Monday, February 27, 2023

Stefan Zweig pone fin a sus días


JAVIER MEMBA

 

Otro 22 de febrero, el de 1942, hace hoy 81 años, Stefan Zweig está en Petrópolis (Brasil) y tiene la sensación de asistir a algo vivido previamente: cree ser testigo de un mundo a punto de derrumbarse. Es como si estuviera al borde del abismo de la nada por el que la humanidad entera, con todos sus momentos estelares, se dispone a caer. Pero esta vez no hay estímulo para el ánimo del escritor: ¿de qué sirve la literatura cuando el mundo está al borde del Apocalipsis?

El origen del déjà vu del escritor hay que buscarlo en esa Viena que le vio nacer en 1881. La posteridad ha de serle favorable. En el futuro se le leerá con toda la admiración que merece su obra, una de las más brillantes del amado siglo XX. Pero los estudiosos no acabarán de ponerse de acuerdo en si perteneció o no perteneció a la Joven Viena, aquella capillita de escritores que, entre 1890 y 1897, comenzaron a reunirse en el Café Griensteidl.

Aquella Viena, en la que abrió por primera vez los ojos Stefan Zweig, aún era la capital del imperio austrohúngaro, cuyo declive se venía prolongando desde 1866, con la derrota frente a Prusia en la guerra austro-prusiana. Pero también era la Viena del desarrollo demográfico y las reformas urbanísticas. La Viena de las grandes avenidas, los teatros y los cafés, que 150 años después siguen siendo la admiración de la ciudad.

Hay constancia de que Hermann Bahr, el crítico y dramaturgo que decidía quién pertenecía y quién no a la tertulia del Café Griensteidl, tuvo trato con Zweig. Pero por edad —el autor de Momentos estelares de la humanidad (1927) sólo tenía 16 años cuando el establecimiento fue demolido— quizás sea más apropiado llamar a Zweig acólito antes que miembro del grupo. Acólito como, en algunos aspectos, también lo fue Robert Musil.

Fuera o no la suya aquella generación, el autor de Carta de una desconocida (1922) pertenece a ese mundo finisecular experto en aplazar los desastres presentidos íntimamente. Como en los años de la Joven Viena, Zweig vuelve a sentirse ajeno a la realidad social y al final de un mundo siempre cambiante, siempre fugitivo. Siente lo que sintieron Hugo von Hofmannsthal, Paul Wertheimer o Arthur Schnitzler —este último muy admirado por Sigmund Freud, pues aquella también fue su Viena—, por citar sólo a tres de los miembros más destacados de la tertulia del Café Griensteidl. Aquello fue todo un presagio de la Gran Guerra, que los jóvenes vieneses —la modernidad literaria y artística de entonces en la escena germano parlante— ya presentían catorce años antes a la vista del fulgurante ascenso del nacionalismo germanista. Entonces quisieron superarlo mediante el cosmopolitismo y la imaginería del simbolismo francés.

Pero el desmoronamiento anímico que abrumaba a Stefan Zweig, tal día como hoy, no puede salvarse ni con esteticismos ni con ese arte de la despedida, que la capital del imperio austrohúngaro descubrió en esas seis décadas largas que duró su derrumbamiento. Dicen las amenidades referidas a esa época, que, cuando el imperio quedó a merced de Prusia tras la derrota en la batalla de Sadowa (1866), los vieneses se consolaron escuchando El Danubio azul, el célebre vals que Johann Strauss (hijo) compuso ese mismo año. Cuando se impuso olvidar las quiebras y la ruina que trajo 1873, se popularizó El murciélago, una opereta bufa que Strauss (hijo) estrenó el año siguiente.

En lo que a Zweig respecta, cuando presintió íntimamente el desastre por primera vez, internacionalista y europeísta como era, se inclinó por el “cosmopolitismo comprometido”, que lo llama alguno de sus biógrafos. Como la práctica totalidad de la elite intelectual de la ciudad, fue hijo de la burguesía hebrea, tan acaudalada como ilustrada. Uno de sus editores, al que además le unió la amistad, fue uno de los impulsores del sionismo político moderno: Teodor Herzl. Pero Zweig siempre miró más allá de los hijos de Sion.

Después de haber viajado por toda Europa y pasado periodos en Inglaterra, Italia, Bélgica y Francia —tras contactar con el simbolismo francés tradujo a Rimbaud, Verlaine y Baudelaire—, ya en 1910 visitó la India, China y África; Norteamérica en 1912. Ese mismo año dieron comienzo sus amores con la escritora Friderike Maria von Winternitz, quien acabaría dejando a su marido por el escritor, con quien se casó en 1919. Unos años antes, la que habría de ser su residencia más larga quedó fijada en Salzburgo en 1913. Allí habría de permanecer durante casi veinte años. A excepción del final de la Gran Guerra, que pasó en el exilio suizo.

