteligible y ésta no inspira compasión.

Al igual que otros camaradas de partido, Himmler se consideraba un idealista. Detrás de sus terribles órdenes, que incluían el asesinato de niños y enfermos, flotaba el ideal de una humanidad feliz, sin divisiones ni lacras. Esa utopía justificaba la eliminación de todos los obstáculos que impidieran su cumplimiento. Nos cuesta trabajo aceptarlo, pero detrás de la furia homicida del nazismo se escondía la promesa de un mundo perfecto, “un mundo –por utilizar la expresión de Finkielkraut- maravillosamente simple”, sin espacio para la disidencia o la incertidumbre. Esta idea produjo uno de los mayores horrores de la historia, algo inaudito e impensable. Himmler, que fue uno de los promotores de este proyecto, toleraba con dificultad el espanto de las fosas repletas de cadáveres. No sabemos si padeció problemas de conciencia, pero la orden de fusilar a todo el que se apropiara de los bienes de las víctimas, sugiere que había algo en su interior que luchaba por preservar su noción del bien. Cuando hacia el final de la guerra, muestra algún signo de indulgencia, paralizando la deportación de algunos cientos de judíos, manifiesta su incapacidad para comprender la magnitud del Holocausto. El hombre que exaltaba el coraje de los SS, capaces de conservar la decencia en medio de una avalancha de cadáveres, cree que un gesto puede borrar la sangre derramada. Su forma de actuar podría interpretarse como cinismo, pero parece más probable la hipótesis de la ingenuidad y una estupidez teñida de malicia. La maquinaria de los campos de exterminio ha arrojado una cifra tan desmesurada de víctimas que todo lo sucedido parece irreal.Esos cuerpos con una fina capa de piel adherida al hueso, ¿proceden de una humanidad escarnecida o de un cuento inverosímil? ¿Acaso no parecen espantapájaros, muñecos hechos de tela y alambre? A primera vista, la reacción de Himmler puede parecer infantil, pero si la observamos con más detenimiento, advertiremos la misma obscenidad que se repite en Eichmann. Ambos hicieron “todo lo posible para alejar el peligro que representa la intrusión fisiológica de la moral en la realización de su programa”.

Eichmann se refugió en las asépticas paredes de un despacho, limitándose a realizar informes y a fijar horarios e itinerarios. Las pocas veces que estuvo cerca de la sangre y los cuerpos calcinados, comprobó que su estómago no soportaba el espectáculo. Lo cierto es que, ante la extrema deshumanización del Lager, no existían reacciones adecuadas. Sólo estupor y desconcierto, sentimientos que, por lo general, se traducían en una pasmosa inactividad. Lo inconmensurable no puede suscitar emociones apropiadas. No se puede compadecer a una multitud. Conviene descartar, por otro lado, la idea de que el número de víctimas es una cifra cerrada. Klaus Eichmann es “el número seis millones uno”. Tampoco él cierra la cuenta. El proceso no ha terminado. La máquina de destruir seres humanos continúa funcionando. Nadie se ocupó de pararla. Está ahí, engullendo a una humanidad que se ha convertido en su alimento. El mundo actual no cesa de devorar a sus hijos, suprimiendo aquellos fragmentos de realidad que se revelan inservibles para su lógica inhumana. Todo lo que no se pliega a la “co-maquinización” está de más. La movilización total exigida por Jünger responde a esta filosofía. El hombre del futuro es el trabajador, una figura donde se ha eliminado cualquier forma de individuación. La dignidad del obrero metalúrgico o del soldado reside en su condición de tipos. La idea de comunidad justifica la condena del individualismo. El anonimato del campo de batalla o de la cadena de montaje expresa el destino de una época. La excelencia no está asociada a la pervivencia de nuestro nombre, sino a las hazañas colectivas que protagoniza una masa indiferenciada.

El “totalitarismo técnico” implica una idea de humanidad, donde cada hombre sólo es una “pieza mecánica” de una gigantesca maquinaria. El tercer Reich apenas fue un “experimento provinciano”, un “ensayo general” que fracasó en su intento de institucionalizar el imperio de las máquinas. Todos somos víctimas de este fenómeno, pero a todos nos corresponde actuar como resistentes, esforzándonos en “rehumanizar” el mundo. Anders invita a Klaus Eichmann a participar en esta tarea. Nadie cuestiona su ausencia de culpa. No puede ser acusado de los crímenes de su padre, pero su inocencia exige que repudie a su progenitor. La deslealtad es virtud cuando las obligaciones filiales están referidas a un criminal. Ese acto es necesario para atenuar el horror de una matanza inconcebible. El Holocausto no es insoportable tan sólo porque haya sucedido, sino porque “el hecho de que una vez haya sido posible algo así es ya imborrable y se perpetúa como una posibilidad irrevocable”. El gesto de rechazar a un padre genocida tiene un enorme valor. Un paso de esta naturaleza mejoraría las expectativas de futuro, abriendo un horizonte más esperanzador. Al romper con su origen, Klaus recuperaría su dignidad y se ganaría el respeto de todos. “El día que supiéramos que hay un Eichmann menos, ese día no sería para nosotros un día cualquiera. Pues ‘un Eichmann menos’ no significaría para nosotros un hombre menos, sino un ser humano más”.

El hecho de que Eichmann no albergara sentimientos antisemitas no atenúa su culpa, sino que la agrava, pues revela la esencia de un poder ejercido indistintamente sobre judíos y gentiles. Esta ausencia de prejuicios corrobora las tesis de Hannah Arendt. El nazismo no es una rama del totalitarismo, sino la expresión más acabada de la esencia del poder. La necesidad de criminalizar a una parte de la población responde a la necesidad de manifestar la fuerza del Estado. La abominación de los judíos es un viejo prejuicio cristiano que reunía las condiciones ideales para evidenciar la impotencia del individuo frente al poder instituido. Los hornos crematorios tienen la elocuencia de las ejecuciones públicas de la Europa medieval. La carne maltratada de los reos recuerda la existencia de un poder sin otro horizonte que perpetuar su dominio. La biotecnología de los campos no es ingeniera genética, sino una política total que se ejerce sobre el cuerpo y el espíritu. Al igual que Kertész o Jean Améry, Anders, que no ha vivido la experiencia de la deportación, considera que Auschwitz no se debe interpretar como la última estación de la infamia humana. Auschwitz no es el producto de una sociopatía colectiva, sino el síntoma más revelador del estado de nuestra cultura. Eichmann intentó disculpar sus crímenes, invocando la obediencia debida. Si en vez de ser funcionario del gobierno nazi, hubiera pertenecido a la Administración de un país democrático, su gestión habría sido perfectamente normal. El destino muchas veces se disfraza de signo político y él no tuvo la suerte de ejercer su trabajo en un estado de derecho. El problema, nos dice Anders, es que el totalitarismo no acabó con Hitler o Mussolini. Bajo otras formas, sigue impulsando el curso de la historia y todos le servimos con la fidelidad y buena conciencia que acompañó a Eichmann durante sus años al servicio del Reich. La sombra de Auschwitz aún sigue entenebreciendo nuestro presente y podría malograr nuestro porvenir.

ANDERS, G., Nosotros, los hijos de Eichmann: Carta abierta a Klaus Eichmann. Traducción de Vicente Gómez Ibáñez. Paidós, Barcelona, 2001.

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De POESÍA DE EL TORO DE BARRO (blog de Carlos Morales), 01/2011

Wednesday, April 20, 2016

El tiempo, que va pasando...

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

... como la vida... sigo escuchando a aquel grupo chileno cantar zamba de mi esperanza en la plaza O'Higgins de Valparaíso, un día de otoño austral, porque era una de las canciones de mis veinte años,  pero no es esa escena la que me traído este golpazo de viento negro, sino ese libro de Cioran que he abierto esta tarde por casualidad en el que  me he encontrado una página marcada con un tique de café; una página que habla del sarcasmo de la gloria clandestina,  sueño supremo de los delicados y los  abúlicos, un asunto este del que aquel joven de 25 años no tenía la más remota idea ¿Qué hacía yo en enero de 1976, en Paris, en el Drugstore de St-Germain? Ni idea. Como intente recordar algo será una invención o una superposición de imagenes, recuerdos e invenciones: el velador mínimo en la terraza cubierta, esquina con la rue de Rennes, las sillas, el cenicero anaranjado (¿seguro?), ni idea de qué pude haber tomado por 44 francos ni con quién... De ese día en concreto no recuerdo nada, sí de que mi hija nació unos pocos días después. ¿Caída en el tiempo? No, un porrazo, un auténtico porrazo, el tiempo te va si no mtanado sí cuando menos desnudando y de las páginas en las que Cioran habla de la notoriedad como tabla de salvación y de la guasa que tiene el querer ser aplaudido a toda costa por los mismos sobre los que vomitas, mejor no hablar, son cosas de Cioran, desesperado de marca, en el 21 de la rue de l'Odéon, hace cuarenta años.

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De VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 20/04/2016

Tuesday, April 19, 2016

Alto Bermejo

PABLO CINGOLANI

Cuando cruce el Bermejo,
Ese río de leyenda,
Estremecida mi alma
Andará por esas sendas.
Aníbal Aguirre

Desata admiración el Bermejo. Cuando crece, da miedo pero su portento es tal, que uno se queda callado, oye su rugir de jaguares y lo admira igual.

“Hondo de toros ahogándose…”, lo escribió Manuel Castilla y lo escribió tan recio en su romance dedicado al río que no es posible evocarlo sino como lo hizo él: “Como tienen nuestros ojos/ de tanto amarte perdidos/ la lenta melancolía/ con que te miran los indios”.

Río es río y es singular y también muchas aguas juntas, muchos ríos: al Bermejo acuden aguas de la precordillera y la puna, aguas de Baritú y de Yavi; aguas de Tarija, de Sama y de Tariquía, aguas, tantas aguas, aguas bolivianas, aguas argentinas, aguas compañeras, que emociona verlas, cuando el río arrecia, arrebatadas, furiosas, temibles.

Las crucé, por primera vez, tras seguir a pie la playa de uno de sus afluentes, bajando desde Iruya, un pueblo colgado entre el olvido y sus montañas de colores, hasta Isla de Cañas, un pueblo olvidado entre la selva y la miseria de la selva. De ahí, salías al tramo final de una ruta emblemática de la República Argentina: la número 34.

