Quizás he estado equivocado gran parte de mi vida.
Porque frente a ciertos hechos sucedidos en Chile, no se trata de que existan
algunas personas con un discurso muy duro (al menos en las redes) , sino que es
casi una actitud generalizada, y tampoco se trata sólo de sacar incluso amigos
de estas mismas redes “para no contaminarse”. Ya no basta. ¿Pero cómo
explicarlo? Bueno, uno a los 50 años puede darse cuenta de una vez por todas
que ha estado equivocado consigo mismo, y que esto no deja de ser un proceso
doloroso. Nací en pleno gobierno de Frei Montalva y viví hasta los siete años,
casi ocho, con Allende en mi imaginario. Para mis padres fueron los años más
felices de su vida y para mí fueron hermosos, libres. Mi papá fue a votar por
Allende feliz desde Temuco a Santiago, porque ahora sí que las cosas iban a
cambiar para nuestro pueblo. Para nosotros probablemente no tanto, él como
médico joven si bien no iba a ser rico trabajando en un hospital público, tenía
cierto confort respecto de las grandes masas, los pobres, los humillados que
poblaban aquel Chile. Pero mi papá irradiaba esperanzas. Por ejemplo, incluso
cuando me retaba me citaba a Allende o a Miguel Enríquez. En fin, lo he escrito
muchas veces aunque dudo que me hayan leído como quisiera o como me imaginaba.
Luego vino el golpe y mi padre fue humillado,
reprimido, marginado. El, que era un hombre pacífico y sensible, y lo sigue
siendo. A mis quince años o un poco después, empecé a hacer política y la hice
desde la izquierda, pues me parecía que era lo natural. No voy a decir qué hice
o no, da igual. Pero sí que mi familia, que admiré y admiro enormemente hasta
el día de hoy, desde una cierta comodidad de clase media, aunque con las
dificultades propias, fue realmente consciente de lo que nos sucedía como país.
Sabíamos, o al menos nos informábamos de prácticamente todo, y en especial de
aquello que se callaba. Desde el mismo 1973 supimos de los campos de concentración
y desde 1976 al menos, de los detenidos desaparecidos, les cuento que yo por
una cuestión de azar, ya leía la Revista Solidaridad y la Revista Mensaje y
conocí personas muy cercanas a la Vicaría, y que a mi corta edad me contaban de
las torturas, de las casas de detención y de exterminio. Yo era consciente a
mis escasos 10 años, de lo que pasaba en Chile. Así que cuando tuvimos la
oportunidad como familia, de colaborar mínimamente con los más fustigados, con
los que incluso la propia oposición a la dictadura no aceptaba como legítimos,
lo hicimos y lo hicimos de modo anónimo. Inclusive me da mucho pudor contarlo,
porque por la formación que tengo, no se consideraba ni se considera bueno
decir lo que uno hace cuando lo hace voluntariamente, porque cree que es justo.
Lo hicimos porque nos dolía en la piel lo que pasaba con nuestros compatriotas.
Es que los Chain somos personas libres y no nos gustan las dictaduras ni la
brutalidad, o quizás porque al ser parte de la realidad de los médicos sabemos
lo que es el dolor físico.
Bien, no me quiero extender, pero quizás me
equivoqué o el daño fue enorme, pero a mí me duele hoy más la izquierda social
que cualquier cosa, pues siento que tantos están muy lejanos a mis valores, a
mis maneras de entender el mundo, o de como yo entendí y me explicaron siempre
a Allende y eso me duele, lo reitero, porque pensé que estábamos más cerca. A
mí ningún político me interesa demasiado, quizás los dos únicos son el
Presidente y Miguel por la valentía e inteligencia que tuvieron y por los
valores que trataban de inculcar a quienes nada poseían, en especial los de
lucha contra la propia condición cultural, producto de siglos de humillación,
represión y marginación social, por ello no escribo esto para defender a nadie.
Sólo que siempre creí que aquella izquierda social y cultural del pasado, y sus
hijos y nietos pudiese llegar a cristalizarse desde sus fuentes y raíces, como
un grupo verdaderamente humano, sin odios, sin resentimientos, que no creyese
nunca que es justo tenerlos por lo sufrido. Me hubiese gustado que esa
comunidad hubiese sido, desde su martirio, siempre muy proactiva y con ganas
sobretodo de superarse frente a las limitaciones impuestas por los poderosos y
el entorno dado. Que en suma por la formación y por la historia, nos hubiéramos
erguido como una alternativa valórica y cultural superior a quienes criticamos,
aún cuando la tarea fuese y sea titánica. Pero al parecer estos deseos, para el
imaginario de la izquierda histórica y tradicional, son ideas de un hombre de
clase media que coloca la voluntad suprema por sobre la porfiada e inamovible
realidad, que aparece casi como un destino griego. Acaso como me dijo
hace poco un gran amigo mío de esa izquierda; “finalmente Fesal, el
proletariado no puede por sí misma ser otra clase que una clase de explotados,
envilecidos, toscos y propensos al pensamiento mágico”.
Para terminar, no me gusta la política. Me gusta
la cultura y la literatura, me gusta la música y la conversación. Y con toda
probabilidad voy a morir como soy, y me va costar mucho aceptar que viví una
quimera, una ilusión respecto de los otros reales, que no son como yo me
imagino o como yo me los represento, o como yo quisiera que fuesen, aunque le
agradezco a mi padre no haberme educado momio y egoísta, pensando en el dinero
y en como ponerle el pie encima a los demás o defendiendo la violencia criminal
para obtener superfluos privilegios personales. Lo que hice, lo hice y no quise
nada a cambio, nunca lo he querido. No lo realicé para obtener prebendas ni poder,
sino porque me habría dado mucha vergüenza no haber estado a la altura mínima
de los sufrimientos de nuestro pueblo, me habría dado vergüenza mirarme al
espejo, o que mis hijos me vieran como el indolente de ayer. Y mis actos no
fueron suficientes, no fueron heroicos, pero al menos me queda el orgullo
íntimo de no haber traicionado la educación que me dio mi familia y el no
haberme traicionado a mí mismo en la etapa más negra de la historia de este
país. Pero como ya les dije, lo que yo esperaba no es lo que yo veo ni quiero:
nuevos modos de vida, de esfuerzos y de creación, de hombres y mujeres
superándose, y eso me da pena y me siento derrotado y frustrado también, pero
la idea la sigo amando. Que los materialistas de siempre me digan que no son
las ideas las que mueven al mundo, me importa poco. Al menos a mí me ayudaron a
ser mejor dentro de mis evidentes limitaciones.
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De SITIOCERO, 22/04/2016
Imagen: Los lentes de Allende
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