En efecto, después de ser movilizado y de ser declarado no apto para el combate, sirvió como burócrata en las oficinas de la retaguardia. Finalmente, en 1917 consiguió trasladarse a Zúrich. Pero a Stefan Zweig no se le recuerda por pacifista, se le recuerda y se le honra por la calidad y el largo aliento de su obra. Todavía era estudiante de Filosofía en Viena, cuando publicó sus primeros versos, Cuerdas de plata (1901). Demasiados ecos de Rilke para que la crítica fuese a celebrar su publicación. Pero el aliento del autor habría de ser tan prolífico como diverso. A la crítica habría de faltarle elocuencia para alabar su obra.

El verdadero Stefan Zweig, el que ha de leer con avidez la posteridad, es el que se pone en marcha tras el regreso a Salzburgo. En 1922 da a la estampa Amok, una de sus ficciones más celebradas, meses más tarde, entre otras muchas, llega La noche fantásticaVeinticuatro horas en la vida de una mujer lo hace en 1927.

Si hubo algo que Stefan Zweig amó más que los viajes, eso fue la vida mismaEspecialmente la de aquéllos que admiraba. De este afán nacen sus trípticos: Tres maestros: Balzac, Dickens, Dostoievski (1920); La lucha contra el demonio: Hölderlin, Kleist, Nietzsche (1925); Tres poetas de su vida: Casanova, Stendhal, Tolstoi (1928). A veces concebidos de un modo independiente, como el vienés es uno de los autores más leídos del panorama internacional, el mercado editorial le alienta a reunirlos en tomos, resultan así deliciosos tochos escritos con el mismo procedimiento que las miniaturas históricas reunidas en los Momentos estelares de la humanidad.

El 28 también fue el año que Zweig viajó a la Unión Soviética y visitó a Einstein en Princeton (Nueva Jersey). Cautivaba a cuantos le conocían. En su casa se daban cita desde Toscanini hasta Thomas Mann. Nunca se olvidó de su Viena natal. Colaboró en el Almanaque del psicoanálisis hasta 1931. Sin embargo, en 1934 decidió abandonar Salzburgo, movido por esa capacidad suya para presentir íntimamente los desastres. También fue en el 34 cuando viajó por primera vez a Sudamérica. En el 36, sus libros fueron prohibidos en Alemania por los nazis; en el 38, los fascistas italianos hicieron otro tanto.

Y la barbarie fue empujando al sabio hacia el abismo de la nada. Hasta que tal día como hoy, recién terminada su Novela de ajedrez, de publicación póstuma, Stefan Zweig decidió poner fin a sus días en su residencia brasileña. El maestro y su segunda esposa, su antigua secretaria, la joven Lotte Altman, resuelven marcharse mediante la ingestión de barbitúricos, lo que los llevará a la muerte sin sentirla. Todo es literatura. Y es tan largo el aliento de escritor del viejo joven vienés que, entre las cartas que han de leer quienes encuentren sus cadáveres, hay una que da instrucciones para los cuidados del perro. El otro de los grandes textos finalizados unas horas antes de su suicidio lleva un título harto elocuente: El mundo de ayerSerá publicado en Estocolmo por la editorial Bermann-Fischer Verlag AB unos meses después. Así se escribe la historia.

_____

De ZENDA, 22/02/2023

 

Friday, February 17, 2023

El Diario secreto de Claudio Ferrufino-Coqueugniot


ÁLVARO VÁSQUEZ

 

Queda un sentimiento de satisfacción al leer las últimas líneas de “Diario Secreto” de Claudio Ferrufino-Coqueugniot. Un texto que no desmerece en absoluto la bien ganada reputación del resto de su obra.

Libro duro, en forma y fondo, con lenguaje descarnado, agresivo. Cuenta la historia de un psicópata, sobre todo en primera persona, lo que permite seguir el hilo conductor de los pensamientos de quien si fuera descrito solo desde fuera, merecería fácilmente el adjetivo de monstruo u otro similar (Que podría merecerlo, pese a todo. Dependerá de cada quien).

Pese a ello, no es un texto que origine rechazo por su violencia. Me arriesgo a decir que no lo hace porque habla, se comunica con nuestro propio lado oscuro; porque de la mano de la narración acaso llegamos a intuir que bajo ciertas circunstancias podríamos desencadenar un vendaval tan sangriento como el que atestiguamos en los 43 capítulos de la novela (personalmente, gustoso hubiese prescindido del último, de apenas 4 líneas).

Y parece que el autor intuye esa casi complicidad del lector, cuando ya al encarar el final del texto, ordena al narrador que dirigiéndose a un personaje que le grita su desprecio y asco, asumiéndose superior/mejor, le diga: “… Y vas a ayudarme. No porque me pesen las cosas que hago, sino para convencerte de que no somos tan diferentes, tú y yo”.

