Thursday, August 29, 2019

Un paseo (la brigadilla del amanecer de Jordi Gracia)


MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

El escritor Miguel Sánchez-Ostiz, visto por Sciammarella.

Una excelente caricatura para ilustrar un artículo publicado en Babelia, firmado por Jordi Gracia, que destila bilis y mala idea a cada párrafo, falta de decoro académico, despliegue de prejuicios y sobre todo, mentiras. Hacía tiempo que no veía tantas ganas de fastidiar y de dar rejón con paternalismos de sandiosico y psicologismos de barbecho, aprovechándose de un viejo trato personal despeñado, amén de prejuicios y antipatías de cotarro.

Podía haberlo dejado pasar, pero esta vez me ha parecido demasiado abusivo lo publicado. Lo que ha escrito Jordi Gracia es una canallada y él lo sabe, disfraza un ataque personal de crítica literaria. Tiene guasa. Pobre diablo, de adulador sin recato a perdonavidas y  a zafio puntillero  de papel impreso. Menudo carrerón.

ITEM MÁS (en general): si a mí se me acusa de insultar, difamar o de «meterme con» alguien, lo mínimo que se puede hacer es señalar la página, el párrafo, la línea o la página informática de la que no hay quien no haya hecho pantallazo. Pero no, lo que cuenta es inventarse el agravio, buscarse palmeros y emplearse a fondo en la difamación y el descrédito. Muy honorable todo, mucho.

Jordi Gracia debe saber que acusar a alguien de conducta poco decorosa sin aportar pruebas suficientes es difamación, y si la acusación es de alguna conducta prevista en el Código Penal, es calumnia, pero eso poco importa si tienes palmeros. A Gracia esto le importa un comino, con hacer daño le basta. Lo mismo cuando dijo que una novela de ficción autobiográfica era un dietario, demostrando no haber abierto el libro, toda una manoletina de indecencia académica.

Su maestro Mainer fue igual, y puedo probarlo, cuando me acusó de meterme una vez más con Muñoz Molina en un libro en el que este no aparecía mentado ni de lejos. Como digo, puedo probarlo.

OTROSÍ DIGO. Esto que aquí publico lo traigo de Facebook, una de las redes sociales en las que participo, y en la que es del dominio público jamás, digo bien jamás, he atacado a los amiguetes del cotarro de Jordi Gracia. Por fortuna hay gente que puede que no tenga poder mediático, pero que cree en lo que digo y se atreve a apoyarme, como se ve en la captura de pantalla que adjunto.

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De VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 04/08/2018

Wednesday, August 28, 2019

NADA QUE FINGIR

JORDI GRACIA

Ni del éxito ni del fracaso se redime nunca nadie porque no hay consuelo para la invisibilidad del escritor ni hay tampoco verdad en el éxito: ambas son constipaciones incontrolables de los organismos vivos, y la literatura lo es. Sánchez-Ostiz es un desconsolado habitual en sus diarios, y de su rabia nace buena parte de una salmodia adictiva y venenosa. A menudo deriva hacia la intemperancia y el insulto con nombres y apellidos y, entre rebeldías políticas e indómitas, pesa sobre todo el abatimiento privado por no figurar en otra escena literaria que la de sus propias melancolías.

Hay algo enfermizo en el autorretrato que desprenden sus potentes y dolientes cuadernos de escritura, o en sus más festivos libros de viajes. Pero soy de los que no se los salta, a pesar de la tenacidad asfixiante del síndrome del escritor silenciado. Sus neurosis son la munición y la gasolina misma que echa a andar sus libros, que han ido publicándose sin pausa, hace años ya que en editoriales de poca circulación, porque su literatura es enemiga natural del éxito mediático. No hay otra causa más enigmática ni conspiranoica que esa, y nada tiene que ver con su calidad pero sí con la policromía colérica de sus reflexiones. Sus últimas batallas novelescas han ido destinadas a la reconstrucción de un pasado de mentiras con vencedores franquistas y vilezas perpetuadas hasta el presente. Las evoca varias veces en el cuaderno Rumbo a no sé dónde, con el que desde Pamiela mantienen viva la voz de uno de los escritores más desapacibles de las letras españolas.

Contra tantas murrias como le abaten, ha tenido la buena fortuna de caer en gracia a nuevos editores, Limbo Errante, dispuestos a resucitar no ya su voz sino su obra más radical y pendenciera, Las pirañas (1993). Le pasó factura personal al escritor porque con ella se revisó a sí mismo pasando revista a los modos cochambrosos y corruptos de una ciudad, Pamplona, un entorno de poder y una sociedad retratada desde dentro en sus trapicheos. Las pirañas fue un experimento de radicalidad moral y literaria que descubrió a un escritor nuevo y valioso, ajeno a la “novela novelesca”, como la llama él, y entregado a la tauromaquia de su invocado Michel Leiris.

Lo ha seguido haciendo en sus diarios, y también en la novedad de un último poemario, Fingimientos y desarraigos. Vale como versificación de murrias que podrían ser fragmentos de sus diarios, excepto un poema, el mejor, que contiene su “biografía civil, privada, / doméstica incluso, biografía a secas”, sin la acritud depresiva, sin el rencor patente, sin las afiliaciones emocionales que pueblan tantas páginas de diarios obsesivos. Tiendo a creer que el autor se arrepentirá de muchas de ellas, aunque sin ellas la mitad de su valor desaparecería y el escritor sería otro, desleal consigo mismo. Es verdad lo que escribe en el prólogo a la edición revisada de Las pirañas, 25 años después, y sigue creyendo que “hay que jugársela” sin pensar en las consecuencias sociales ni los efectos personales de la aventura.

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De EL PAÍS, 06/08/2018

Imagen: El escritor Miguel Sánchez-Ostiz, visto por Sciammarella

Sunday, August 25, 2019

SUBLEVADOS


PABLO MENDIETA PAZ

La música no es solo sonido, también es silencio, un silencio singular, quieto, exclusivo, que de pronto, así como el crepúsculo cae lento y acaba en noche cerrada, es atrapado por una brisa que progresa en vientos huracanados que soplan al norte, hacia las cumbres fecundas. Y es entonces que todo se transforma en magia de músicas que se fusionan, que se enlazan como evocadores abrazos de silencio y sonido. Marcos Tabera los percibe, los recoge, los hace suyos con temperamento y emoción estética y los envuelve en la gente sublevada, aquella de semblantes ásperos, agrietados; gente cansada de cadenas que se equilibra en ritmo ternario y trepidante entre la encrucijada urbana y los herbazales que reposan mustios a los pies de los nevados eternos. Como si esto fuera poco, en el escenario de calles alquitranadas de la incierta y gran ciudad, el vendedor de sueños, el hacedor de nada, muy solo en la multitud -metáfora hallada- pregona remotas ilusiones sin reparar en cómo resuenan los tacos de los zapatos gastados, pares de piernas sin bitácora que van y vienen por la Plaza San Francisco; que suben y bajan los peldaños en edificios de rotos barandales por donde se desploman, con voz de agonía infinita, los sueños al vacío. Y regresan a los vecindarios sin saber de nadie, sin escuchar a nadie, como partes fragmentadas de un todo: la propia existencia.

Ahí están ellas, existencias marchitas recostadas al margen de las aguas ocultas como en invisibles barreras de juncos. De aguas eternas que, a sorbos, son bebidas por aves de rapiña mientras el lenguaje perfecto de la ejecución realza la belleza de la inspiración de dos tiempos que ensombrece la condición de arroyo semivacío. Solo un delgado hilo de agua corre por ahí. Poco a poco, va tornando en diamante cristalino que esta vez irá al corazón de la callada música que Marcos llena de acordes. Y sigue, y se remonta a un firmamento poblado de notas que van descolgándose desde la lejanía, desde una Louisiana de avenidas de asfalto y humo, de puentes y pretiles apretados, de postes de luces de neón, del blues nostálgico de puro lirismo, sin relato, expresivo de los meandros del Misisipi -adorno de líneas sinuosas y repetidas-. Compases en inequívoco patrón de estructura fluyen como desahogo espontáneo de la sensibilidad que alienta a Marcos a hermanar ese blues con el colosal ventisquero, con el quirquincho que da vida al charango. Todo ese torrente desemboca en plácido arte de forma simétrica, de vida en el pulso de la aurora que enrojece la puna, que agiganta el bravo sol. Marcos Tabera abraza ensoñaciones y domina aquel silencio, ahora todo colmado de sonidos y nostalgias temperadas de su propio mundo, de su alma de artista.

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Prólogo al álbum

Imagen: Marcos Tabera

Los 120 años de Jorge Luis Borges, el escritor que soñó con lo infinito


ENRIQUE PLANAS

Han pasado 33 años de su muerte, y su fama sigue extendiéndose. El mito de Jorge Luis Borges sobrevive a su polémica viuda María Kodama, a sus conservadoras opiniones políticas, al abuso del adjetivo “borgeano” o la repetición del tono mitológico y metafísico de sus cuentos por legiones de autores, apodados “borgesitos” que escribían sobre laberintos, tigres y espejos. Pero, sobre todo, ha sobrevivido a su estatua de sabio bibliotecario ciego, con bastón y traje. Un oráculo para la segunda mitad del siglo XX.

Ese retrato convencional oculta muchas veces al escritor nacido un 24 de agosto, hace 120 años. El autor de “Ficciones” o “El Aleph”, el artista ultraísta, el escritor que renovó la forma de hacer literatura fantástica, el género policial y el ensayista libre de cualquier actualidad periodística o política. ¿Ese Borges tiene hoy herederos?

El novelista Luis Hernán Castañeda se rebela ante el término “borgesito”, pues, según él, oculta una hipocresía: “Borges está en todas partes y en ninguna. También en uno mismo, solo hay que buscarlo. No hablo de la imitación de una fórmula, sino de una presencia más o menos palpable de arquetipos que Borges, sin haberlos creado, sí perfeccionó y destiló: la biblioteca, el laberinto”, afirma. En ese sentido, uno de sus mayores herederos, de manera muy consciente, podría ser un escritor como su paisano Ricardo Piglia, y también en los seguidores de éste.