Si elegías el sur y bajabas por la carretera, allí estaba, cerca y lánguida, San Ramón Nonato del Valle de Zenta de la Nueva Orán, Orán a secas, Orán como Argelia y en ambas, la peste pero pestes diferentes: en África, La peste de Camus y de los nazis; en el Chaco Gualamba y cerril de América, la peste de la pobreza y la marginación, la peste de la frontera. De cualquier frontera sudamericana: rincones que son víctimas de nuestra negación a ser verdaderamente una Patria Grande.

Orán, la de Salta-Argentina, fue fundada en 1794, el 31 de agosto, el día de San Ramón no nacido, allí donde está, por dos motivos: 1. Para abrir el camino entre Salta y Tarija y 2. Para combatir a los salvajes y pacificar a los indios. La historia triste de la fundación colonial de ciudades se repetía.

Anotaré algo sobre Isla de Cañas. Era un chango: nunca había estado antes en un lugar así. Era una aldea, un poblacho, un campamento grande, ¿una comunidad? de hombres y mujeres de varios pueblos originarios, de varias lenguas - quechua, wichi, guaraní-, que olía a desgarro, a hambre, a clandestinidad, a castigo. Olía a alcohol y a fiesta brava y cuchillos vengativos ya que llegamos justo para cuando se celebraba a Santiago, un 25 de julio. Pensé entonces y lo sigo pensando: esa es la Argentina real, la Argentina del espejo y la sombra, pero también la Argentina donde debe brillar la esperanza.

Si elegís rumbear el norte, y subís por esa misma carretera, está Bolivia, estuvo Bolivia, por primera vez para mí, hace ya más de tres décadas.

Río que une y enlaza, rio indio, Teuco como lo llaman los Qom, río que hermana pueblos, peces y pájaros; rio de bravas guitarras, río de cencerros, miles, millones, río de tubas enloquecidas, donde se lavan los duendes y los jinetes, se sumergen las hadas, beben y hablan con él, los arrieros.

Rio heroico, río libertario, río que libera, río de los guerrilleros, el Bermejo: por ahí, por esos límites, por Aguas Blancas, lo vio entrando a Masetti y su EGP a la Argentina. La insurgencia se fue devorando a sí misma y el periodista comandante desapareció en los montes. Walsh, escribirá que Masetti “se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo”.

Las selvas del Alto Bermejo son únicas en Argentina. Sólo allí, es posible que crezca la planta del café. En medio de una vegetación que asombra, una flora vital colmada de lapachos amarillos, cedros rojos y tarcos gigantes, se cultiva la yuca y la papa dulce. También da bien la chirimoya, la toronja, el mango, la papaya, el plátano, algunos de estos frutos desconocidos más al sur. Territorio fértil para las cucurbitáceas: melones, sandías, zapallos y calabazas abundan, se venden baratos, casi regalados, en puestos improvisados en Yuto, en Pichanal, en algún rancho pobre a la vera del camino y un destino poco feliz, muy contaminado. Estos sitios son el culo de una Argentina pretensiosamente blanca y negadora de sus raíces, y es estigmatizado como zona roja, santuario narco, edén del contrabando.

Sentenció Camus sobre su África, asediada por la modernidad de la vieja Europa: ningún pueblo puede vivir sin belleza. En Alto Bermejo, todo es bello. Luce esa belleza salvaje e irredenta que está ausente u olvidada en el resto de la Argentina. Esa misma belleza que se estira y estalla y uno admira por los lados de Emborozú, cruzando el río, en Bolivia, y que uno siente que allí seguirá durando, una vida, dos vidas, quien sabe. Del lado argentino, es tal la fragilidad que se huele, que te hunde y te espanta olerla.

Una vez, cruzamos el Puente Internacional –y cómo nos halaga, negarnos- con el Ricardo y el Ramón Rocha, con Ariel y el Raúl Romero Auad. Salvo Ricardo, gran Ricardo, que guiaba la nave, todos los demás estábamos borrachos, ebrios de vino y de canto, borrachos de vida y camino. Trajinábamos desde Salta, Argentina, donde habíamos conocido al “gringo” Aguirre, el coplero, gran coplero, que me cedió el epígrafe.

Recuerdo que era verano. Recuerdo que llovía, y llovía bastante –como ahora que llueve en este valle seco. Ascendíamos y el río estaba embravecido, y golpeaba rudo, arremetía fuerte, contra los taludes de la carretera, y nosotros mirábamos sus olas potentes elevarse, mirábamos cómo arrastraba troncos y diademas y líquenes y piedras viajeras, mirábamos como lo miraban los indios de Manuel: piedras blancas, piedras negras, muchas piedras: lo mirábamos con fervor poético, con ilusión y devoción de peregrinos, con pasión por esas aguas: era el Bermejo, señores, era el Bermejo en su bosque de nubes, guerreros y colibríes, y no podías más que conmoverte.

Yo lo sé: el día que tremendo cauce, el día que tanta agua danzando arisca, el día que no me emocione y me estremezca viendo o recordando al Bermejo, ese día, yo lo sé: ese día estaré muerto. Mientras el cuero aguante, mientras viva, elevo –elevaré- una plegaría por ti, río amigo, una plegaria líquida.

Río Abajo, 18 de Abril de 2016
Liberen a Milagro Sala

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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 18/04/2016


Monday, April 18, 2016

Desfrute do Brasil


Por Carlos Alberto Dória 


“Em se plantando, tudo dá”. Mas há coisas que já davam, e bem, sem terem sido plantadas pelos colonizadores. Outras, transplantadas, não dão tão bem. 


Os colonizadores, porém, se surpreenderam com o que descobriram por aqui. Tome-se a seguinte descrição: “É uma fruta do tamanho de uma cidra grande, mas mais comprida; tem olho da feição das alcachofras, e o corpo lavrado como alcachofra molar, e com uma ponta e bico em cada sinal das pencas, mas é todo maciço; e muitos (...) lançam o olho e ao pé do fruto muitos outros tamanhos como alcachofras. A erva em que se criam (...) é da feição da que em Portugal chamam erva-babosa, mas não são tão grossas; a qual erva (...) espiga cada ano no meio como cardo, e lança um grelo da mesma maneira, e em cima dele lhe nasce o fruto, tamanho como alcachofra, muito vermelho, o qual assim como vai crescendo, vai perdendo a cor e fazendo-se verde; e como vai amadurecendo, se vai fazendo amarelo acataçolado de verde, e como é maduro conhece-se pelo cheiro, como o melão”. É assim que Gabriel Soares dos Santos fala do abacaxi em seu “Tratado Descritivo do Brasil em 1587”. 


Abacaxi acabou virando sinônimo de coisa maçante, desagradável, problema. Por mais que se goste de abacaxi ninguém é capaz de comprá-lo ou pedir num restaurante sem antes perguntar: “O abacaxi está bom?”. Um contrassenso, pois se é um “abacaxi” não pode ser bom. Uma injustiça, ainda mais porque, ultimamente, eles foram convertidos, graças a melhorias genéticas, de azedos a invariavelmente doces. 


Darwin, no seu estudo sobre a seleção artificial, usando o exemplo dos pombos, mostrou como o homem transforma a natureza ao se relacionar com ela, mesmo que não tenha um plano finalístico. Teoricamente, esse percurso é de adaptação da natureza às necessidades humanas conforme entendidas em cada época, mas nem sempre o longo convívio parece fazer as coisas se desenvolverem para melhor. É o caso de algumas frutas entre nós. 


O inverno é época dos cítricos. De mexericas (Citrus reticulata), laranjas e limões. Hoje não raro de gomos secos e sem sabor. Exceto o limão-cravo (derivado de Citrus aurantium), de aroma sem igual. O que é realmente bom vem de fora, como a laranja-bahia e o pomelo (Citrus maxima) que vêm do Uruguai, ou o limão siciliano -uruguaio, argentino ou espanhol. Estragamos os nossos cítricos ao pensar só em exportação de sucos e precisamos nos socorrer em nossos vizinhos para termos frutas de mesa. É o “modelo de exportação” fazendo suas vítimas pelo paladar. 


Mesmo quando se olha só o mercado interno, também é grande o desprezo pelo consumidor. É o que acontece com um fruto especial para os brasileiros: o tomate. O chef Laurent Suaudeau não vacilou ao condenar, num evento público sobre gastronomia, os nossos tomates: são de péssima qualidade. Tomates italianos em lata são o que de melhor se oferece no mercado. Uma lástima. 


Quem haja comido figos turcos, gregos ou italianos sabe que os nossos, de Valinhos (SP), são uns degenerados. As peras, farinhentas a maior parte do tempo, deixam a desejar. As maçãs argentinas, farinhentas, só recentemente foram superadas pelos varietais desenvolvidos nacionalmente (gala, fuji). 


As frutas encontráveis em supermercados e feiras brasileiros em geral não possuem grande qualidade. Nem sempre a aclimatação por que passaram deu bom resultado; os varietais desenvolvidos pararam no tempo ou degeneraram. A percepção disso é clara, pois mesmo redes de supermercados como o Pão de Açúcar se esforçam por desenvolver o ramo exótico: uma grande variedade de frutas, importadas da Colômbia e da Venezuela, é ofertada nas gôndolas das suas lojas mais elitizadas, à razão de mais de R$ 60 o quilo. 


Sem xenofobia ou nacionalismo gustativo: por que o comércio das frutas nacionais não se desenvolve no espaço aberto pela saturação do gosto das frutas aclimatadas, hoje sem qualidade satisfatória?


Dificilmente existirão no mundo outras frutas com a delicadeza da jabuticaba, do abio, do uxi. Ou mesmo frutas exóticas tão bem aclimatadas como a quase infinita variedade de mangas, que andam desaparecendo face às variedades “industrializadas”. 


Há 30 anos, as “rainhas do pomar” eram as mangas “coração de boi”, “coquinho”, “manga rosa”, “bourbon”, “espada”; estas duas últimas especialmente em São Paulo. O aprimoramento genético da “haden” como que resumiu todas as variedades numa só; sacrificou-se a imensidão de aromas e nuances de sabores em favor da fibra curta, mais fácil de mastigar. A bourbon e espada praticamente desapareceram, atacadas por pragas terríveis. 


