Hacía más de una
década que Almodóvar no firmaba una película redonda; aun habiendo realizado
películas notables, solía arruinar sus buenas ideas y su gran dirección con
desmanes de guión, finales rocambolescos, falta de verosimilitud, recursos
“Deus ex machina” o secuencias inútiles. En Julieta nos
encontramos sin embargo con una película construida desde la sencillez: pocos
personajes, una historia retrospectiva y muchos guiños al arte y al cine
clásico. Un film que explora los secretos ocultos del pasado y que basa en
ellos la capacidad de sorprender; los hallazgos de la trama. Una historia que
se apoya en símbolos y metáforas y que, como de costumbre, muestra una
visualidad y un uso del color que conduce al gozo estético.
Repasemos:
Julieta es una mujer madura de clase media-alta que de repente un día decide
abandonar a su pareja e irse a vivir sola a un piso donde residió años atrás.
Una mañana, al salir a la calle, se topa por casualidad con una vieja amiga de
su hija Antía, a quien no ve desde hace varios años. La información que ésta le
da desencadenará el argumento. Este momento supondrá por tanto la primera pinza
del guión y articulará la trama; a partir de aquí la protagonista (encarnada
por una renacida Emma Suárez) comienza a escribir un diario para su hija en la
que le contará su dramática historia (todo el segundo acto). Como queda
patente, Almodóvar regresa al melodrama. Aunque en este caso, y a diferencia de Todo
sobre mi madre, a un melodrama clásico que se sostiene gracias a la
sobriedad de los elementos.
Subyace bajo la
historia un tema que se mantiene como una constante y que sólo se resolverá al
final. Me refiero al sentimiento de culpa como generador de conflictos. La
culpa entendida desde el punto de vista cristiano-espiritual, pero también la
culpa como desgracia provocada por un error tonto, una discusión, un desliz. Y
como derivado de la culpa, aparecen las consecuencias. En muchos casos
dramáticas.
Cabe reseñar el
gran personaje interpretado por Rossy De Palma, una vieja y amargada gallega
que, aun siendo secundaria, tendrá un papel determinante en el desarrollo de la
trama. Además, su presencia, combinada con la música y los efectos de sonido,
añade un punto de misterio y terror al realismo sobre el que está cimentada la
historia. Una atmósfera de suspense que mira a Hitchcock y que sobrevuela toda
la película equilibrándose a la perfección con el realismo.
Quizá lo menos
verosímil, o lo más criticable, sea el exagerado nivel de desgracia que cae
sobre la protagonista, pero, aunque parezca mentira, conozco a algunas personas
que han sido golpeadas por la desgracia en igual medida, pues cuando ésta se
ceba con uno, no tiene piedad.
La película finaliza con una suerte de moraleja que sabe a cuento. Y es que la historia está basada en tres relatos de la premio Nobel Alice Munro.
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De EL VIENTO QUE
AGITA LA CEBADA (blog del autor), 13/04/2016
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