Para el escritor y profesor universitario Jorge Valenzuela, tanto el “universo” borgeano, como el estilo de Borges son conquistas de una inteligencia fervorosamente escéptica. “Sus ficciones apelan a una enciclopedia muy ambiciosa para ser comprendidas y han sido producidas a partir de otros libros. En su obra confluyen la filosofía, la religión judía y las matemáticas, solo para citar tres fuentes importantes. Por todo esto, considero improbable, si no es por el camino de la ciencia ficción, que existan herederos de Borges”, señala.

Coincidiendo con él, la escritora Karina Pacheco señala que vivimos tiempos difíciles para los autores de caracteres borgianos, asombrosamente enciclopédicos, y a la vez metafísicos, oníricos, desbordantes de autenticidad y memoria. “Además de un don natural, se requiere de mucho tiempo y silencios”, dice. Más que autores, para ella podemos hablar de libros que trasuntan una herencia borgiana. “Sin afán de ser nuevos Borges, comparten con aquel respiros profundos de la humanidad y el universo”, afirma la autora cusqueña. En el caso de libros peruanos, ella destaca “Un único desierto” de Enrique Prochazka, o el más reciente “Fabulations” de José de Piérola, aún no traducido al castellano.

Radicada en Buenos Aires, la autora Karen Luy de Aliaga, confesa cortazariana, admite haber conectado con Borges tras descubrir “Otras inquisiciones” y releer “Ficciones”. “La influencia de Borges es infinita, él era como de otro planeta. En cada texto nos ha dejado pistas y claves de eterno descubrir”, advierte. Entre los autores argentinos que experimentan e intervienen sus cuentos para generar nuevas lecturas, ella destaca “El Aleph engordado” de Pablo Katchadjian, “Help a él” de Rodolfo Fogwill o “Erik Grieg” de Martín Kohan. ¿Se trata de herederos? La poeta y novelista prefiere citar al mismo Borges en “La flor de Coleridge”: “Quienes minuciosamente copian a un escritor, lo hacen impersonalmente, lo hacen porque confunden a ese escritor con la literatura”.

Para su colega Ricardo Sumalavia, la obra de Borges sigue propiciando distintos niveles de influencia. “El más chato, claro, es el que se ocupa de repetir (y mal) el fraseo borgeano o el que se regodea buscando más senderos a ese jardín. Pero hay quienes tratan de profundizar en sus ideas e intuiciones sobre el tiempo, el espacio y la frágil identidad del sujeto”, afirma.

El escritor Marco García Falcón apunta en ese sentido al señalar que la gran enseñanza de Borges radica en que un escritor es, ante todo, un lector. “Por ello, un heredero digno del maestro argentino aspirará a entregarnos una lectura del mundo, una lectura hipotética y parcial, que nos saque de la “realidad” para luego devolvernos a ella con una lucidez nueva. Borges nos hizo entender que la literatura no puede ser un mero reflejo de la realidad, sino la construcción de mundos posibles -alternativos- y una invitación a habitarlos. Nos inoculó la idea de que todo puede ser un misterio, de que hay un orden secreto de las cosas que no es posible capturar racionalmente, aunque sí vislumbrar a través del arte. Creo que los verdaderos borgeanos son los que conservan ese legado”, afirma.

—El Aleph no es Internet—
Publicado por primera vez en la Revista “Sur” en 1945, y recogido en el libro homónimo en 1949 editado por Losada, con el tiempo “El Aleph” se ha convertido en objeto de culto, un cuento paradigmático en la vasta biblioteca borgiana, al sintetizar las principales preocupaciones literarias del argentino: la ironía, el juego con el lenguaje y la erudición. Un culto que se fortalece en nuestros tiempos, cuando algunos consideran que Internet, Google y las redes sociales vendrían a encarnar aquella “pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor” como Borges describía la ventana luminosa desde donde su personaje, el poeta Carlos Argentino Daneri, podía atisbar todo el conocimiento bajo una escalera.

Sin embargo, para los autores consultados, nada más errado que comparar la epifanía borgiana con nuestras actuales pantallas. Para Jorge Valenzuela, el Aleph es el principio de todo y, como todo principio, se extiende al infinito. “Contiene todos los tiempos y por ende todos los espacios. Es la representación del universo en su simultaneidad desde un lugar que puede ser cualquier lugar. Frente a este prodigio, Internet es apenas una red de información, muchas veces poco confiable y envilecida por el dinero, la chismografía barata y el horror”, afirma.

En efecto, para Karina Pacheco, a pesar de que la actual tecnología parece abarcarlo todo, están bastante lejos de ofrecer o representar ese universo infinito que vislumbrado por Borges desde un minúsculo sótano. “Incluso presumiendo que aquel fuera un falso Aleph, como plantea el mismo cuento, revelaba asuntos bastante más inquietantes y radicales que un paseo por la redes”, señala.

Por su parte, García Falcón advierte que, si bien la virtualidad nos da la sensación de que la biblioteca borgiana existe y que, además, es portátil y democrática, se trata solo de una sensación. “Los circuitos de datos están predeterminados, cada vez que usamos una red social nos vigilan y nos censan, circulamos con aparente libertad por laberintos diseñados por las grandes corporaciones. Si el aleph borgeano existe ahora entre nosotros, este no se encuentra en el enorme cúmulo de información que nos ofrece la interconectividad, sino en la posibilidad de ver por encima de lo evidente en medio de esa maraña engañadora”, afirma.

Ese mismo carácter ilusorio es advertido por Ricardo Sumalavia: “Internet, google, las redes sociales, no hacen más que seguir alimentando dicha ilusión que nos hace sentir héroes cuando en realidad solo nos empuja a traicionarnos a nosotros mismos”, dice.

Luis Hernán Castañeda nos recuerda que, allá por el año 2000, otro gran escritor del Río de la Plata, el uruguayo Mario Levrero, descubría Internet y se emocionaba con sus posibilidades de información y conexión, pero temía que ese gran potencial fuera concentrado por los poderes económicos. “Es lo que ha ocurrido: antes existía una plétora de buscadores, AltaVista, Lycos, Infoseek, etc., mientras que hoy domina una sola corporación, Google. El mundo digital ilusionó a muchos con la promesa de un Aleph múltiple, cifra del universo, pero acabó como un mezquino espejo de lo que somos. Afortunadamente, las metáforas de Borges enseñan a soñar con más”, explica.

Finalmente, consultamos con el filósofo argentino Darío Sztanjnszrajber, voz autorizada en la reflexión sobre el Aleph de Borges. “Hablamos de la figura de lo irrepresentable. “El Aleph” es el sueño de poder capturar lo infinito”. La tecnología ofrecernos la máxima capacidad de información, sin embargo El Aleph no plantea una cuestión cuantitativa sino cualitativa. No busca visualizar por extensión todo lo que hay, sino de capturarlo intuitivamente en un segundo. Es como ver a Dios de frente. Algo imposible para cualquier artefacto tecnológico”, explica.

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De EL COMERCIO, 24/08/2019





Wednesday, August 21, 2019

Zorros tristes


JORGE MUZAM

Retomo letras en medio del frío polar de julio. Fragmentos de Onfray y Jonathan Franzen, poemas de Bukowski. Una novela perdida de Carlos Droguett. Nevó de madrugada en el valle de Alico. Se retuercen los aromos. Se coronan los postes. Los tordos escarban en la escasa hierba. Las impasibles vacas rumian su desayuno de alfalfa. El viento polar entume las orejas. Ralentiza emociones. Los asuntos familiares absorben. Las cuentas por pagar se multiplican. Se agotan las provisiones, se agota la leña. Es necesario superar los caminos escarchados. Bajan zorros tristes a contemplar la tragicomedia humana. Pero el egoísmo no es seductor y se regresan hacia sus bosques de lenga. A ratos me siento como un Hawthorne perseguido por mamilas mutantes clamando ser llenadas. O como un personaje de Goya esperando el fusilamiento financiero. Y eso está bien, porque es una secuencia de vida genuina, solo que a veces pienso que la hora de Joyce no llegará nunca y a Finnegans Wake solo podré visitarlo en Braille. El sol mañanero se desvanece en una bruma con aroma a hojas podridas.

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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor)


BAJO EL FUEGO


ALEX AILLÓN VALVERDE

Lo que está ocurriendo en Bolivia es una tragedia de proporciones inimaginables. La dimensión de lo que estamos perdiendo y a lo que nos están condenando se diluye en los fríos números, en las frías estadísticas, aunque sean números escandalosos, aunque sean cifras de no creer. Aun así no dan la talla de lo que ocurre en realidad. La irresponsabilidad política y de unos cuantos grupos ahora se ha ensañado justamente con algo que no se puede defender, con algo que no se puede movilizar, con algo que no puede hacer partido o bloquear. Se ha ensañado con lo que es más desvalido frente a la estupidez y codicia humana: la naturaleza, la tierra, la fauna. Es decir todo lo que mantiene equilibrio en un mundo de desequilibrados, de dementes, de asquerosos mercaderes. Bajo las llamas y cenizas de la irrecuperable belleza chiquitana, no solo arde nuestro futuro, arden también nuestras almas. ¿A quién echar la culpa? Pues todos tenemos la culpa. Nuestra miseria, nuestra ignorancia, nuestro silencio, nuestra irresponsabilidad. El habernos creído todo ese discurso de humo. Todo este engaño con tufillo a Pachamama y pajpakus. ¿Y ahora nos piden que vayamos a votar? Para qué. De cualquier manera ya estamos condenados. No quieran vernos más la cara de cojudos. ¡No sean tan miserables!


Hambres extrañas y maravillosas


MAURIZIO BAGATIN

“La verdad es que cuesta aclimatarse al hambre” Juan Rulfo

Mi amigo Juan Manuel siempre sostuvo que las vacas han sido el peor invasor de América, no la enigmática vaca pensativa de Hipgnosis, en Atom Heart Mother de Pink Floyd, sino las del Far West a la John Wayne, la de Richard y Maurice McDonald (Dick y Mac), fundadores del imperio McDonald’s, las de las pampas argentinas, del churrasco brasileiro, las de las parrilladas dominicales que sustituyen hoy los platos típicos en las fiestas tradicionales. Gas invisible como un éter que hoy está envenenando el mundo. No las vacas sagradas de la India o las que debieron sustituir las madres con su líquido elemento vital, la leche, sino las que hoy penetran la virgen Amazonía y dejan huellas terriblemente agónicas.