Em contraste, hoje é mais fácil trazer coisas de qualidade (duvidosa) da Colômbia ou Venezuela, onde existem estruturas comerciais voltadas para a exportação, do que penetrarmos nos sabores brasileiros. Por exemplo, quem queira frutas da Amazônia dificilmente conseguirá encontrá-las fora da região, especialmente fora de Belém do Pará. 


Experimente-se consultar empresas especialistas em fornecê-las1. Raramente são disponibilizadas in natura. Só em polpas congeladas ou compotas e, assim mesmo, seus representantes fora da Amazônia dificilmente as possuem em estoque. 


Para apreciar os sabores amazônicos é preciso ir à Amazônia, especialmente na sorveteria Cairu 2, em Belém. Para os sabores paulistas e mineiros, ir aos grotões profundos desses estados, espaços onde o progresso haja resvalado. O Brasil está de costas para os seus sabores nativos, chamados sintomaticamente de “exóticos” numa subversão vocabular sem paralelo. 


A situação crítica de fruição das frutas nativas leva a uma idealização dos nossos sabores, começando a gerar uma literatura encomiástica, derivada da botânica3.


A seguir, uma seleção de frutas nativas e exóticas aclimatadas que mostram a diversidade de sabores brasileiros quase esquecidos:
Abio (Pouteria caimito), ou abiu: fruto arredondado, casca amarela, polpa gelatinosa, translúcida ou ligeiramente brancacenta, de sabor adocicado e de grande delicadeza. Cultivado em todo o Brasil, encontrado em grande número em estado silvestre na Amazônia, o que leva a crer que esta seja a sua origem.

Abricó (Mamea americana, L.): uma verdadeira jóia da Amazônia, embora de origem oriental. Do tamanho de uma manga grande, fruto redondo, sabor ácido-adocicado, lembra mesmo os abricós do Oriente, de onde veio no século XVIII.

Anona (anona muricata, L.): frutos grandes, escamosos, com polpa mole e muito doce, muito apreciado, considerado um dos melhores de nossa flora.

Banana (musa, v. s.), família das musáceas: fruto a ser comido cru ou cozido, maduro ou verdolengo, seca ao sol ou em doces. Sua enorme variedade foi sufocada pela banana maçã, nanica e prata. Mas em São Paulo as principais variedades cultivadas na primeira metade do século XX eram: bananeira anã (musa nana); anã gigante; da China; da terra; São Thomé (musa sapientium); do Maranhão; maçã; pacová; nanica; ouro; prata; preta; rainha; roxa. As bananas “de fritar” são uma categoria em fase de recuperação na gastronomia. Já há sorvetes de “banana frita”. Por outro lado, doenças ameaçam hoje as bananas no Brasil. Órgãos de pesquisa correm contra o tempo para salvá-las.

Bacuri (Platonia insignis): considerada a rainha das nossas frutas nativas pelos chefs e gourmets que dela provam. Sua polpa branca-amarelecenta e perfumada oferece um dos sabores mais sutis e originais da Amazônia. É também a fruta preferida nas feiras de Belém. Dificilmente encontrável in natura fora da região, mas encontrável em polpa em conserva para sucos e doçaria.

Caja (spondias): frutos amarelos, ovais, carnosas, sabor acido-adocicado pronunciado, próprio para refrescos, caipirinhas, confeitaria.

Cambucá (Myrciaria plicato costata), da família da jabuticaba: fruto redondo e amarelo, de aparência aveludada, adocicado e levemente ácido, perfumado, encontrado em antigas plantações do interior de São Paulo.

Cambuci (Campomanesia phea): parecendo um minibalão, formato igual da pimenta que leva o seu nome, de cor verde, mesmo quando maduro, o cambuci, fruta considerada em extinção, é talvez a mais típica e apreciada da Mata Atlântica. Sua combinação de acidez e adistringência é única. Muito apreciada para “temperar” cachaças e para sorvetes. O restaurante DOM é o único a oferecer regulamente sorvete de cambuci.

Jambo (Syzygium jambos): à distância, a aparência é de uma goiaba, mas o aroma inebriante, inconfundível, revela, desde logo, o jambo. Não é fruta de grande sabor, mas o seu aroma compensa largamente este aspecto. Encontrável no oeste de São Paulo e Minas Gerais, nos campos e quintais.

Mangostão (Garcinia mangostana): originária da Malásia, esta fruta era considerada pela rainha Vitória a mais saborosa do mundo. Há relatos de tentativas de aclimatá-la no Brasil desde o século XVIII. Hoje já vem se tornando razoavelmente comum, graças a plantações comerciais no sul da Bahia, mas ainda relativamente caro. Sua polpa branca, de delicado equilíbrio entre acidez e doçura, além da magnífica cor interna da sua casca, fazem do mangostão uma experiência inesquecível para quem possa prová-lo.

Murici (Byrsonima crassifolia): ocorre da Amazônia a Minas Gerais. Esta pequena fruta amarela, que os portugueses achavam de aroma semelhante aos queijos do Alentejo, é bastante ácida, se prestando para saborosos licores, refrescos e sorvetes.

Uxi (Endopleura uchi): fruta de coloração verde-amarelado, árvore de grande altura, comum na Amazônia. Sua polpa, embora pequena, é de sabor intenso e grande delicadeza, situando-se entre o abacate e a banana. Um dos sorvetes mais populares da sorveteria Cairu, em Belém é o de uxi.


Carlos Alberto Dória, é sociólogo e ensaísta, autor, entre outros livros, de "Ensaios Enveredados", "Bordado da Fama" e o recém-lançado "Os Federais da Cultura" (ed. Biruta).


1 - http://portalamazonia.globo.com/frutas/home.htm; http://www.saboresdaamazonia.com.br/
2 - Endereço: Travessa 14 de março, 1570, tel.: (91) 267-1476, Belém.
3 - É o caso do recém-lançado livro de Gil Felippe, “Frutas: sabor à Primeira Mordida” (ed. Senac, 2005). Deixando para trás a definição botânica de fruta, o autor pretende transpô-la para o campo da gastronomia, perdendo-se por completo. Para ele, em gastronomia, fruta se opõe a hortaliça e ambas se distinguem pelo uso do açúcar ou do sal, o que torna a diferenciação subjetiva, impedindo-o de bem classificar, por exemplo, o abacate. Livre da botânica, o botânico perde os trilhos: “Pois não é que em Los Angeles já se faz sorvete de alho? O homem começou a exagerar mesmo! Ou o desejo de novidades na cozinha está realmente passando dos limites!”. Na verdade, botânicos, sem o devido preparo gastronômico, passam dos limites e desvalorizam a própria especialidade. Afora isso, o livro é uma compilação, interessante para leigos, de frutas reunidas no monumental livro de Manuel Pio Correa, “Dicionário das plantas úteis do Brasil e das exóticas cultivadas”, publicado pela Imprensa Nacional em seis volumes, entre 1926 e 1975. Também aproveita o excelente livro de Paulo B. Cavalcante, “Frutas Comestíveis da Amazônia”, publicado pelo Museu Emílio Goeldi, em 1996. As ilustrações originais de Maria Cecília Tomasi valorizam o livro de Gil Felippe.

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De SEPHATRAD (blog de Isac Nunes), 13/12/2011


Sunday, April 17, 2016

Krochmalna 10

JORGE MUZAM

Llueve apaciblemente entre estas montañas. La humedad empieza a calar los huesos. Las viejas vigas de roble que sostienen el parronal amenazan con ceder. Lleno tiestos con uva para alivianar las guías y alejar la amenaza, pero la crujidera no cesa. Las noticias dicen que Santiago es un caos. Particularmente el Santiago rico, el de los rascacielos y malls, donde predominan las bestezuelas arrogantes de cabello claro, las que desprecian al resto, al inmenso morenaje que sobrevive con el sueldo mínimo. Que el agua turbia le ensucie los tobillos a un rico equivale a un holocausto nacional. La prensa rastrera no ahorra epítetos para evidenciar su congoja.

Antes de sacar a pasear a Tatón le leo un capítulo de Krochmalna 10 a Romina. Corresponde a las memorias de Bashevis Singer que pincelan su contexto de infancia. El capítulo en cuestión se refiere al divorcio de dos ancianos judíos y al escándalo que provocan en su comunidad. El autor lo describe de forma enjundiosa, refrescante, colorida, sin eludir la chimuchina de los días, las pequeñas cosas que generan memoria por defecto. Bashevis Singer aparece como un personajillo muy secundario, un observador detrás de puertas entreabiertas. Quizá intuye que hablar sobre uno mismo siempre es engañoso, porque los escritores prefieren los espejos cóncavos para eludir lo esencial, escamoteando la vergüenza del cara a cara, invisibilizando la miseria y la culpa que los iguala al resto, o bien victimizándose con medallas inmerecidas de mártir. 

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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor), 17/04/2016


Friday, April 15, 2016

El viaje a Rusia de Panait Istrati

Pere Carles Josep Foix Cases,  militante anarquista durante más de una década y escritor, (Ruibregós, Lleida 1893-Barcelona, 1978) representaba a una amplia franja militante que oscilaba (o combinaba) el anarquismo federalista y el republicanismo catalanista. Muy joven emigró a Argentina, pero en 1913 se encuentra en Barcelona. Según parece desertó de la marina y se autoexilió a París, dónde en 1919 comienza a colaborar con la prensa anarquista. De vuelta a Barcelona fue detenido y trasladado a Cartagena, pero logra abandonar el barco que iba destinado a Dakar. De nuevo en París, regresa clandestinamente a España para tomar parte en la lucha conspirativa contra la Dictadura, sufriendo no menos de siete detenciones. A finales de la década formó parte del CN de la CNT con Peiró, y en 1930 colabora estrechamente con este en Solidaridad Obrera, la colaboración se hace extensiva al Manifiesto de Inteligencia Republicana. Pere Foix se dejará llevar por el entusiasmo republicano y catalanista y emerge en el período siguiente como militante de la Ezquerra, encontrándose en 1933 al frente de la oficina de prensa de la Generalitat, aunque al parecer nunca rompió enteramente con su raíz anarquista y en sus trabajos literarios sobre diversas figuras del anarquismo trata de acentuar las inclinaciones catalanista y gubernamentalistas de estos.
     