El Doctor T. Colin Campbell y su hijo, el Dr. Thomas Colin Campbell II, dedicaron sus vidas al estudio de la nutrición humana y a sus efectos, un estudio elaboradísimo: “Mi intención era superar nuestra capacidad para producir proteínas animales, la piedra angular de lo que, según me habían enseñado, era la “buena nutrición…” dice el padre, el cual descubre los efectos de dos sustancias que legalmente están en los alimentos que a diario ingerimos… la dioxina y la aflatoxina, por ejemplo. Hiroshima mon amour.

En lo de Venecia, tal vez con el viajero Marco Polo, forse che sí forse che no, llegaron i spaghetti-palermitanos permitiendo- y de ahí surcaron todas las mesas planetarias -Totó bailó, con un puñado de spaghetti al sugo en sus manos, sobre una mesa en una mítica escena de Miseria e nobiltá-, en la misma Venecia, una macabra receta desnudó la estupidez del Capital y de los hombres que lo representan: si una terrible leyenda pretendía hacernos creer que los comunistas, como Orcos oscuros, se comían a los niños -sin indicar si eran pobres o ricos-, la historia del bechér (el carnicero, que en este caso era también el gestor de una trattoria) convierte en que sean los capitalistas los que se van comiendo los niños, y sí, esta vez, a los niños pobres. Biasio Cargnio era propietario de una trattoria, ubicada al frente de la iglesia de los santos Jeremía y Lucia, Biasio preparaba un sguazzetto fenomenal: carne blanda y caldo sabrosísimo… el local estaba siempre lleno de obreros, comerciantes y caballeros, los cuales tenían que reservar el plato típico con un día de anticipación para poder degustarlo acompañado con polenta o con pan, un buen vaso de vino y salirse satisfechos lamiéndose los bigotes. Hasta que un día… el compadre Toni entró al local y pidió un plato de sguazzetto con polenta y un buen vaso de vino, y enorme fue el estupor cuando vio nadar en el plato hondo, lo que no podía ser que la falange de un niño. Espantado y recordando que desde cuando Biasio abrió el local se oyeron muchas denuncias de desaparición de niños en aquella zona de Venecia, se fue de inmediato a denunciar el delito a la Quarantia Criminale. Biasio fue descuartizado y el lugar de la ejecución hoy se llama Ponte dei Squartai. Al respeto, Stefano Benni desde siempre ha pensado que no existen niños malos, sino niños mal cocinados…

“Satisfacer el hambre comiendo no solo elimina una sensación desagradable. Lo que comemos está “exquisito”, “delicioso” o “sabroso”. Si tenemos mucha hambre, incluso una comida sencilla nos procura cierta satisfacción” -Ian McEwan-

La segunda guerra mundial fue trágica, todas las guerras los son, pero a esta guerra trágica participó también mi padre y así, aunque en su mayoría imboscati (adjetivo que durante las guerras se endosaba a quienes, ocultándose, evitaban el frente), todos los otros siete hermanos de la populosa familia Bagatin… ellos siempre sufrieron el hambre, de manera constante junto con sus ocho hermanas buscaban algo para sencillamente llenar el buche, el pan no lo conocieron sino después de la guerra, la polenta, como desayuno, almuerzo y cena y la mayoría de las veces como plato único, fue todo su recuerdo gastronómico; en varias zonas los gatos desaparecieron en aquella época, los pájaros eran presa de francotiradores y las gallinas no tenían mucho tiempo para engordar, famosa era en mi pueblo la señora que, en plena noche, entraba en gallineros ajenos y agarraba lo que encontraba, el conocidísimo dicho: ”tres patas dos gallinas”, sigue vigente en muchos imaginarios hambrientos de todo el globo terráqueo.

Mi abuela les daba a los varones semillas de maíz y de poroto, para que fueran a sembrarlas y así meses después cosechar el fruto tan esperanzado; solamente a guerra terminada, y para ahorrarse las inclemencias de Doña Giovanna, se supo toda la verdad: de tanta hambre ni las semillas sobrevivieron a las pantagruélicas fauces de los mocosos. Hambre e ignorancia, siempre fieles compañeras de todas las tragedias humanas. Porque el hambre puede ser trágica, el hambre es trágica, es trágica en el Mito, es trágica en las barrigas vacías de los judíos en diáspora, en los intestinos de los soldados masacrándose en la Línea Maginot, entre los marineros amotinados del Potemkin, que rechazaron el infame pan lleno de gusanos; el drama logró ser magistralmente llevado al cine por el maestro Eisenstein.

Una sirena surrealista, podría tener diez años, pero por sus formas femeninas ya definidas, podría también pasar por una mujer… Aquí y allá, desgarrada o aplastada por la cocción, especialmente en los hombros y las caderas, la piel mostraba a través de las divisiones y grietas la carne tierna… Era la primera vez que veía a una niña cocinada, una niña hervida: y yo estaba en silencio, agarrado por un miedo sagrado. Todos alrededor de la mesa estaban pálidos de horror. Demasiadas veces comer y sobrevivir se vuelven verbos homónimos. La literatura es cómplice de la verdad y el arte afín a la tragedia, las palabras de Curzio Malaparte y las imágenes de Liliana Cavani son terribles acuchilladas, penetrando el alma con un estilete de pura estética. La piel es, como dijo Paul Valéry, lo más profundo.

Caminas por El Alto, salchipapas por todo lado, caminas por la zona sur de Cochabamba, salchipapas en cada esquina, caminas por el Plan 3000 de Santa Cruz y salchipapas en lugar del sonso, a toda altitud y a toda latitud, en Bolivia la salchipapa es el plato típico -y más barato- de los quioscos en los centros educativos, en los institutos tecnológicos y también en las universidades; embutidos de un cromatismo tremendamente variable, compiten a diario con las hamburguesas, y de compañeras escogieron a las papas holandesas, las que han hecho eclipsar la papa runa de muchas infancias, todo bien sumergidos en un aceite vegetal semitransparente, de soya OGM, mañana útil para el jabón más barato, mientras, para el colesterol más dañino y la obesidad galopante. Polifosfato al por mayor y soberanía alimentaria al demonio en poco más de veinte años.

“Si pueden, atrapen un ratón y deshuéselo con cuidado. Ablanden la carne golpeándola suavemente con una herramienta de madera y durante unas horas, déjela sumergida en vino o coñac, para los abstemios en agua y vinagre. Después de haberla secado, salar la rebanada y, si es posible, salpimentar. Entonces preparen un pinzimonio con hojas de salvia, hierbitas de campo y agréguelo a las lechecillas del animal, previamente desmenuzado y salteado. Preparen una masa y haga el rollo evitando que se abra enfilándole un palillo de madera. Decore la porción con una hoja de salvia grande. ¡Cocine estofado y siempre “Vivre libre, ou mourir!» Para la Comuna”.

La receta de las brochetas de ratas ilustra con una claridad despiadada la situación que surgió con el asedio de la ciudad de París en 1871, la desesperación de los resistentes obligados a alimentarse con todo lo que se podía masticar. Los parisinos llevaron las ratas a la mesa describiendo su gusto como un cruce entre el del cerdo y la perdiz. Además, los entrecortes à la bordelaise siempre han sido un clásico de la cocina gala. Los ratones de las bodegas de Burdeos, desollados y destripados, bañados en una mezcla de aceite y chalotes, fueron asados alegremente en el fuego hecho con las duelas de los viejos barriles de vino en desuso. Viva Louise Michel, muera Thiers…

“Somos una época fáustica decidida a encontrar a Dios o al Diablo antes de irnos, y la esencia ineluctable de lo auténtico es nuestra única llave para abrir la cerradura”. -Norman Mailer-

Toda acción es política, toda acción gastronómica es más política aún; ser omnívoro o ser vegano son acciones políticas, en la antigua Grecia la cocina ligada a una dieta de carne es de natura política, de un lado hay, en el sacrificio del animal, la institución de una relación privilegiada con los dioses, pero del otro lado, tal sacrificio constituye la polis. La figura central de este evento es el mageiros, personaje que cumple tres diferentes acciones: es el sacrificador (el que inmola el animal en el altar), es el carnicero (lo que parte el animal en pedazos) y es el cocinero (lo que lo cocina). La división del animal es diferente para él y lo será para quienes la recibirá, él hace una valorización distinta de las partes del animal sacrificado: la carne externa es muy diferente de los órganos internos, y entre estos últimos es necesario distinguir aún más entre las vísceras (hígado, pulmón, bazo, riñones y corazón) y las entrañas (estómago e intestino). Por otro lado, cada una de estas partes se cocina de manera diferente (asado, hervido, ahumado) y se distribuye de manera diferente entre los invitados. Degollar, carnear y cocinar son, por lo tanto, la misma práctica, que tiene como objetivo la división en fragmentos del animal y la paralela jerarquización de la sociedad. Las mejores piezas (muslo, costado, hombro, lengua) pertenecen al sacerdote, el rey y a los principales magistrados de la ciudad; el resto a veces se divide en partes iguales y se ofrece al azar. Aquí está la justificación de la aristocracia, pero también la de la democracia. Todos comen de acuerdo con su rol social y político, pero también, viceversa, el rol social se forma sobre la base del pedazo de carne que come (y que no come). Por lo tanto, el sacrificio no es la imagen estática de los hectolitros de sangre perdidos para alegrar nuestros estómagos de estólidos gourmet con enormes anteojeras. Es más bien una estructura de un sentido muy complejo, una configuración antropológica con una precisa articulación interna. El acto de matar solo tiene sentido dentro de dicha configuración: considerado en sí mismo, solo puede ser sin sentido, insignificante, absurdo, incorrecto. Todo se lleva a cabo.

Tenía que ser irlandés y tenía que ser un irlandés de lengua picante, tenía que ser Jonathan Swift en ofrecer una solución salomónica a la hambruna que sufrían los irlandeses durante las primeras décadas del 1700, la descabellada solución era que los padres pobres se coman a sus hijos, de esta manera los odiados invasores ingleses no tendrían a quien explotar; espíritu polémico y sarcasmo que muchos pueblos tuvieron que pensar antes de sucumbir: los cameruneses preferían inmolarse en lugar de caer esclavizados en algunas plantación de café o algodón de Sudamérica.

Durante la primera cruzada de 1098, durante el asedio de Antioquía, soldados, clérigos y pauperes, liderados por el orgulloso Duce Beomondo y por la voluntad de Dios, después de haber dejado atrás infamias y desastres de todo tipo, bajo los muros de una ciudad que no pudieron conquistar y sintiéndose atrapados por los dolores del hambre, no se negaron comer la carne de los habitantes de la pequeña aldea de Ma’arra. Más locura de un viaje lleno de masacres y horrores siguiendo un símbolo que, en sí mismo, recuerda la brutalidad y la muerte: el crucifijo.

El poder religioso y las difíciles digestiones de las divinidades merecen un menú aparte, se trata de sofisticadísimas decisiones culinarias, entre adoración y sacrificio, las que han hecho que un cristiano no deba comer carne el día viernes (¡pecado mortal!) y, al fin de volverse santo, ayunar. Los que no quisieron poseer aureola fueron muchos, entre ellos las más altas jerarquías eclesiásticas: el 20 de noviembre de 1549, después de que el cardenal chambelán con un martillo de plata había golpeado tres veces la santa calabaza del papa Pablo III hasta que finalmente lo declaren muerto, los cardenales se reunieron en el cum clavis más largo que se pueda recordar. Los cardenales, acostumbrados a un nivel de vida muy diferente y distantes del de los otros miserables mortales que así bien pudieron engañar, incluso en esa circunstancia, no pensaron en absoluto en apoyar su elección del sucesor del trono papal con la purificación del ayuno tanto que, como el agente de la familia Gonzaga tuvo la oportunidad de informar: «Los cardenales ahora están sujetos al régimen de un solo plato. Este curso consiste en un par de capones, un buen trozo de ternera, un poco de salame, una buena sopa y todo lo que se desee mientras estén hervidos. Esto por la mañana. Por la noche puedes tener lo que quieras mientras lo asas, además de algunos aperitivos, un plato principal, ensalada y un postre. Alguien se queja de las dificultades «. Estas porciones se calcularon para cada persona, pero casi todos los cardenales tenían un cocinero secreto en su propio personal que también preparó otros menús específicos sustanciales para ellos y…»Alguien se queja de las dificultades».

Si comes bien no mueres nunca.

Los mahometanos ayunan durante el Ramadán, y lo hacen desde el alba hasta el crepúsculo, quien no ayuna es un impío. Mientras que los taoístas piensan que morirse de hambre lleve a la más elevada forma de inmortalidad, y los jainistas creen que ayunar sea necesario solamente para purificar el alma, aunque narran que un tal Mahavira se haya dejado morir voluntariamente de hambre. Buda, el iluminado, vivió durante seis años comiendo solamente un fruto de azufaifo, un grano arroz y una semilla de sésamo cada día y luego murió ingiriendo un hongo venenoso que alguien había depositado, por error, en su cuenco de las ofrendas; según las escrituras budistas, y con el fin de no distraerse del camino hacia la iluminación, hay que evitar las cebollas: crudas alimentan la ira y cocidas alimentan las llamas de la lujuria. Los budistas no comen carne de ningún tipo como los hindúes, según los cuales lo divino está presente en todo ser vivo, adoran las vacas en cuanto creen que en sus extremidades se encuentren algunas divinidades, pero toman su leche porque no se ha necesitado matarlas para obtenerla. Los hare krishna rechazan todo tipo de hongos porque, creciendo entre la descomposición, los consideran fuente de ignorancia; para ellos también el vinagre es fuente de profunda ignorancia; todo producto lácteo es positivo y hasta el dios Krisna, para estar más cerca a este blanco alimento, quiso ser rencarnado en un humilde pastor. Los jainistas no comen zanahoria por no erradicar sus raíces secundarias, podrían alimentarse de lechuga, pero, aunque lavándolas bien, podrían esconder algunos insectos, tampoco comen en la oscuridad con el fin de no ingerir algo no deseado. No cortan las frutas que comen para no afectar las semillas y toman agua previamente hervida, de manera que los microbios que nadan en ella se hayan extinguido (¿de manera no violenta?). Los judíos (como los musulmanes) no pueden comer carne de cerdo, considerado impuro por el Viejo Testamento, y si han comido carne de res, deben esperar una hora antes de probar un queso, diversamente sería considerado un acto deshumano.

La cocina es como el amor, todo está en los preliminares.

Los rastas creen en las propiedades medicinales de las especias y de la marihuana, las consideran un don del Señor; su dios en la tierra fue Hailé Selassié, el cual para su coronación se hizo preparar una torta de una tonelada de peso: la tarea hoy sería es recuperar la receta.

Debido a que la cafeína y la teína generan trastorno intelectual y corpóreo, los seguidores del revelador y profeta Joseph Smith, de la Iglesia de Jesús Cristo de los Santos de los Últimos Días, convencido lectores del Sagrado Libro de Mormón -en la espera de la segunda llegada del Mesías- no beben nunca café, té y Coca-Cola. Mientras que los Adventistas del Séptimo Día, por los mismos motivos de los judíos, no pueden comer carne de cerdo y tampoco queso. Los rusos ortodoxos y los griegos ortodoxos, con el fin de recordar el martirio y el sufrimiento de Jesús, en los días lunes, miércoles y viernes no comen carne de cerdo, de res y ningún tipo de quesos, considerándolos alimentos no fácilmente digeribles y podrían desconcentrarlos durante las oraciones. ¿Y los días martes, jueves, sábado y domingo, no rezan y comen también para los otros días? En las farmacias venden excelentes digestivos y una Alka-Seltzer alivia hasta las jaquecas del día antes… Los últimos seguidores de Zoroastro consideran que la carne conserva la memoria de los difuntos, por lo tanto, no la ingieren durante los periodos de luto y en los días dedicados a los dioses protectores de los animales. Como su dios Zoroastro están abiertos al consumo de alcohol y de sustancias alucinógenas, que favorecen irreales visiones ultraterrenas. Por fin, los seguidores de la doctrina del Reverendo Sun Myung Moon, se ven obligados en consumir muchas gaseosas, siendo el Salvador de la Humanidad el más grande productor de bebidas sin alcohol en Corea. Además de ser dueño de la empresa Tong II, la más grande fábrica de armas del mismo país. ¡Pero, lo importante, no hay que olvidarse, es no comer carne el día viernes y mortificarse con fantasiosas e inútiles penitencias!

Fray Bernardino de Sahagún, en su Historia general de la cosas de la Nueva España, relata el caso de la antropofagia entre los aztecas. A Moctezuma se le enviaba un pozole con muslo de algún prisionero sacrificado durante la fiesta dedicada a Xipe Tótec, dios de la primavera y que representaba el comienzo de la época de lluvias. Como símbolo de la abundancia en la vegetación, tal dios vestía la piel de una víctima humana. Al pedir un pozole, en el famoso restaurante El pozole de Moctezuma de la Ciudad de México, después de veinticinco años de ausencia de la región más transparente, me aseguré que el pozole esta vez sea vegetariano, pero solamente porque era de noche, y era ya muy tarde para cambiar de menú.

¿Qué les habrá pasado por la mente de Roberto y Natale, simples pero incisivos intérpretes de «Il tempo si é fermato», el primer documental de Ermanno Olmi, mientras comparten ese plato de polenta (¿habrá sido preparada con el maíz spinato de Gandino?)? La memoria habrá fluido libremente en los recuerdos… ese maíz que siempre ha sido el alimento, a menudo único y diario, en un imaginario colectivo para nosotros, en el norte de Italia, donde el maíz siempre ha sido cómplice de una articulación de actividades no solo agrícolas: ¿quién de niño no jugó, huyendo en carreras atrevidas, para esconderse entre hileras de maíz todavía verde, y quienes no tuvieron sus primeras aproximaciones amorosas, de pie tal vez, y envueltos en hojas frescas y con la picazón enervante, y en agosto o septiembre no ha penetrado furtivamente en algún campo de mazorcas para sustraer algunas y luego hacerlas pasar por las brasas incandescentes del final del verano? Luego llegó la pelagra, otra vez la ignorancia, al desconocer las raíces profundas de un alimento que llegó desde lejos, junto a la papa y al tomate, dando inicio a la globalización agrícola y de los sabores sobre las mesas… sin el desconocido proceso de nixtamalización (La palabra nixtamal proviene del náhuatl nextli :»cenizas de cal», y tamalli :»masa de maíz cocido”), la falta de niacina o triptófano en la alimentación generaron la pelagra, al consumir el maíz como único cereal, sin el complemento de otras fuentes que sean ricas en vitamina B₃.

Somos lo que comemos, argumentó un filósofo alemán, y quienes más de nosotros polentones del norte de Italia, puede argumentar que está hecho de maíz, de maíz recogido por manos agrietadas y callosas, desenvuelto con humilde paciencia, en compañía de ancianos y de niños, de mujeres laboriosas, y dejado secar en el soler, desnudado de su chala, para luego volverlo harina blanca o amarilla con esos dientes metálicos del caballo de madera que «nunca se movía», precioso polvo, hermoso como el oro, blanco, amarillo, áspero, fino, hasta que como una lluvia no descendía hacia la cagliera colgada en la chimenea siempre encendida…

Somos nosotros también, pero sobre todo nosotros, los polentones, los que se han convertido en hombres de maíz… cuando el 15 de octubre de 1492, Cristóbal Colón, al acercarse a la isla Ferrandina, hoy Long Island en las Bahamas, descubre la primera cosa nova, o sea el mahiz, que inicialmente fue confundido con el panizo y nos convierte en futuros cómplices del mayor trastorno alimentario que vivió Europa, gracias también a las otras dos cosas nuevas, el tomate y la papa. La globalización alimentaria comienza y nunca se detendrá.

En mi zona de origen, el Friuli-Venezia-Giulia, hubo una hibridación de la polenta con otro producto que viajó con casi todos los migrantes de la tierra: el frijol, y así la polenta se va preparando con el agua de cocción de los frijoles, y con la adición de los mismos al final. Es un recurso antiguo que servía para no desperdiciar nada y dar un sabor extra cuando la polenta era el único plato. Somos hombres de maíz que también hemos vivido en la completa ignorancia de no saber (y a menudo poder) acompañar el buen plato de polenta con algunos compañeros, legumbres u otros ingredientes que nos hubieran evitado la pelagra.