Como periodista y escritor, Foix utilizó diversos seudónimos, tales como León X. Xifot, Albert de La ville o Delaville. Firmas que aparecen en periódicos como Le LibertaireL´lnternationale (ambos parisinos), ¡Despertad!, de Vigo, Solidaridad ObreraL' OpinióLa HumanitatLa Rambles, los tres últimos de inspiración nacionalista. Exiliado en México llevará a cabo una extensa labor como escritor. Pere Foix fue autor de Los archivos del terrorismo blanco (1931), Barcelona, 6 de Octubre (1935), Catalunya, simbol de LlibertatEspaña desgarradaVidas agitadas (1942), pero su obra más destacada seráApostols i mercaders, Premio de los Juegos Florales de lengua Catalana de Montevideo, en 1949 (Nova Terra, Barcelona, 1976), que es también la que más plenamente refleja su intensa militancia anarquista. También escribió extensas biografías de grandes personajes mexicanos como Lázaro Cárdenas, Pancho Villa y Benito Juárez, así como una extensa biografía: Panait Istrati, Novela de su vida (Mexicanos Unidos, México, 1956), autor al que había contribuido a dar a conocer en traducciones firmadas como Belleville, y a la que pertenecen estas páginas.


PERE FOIX
    

A mi regreso a Barcelona, en octubre de 1924, siguió una asidua correspondencia. Sus cartas eran una expresión fervorosa a la Amistad, que él escribía con mayúscula.

    En diciembre de dicho año fui encarcelado y durante los tres meses y medio de mi encierro, cada semana recibía carta de Istrati. "Que la prisión no te amilane. Piensa que nosotros, en Francia, luchamos y lucharemos contra las perfidias de ese fantoche de Primo Rivera,  decía en su primera carta que me dirigió a la prisión de Barcelona. Y una mañana tuve la agradable sorpresa de recibir sus dos primeros libros, cariñosamente dedicados a mis compañeros, los presos políticos y sociales, que uno de éstos le agradeció en un artículo publicado en un periódico clandestino. En agosto de 1926 hice un viaje a Niza, donde Istrati pasaba los meses del invierno y también los más calurosos del estío. El mismo día de mi llegada a aquella encantadora ciudad fui a su domicilio. Vivía en una casa de los alrededores, rodeada de florido y perfumado jardín, con muchos pinos, mimosas, naranjos y cerezos. Y por si algo faltara para hacer de aquella una vivienda todavía más agradable, multitud de pájaros gorjeaban y sin temor a ser molestados, volaban por el jardín y las ramas de los árboles. Me recibió la patrona, la señorita Bruteau, soltera, flaca, más que vieja envejecida, un poco descuidada en el vestir, cabello entrecano, quien sonriente y con mucha simpatía me habló del señor Istrati.

    Me dijo la señorita Bruteau que el señor Istrati hacía dos días que con su esposa había marchado a París, llamado con urgencia por su editor. La esposa de Istrati era Berthine Ziemssen. En abril de 1926 se juntó con él en París y hacían vida matrimonial.
 
    -En esta butaca -me dijo la señorita Bruteau señalándome un enorme sillón- el señor Istrati pasa muchas horas leyendo.
 
    Le gustan los pinos y es muy amigo de los pájaros, que como usted puede ver aquí hay muchos y bonitos. Al romper el día se levanta y se entretiene cuidando las flores del jardín hasta la hora del desayuno. Es muy bueno el señor lstrati. Y su esposa es una gran señora, instruida y agradable. Recibe contadas visitas y casi nunca sale de casa.
  
    No era Istrati el hombre de antes, tosco y desapacible, ceñudo y poco comunicativo. Sus asperezas en el lenguaje se trocaron en finas expresiones y sus modales eran de gran corrección. Lo comprendí por los elogios que de él hacía la dueña de la casa, una ricachona venida a menos que tenía que compartir su hogar con el matrimonio Istrati u otra pareja cualquiera, que según entendí no hilaba muy delgado si pagaban puntualmente el alquiler de la planta baja de la casa, que en los altos vivía ella en compañía de un perro y de un minino muy juguetón.
 
    -De muchas letras y muy bien educado es el señor Istrati. Recibe los periódicos a montones y muchas cartas y libros. Nunca se le vio ocioso. Cuando no desbroza el jardín, lee o escribe. Es hombre de corazón y bien templado, el señor Istrati.
 
    Nada, que me encontré con una persona convencida de los altos méritos del ya famoso escritor, a quien ponderaba sin reservas y con lujo de hipérboles, pues se trataba de una mujer de mucha imaginación y que hablaba hasta por los codos.
 
    A principios de 1927, me escribió: "Estamos preparando la publicación de una revista de vanguardia que dirigirá Barbusse y cuyo título será Monde. Con la anuencia del grupo editor te ofrezco sus columnas. Espero que nos ayudarás en nuestra tarea de fustigar a los tiranos que pretenden extender su dominio por el mundo. En cada número de la revista destinaremos una página para combatir a Mussolini y a Primo de Rivera. Los revolucionarios españoles tendréis en Monde una excelente tribuna."
 
    Hasta nosotros habían llegado noticias de que Panait Istrati había ingresado en el partido comunista francés, pero conociendo su inquebrantable independencia de criterio y su indisciplinado temperamento, nos resistimos a creerlo. Supimos que colaboraba en la prensa comunista francesa, mas no le dimos mayor importancia. Que él me dijera que formaba parte del grupo editor de una revista dirigida por el comunista Henri Barbusse, nos hizo creer que era cierto lo de su ingreso en el partido comunista de Francia. Al contestarle le dije que le agradecería si me informaba sobre su posición política. Jamás recibí su respuesta. Con mi carta pidiéndole esa aclaración, quedó interrumpida nuestra relación epistolar. En lo sucesivo, nada supe de él directamente.
      
    En octubre de 1927, la prensa publicó la noticia de que, invitado por el gobierno soviético, hizo un viaje a la URSS. El viaje aquel fue precedido por una declaración de fe comunista, que nos dejó perplejos. ¿Istrati comunista?, nos preguntábamos con extrañeza. Sí, había leído El Capital, de Marx, pero se armó un lío; no lo entendió. Él mismo nos confesó en París. Conocía Campos, fábricas y talleres, La Conquista del pan, La Ciencia Moderna y la Anarquía, Ética y La Gran Revolución, de Kropotkin. Seguramente que leyó algo de Stirner, de Tucker, de Godwin y de Proudhon, porque de ellos nos habló. Un día puse en sus manos Mon Communisme, de Sebastián Faure, de cuyo libro me habló con el entusiasmo de un neófito en las luchas sociales. Le agradaba leer los artículos de Malatesta y también los libros de Luis Fabbri. Y de las enconadas porfías que dividieron la Primera Internacional entre bakuninistas y marxistas, hizo comentarios favorables a los primeros, simpatizando con las aliancistas de París, de Barcelona, de Alcoy, que seguían a Bakunín. También leyó a Saint-Simon, a Considerant, a Louis Blanc, a Roberto Owen. Era enemigo del reformismo de Renaudel, de Vandervelde y de Jouhaux.
   
    Dado su temperamento, no creía en su comunismo, pese a su ingreso en el partido comunista francés. La explicación de que abrazara esa férrea disciplina, únicamente se puede encontrar en los halagos con que lo envolvieron los comunistas de París y sin darse cuenta se encontró en las filas del partido en el momento de su consagración literaria.
 
    Con su viaje a Rusia sufrió un tremendo desengaño. No era aquello lo que él creía. Fue a Rusia pensando que vería un país cuya vida se regía por una organización socialista y se sintió mortificado al comprobar que se vivía mejor en Francia. Era de presumir el desencanto en quien aborrecía la autoridad en cualesquiera de sus formas y sistemas, y que siempre había pleiteado con políticos y polizontes, según él los bandidos que atormentan a los ciudadanos en las grandes urbes.
 
    Los bolcheviques y los funcionarios le hablaron con desprecio de la burguesía occidental, avasalladora, agresiva, arrogante e impertinente. Y de la clase media le dijeron que era abúlica y aduladora, mofándose de la una y de la otra, a la vez que injuriaban a las clases oscuras de la sociedad capitalista (los trabajadores y los campesinos) embrutecidas por la miseria y la explotación. Él comprendió que, en comparación con la vida miserable y abyecta del tiempo de los zares, los rusos gozaban de cierto bienestar, pero que los soviets no eran ni mucho menos una organización socialista, aparte que observó que los rusos se mostraban retraídos, desconfiados, taciturnos.
 
    Estando Istrati en Moscú recibió una carta de Víctor Serge, quien vivía en Leningrado, invitándole a que fuera a verle. Aceptada la invitación, Víctor Serge y Panait Istrati fueron amigos. Víctor Serge, pese a haber sido el traductor titular de Lenin, en tiempos de Stalin cayó en desgracia. Istrati se lamentaba de la confusión ideológica de los dirigentes de la URSS.
 
    -Fui testigo de un hecho espantoso -le decía Istrati-. Por todas partes he visto hojas de propaganda distribuidas por los soviets, las cuales llegan hasta las aldeas más pequeñas; instrucciones para que cultiven con provecho la tierra, para que la abonen de manera científica, etc.
 
    -Es verdad -asintió Víctor Serge.

    -Y claro, los que siguen esas instrucciones producen más y viven con mayor comodidad. El soviet de la aldea, enfurecido, interviene. A los que siguen al pie de la letra las instrucciones que les llegan de Moscú, los declaran kulaks, les confiscan sus bienes tan penosamente adquiridos y les tratan de enemigos del socialismo. Un hombre de Telav, inteligente y trabajador, había plantado una viña siguiendo las nuevas instrucciones y empleando los abonos químicos, la viña prosperó. ¿Verdad que los demás campesinos debían estar contentos y seguir su ejemplo? Pues no fue así. Era un kulak, un traidor que pretendía enriquecerse con el producto de su trabajo. Y el soviet local, envidioso e incapaz, quería confiscar sus bienes. ¿ y qué crees que hizo ese pobre diablo?
 
     -No sé, pero conozco casos semejantes en que el calumniado se suicida --Contestó Víctor Serge.
 
     -¿Suicidarse? No, hizo algo peor para la economía rusa. Se reunió con su mujer, sus hijos y otros parientes, y acordaron que durante la noche destruirían la viña. Y así lo hicieron. Al amanecer se presentó ante el soviet del pueblo y exclamó iracundo : ¿Kulak? ¡Ya no lo soy! Podéis estar satisfechos. El socialismo se salvó en Telav.
  
    Después de una pausa durante la cual Víctor Serge le miraba con fijeza, Istrati prosiguió:

    -El soviet le escuchó sin emoción. Los que lo integraban sonrieron. i Y se habían arrancado de raíz dos mil quinientas cepas de viña! ¿Comprendes, Víctor? ¡Dos mil quinientas cepas para engordar a los cerdos!
 
     -Serénate Panait. Esto no tendría importancia si no fallara la dirección, porque ya sabes que la realización de una idea lleva consigo casos feos y aún horribles.
 
     -A ti te consta que yo vine a Rusia con el propósito de quedarme aquí para siempre.
 
    -Eres un sentimental, Panait. Tu corazón sobrepasa a tu inteligencia. Y ahora, ¿qué piensas hacer? ¿Quedarte?
 
    -¡No! -gritó Istrati-. Me bastaría saber lo que hacen contigo, con tu suegro Russakov, con Liuba, tu buena mujer y con tu pequeño Vladi, para irme de este país.
 
    -Un atropello siempre es un atropello sea quien fuere la víctima. No porque suframos mi familia y yo debes enfurecerte.
 
    -Sé que al llegar a París, comunistas y anticomunistas me abrumarán a preguntas. Unos y otros intentarán llevarme a su redil.
 
    -Y los estalinistas, sospechando que no sigas sus consignas al pie de la letra, no te dejarán ni a sol ni a sombra -aseguró Víctor Serge.
 
    Víctor Serge, que era un escritor hijo de padres rusos nacido en Bruselas, que fue bolchevique en tiempos de Lenin y de Trotsky y que a la sazón se enfrentó al estalinismo, le habló largo y tendido sobre la Revolución rusa y el estalinismo.
 
    -Sí, ya sé que aquí, salvo los burócratas y los comunistas, quienes se manifiestan con brillante locuacidad y viven muy bien, el resto de la población no come todo lo que necesita -le dijo Istrati-. Y mientras aquéllos, ahítos y festivos, adoran con religiosa unción los símbolos del comunismo puestos en todas partes, a los que vitorean con estentórea voz, los trabajadores sufren mucho más que los de cualquier país capitalista. No sabes con qué sentimiento tengo que hablar así. Estoy asqueado, puedes creerlo a burócratas y comunistas, coreando al gobierno, alardean de ser los salvadores de las clases humildes, de las cuales se autonombran sus auténticos representantes. Francamente te digo que hubiera sido mejor no hacer este viaje a Rusia, porque al menos habría mantenido la ilusión de que aquí se está construyendo, como ellos dicen, la sociedad socialista. Te consta que en Moscú, y también en Leningrado, he protestado de las injusticias de que he sido testigo discutiendo con los estalinistas. Pero creo que en Francia será mejor que me calle.
 
    -¡Nunca! ¡No digas eso, Panait! -le gritó Víctor Serge--. Debes escribir tus impresiones sobre la URSS, de lo contrario serás cómplice del gran fraude.
 
    -Entiendo que si estando en Francia hablo o escribo sobre la URSS, podré causar grave daño al proletariado internacional.
 
    -¡Al contrario, le prestaras un gran servicio! Si callaras cometerías una felonía. Con tu viaje a la URSS has contraído una responsabilidad ante el mundo libre y no olvides que tus lectores esperan tus impresiones. No te dejes conducir por los burócratas del Kremlin que en cuanto llegues a París te halagarán para que escribas lo que a ellos les conviene.
  
    Panait Istrati salió de Rusia en la primavera de 1929 enojado con sus compañeros de viaje porque no sólo no le ayudaron en sus críticas contra la burocracia de Stalin, sino que le reprochaban que con su actitud favorecía a los enemigos de la Rusia soviética. Fue de Leningrado a Moscú, para protestar contra la persecución de que era víctima Víctor Serge. Y con tanta vehemencia abogaba por su amigo, que antes de favorecerle le perjudicaba, al punto que Víctor Serge y su familia fueron desterrados a Siberia, en donde estuvieron seis años.
 
     Ante su impotencia gritaba, blasfemaba, gesticulaba, lloraba. Se estrellaba contra la muralla de la burocracia y sufría atrozmente. Eleni Samios, que con Istrati hizo su viaje a Rusia, reporta que el escritor rumano exclamó estando en Moscú: "Entonces, ¿en la URSS se persigue a los obreros? ¿Se mata a los amigos? ¿Es por vuestro sistema de gobierno que queréis sacrificar nuestra vida, nuestra obra, nuestra alma? ¡Ah, no! O se rehabilita a Russakov (el suegro de Víctor Serge) u os escupo al rostro. Sabed que vuelvo a Europa para gritar mi testimonio de hombre honrado. Sé gritar, y gritaré hasta romper los tímpanos de Stalin y su cuadrilla."
 
     Y refiere que para conseguir que se hiciera justicia a Russakov, anciano de 72 años lanzado al pacto del hambre, corría de un lado a otro desde la mañana hasta la noche. Continuamente hablaba por teléfono y lanzaba la palabra de “Cabrones" contra Stalin y los suyos. "Luego -añade Samios-- como un pobre conejo herido perseguido por la multitud, se acurrucaba en su habitación y temblaba en espera de ser detenido. Incluso temía su desaparición. "¡Ah, pero venga lo que viniere!', exclamaba iracundo." ¿Acaso no nos han referido que un periodista extranjero demasiado curioso quiso hacer una excursión de la que nunca regresó?"
 
      Al llegar a París Istrati estaba indeciso. Por un lado, los que le hablaban el mismo lenguaje de Víctor Serge en Leningrado, por el otro, tenía que soportar la verborrea de sus camaradas del partido, que todos los días le pedían que escribiera el libro presentando al mundo la imponente obra socialista de la URSS, patria del proletariado. ¿Y su conciencia? Su conciencia no le permitía mentir, se decía en sus dubitaciones. Los comunistas franceses le asediaban a preguntas e incluso llegaron a exigirle que hiciera una declaración en el diario del partido, en espera del libro. Querían comprometerle, atándolo para siempre al carro del comunismo. Su indecisión les inquietaba y seguían sus pasos. Y empezaban a increparle, injuriándole cuando les manifestó su inconformidad con el socialismo de Stalin. Quiso visitar a Romain Rolland y éste se negó a recibirlo. Eleni Samios escribe respecto a la negativa de Romain Rolland :
 
   "Si Romain Rolland lo hubiera recibido diciéndole, por ejemplo: "Hijo mío, mi buen Panaitaki, tienes razón; pero cállate. Cállate, por favor, no proporciones armas a los enemigos. Sí, sí, ya lo sé que Víctor Serge, tu amigo, sufre injustamente, que su mujer y su hijito corren peligro de muerte. Pero la humanidad avanza y a menudo pisoteando cuerpos inocentes. y nosotros debemos lamentar las desgracias, pero siempre ayudando a que la humanidad pueda vencer. y por esta vez, nuestro supremo deber es callarnos, sobretodo estando en el campo enemigo” Pero en lugar de esto, desde Romain Rolland hasta Magdeleine Paz -a quienes estimamos a pesar de todo- consideraron más cómodo arrojar la piedra sobre nuestro Istrati, alejándose de él como de un apestado. No repetiré aquí las exclamaciones oídas en Francia. Los gritos de Panait necesitan un poco más de justicia, un poco más de imparcialidad, un corazón humano capaz de comprender." Tiene razón. Pero se hizo lo contrario; le insultaron llamándolo traidor y otras lindezas por el estilo. En una publicación comunista se llegó a escribir lo que sigue :

       "Viajando Istrati en esa época con unos delegados de los países de Occidente, de pronto advirtió en el mismo vagón -¡horror!- a un delegado marroquí y exclamó indignado:

      "-¡Yo no quiero viajar con este negro!

       "El haiduk se había vuelto civilizado como un norteamericano."

       Asqueado, un buen día escapó de París sin despedirse de nadie y se fue a Niza. En esa ciudad respiraba a sus anchas, nadie le molestaba con necias preguntas e impertinentes exigencias. Allí, solo con Berthine, podría reflexionar. Aquella ciudad se prestaba para el sosiego y la reflexión. Pero los atardeceres de Niza, envueltos con el embrujo del Mediterráneo acrecentaban su tristeza, y su hostilidad hacia los hombres era mayor aún. Su pensamiento volaba y se recreaba en el paisaje de su infancia que le causaba infinita emoción, sintiendo la nostalgia de la patria. Berthine veía cómo sufría. Una mañana estaban los dos sentados en la terraza de su casa. Ella le dijo:

      -No te mortifiques, Panait. Debes tomar las cosas con calma. Esos nervios acabarán contigo. Y no debes olvidar que estás enfermo.

      -¡No olvido nada! -le contestó con acritud-. Con que, ¡déjame en paz!

      -¡Ay, hijo; estás imposible! ¡Ese viaje a Rusia te ha trastornado! ¡Sosiégate y reflexiona, no seas arrebatado! Si antes de ir con los comunistas hubieras pensado lo que hacías, ahora no te encontrarías en esos líos, que culpa tuya es por haberte metido en aquellos dibujos. Istrati la miró con fijeza no disimulando su malhumor. Ella insistió:

      -¡Los comunistas! ¿Qué te une a ellos? ¡Nada! Tú eres un rebelde, un inadaptado, en tanto que ellos son un rebaño sometido a la voluntad de sus pastores.

      -Eso sí que es verdad -contestó él.

      -Reprocharle a uno defectos que no tiene, culparle de que abriga intenciones aviesas, ser tratado con crueldad porque difiere del pensamiento del que dogmatiza y se atreve a hablar en un lenguaje claro y franco sin querer comprenderlo, es un juego sucio. El equilibrio se mantiene discutiendo, ordenando los pensamientos y las ideas. Quien se irrite frente al adversario no razona, desbarra porque no está en condiciones de escuchar.

      -Lo peligroso es que juegan con nuestra libertad y aun con el futuro del hombre.

     -Hiciste una tontería uniéndote a los comunistas, Panait  ya sé que lo lamentas y si ahora fuera no lo harías. Olvidaste que cuando un hombre, por sus méritos, alcanza la celebridad, tiene que ir con mucho cuidado en lo que habla y hace. Un cualquiera puede equivocarse, tú no. Reconoce que te comportaste como un chiquillo, no como un escritor de fama mundial.