Quizás todos estos recuerdos no hayan fluido en la mente de Roberto o en Navidad, pero ciertamente al saborear esa polenta (cocinada en media hora), habrá entrado en los cuerpos también gran parte de esta historia que hemos compartido durante más de quinientos años.

La tradición en la cocina no existe, existen los pueblos.

Cuba es conocida por su revolución, el ron, sus hermosísimas mujeres, el toque del son cubano, la prosa de José Lezama Lima y por su plato popular, la ropa vieja, nos cuenta el jazzista Omar Sosa que una vez que conozcas el alma de la comida de un lugar, su estilo, la actitud con la que se combinan los ingredientes, puedes hacer lo que desees: por la preparación de una pasta al sugo, es suficiente conocer las bases -el salteado, el tiempo de cocción, la importancia del agua, la calidad de los productos y el equilibrio entre los ingredientes- y está hecho. Es como en las jam sesión de jazz: si quieres hacer punk necesitaras de un bajo eléctrico. Si haces jazz usaras el contrabajo. Y así sucesivamente.

La Poesía es más allá. Adentro y afuera del plato. En la semilla…“…il tuono del chicco / che si apre sottoterra…”, escribió el poeta Antonio Santori.

El caos es el único orden, es la partidura sobre la cual se orquesta el mundo…

Leí todo esto y me lastimé, ahora lo escribo, para lastimarlos. Buena lectura y, luego, buen provecho: Clysterium donare, postea seignare, ensuita purgare.

Bibliografía
T. Colin Campbell, Thomas Colin Campbell II, The China study, Macro Edizioni, Cesena, 2013
Marco Polo, Il Milione, Bur, Milano, 2003
Gary Jennings, Il viaggiatore, Bur, Milano, 1996
Rino De Michele & altri autori, Les cuisiniers dangereux, Edizioni La Fiaccola, Noto/SR, 2011
Curzio Malaparte, La pelle, Adelphi, Milano, 2010
Nello Martin, Pestanaie & berebech, Tipografia Mascherin, Zoppola, 2003
Erich Maria Remarque, Sin novedad en el frente, Editorial La oveja negra, Bogotá, 1984
Revista ApARTe n°9, Venezia, diciembre 2003
Marcel Detienne, Jean-Pierre Vernant, La cucina del sacrificio in terra greca, Bollati Boringhieri, Torino, 2012
Jonathan Swift, Una humilde propuesta…y otros escritos, Alianza Editorial, Madrid, 2005
Don Pasta, Artusi remix, Mondadori, Milano, 2014
Molière, El enfermo imaginario, Editorial No Books, Digital

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Imagen: Escena de The Cook, The Thief, His Wife and Her Lover

Wednesday, August 14, 2019

El Peral


JORGE MUZAM

Hoy he preguntado a don Moisés Zapata, profesor de música del liceo local, si sabe de posibles tumbas incas en la cordillera de Ñuble. No me entiende la pregunta, o la entiende de una forma distinta y me cuenta de aquella vez que enterraron un baqueano en El Peral. El hombre simplemente no aguantó. Lo pilló desprevenido la soledad. Lo encontraron por casualidad. No había cómo traerlo a un cementerio normal, así que lo dejaron bajo un túmulo de piedras gastadas. Allí mismo. Donde ni las ánimas penan. Fue hace mucho tiempo. Pero quienes sabían de ese suceso entendían que aquel espíritu no estaba en paz. Que iba de árbol en árbol, de hierba sobre hierba, de nube a nube, con puelche frío o viento norte. Demasiada soledad hasta para un espíritu. La inquietud está en el armario de la metafísica. Asuntos no resueltos obstaculizando la trama final. Epílogos sin inventar que impiden estampar el alma como un liquen pardusco sobre la piedra. Por eso los descendientes o conocidos volvieron a darle una última misa. Un saludo de aquí estamos y seguimos adelante. Descansa en paz hombre rudo. Que un dios o todos los dioses te den la absolución. Que la paz sea siempre contigo.
Pregunto a don Moisés por qué ese lugar se llama El Peral. Me responde que alguna vez fue una puebla. Pero no había agua. Por eso plantaron por plantar. Siempre soñando con un porvenir más largo que un día, que una semana, que una temporada de pastoreo. Los baqueanos son imaginativos. Avizoran hijos, una mujer amigable, voces inventadas en torno a un fogón, allí donde solo rumorean raulíes y coigües, donde la nieve se envuelve a sí misma en remolinos ostentosos. Por eso allí existen perales. Arboles solanos que crecieron como hijos sin padre. Solo con lo que prodiga el aire y el sol. Quizá un banco de niebla que empape las hojas. Por eso dan peras tan duras, para que los hombres sepan que sobrevivir no es asunto fácil.

Fotografía: Jorge Muzam

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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor) 

Saturday, August 10, 2019

Anna Ajmátova, poeta de la desesperación


DANIEL GONZÁLEZ GÓMEZ-ACEBO

Esta mujer de mirada lánguida y sonrisa tímida, capaz de mirar de frente y serenamente su vida, se llamaba Anna Andréievna Gorenko (1889–1966), aunque pasó a la posteridad como Anna Ajmátova. Retratada por la pintora rusa Zinaida Serebriakova en 1922, cuando la poeta tenía 33 años, Ajmátova escondía tras de sí una apasionada forma de vivir y escribir, y bajo su embrujo irían cayendo amantes como Amadeo Modigliani, Dmitri Shostakóvich, Boris Pasternak, Aleksandr Blok y tantos otros.

Celebrada y reconocida desde la publicación de sus primeros libros, sobreviviente de circunstancias terribles, silenciada por las autoridades de su país, reivindicada más tarde, llegará a decir en un poema: "estoy cansada de resucitar, y morir, y vivir". Fue retratada por Amadeo Modigliani en su juventud, y visitada por Isaiah Berlin en 1946, con quien, según palabras de la poetisa, conseguiría "agitar el siglo XX". Hoy sigue siendo, para una larga mayoría de lectores, una ilustre desconocida.

Matar la memoria
Dio la casualidad que los primeros textos que cayeron a mis manos de ella hayan sido Requiem Poema sin héroe, dos textos desgarradores y profundamente autobiográficos que describen a una mujer hecha jirones por los avatares de la política de Stalin en su país y por una trayectoria vital plagada de amores apasionados, tragedias, abandonos y soledad, que, a la sazón, acabarían siendo los grandes temas de su obra, junto a, sin duda, el país que la vio nacer y morir: Rusia.

La poeta que escribió que tendría que “matar la memoria” y “volver de piedra el corazón” soportó, en sus 76 años, dos revoluciones, dos guerras mundiales, una guerra civil, las más terribles purgas de Stalin, el ostracismo, las muertes, condenas y exilios de todos sus seres queridos. Y lo que más estremece, Ajmatova sufrió las heridas del alma de su único hijo. 

Lev nunca le perdonó el abandono sufrido en la infancia (fue criado por la abuela paterna, tras el fusilamiento de su padre, el poeta Nikolái Gumiliov), y, más tarde, acusó a Ajmátova de haber sido indiferente a sus años de reclusión en cárceles y campos de trabajo. En eso, Lev Gumiliov, el hijo de “la musa del llanto”, tal como llamó a Ajmátova la otra grande de la lírica rusa, Marina Tsvetáieva, fue terriblemente injusto con su progenitora.

La escritura de Ajmátova
"Los poemas vienen a todas horas, como siempre, los alejo de mí, hasta que escucho un verso que suena a verdad", confesaría Anna Ajmátova en uno de sus diarios. La escritura de Ajmatova es la huella de toda una época, una forma de resistencia, una manera de permanecer en el mundo, de construir una concepción de la memoria. Para ella, ser poeta era una manera de vivir y de reconciliarse con el mundo, ya que la escritura se convirtió en la única manera para ser y permanecer –no era una opción, ni siquiera una decisión–, era una necesidad de representación.

Leer "poesía de la memoria" o hablar de ella de esta manera es una puerta para muchos autores que han sido parte de sociedades represivas, y es también una manera de recordar una tradición o una historia de la que todos somos parte y necesitamos recordar. Nosotros, que no vivimos en la Rusia del siglo XX ni tuvimos un esposo que murió asesinado, ni sufrimos el secuestro de nuestro único hijo, como Ajmátova, de alguna manera entendemos sus palabras e intentamos –aunque no significa que podamos– comprender su locura.

La escritura de Ajmátova estalla en una multiplicidad de sensaciones, de emociones, traspasa el corazón. Tanta calidad y tanta libertad no fueron bien recibidos en el régimen de Stalin y, por eso, todo su furor cayó sobre ella. Exceptuando sus primeras obras, la gran mayoría de los escritos de Ajmátova fueron proscritos y prohibidos. Todo el peso del terror stalinista recayó sobre sus bienes más preciados: sus parejas, su hijo y su obra. Y, sin embargo, todo el pueblo ruso se sabía de memoria sus obras y las recitaba de forma sagrada.

"Tú eres una obsesiva parte de mí", escribiría Amadeo Modigliani en una carta a su amante, en 1911. Ajmátova, quien sería su musa en múltiples ocasiones, fue retratada en dibujos, pinturas y esculturas por el creador italiano. 

¿De dónde venía tanta veneración?

Pues claramente de su inigualable escritura y su indudable magnetismo. Les dejaré algunos ejemplos de sus poesías, que son de una desgarradora belleza. Juzguen ustedes mismos:

Cuando escuches el trueno me recordarás 
Cuando escuches el trueno me recordarás
y tal vez pienses que amaba la tormenta...

El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
y el corazón, como entonces, estará en el fuego.

Esto sucederá un día en Moscú
cuando abandone la ciudad para siempre
y me precipite hacia el puerto deseado
dejando entre ustedes apenas mi sombra.

*****************************

Hay en la intimidad un límite sagrado... 
Hay en la intimidad un límite sagrado
Que trasponer no puede aun la pasión más loca
Siquiera si el amor el corazón desgarra
Y en medio del silencio se funden nuestras bocas.

La amistad nada puede, nada pueden los años
De vuelos elevados, de llameante dicha,
Cuando es el alma libre y no la vence
La dulce languidez del goce y la lascivia.

Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
Y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
No late a ritmo debajo de tu diestra?

**********************************

La tierra natal
No la llevamos en oscuros amuletos,
Ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
No perturba nuestro amargo sueño,
Ni nos parece el paraíso prometido.

En nuestra alma no la convertimos
En objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
Ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
Esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.

***************************************

Para muchos
Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
El reflejo de todos vuestros rostros,
Es inútil el batir del ala inútil:
Estaré con vosotros hasta el mismo final.

Y por eso me amáis ávidamente,
Con todos mis pecados y flaquezas,
Y por eso me entregasteis sin mirar

Al mejor de todos vuestros hijos,
Y por eso no me preguntasteis
Por ese hijo ni una sola vez,
Y llenásteis con el humo de alabanzas
Mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y que más irreversiblemente ya no se puede amar...

Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
Como la carne quiere separarse del alma,
Así deseo yo que me olvidéis vosotros.

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Del blog elinfiernodetunombre.blogspot.com, 26/06/2014


Thursday, August 8, 2019

ANDRÉI TARKOVSKI: LA CREENCIA EN SÍ MISMO CONTRA VIENTO Y MAREA


PABLO MATILLA

La primera vez que oí hablar de Tarkovski tendría 18 años. Me dijeron: «Es aburrido y no hay quien lo entienda». Así que enseguida lo quité de mi lista de próximos avances cinéfilos. Lo encasillé, sin mucha más reflexión, como «director pesado». Pasaron un par de años y, finalmente, con un poco de reticencia y esperando algo incomprensible, me decidí a ver Stalker. Para alguien que no sabía mucho de cine, y que tampoco había visto muchas películas, entrar en aquel mundo de planos pausados y silencio resultó sorprendente. Desde luego, no era la manera convencional de contar historias que había visto hasta ese momento. A partir de entonces, ya nunca dejé de apreciar el arte de Andréi Tarkovski.

Poco después, y por casualidad, me crucé con su libro Esculpir en el tiempo, editado por Rialp, que agrupa reflexiones sobre el cine, el arte y la vida a lo largo de 15 años de intenso trabajo y dedicación. Un camino recorrido a través de múltiples dificultades: la incomprensión de parte del público hacia su trabajo, las imposiciones de la Unión Soviética hacia su manera de ver el arte, la enfermedad que terminó con su vida… A lo largo de todos los ensayos podemos apreciar esa lucha en la que consistió la vida de Tarkovski, una batalla abierta entre sus propias ideas sobre el cine y el arte, y la recepción de las mismas. En las primeras páginas, leemos:

«Me escribía un ingeniero de Leningrado: «He visto su película «El espejo», y la he visto hasta el final, a pesar de que mi esfuerzo sincero por comprender al menos algo de la película, de relacionar entre sí de alguna manera los personajes, los hechos y los recuerdos, al cabo de media hora me había causado dolor de cabeza… Nosotros, los pobres espectadores, tenemos que ver películas buenas, malas, a menudo muy malas o mediocres, a veces también algunas muy originales. Pero todas ellas se entienden. Uno se puede entusiasmar o las puede rechazar. Pero, ¿ésta?»

El espejo fue filmada en el año 1975, cuando Tarkovski tenía 43 años. Es su cuarta película, después de La Infancia de Iván (1962), Andrei Rublev (1966) y Solaris (1972); y tal vez represente la expresión más radical de sus ideas sobre el cine. Pongámonos por un momento en su lugar.

Andrei es un hombre maduro, un artista reconocido internacionalmente desde su primera película, con la que ganó el León de Oro del Festival de Cine de Venecia. Pero con el éxito viene también la carga de la atención, y el Régimen sigue de cerca sus siguientes pasos. Dificultades para encontrar presupuesto para sus proyectos, prohibición de su película Andrei Rublev hasta 1971… Aun así, sigue adelante, trabajando durante 13 años bajo estas circunstancias. Contra viento y marea cree en sí mismo y en sus ideas, y consigue rodar una película radical, personalísima, fiel a sí mismo.
Y entonces Andrei recibe la carta de este ingeniero de Leningrado. Me puedo imaginar el momento en el que abre la carta, una carta de un total desconocido, y comienza a leer. Lee que esa persona ha hecho «un esfuerzo sincero» por comprender la película. Y sin embargo, nada. Este hombre ha sido incapaz de entender, de sentir nada. Lo que Andrei recibe ante su trabajo es una incomprensión total.

Demoledor. ¿No os parece terrible? Trato de imaginarme lo que sintió en ese momento. Estamos en el año 1975. Él no sabe que aún le quedan los años más difíciles, que acabará abandonando su amada Rusia para rodar Nostalgia en 1983. Poco después, nos dice: «Tras leer cartas de esta clase me preguntaba desesperadamente para quién trabajaba yo y por qué.»

Tal vez sea esta la pregunta que constantemente se hace todo artista: para quién y por qué trabaja. Vivir siendo artista es habitar esta cuestión, saber soportar la ausencia de respuestas claras, con la incertidumbre y la duda constantes de no saber nunca si existe una respuesta.

Pero no todo eran malas noticias:
«Una espectadora, de Gorki, me escribía: «Muchas gracias por «El espejo». Así, exactamente así, fue mi niñez… Pero, ¿cómo se ha enterado usted? Un viento idéntico hubo entonces, y una tormenta similar… «Galka, echa al gato» -me grita la abuela… Oscuridad en la habitación… Y también se apagó la lámpara de petróleo, y el alma estaba invadida por la espera de la madre… ¡Qué bien se muestra en su película el despertar de la conciencia del niño! Dios mío, ¡qué verdadero es todo eso!… Realmente no conocemos el rostro de nuestra madre. ¡Y qué sencillo, qué natural! Sabe, cuando en aquella sala oscura miré aquel pedazo de pantalla iluminado por su talento, por primera vez en la vida sentí que no estaba sola.»»

Así como el rechazo era extremo, y en él se producía una falta completa de comunicación, en el caso del ingeniero de Leningrado; también el aplauso llegaba de forma extrema. No imagino nada mejor para un artista que recibir una carta como la de esta señora de Gorki. «Por primera vez en la vida sentí que no estaba sola», le hace saber. ¡Qué subidón! Andrei se aferra a estas pequeñas victorias para seguir adelante, para continuar creyendo en sí mismo, en sus ideas, y en su arte.

«Durante tanto tiempo habían querido convencerme de que nadie necesitaba mis películas que las confesiones de este tipo enardecían mi espíritu, daban sentido a mi quehacer y me aseguraban en la convicción de que aquel camino que yo seguía, y que seguía no sólo por casualidad, era el verdadero.»

El camino ha sido duro hasta ese momento, y lo seguirá siendo después, hasta que un cáncer se lo lleve a los 54 años, justo después de terminar Sacrificio, que terminó de montar desde la cama del hospital. A lo largo de su vida, Tarkovski mostró una perseverancia hacia sí mismo y hacia sus ideas que son dignas de admiración. Más aún cuando vemos que la duda, la duda real sobre si lo que hacía valía la pena también le atacó de forma insidiosa y constante.

LA POESÍA COMO FORMA DE VER EL MUNDO
Pero, ¿cuáles eran esas ideas sobre el cine por las que Tarkovski tanto luchó? En el primer ensayo de Esculpir en el tiempo, titulado Los comienzos, y que fue publicado originalmente en el año 1964, el cineasta ruso repasa algunas de sus ideas clave en torno a lo que tiene el cine de particular con respecto a otras artes:

«En el cine lo que me atrae son las interconexiones poéticas que se salgan de la normalidad. La lógica de lo poético.
[…]

En mi opinión, la lógica poética está más próxima a las leyes de evolución de los pensamientos y a la vida en general que a la lógica de la dramaturgia clásica. Pero, desde hace muchos años, el drama clásico se suele considerar el modelo único para expresar conflictos dramáticos.
[…]

Pero para el arte, las posibilidades más ricas resultan indudablemente de aquellas relaciones asociativas en las que se funden las valoraciones racionales y emocionales de la vida. Y es una pena que el cine aproveche muy rara vez estas posibilidades, pues este camino promete mucho más. Contiene una fuerza interior capaz de romper, de hacer «explotar» el material del que está hecha una imagen.»

Encontramos aquí una de las razones por las que sus películas están sujetas a tan extremas reacciones. El espectador o bien entra en el juego de esas relaciones asociativas y se deja llevar por ellas, y entonces se produce una especie de comunión entre lo que se proyecta en la pantalla y el espectador. O bien se queda totalmente fuera, en busca de conexiones más firmes, al estilo de la dramaturgia clásica, y no solo se produce una incomunicación, sino a menudo el enfado del espectador, como en el caso del ingeniero de Leningrado.
Un poco más adelante, leemos: «La poesía es para mí un modo de ver el mundo, una forma especial de relación con la realidad.»

Esta pequeña frase, que puede pasar desapercibida entre el resto del contenido que compone el artículo, me parece de la mayor importancia para entender el modo en que Tarkovski afronta su trabajo. Se trata de una manera de ver el mundo. Una visión poética que era la que Tarkovski quiso transmitir desde su primera película, La infancia de Iván:

«Sinceramente, yo quería que las experiencias de aquella primera película me ayudaran a aclarar si yo tenía capacidad para ser director de cine. Por eso bajé la guardia, e intenté no exponerme a presión alguna, penetrando yo mismo por completo en aquella película. Entonces pensaba de la siguiente forma: «Si de esta película sale algo, he obtenido el derecho de hacer películas.» Precisamente por ello, «La infancia de Iván» tuvo para mí una importancia especial. Consideraba esta película como un examen final que aseguraba mi derecho a trabajar de modo creativo.»

Como ya he dicho, Tarkovski se ganó sobradamente el derecho a trabajar de modo creativo. La infancia de Iván fue un éxito. No obstante, y aunque se pueden apreciar en ella las primeras semillas de esa lógica poética que alcanzará en sus siguientes filmes, es, de entre todas sus películas, la que se ajusta más a los cánones tradicionales de la dramaturgia.

Pero el éxito no le apoltronó. Al contrario, le dio ánimos para continuar su camino, para continuar en el desarrollo de sus inquietudes. En otros casos, tal vez ganar el León de Oro hubiera sido motivo para continuar el mismo camino, no radicalizarse, no progresar hacia una expresión poética del mundo en su trabajo. Sin embargo Tarkovski siguió adelante, ignorando al Régimen, a sus detractores, aferrándose a aquellos que veían la vida como él.