     -¡Escritor de fama mundial! ¿Para que la gente me mortifique me han hecho escribir? ¡Sí, ya sé que soy un hombre de responsabilidad! Y precisamente por esto me exigen que mienta. ¡Vaya con la gentuza esa! i Soy un cobarde, eso es, un cobarde! Si cuando me corté la garganta hubiera tenido el pulso de los valientes, habría acabado con todo.

     -¡Calla, calla, no digas necedades!

     -¿Por qué Romain Rolland me obligó a escribir? Cuando la gente no se ocupaba de mí sufría, es verdad, y mucho. Pero, ¿y ahora? ¿Acaso soy feliz yendo del brazo con eso que llaman la gloria? ¡La gloria! ¡A la m... la gloria! Si no soy dueño de mis actos, ¿para qué me sirve la celebridad? Comunistas y anti comunistas me abruman, me martirizan para que les diga su verdad. Por lo visto yo no cuento para nada. "Piensa en el partido al cual te debes", me gritan unos. "No olvides que Stalin es un monstruo y una engañifa la que representa", me susurran los otros. Y todos quieren que les dé un libro. Bueno, pues tendrán el libro. ¡Y les va a escocer!

       -Para decidirte a escribir Un libro no es menester que te martirices. Todo consiste en que domines tus nervios y recuperes la serenidad. Si ésta te faltó cuando te adheriste al comunismo, tenla en la hora de empezar a escribir un libro que esperan tirios y troyanos.

      -Tienes razón, Berthine.

      -Espera un par de semanas o un par de meses, que la cosa no urge. Que vayan a la porra los impacientes, que son muy ladinos, y tú escribirás para las almas sedientas de verdad. Ahora, si te parece, podemos ir unos días a Mónaco ya nuestro regreso empiezas a escribir tu libro. Yo te ayudaré poniéndolo en limpio. ¿Conforme?

     -Conforme.

     Y los dos, cogidos del brazo, dieron un paseo por el jardín.

     A las siete de la tarde cenaron y se acostaron a las ocho y media. Istrati, confortado por las palabras de Berthine, durmió a pierna suelta nueve horas.

     A su regreso de Mónaco recibió una carta de Rieder rogándole que fuera a París para corregir las pruebas de uno de sus libros. De mala gana fueron a París. Dos meses después volvían a estar en Niza y Panait Istrati tuvo que acostarse. Tosía y escupía sangre. Llamaron al doctor Pradier y éste le aconsejó que no escribiera. Necesitaba mucho descanso.

     Pasado tres meses se recuperó y con fecha de 18 de diciembre de 1929, escribió una carta a Gherson, un comunista ruso, y le dijo: Mentiría sí no dijera que mí viaje a la URSS  me desilusionó. Cierto que vi cosas buenas, dignas de alabanza y que me agradaron; pero la URSS no es lo que yo creía. Ahora, pasada la crisis de mi enfermedad que me tuvo en cama una temporada, estoy .en disposición de escribir mis impresiones sobre la Rusia soviética. Es posible que lo que escriba no se ajuste a sus deseos pues entiendo que debo hacer una crítica constructiva la cual, viéndola por el lado bueno, quizá sea de provecho para la URSS, teniendo en cuenta que todo sistema político se consolida y perfecciona con la libre discusión. Le comunico mi intención con toda lealtad y asimismo espero el consentimiento del partido." -¡Berthine! ¡Berthine! i Ya soy libre! ¡Ven a leer esta carta! -le gritó Istrati desde el jardín minutos después de haber recibido la correspondencia.

       Berthine corrió a su encuentro y leyó que había sido expulsado del partido comunista francés.

       -¡Estupendo! -dijo ella con el rostro radiante al tiempo que dio un estentóreo :

       -¡Viva la libertad!

       -Hoy ha terminado mi tormento, ¡Berthine y el mío! Porque a mí también querían catequizarme. -Por fin podré escribir lo que me dé la gana. Ya nadie mutilará mi pensamiento.

       -Y a mí no me fastidiarán con su estúpida propaganda.

       -Ya sé que querían que fueras del partido. ¡Anda, que no me presionaron poco para que te convenciera !
    
        -¡Ah, si hubieras visto cómo me adulaban esos bribones! ¡Qué asco! De buena gana les hubiera mandado a freír espárragos, pero me aguantaba. Estabas tú de por medio.
    
       -Me dijeron que, mediante tu ingreso en el partido, habían acordado meterte en la redacción del diario.
   
        -¡Y no insistieron poco ni mucho para que fuera contigo a Rusia!
  
        -Lo sé, lo sé. A mí también me dijeron que sería muy conveniente que fueras conmigo al "país del socialismo."
  
        -Son tan estúpidos que creyeron haberme catequizado con sus halagos. Pero se equivocaban de medio a medio. Perdían su tiempo y gastaban saliva en balde.
  
        -No cabe duda. Eres una mujer inteligente.
  
        -Astuta, diría yo.
  
        -Creo que tenías razón al decir que si hubieras estado conmigo en París cuando los comunistas me invitaron a juntarme con ellos, no habría hecho la barrabasada de ingresar en el partido de la hoz y el martillo.
  
        -Y hubieras hecho muy bien en no meterte en ese fregado. El escritor que se impone por su talento, nunca debe someterse a la disciplina de un partido antidemocrático ni aceptar que revisen sus originales y mucho menos admitir la censura.
  
        -Muy cierto, Berthine. Confieso que fui un estúpido.
  
        -En este aspecto, tan repugnante es el comunismo a la rusa como el catolicismo. El escritor católico se expone a la excomunión y el comunista a la difamación. Porque espera, mi buen Panait; que esto no se liquida con la expulsión.

         -Lo presumo.
 
         -Pero no les hagas caso ni te dejes intimidar, que las sandeces y las mentiras irán al por mayor. Según les convenga, te atacarán con dureza o suavizarán su acento. Lo que procedería hacer en orden a lo ocurrido, es dejar en el olvido las tribulaciones que te amargaron la vida.
  
    Estaban en esta plática cuando llegó el doctor Charles Pradier quien comió con ellos, y los tres comentaron jocosamente la expulsión de Istrati del partido comunista. De sobremesa hablaron sobre el proyectado libro que dedicado a la URSS Istrati escribí ría y éste, en términos generales, les explicó lo que pensaba decir.
 
      -Pues le pondrán cual no digan dueñas, que de esos pazguatos nada bueno se puede esperar -le dijo Pradier-. Ocurrencia desgraciada fue, en efecto, su ingreso en el partido comunista.
   
    -A el hecho, pecho, y a trabajar, sin temer las consecuencias -resumió Berthine con optimista acento.

    La independencia de criterio, la sinceridad en la exposición de las ideas, la firmeza de convicciones basada en la honradez y la rectitud en la conducta, son las cualidades que ha de poseer un escritor.

     Panait Istrati no había escrito ningún libro político, hasta que dio a la imprenta sus impresiones sobre la Rusia soviética. Sabía que con este libro sería imprecado y ultrajado, pues no ignoraba que los partidarios de la dictadura del proletariado no admiten la menor crítica del sistema ruso de gobierno; y que sacando a colación los ataques de los reaccionarios a Rusia, dirían que quien no está con ellos es un fascista. Pero él se preciaba de ser un escritor independiente y honrado que no podía engañar a sus lectores, no importándole ni poco ni mucho la cerril propaganda de los comunistas. Si las ofensas le molestaban, también aborrecía la vileza y los procederes bajunos.

     Cabe decir que Berthine Ziemssen, mujer de mucho temple, inteligente y culta, en esa etapa de la vida de Istrati ejerció sobre éste una influencia considerable.

     -De los medrosos nada se ha escrito -le decía Berthine-. Las grandes figuras actúan sin resentimiento, perdonan las ofensas y de su alma borran el rencor, despreciando la adulación y la perfidia. Spinoza dice que la tiranía, al destruir la libertad, de la cual tan celosos han de estar los hombres, obliga al individuo a pensar de una manera y a obrar de otra, añadiendo que quien no puede hacer uso de la razón se torna astuto y odia a sus semejantes. Por consiguiente, las dictaduras, ya sean ejercidas en nombre de un Estado proletario, eclesiástico,  aristócrata o capitalista, al desfigurar al hombre, son causa de desavenencias al impedir que cada cual juzgue por sí mismo los actos de los gobernantes. Entiendo, pues, que no debe pesarte, sino enorgullecerte, el haber escrito un libro que trata de la dictadura del proletariado, poniendo en evidencia los defectos de un régimen que esclaviza al hombre.

      -Lo malo es que muchos de sus adeptos obran de buena fe y les siguen ciegamente -contestó Istrati-. Y no olvides que el capitalismo, con su egoísmo y desbarajuste, les proporciona preciosos elementos de propaganda.

     -De acuerdo -afirmó Berthine--. Pero no es lícito que para combatir un mal se cree otro peor, porque en una democracia capitalista puedes escribir sin cortapisas y existiendo la oposición, se fiscalizan los actos del gobierno.

     -Hasta cierto punto, que el capitalismo usa de sus mañas para enmudecer a la oposición. El soborno y el pacto del hambre son sus armas favoritas. Quizá el socialismo democrático sería.

      A ello iba -interrumpió Berthine-. Con una democracia socialista, no existiendo la explotación del hombre por el hombre y respetándose el libre albedrío de cada cual, la humanidad quizá encuentre la paz y el bienestar. El socialismo ha de exaltar al individuo reconociéndole todos sus derechos.

     -En efecto -dijo Istrati-. y en la URSS el Estado lo es todo y nada el individuo. Mientras el hombre no sea reconocido como elemento fundamental de la sociedad, mientras no se enaltezca el individualismo dentro de la colectividad y subsistan la coacción y la tiranía, el caos económico creará y afianzará los regímenes de fuerza, y en el mundo no habrá paz.

      -Y la acumulación de riquezas en un grupo de hombres en detrimento de la mayoría, es causa de miseria -argumentó Berthine--. De ahí la necesidad de combatir la desigualdad de fortunas, limitando la propiedad que es una creación social.

     -La idea base del socialismo es la libertad. El absolutismo, aunque se disfrace de dictadura del proletariado, es antisocialista y antihumano -aseveró Istrati, a lo que contestó Berthine: “El Estado gendarme, no importa cuál sea su ideología, supone una intolerable agresión. Con el socialismo se podrán resolver los arduos problemas políticos, sociales y económicos insolubles para el capitalismo y agravados por lo que en Rusia llaman dictadura del proletariado”.

     -En estos tiempos de confusión, es menester que los sociólogos y los economistas presenten soluciones concretas y claras -dijo Istrati-. El llamado comunismo de Estado, es decir, ruso. -es un equívoco y aun me atrevería a asegurar que es la negación del marxismo. En todo caso se puede sostener que en nada refleja el movimiento obrero internacional.

    -No lo refleja ni tampoco lo representa -sentenció Berthine-. Es más, ha sido la causa de la escisión de la organización internacional de los trabajadores, haciéndola ineficaz. Tú lo apuntas en tu libro.

    -Lo cual demuestra que los bolcheviques, al crear la Internacional Comunista, escindiendo los partidos socialistas de todos los países, no sólo debilitaron a la clase obrera, sino que la lanzaron a enconadas luchas intestinas. Por consiguiente, los bolcheviques, con sus partidos comunistas, cuña peligrosa metida en el socialismo internacional, al debilitar a la clase obrera fortaleció a la reacción capitalista, a la vez que facilitó la organización nazi en Alemania, con los ulteriores desastres que el posible triunfo de Hitler puede acarrear a la humanidad. De no haber existido la Internacional Comunista, es muy posible, casi seguro, que al terminar la guerra de 1914-1918, los socialistas europeos se hubieran reagrupados y unidos habrían podido presentar un programa de rehabilitación económica en el período inmediato a la terminación de la guerra, y de haber surgido en Alemania el nazismo, no habría recibido la adhesión de la clase media --campesinos, burócratas, intelectuales, pequeños comerciantes- que empieza a ver en Hitler y lo que éste representa, una fuerza capaz de ordenar la economía del país.

     Berthine apoyó el argumento de Istrati diciendo:

     -Si la contrarrevolución triunfa en Alemania será gracias al gravísimo error, llamémosle error de Lenin, al fundar su Internacional Comunista. Digo su Internacional Comunista, porque ésta siempre ha estado al servicio del gobierno soviético, en detrimento de los intereses de la clase obrera y de la organización socialista internacional. Ha sido y es una fuerza negativa porque en todas partes debilita el movimiento obrero.

     -Y explotando el prestigio de la- Revolución rusa, con su demagogia ultrarrevolucionaria, consiguieron engañar a muchos socialistas europeos, especialmente a los jóvenes.

     -Cierto -dijo Berthine-. y lo grave es que los rusos, a' pesar de que los hechos les han demostrado que están equivocados en su juicio respecto al capitalismo europeo, subestimando su fuerza, mantienen la Internacional Comunista, es decir, la división de la clase obrera en Europa, no ciertamente en provecho de revolución internacional, sino para disponer de importantes núcleos de obreros e intelectuales, como instrumentos de la política exterior del Estado soviético. Los rusos, a juzgar por su actitud, parece como si hubieran dicho, y tercamente mantienen su posición: ¿No hay revolución en Europa? ¡Pues que se hundan los partidos socialistas! Nosotros necesitamos un movimiento comunista en todos los países, para que nuestro gobierno pueda disponer de una fuerza exterior al servicio de sus necesidades. Ya ese gobierno soviético, dictatorial, policiaco, terrorista y antisocialista, nada le queda de aquel empuje revolucionario de noviembre de 1917 que consiguió la simpatía, cuando no el apoyo, de millones de trabajadores, esperanzados en que la Revolución rusa fuera la salvación del mundo

     Istrati dijo:

      -El Estado soviético al convertirse en lo que ahora es, ha desilusionado a los trabajadores de todo el mundo por no haber demostrado prácticamente que la organización soviética es superior a la capitalista. Claro está que ellos justifican el retroceso por no haber sido secundados por los trabajadores europeos, haciendo la revolución en sus países. También explotan el argumento de que la revolución se produjo en Rusia, país pobre e industrialmente atrasado y cuya agricultura tampoco estaba en pleno desarrollo. Pero eso, de ninguna manera justifica la represión bolchevique contra los socialistas revolucionarios rusos ni el encono con que han dividido la organización internacional de los trabajadores.

      Hablando de un tema para ellos tan sugestivo se les pasó el tiempo. Y dieron por terminado su coloquio, porque tenían que ir a la imprenta a hacer las últimas correcciones a los tres tomos de Vers l' autre flamme, que se pusieron a la venta a comienzos de 1930.

     Al día siguiente subieron a Montmartre y comieron en un restaurante frecuentado por artistas de todas las nacionalidades. A Istrati ya Berthine les gustaba aquella pintoresca colina, cuyos habitantes raramente bajan a París. Al pie de la estatua erigida al Caballero de la Barre frente al Sacré Coeur, contemplaron el inmenso caserío de París que a sus pies se extendía, y hablaron de la acogedora y bulliciosa ciudad en donde los hombres trabajan y luchan, unos para conseguir un mendrugo de pan y otros para alcanzar la gloria en aquel centro de la cultura universal.

     París les fascinó y les agradaba andar y recrear su vista por las callejas de piedras ennegrecidas y cargadas de historia, reflejos de lo eterno, antes que pasear por los grandes bulevares, revoltijo de inquietudes, por donde se asoma una multitud compleja e hirviente de ir y venir afanoso, ocupada en industrias y trabajos diferentes. Total, que Berthine, vistas las calles del viejo París, tenía mucha afición al Louvre. Decía que en el Louvre se desvanecen las miserias humanas. y aunque Istrati, debido a sus preocupaciones, no tenía el espíritu predispuesto para apreciar el mérito de las obras que el museo encierra, ella se las arreglaba para que, juntos, pasaran allí muchas horas.

     Berthine, ante el retrato de madame Récamier, dedicó un recuerdo a aquella maravillosa mujer en cuyos salones se congregaba lo más selecto de la sociedad parisién de su tiempo y dijo:

     -Las cartas -escribió a Benjamín Constant son un valioso documento que describe la vida de París a fines del siglo XVIIII y ya sabes que fue amiga de madame Stael y de Chateaubriand. Por su talento y sus letras, la discreción y la gracia con que sabía tratar a la gente, más que por su belleza, entró por la puerta grande en la historia universal. ¡Y pensar que Napoleón persiguió a tan encantadora mujer y también a madame Stael!.

       -¡Qué tiene de extraño que Napoleón las persiguiera, si la autoridad y la plebe casi siempre coinciden en el desprecio a los altos valores! ¿Qué hay de más repugnante que un autócrata y los energúmenos que lo aplauden? --contestó Istrati.

        Como es de suponer, Vers l´autre flamme, de Panait Istrati provocó la indignación de los comunistas quienes en la prensa y en la tribuna insultaban a su autor. Le llamaban traidor y agente del fascismo, porque entre otras críticas del estalinismo, aseguraba que Stalin había destruido la obra iniciada por Lenin y Trotsky, los directores de la Revolución rusa que intentaron crear una verdadera sociedad socialista. Y tanto como lo denostaban los comunistas, lo elogiaban los enemigos de la URSS. Y fue precisamente Henri Barbusse, con quien Istrati colaboró en Monde, el que publicó un agresivo artículo contra el autor de Kyra Kyralina. Del artículo de Barbusse reproducimos el siguiente párrafo: "El escritor rumano que vino a nuestras filas pobre y haraposo, nos abandona bien provisto de todo. Teme perder la pitanza y la riqueza a la cual se ha acostumbrado, y que adquirió con nuestra ayuda. Ese catacaldos engreído que por no ser nada ni agradecido es, desprecia la amistad de Romain Rolland, y se va con los que pagan mejor y al contado. Buen viaje."

      Istrati estaba mortificado. Tantas y tan groseras imprecaciones le atormentaban, porque él creía haber dicho la verdad por lo que a Rusia respecta.

     -Creo que mejor que el insulto sería discutir Serenamente a quien del insulto hace un arma de propaganda, señal que le falla la razón, pero tanta bajeza me causa náuseas -dijo entristecido a Berthine.

     -¡Pero, hombre! ¿Es posible que hagas caso a esos bergantes? -le contestó ella-. ¡Déjalos que aticen esos socarrones impertinentes con ínfulas de sabio! A fuer de sincera te he de decir que a mí no me incomoda ni me quita el sueño su estúpida agresividad. Y sí mi opinión ha de valer, entiendo que hemos de irnos a Niza ahora mismo, que allí no oiremos los berridos de esos animales.

     -Tal vez tengas razón, porque el juicio errado de esa pobre gente es difícil de destruir.

     -Ingenuo eres si esperabas otra cosa.  ¡Déjalos, que se queden aquí con su solfa! Astutos sí que lo son, porque sabiendo que no eres orador, te retan a una controversia para ponerte en ridículo. No estaría mal que les contestaras que aceptarás la controversia cuando en Rusia las permitan.
  
    Se fueron a Niza con el propósito de no volver a París. Además de que a Istrati le asqueó el tumulto de discusiones e insultos que provocó su libro, volvía a molestarle su enfermedad.
 
     Ya en Niza, el doctor Pradier le ordenó que se acostara y le dijo que de no seguir al pie de la letra sus recomendaciones, renunciaría a cuidarlo.
 
     -Y aún está por ver -le dijo el médico- si no tendrá usted que volver a un sanatorio de Suiza. Si me hace caso quizá se pueda evitar que vaya a Suiza. Con que, ya lo sabe; quietecito y a obedecer.
 
     Istrati estaba dispuesto a todo con tal de no volver a un sanatorio, porque el recuerdo del de Lausana le horrorizaba. Berthine acompañó al médico hasta la puerta del jardín. Pradier le recomendó que el enfermo no leyera ni el diario y que, en lo sucesivo, nadie le hablara de su último libro ni de los comunistas.
 
     -Confío en usted, Berthine. Ayúdeme y lo salvaremos. Si me obedece de aquí un par de meses, o antes, podrá salir a la calle.
 
       Berthine Ziemssen, voluntad indómita y audaz a la vez que delicada y tierna, consiguió que el enfermo le obedeciera, salvando esta nueva crisis. No obstante los solícitos cuidados de su exquisita compañera, Istrati estaba desmejorado, pálido, los ojos hundidos, con una tosecilla muy molesta, quebrantada su naturaleza.
 