LEJOS DE RUSIA
En el año 1983, Tarkovski abandonó Rusia. O tal vez Rusia le abandonó a él. En cualquier caso, las presiones y dificultades que encontraba para continuar trabajando se habían hecho insostenibles, así que viajó rumbo a Italia, donde rodó Nostalgia. Tiene 51 años. Para un ruso, Italia debe ser un lugar agradable pero extraño. Andrei echa mucho de menos su patria natal. Se siente aislado, alejado de lo que él más quiere.

Nostalgia es una de mis películas preferidas. Un poeta ruso perdido en Italia. Es una película llena de sueños, de situaciones surrealistas. Una película callada, lenta, que puede que no sea la más perfecta expresión de lo que Tarkovski quería (ese lugar queda para Sacrificio, su última obra), pero que aun así está llena de emoción y poesía.

Hay un momento al final de la historia, (tranquilos, no hay spoilers, aunque en el cine de Tarkovski el concepto de spoiler es absurdo), hay un momento al final  en el que el poeta tiene que llevar una vela, atravesando un pequeño estanque seco. Tiene que ir de un extremo al otro sin que la vela se apague. Es un momento que me emociona. Estoy seguro de que, ante esta escena, ha habido cientos de ingenieros de Leningrado resoplando. Pero yo, en cambio, me siento como esa señora de Gorki: por un momento no estoy solo.
Un hombre que atraviesa un lugar tratando de que una vela no se apague. Falla. Y vuelve a empezar. Me imagino que ese poeta es el mismo Tarkovski, un hombre vencido por la nostalgia, tratando de comunicar algo muy frágil, algo en cierta manera incomunicable. ¿Conseguirá ese hombre, ese poeta perdido en medio de Italia, llegar hasta el final con la vela encendida?

Para entrar en el mundo de Tarkovski se necesita perseverancia, la misma que él utilizaba siempre. Uno se siente, en sus películas, como los personajes de Stalker, buscando algo indefinido en un lugar que tal vez no exista. Es una experiencia muy similar a rebuscar dentro de uno mismo. Ese es uno de los factores que me atraen más de su cine. Con el paso del tiempo, cuando empiezo a ver alguna de sus películas, no pienso si me va a gustar o no, si me voy a divertir o no. Pienso, más bien, en qué es lo que voy a ver de mí mismo a través de sus ojos.

Tres años después, en Suecia, justo antes de morir a los 54 años, Tarkovski acabará Sacrificio, su película más premiada. Las últimas palabras que pueden leerse en su diario (titulado Martirologio), el 15 de diciembre de 1986 son: «Pero ahora no me quedan fuerzas –ese es el problema

El poeta ya no puede continuar sosteniendo la vela. Si repasamos su vida, vemos que, de hecho, es la fuerza lo que predomina. La fuerza para pensar como él quiso pensar, y para llevar aquello que pensaba hacia adelante. Primero contra sí mismo, después contra el Régimen, y en último término contra la nostalgia y la enfermedad.

Lo he dicho antes de pasada, pero merece la pena repetirlo con un poco más de atención al hecho. Tarkovski, consumido ya por el cáncer, acabó de montar Sacrificio en la cama del hospital. Escucho el pitido de las máquinas de hospital, los tubos, el dolor. Todo eso. Y sin embargo, terminó. No se me ocurre expresión más clara de la fuerza de este hombre.

¿Qué nos queda de esa corta vida, además de sus películas y sus escritos? Para mí, una lección de perseverancia, fe en su vocación, un deseo insaciable de comunicar lo que el veía, ese modo particular de observar el mundo, la vida, los hombres. Y me pregunto si acaso no podremos aplicar a la vida aquello que él escribía sobre cómo afrontó el rodaje de aquella primera aventura, La infancia de Iván: «Por eso bajé la guardia, e intenté no exponerme a presión alguna, penetrando yo mismo por completo en aquella película

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De LECTURAS SUMERGIDAS.COM, 2016

Wednesday, August 7, 2019

Reseña de Poema pedagógico / Antón S. Makárenko: el arte de construir la vida de los hombres


JESÚS ALLER

Nacido en 1888 cerca de Járkov (Ucrania), Antón Semiónovich Makárenko se formó como maestro, acumulando una extensa erudición que pronto comprendió que no era lo más importante a la hora de transmitir conocimientos. En el año 1920 su vida cambió cuando el delegado de Instrucción Pública del gobierno soviético le propuso la tarea de rehabilitar a jóvenes delincuentes. A partir de ese momento, Antón se esforzó a lo largo de nueve años tratando de enseñar el arte de vivir a los muchachos y muchachas que le encomendaban en la que bautizó como colonia Maksim Gorki. Ésta tuvo varios emplazamientos, y fue una experiencia desarrollada por ensayo y error cuyas vicisitudes están descritas en Poema pedagógico, publicado en tres volúmenes entre 1933 y 1935, y que Akal acaba de reeditar en castellano. Ayuno de elucubraciones teóricas, el libro narra la apuesta por una educación empírica y humanista, que entrelaza pupitre y trabajo y hace a los jóvenes asumir su destino de forma autogestionada y con énfasis en el compañerismo, la emulación y el fortalecimiento del espíritu de comunidad. Aunque éste es su libro más celebrado, Antón S. Makárenko es autor de una amplia obra basada en sus labores pedagógicas. Divergencias con Stalin lo llevaron a residir bajo vigilancia especial en Moscú, donde falleció de un infarto en 1939.

Libro I
Poema pedagógico arranca con los difíciles comienzos de la colonia Gorki. A cargo de media docena de holgazanes irreductibles, Antón se desespera y busca refugio en librotes de pedagogía hasta que un día en un arranque de cólera abofetea a uno de los desobedientes. A partir de entonces, los muchachos empiezan a colaborar. Él impone unas normas a los que quieran quedarse: reparto equitativo de los trabajos, obligatoriedad de asistir a la escuela y necesidad de su permiso para ir a la ciudad. Le resulta triste comprobar que el látigo es bienvenido en espaldas acostumbradas a la servidumbre, y se resiste a perseverar en ese camino. Pronto son ya unos treinta los educandos y aumenta la plantilla docente, aunque ropa y comida escasean y exigen peregrinaciones agobiantes por tortuosos senderos burocráticos. Por otra parte, la pesca y donativos más o menos voluntarios de los campesinos ayudan a la manutención. Cuando se producen algunos robos en la colonia, el culpable es descubierto y juzgado por un tribunal popular; tras unos días a pan y agua, se reintegra corregido en la comunidad.

El paso del tiempo y las labores compartidas fortalecen el espíritu de la colonia Gorki, que se convierte en una especie de hogar para todos los que la habitan. En la primavera de 1921 consiguen que se autorice su traslado a una extensa propiedad próxima, y sus actividades, con alguna ayuda y mucho entusiasmo, se diversifican hacia agricultura, carpintería y herrería, mientras el número de residentes se incrementa con los más jóvenes de los prisioneros de las últimas operaciones de la guerra civil. Antón y los otros educadores deben combinar amor y firmeza para que embriaguez, antisemitismo, naipes y reyertas no desvíen el rumbo de la nave, y así logran sacar de los infelices seres golpeados por la vida que les han sido encomendados lo mejor que yace escondido en ellos. La prosa cuidada y precisa de Makárenko, siempre abierta al humor y la ironía, nos hace partícipes de alegrías y amarguras. En el otoño de 1921, los gorkianos siembran centeno en la segunda colonia, que se esfuerzan en acondicionar y esperan ir a habitar en breve; los alumnos más instruidos ponen sus anhelos en ingresar en el Rabfak (universidad obrera).

En la primavera de 1922 una epidemia de tifus se abate sobre los muchachos y varios son hospitalizados, pero logran recuperarse felizmente. En esa misma época, la hostilidad que despierta entre algunos prebostes el experimento pedagógico de Antón, tildado de autoritario, está a punto de abortarlo, y sólo el apoyo entusiasta de los colonos y alguna mano amiga en las alturas consiguen salvarlo. Por otro lado, las relaciones con los campesinos se vuelven difíciles por los hurtos y robos que proliferan. Esto se resuelve de momento, pero en otoño obliga a la expulsión de dos educandos, uno de los cuales volverá corregido en unos meses. A veces cunde el desánimo, pero ese año de 1922 comienza ya el traslado a la nueva colonia, donde se trabaja la tierra duro con dos caballos cedidos por la Inspección Obrera y Campesina. La actividad es febril, pero los domingos hay diversión y baños en el río, los piojos son apenas ya un vago recuerdo y hasta tienen un piano que aporrea una de las educadoras y se las arreglan para conseguir una segadora. Se une a ellos además E. N. Shere, un experto agrónomo, hiperactivo y flemático, que revoluciona las labores y se convierte en un ídolo para los muchachos.

Al inicio de 1923, la colonia incorpora algunos rasgos de vida militar, como la organización en destacamentos. Los jefes de éstos son nombrados al principio por Antón, pero luego pasarán a ser elegidos democráticamente, y forman un consejo con poder ejecutivo, el sóviet de jefes. Un sistema de destacamentos mixtos, constituidos para una tarea concreta y dirigidos por alguien propuesto por el sóviet de jefes, permitía que todos se fueran turnando en el mando, lo que unido a que éste no otorgaba ningún privilegio, impidió que se formara entre los educandos una casta dirigente. En el verano, con la ayuda de unos amigos de la GPU, los jóvenes logran vencer las dificultades que les confiere su condición de exdelincuentes, y comienza a funcionar en la colonia una célula del Komsomol a la que se asigna un instructor político. El sueño de todos se materializa solemnemente el 3 de octubre de 1923, cuando desfilando marcialmente en pos de su roja bandera, con tambores y trompetas, los ochenta colonos toman posesión del nuevo hogar.