     Y aquel hombre, cuyo destino durante tantos años fue un acertijo, cuando consiguió lustre y dinero los hombres y la naturaleza lo precipitaban a la tumba. Hablaba poco y su mirada incierta vagaba por los árboles del jardín; el zumbar de los insectos, le molestaba y hubiera querido espantar a las pajarillos que gorjeando se posaban en el barandal de la terraza. No le interesaba nada. Helo que le rogaba, y estaba con tan mal genio y amargado, que con sus impertinencias incluso llegó a molestar a la afable y dulce Berthine. Ésta le quería más que nunca y se esforzaba para templar la aspereza del carácter del enfermo. quien en verdad era intratable.
 
     Su convalecencia se prolongó largos meses. Felizmente para Istrati, Pradier era un buen médico. Con la tuberculosis veía desvanecerse su ambición de seguir escribiendo (en olvido de aquella teoría extraña de que no quería ser un escritor) y la inactividad a que le sometía Pradier le destrozaba el alma. Que éste no le permitiera hacer lo que él quería le dejaba con una murria de mil demonios.
 
     Ya muy avanzado el mes de marzo de 1931, el médico le permitió leer el diario y alguna novela fácil y distraída. También podía ir, en taxi, a dar una vuelta por las afueras de la ciudad y estarse una media hora en el paseo de los Ingleses, siempre en compañía de la risueña y graciosa Berthine.
 
      Una mañana de abril, alegre como los pájaros del jardín y capaz de levantar el ánimo del más pesimista, Ilamó a gritos a Berthine: -¡Mira, mira lo que dice Le Petit Nitois! ¡En España se ha proclamado la República!
 
    -¿Qué en España se ha proclamado la República ? -preguntó Berthine incrédula, cogiéndole el diario--. A ver, déjame ver.
 
     Se sentó a su lado y en alta voz leyó lo que sigue: "Como consecuencia del triunfo que los republicanos y los socialistas obtuvieron en las elecciones municipales del día 12, ayer, 14 de abril, se proclamó la República en España. En las grandes ciudades, el pueblo, en impresionantes manifestaciones, vitorea a la República y destruye los símbolos de la Monarquía.
 
    En todos los edificios públicos ondea la bandera republicana. El rey está en Cartagena y se dice que embarcará en un buque de guerra, puesto a su disposición por el gobierno provisional y será conducido al extranjero. En toda la Península reina el orden más  perfecto. El pueblo, loco de alegría, no cesa de vitorear a la República. Patrullas del ejército enarbolando la bandera republicana, juran que defenderán al nuevo régimen. Niceto Alcalá Zamora, que presidía el Comité Revolucionario, ha asumido la presidencia del gobierno provisional, el cual ha lanzado una proclama pidiendo al pueblo que conserve la serenidad y no cometa desmanes, dando al mundo un ejemplo de sensatez y de madurez política, probando que España está capacitada para vivir en un régimen de libertad y de democracia republicana."
 
    -¡Extraordinario y sorprendente suceso! iLa República en España! ¡Parece increíble! Nunca sospeché que de unas elecciones municipales pudiera surgir la República en un país como España -comentó Berthine.
 
     -En realidad, España es un pueblo desconcertante -dijo Istrati-. De todos modos está por ver si los republicanos serán capaces de consolidar el nuevo régimen. La Iglesia, por ejemplo,  creo que será difícil de sujetar, teniendo en cuenta que el alto clero español es el más agresivo e ignorante de Europa y quién sabe si no se convertirá en el aglutinante de las fuerzas antirrepublicanas.
 
     -En efecto --corroboró Berthine, añadiendo:
    -Yo no me fiaría de esa insólita adhesión del ejército a la República. Puede ser una añagaza. Lo que procedería es que inmediatamente organizaran el ejército republicano. Ahora es el momento. Deberían aprovechar la sorpresa y desorientación de los militares, y su temor a las represalias. Sin titubeos, con el tacto que el caso merece, sin herir la susceptibilidad de los creyentes, tendrían que reducir a la obediencia a la Iglesia. Esta institución, a mi entender, es peligrosísima. y  aún queda la incógnita de la aristocracia, de la burocracia y de la burguesía.
 
    -Confieso que desconozco el movimiento político español -dijo Istrati-. Quiero creer que la República tiene a sus hombres, que sabrán defenderla. ¿Habrá allí figuras de la talla de un Gambetta, de un Jules Ferry, de un Waldeck-Rousseau? Lo deseo de todo corazón.
 
    -Mira, Panait; no te quiebres la cabeza y deja el diario, que ya veremos lo que ocurre. Ahora a desayunar. Recuerda que a las once vendrá a buscarnos el taxi para ir a Cannes. .
 
      En Cannes, Pradier tenía una magnífica residencia e invitó a Istrati y a Berthine a que fueran a pasar una semana.
 
    El año 1931 transcurrió sin que ningún suceso de importancia alterara la paz del matrimonio Istrati.  En el mes de mayo de 1932, habiéndole entrado en su alma la nostalgia de la patria lejana, por primera vez habló Istrati de volver a Rumania. Pradier le aconsejó que esperara unos meses, quizá un año. Debía fortalecerse para soportar las emociones que le produciría el regreso a la patria.
 
      En el mes de agosto volvieron hablar de la República española.  Ella dijo:

    -¿Ves? ¡Lo que te decía! El ejército monárquico que no destruyeron, se subleva contra la República. El general Sanjurjo, un nuevo Kornilov, se ha pronunciado en Sevilla el 10 de este mes y quiere proclamarse dictador.
 
     -Pues sí. y Azaña, la máxima revelación de la República, me parece otro Kerenski. Todo se va en discursos en España y nula es la acción. Aunque vencida la sublevación de Sanjurjo, temo que la República no se consolide -añadió Istrati, a lo que ella contestó:
 
     -Si en España surge un liberal honrado e inteligente como lo fue Juan Prim, está condenado a morir asesinado. Asesinado murió también el estadista liberal José Canalejas. Y cuando en 1931 aparece en la política española un hombre equilibrado, orador insigne, de gran cultura, escritor brillante, político honesto, de incorruptible y arraigado liberalismo, que quiere para su patria honor, prosperidad y gloria, precisamente por poseer tan relevantes cualidades, es triturado por la reacción española que añora los tiempos de Fernando VII. Me refiero precisamente a Manuel Azaña, de quien Alfonso XIII ha dicho que si él hubiera tenido a un primer ministro de tan noble estirpe como Azaña, jamás se habría visto en el trance de tener que abandonar el trono español.
   
    -Desgraciadamente es verdad -asentó Istrati- y el siglo XIX tiene para España rasgos de una decadencia tan deplorable, que pone en entredicho el prestigio de aquel país, lo cual es inconcebible en un pueblo que en ocasiones ha demostrado ser poseedor de una arrogante vitalidad y de un encomiable empuje revolucionario. Recuerda los comuneros de Castilla que se alzaron contra el absolutismo de Carlos V, entre otras gestas gloriosas que dan esplendor a la historia de España.
 
      -¡Y cuántas torpezas han cometido en estos dieciséis meses de Repúblicas -exclamó Berthine--. En vez de concertar alianzas político-militares con Inglaterra, y con Francia especialmente, en el artículo sexto de la Constitución republicana renuncian a la guerra. ¿Cabe mayor candidez? ¡A la guerra renuncian todos los verdaderos demócratas, pero surge de imprevisto! y mal que les pese, hay que apechugar con ella. Fíjate que la República española está entre peligrosos enemigos, El dictador Carmona en Portugal y Mussolini en Italia, y espera, que tal como van las cosas en Alemania, mucho me temo que a los republicanos españoles se les presente otra complicación internacional; observa que Hitler se va adueñando de la voluntad de los alemanes y nada sería de extraño que se apoderara del poder, con la aquiescencia de los militares prusianos que aspiran a una guerra de desquite, Lo dicho, no alcanzo a comprender cómo los republicanos españoles no han concertado un pacto político-militar con la República francesa.
  
     -Cierto -aseveró Istrati-, y debían haberlo hecho en el mismo en el mismo instante en que la República denunció la alianza que con Mussolini firmó Primo de Rivera en Roma en 1926.
 
     -Por lo visto temen llevar a cabo una clara política internacional, mientras que en lo que respecta a la política interior, no se atreven a aplicar sus propias leyes sociales -lamentó Berthine.

    -Nada, chico; la República española es un caso perdido. La reacción, embravecida ante la pasividad de los republicanos, se torna agresiva y embiste con furia. Es lamentable -Sí que es de lamentar -corroboró Istrati-. Porque una España republicana cambiaría la política internacional en detrimento del fascismo que en Alemania va cobrando prestigio y fuerza.

    -¡Si al menos supieran aprovechar, con una saludable reacción, la advertencia que supone la sublevación del general Sansurjo! -dijo Berthine con un gesto de desaliento.

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      A principios de 1933, Istrati se veía muy bien y pese a la tuberculosis que destruía su pecho, estaba alegre y hablaba con acento optimista respecto al porvenir. y habiéndosele metido en la cabeza ir a Rumania no había manera de convencerle de que el clima de Niza,  era mejor para él que el de su patria. -Iremos a Braíla, a Constantaza, a Bucarest -decía muy contento--. Estoy seguro de que Rumania te gustará, Berthine. -No lo dudo; pero,  ¿y tu salud? ¿Te probará el clima ?
  
     -¡Claro que sí, mujer! Viviremos en Bucarest. Te anticipo que es una ciudad muy bonita. Y pasaremos los veranos en Sinaia, una estupenda población veraniega, a dos pasos de Bucarest. Intervino Pradier y consiguió que aplazaran el viaje a Rumania hasta la primavera de 1934. Y en abril de ese año Panait Istrati y Berthine Ziemssen llegaron a Constantza.

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         Como es de suponer, Vers l´autre flamme, de Panait Istrati provocó la indignación de los comunistas, quienes en la prensa y en la tribuna insultaban a su autor. Le llamaban traidor y agente del fascismo, porque entre otras críticas del estalinismo, aseguraba que Stalin había destruido la obra iniciada por Lenin y Trotsky, los directores de la Revolución Rusa que intentaron crear la sociedad socialista. Y tanto como lo denostaban los comunistas, lo elogiaban los enemigos de la URSS. Y fue precisamente Henri Barbusse, con quien Istrati colaboró en Monde, al que cito de memoria porque en enero de 1939, al ocupar Barcelona los falangistas, me destruyeron el archivo y mi modesta biblioteca. 

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De FUNDACIÓN ANDREU NIN, 04/2006