Libro II
El nuevo emplazamiento, con varios edificios amplios y tierras feraces, está a orillas del Kolomak. La Ayuda a la Infancia de Ucrania financia el acondicionamiento, pero obliga a admitir a otros cuarenta educandos y hace necesario repartirse entre agricultura y construcción. Makárenko nos presenta amorosamente a los habitantes de la colonia, surtido de edades y caracteres ligados en una vida de trabajo y estudio en la que no falta la diversión. Ésta tomó aquel invierno la forma sobre todo de actividades teatrales, que acabaron convirtiéndose en un trabajo más, y no de los menos importantes. De las aldeas vecinas e incluso de la ciudad acudían todos los sábados gentes entusiastas a conocer gratuitamente un variado repertorio del arte dramático ruso y ucraniano. Antón solía hacer de apuntador y director de escena, y entre los espectadores no se toleraba la embriaguez, ni las pipas de girasol. La fiesta del cumpleaños de Gorki abre la primavera y marca el fin de la temporada teatral.

En 1924 llegan novatos y se compran vacas, ovejas y nuevos caballos, mientras continúa la cría de cerdos y se consigue el arriendo de un molino próximo; la economía va viento en popa. En julio, la agotadora trilla congrega a todos afanosos en campos de los más variados cereales, y en agosto se celebra la boda (sin popes) de una chica de la colonia, a la que ésta dota espléndidamente, con un campesino. Un invitado manifiesta extrañado: -“Muchachos, ¿y es verdad que vosotros sois aquí los amos?”. -“¿Pues quién si no?”, le responde uno. Poco después se despide dolorosamente a los que van a estudiar al Rabfak de Járkov. Ante inspectores que les visitan, Antón expresa sin reparos su desprecio a la pedagogía oficial y defiende la necesidad de recurrir a castigos como arrestos o trabajos extraordinarios; la comunidad autogestionada y bien cohesionada que ha conseguido habla en su favor y a pesar de las críticas que suscita, el proyecto es respetado. En la pascua y el verano de 1925 los rabfakianos vienen de vacaciones y traen a todos noticias de un lejano mundo que aguarda.

El éxito de la colonia Gorki invita a buscar un nuevo emplazamiento donde pueda alcanzar mayores dimensiones. Se consideran posibilidades por toda Ucrania y al fin los muchachos muestran su coraje involucrándose en un asunto ciertamente arriesgado. En Kuriazh, un monasterio del siglo XVII muy cerca de Járkov, funcionaba otra colonia, con casi trescientos educandos, que era un completo y absoluto desastre. Los gorkianos, ciento veinte por entonces, y Antón, arrastrado por su entusiasmo juvenil, aceptan trasladarse a ella y tratar de reformarla con plenos poderes. Lo arriesgan todo por ver el triunfo de sus ideas, mientras sus enemigos confían en el fracaso de un proyecto que juzgan autoritario en exceso.

Libro III
Las primeras visitas a Kuriazh para preparar el traslado evidencian las condiciones terribles que allí imperan. Es necesario partir de cero, construir excusados, y comprar cucharas y platos, pero los gorkianos que llegan de vanguardia en poco tiempo consiguen elaborar un censo y organizan destacamentos que eligen a sus jefes. Cuando se asignan tareas, poner en movimiento sin violencia a los que ignoran la disciplina es complicado, pero la fiebre restauradora se extiende con fuerza y los trabajos imprescindibles avanzan. Algunos kuriazhanos colaboran francamente y los más se debaten expectantes.

El 17 de mayo de 1926, con sólo dos días de retraso respecto al plan previsto inicialmente, el grueso de los gorkianos llega a la estación de Rizhov en un convoy de cuarenta y cinco vagones y desde allí marcha en formación hasta Kuriazh. Antón, ante los muchachos reunidos, proclama solemnemente que ahora todos integran la colonia Gorki y expone las virtudes y el significado profundo de la vida que comienza. Al poco rato, en una asamblea general se detalla la nueva organización, que fusiona sabiamente las dos comunidades desmantelando posibles focos de resistencia, y se propone un ambicioso plan de trabajo hasta el verano. Todo se aprueba con 354 votos a favor y ninguno en contra.

Jabón, corte de pelo y desinfección son las prioridades. La ropa nueva y el entusiasmo hacen el milagro y la transfiguración es pronto un hecho. Las más felices son las niñas de Kuriazh, antes atrincheradas en el espanto y que disfrutan ahora de los vestidos que sus hermanas gorkianas han confeccionado amorosamente para ellas. En un comedor impoluto se celebra una comida de gala bajo retratos de Lenin y Gorki y carteles con las consignas y saludos, como el famoso “¡No gemir!”. Se lee una carta de Gorki y Antón habla a los muchachos de la suerte de vivir en un país donde el individuo puede desarrollar al máximo sus cualidades sin que nadie robe los frutos de su esfuerzo. Luego todos cantan la Internacional.

Los meses que siguen son de trabajo duro. Antón nos desnuda cómo se logra corregir eficazmente a los haraganes que añoran la vieja vida de Kuriazh, aunque reconoce que las bromas y burlas utilizadas y su sutil violencia psicológica no pueden menos que implicar su expulsión fulminante del Olimpo pedagógico. Ante la verborrea allí instalada, insiste en la necesidad primordial de educar a los jóvenes en el amor al trabajo bien hecho y a la disciplina que éste exige, y en infundirles una imagen de sí mismos que refleje sus anhelos más íntimos y esté adornada con el incitante estímulo que otorga lo que es posible construir y está de alguna forma al alcance de la mano. Ése fue siempre el hilo conductor de su labor, respetada por las autoridades, pero muy criticada por los prebostes pedagógicos de la URSS.

Se derriban las murallas del monasterio y los ladrillos son reutilizados en nuevas construcciones, mientras alrededor las cien hectáreas de la colonia comienzan a rendir frutos y el estanque es vaciado y se procede a su limpieza, descubriéndose todo tipo de objetos varados en el cieno. Para el verano ya hay electricidad, funciona la conducción de agua y los muchachos están en sus nuevos dormitorios, cuyas camas han sido forjadas en su herrería. Los trabajos del taller de carpintería se convierten en una fuente de ingresos, que se trasforman en libros y en instrumentos para una banda de música. La crónica se complementa con relatos emotivos que muestran cómo el espíritu de la colonia es capaz de corregir la deriva autodestructiva de algunos de sus miembros. No son raros ya los periodistas e investigadores extranjeros que vienen a visitarles.

Tras el invierno, tiempo como siempre de trabajo escolar intensivo, en la primavera de 1927 llegan noticias a Kuriazh de que la GPU construye al otro lado de Járkov un lujoso edificio con talleres anexos destinado a una comuna con capacidad para ciento cincuenta jóvenes que llevará el nombre de Félix Dzerzhinski, el recién fallecido fundador de la Cheká. Su puesta en marcha se encomienda a los gorkianos y cincuenta de ellos forman su primer contingente, con Antón como director, aunque él no abandone del todo Kuriazh. La inauguración es en diciembre, y la financiación corre a cargo al principio de los donativos de los chequistas, homenajeados en el libro como dechados de virtudes humanas. Ya en la primavera de 1928, la incorporación de un eficiente administrador abre una época de febril productividad (carpintería, fundición, etc.) y bonanza económica. Pronto los comuneros perciben un salario.

El final del libro reseña la condena pública en un congreso pedagógico del método de Makárenko, por estar basado en conceptos como deber, honor, disciplina y trabajo. Esto le obliga a buscar nuevos destinos para los muchachos de la colonia más próximos a él, y a dejar él mismo su dirección, lo cual se materializa tras una emotiva visita de Gorki en julio de 1928. A partir de aquí, Antón se refugia en el proyecto de la comuna Dzerzhinski, dependiente de la GPU y a cubierto, por tanto, de las altas instancias pedagógicas. Esta labor será asunto de libros posteriores como Banderas en las torres (1938), del que existe versión castellana. Poema pedagógico concluye con un epílogo de 1935 en el que vemos a algunos de los educandos transformados en ciudadanos ejemplares de la gran patria soviética y se recuerdan los retos tecnológicos asumidos en la comuna Dzerzhinski, como la fabricación de taladros y máquinas fotográficas.

Teoría tras el poema
En la censura de los pedagogos soviéticos al proyecto de Makárenko, se respira algo de la vieja polémica entre colectivistas y comunistas. El recurso a premios y castigos es criticado desde una perspectiva puritanamente comunista e igualitaria, pero tenemos la impresión de que es el método que mejor se ajusta a la realidad de unos seres humanos que sólo son capaces de desarrollar su personalidad con el estímulo de una recompensa. Poema pedagógico pone de manifiesto cómo jóvenes de inclinaciones y temperamentos diversos pueden alumbrar, en un proceso en el que es esencial su propia iniciativa, una sociedad armoniosa y al mismo tiempo económicamente viable, que les hace crecer como individuos. Hay sin duda una mano que dirige la experiencia, pero es la capacidad de liderazgo de los muchachos y su afán por integrarse en una entidad que satisface sus necesidades físicas y morales lo que determina la vitalidad del proyecto.

Entre la multitud de personajes que dan color al relato hay uno que desempeña un papel fundamental. La colonia Gorki no se afianza en el sendero del éxito hasta que un competente e infatigable ingeniero, Eduard N. Shere, se hace cargo de la dirección técnica de las labores agrícolas y ganaderas. Sus milimétricos y agotadores planes de trabajo sumergen a los muchachos en un frenesí de actividad que aceptan a regañadientes, pero que terminan viendo que sirve para que su existencia progrese de una forma extraordinaria. Al mismo tiempo, imperceptiblemente, trabajo y camaradería, esfuerzo y emulación van forjando su carácter y fortaleciendo la cohesión del grupo. La importancia de la técnica que permite al hombre adaptarse a su entorno y mejorar sus condiciones materiales queda realzada así como un recurso educativo esencial.

Poema pedagógico nos acerca a la complejidad de la vida soviética y a sus delicados equilibrios de poder, muchas veces sorprendentes, pero más allá de esto contiene también algo que le otorga un valor intemporal, en su crónica de un intento afortunado de encauzar la existencia de unos jóvenes maltratados por el destino y dotarla de sentido. Su conclusión es que el amor es el instinto más fuerte de la vida, y que crear una comunidad que resulte grata para los que la habitan y les ofrezca a la vez estabilidad material y la realización de lo mejor que llevan en su interior es el instrumento idóneo para enderezar cualquier contingencia de la forma más favorable.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/

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De REBELIÓN, 11/04/2018