De yapa, me llevo la tarea de buscar una obra del Marqués de Sade, y una hilarante (al menos para mí) referencia a Messi y Maradona.

2017

 

Wednesday, February 15, 2023

H.P.Lovecraft: el terror llega por carta


LARA GÓMEZ RUIZ

 

El mayor hito para un escritor es conseguir publicar un libro. La afirmación puede parecer redundante pero es algo que no todo el mundo logra. Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) es un buen ejemplo de ello. Su carrera como autor de terror y ciencia ficción se resume en un constante cúmulo de frustraciones y de proyectos que no llegaron a buen puerto en vida pero que resultaron ser de lo más prolíficos tras su muerte. Pese a que esa mala suerte literaria le desmotivó en muchas ocasiones, no le apartó de la escritura.

A diario redactaba cartas. Muchas. Llegó a acumular cerca de 75.000. Una cifra que sorprende y que a la vez asusta a editores y seguidores que alguna vez han intentado aunarlas. No así a Javier Calvo (Barcelona, 1973), quien lleva años tras la pista del escritor y más de una década tratando de hacer este proyecto realidad. Su esfuerzo no ha sido en vano. El próximo 22 de febrero se publica H.P. Lovecraft. Cartas I. Escribir contra los hombres (Aristas Martínez), el primer tomo de tres que recopila misivas, muchas de ellas inéditas, del autor

Hasta la fecha nunca antes se habían publicado en español cartas del escritor de Providence. “Algo que resulta de lo más extraño pues forman el 99% de su obra”, reconoce Calvo a La Vanguardia, que adelanta que este libro cuenta con algunas misivas que ni siquiera habían visto la luz en inglés. Esto sin duda resultó ser un aliciente para la editorial, asegura Sara Herculano. “Era algo que se necesitaba ya y nos hace especial ilusión ser la casa que acoge este proyecto tan loco y ambicioso”. El material es tan extenso que la editora plantea un tercer libro dedicado a los sueños del escritor, pues muchas de sus epístolas abordan este tema. Antonio Torrubia, librero de Gigamesh, la librería barcelonesa especializada en literatura fantástica y de terror, aplaude estas novedades. “Creo que llegan en un momento idóneo, ya que cada vez son más las series de televisión que beben de Lovecraft”.

Lo interesante del proyecto, más allá de lo novedoso, es “la oportunidad de conocer de cerca a un autor del que se tienen muchas ideas preconcebidas. No hace falta más de diez minutos de búsqueda en Internet para llegar a la conclusión de que Lovecraft era un freak casposo y bastante racista que escribía de vez en cuando relatos de monstruos muy molones en algunas revistas. Y todo ello es cierto, pero leer sus cartas permite arrojar mucha luz sobre su persona y también sobre su carrera. Este primer libro pretende precisamente eso, conocer la historia de su propia carrera literaria contada por él. Cómo reacciona al mundo de la literatura y a su propia trayectoria emocional y vitalmente”, apunta Calvo. 

Son varios los motivos que llevaron al estadounidense a escribir tantas cartas. Uno de ellos, la falta de trabajo convencional. De vez en cuando corregía textos ajenos e, incluso, llegó a ejercer de negro literario, aunque nunca para autores conocidos. Pero “el no tener un trabajo convencional hacía que tuviera mucho tiempo libre, que dedicaba en gran parte a escribir misivas, una de sus mayores pasiones. Algunas para contestar a fans que se ponían en contacto con él tras leer alguno de sus relatos en revistas. Otras, para mantener debates con autores sobre la literatura del momento. Muy pocas para amigos, pues apenas tenía contacto con el mundo exterior”, explica Calvo.

Tampoco tenía familia, pues su primer y único matrimonio resultó fallido. Lo paradójico de todo esto es que, pese a ser una persona muy poco sociable, hoy conocemos a Lovecraft gracias a estas pocas amistades y seguidores, que guardaron con mimo escritos que intercambiaban y, cuando el autor murió, acabaron montando una pequeña editorial en Wisconsin, Arkham House, para publicar sus textos.

Con todo, no fue hasta treinta años después de su muerte cuando llegó su reconocimiento. “En los años 60 una nueva generación de lectores empezaron a conectar con su escritura. La encontraban interesante, diferente a lo que habían leído hasta entonces. En esa época, y a principios de los 70, empiezan a reeditarse algunas de sus obras y a imprimirse ediciones de bolsillo a un precio muy accesible para el público. Eso permite que más lectores lleguen a él y que comience a hacerse popular. La explosión final ya llegó cuando tanto el cine como la música pusieron el ojo en él”, señala Calvo”. Ahora, tanto los seguidores del escritor como los nuevos lectores podrán acabar de formarse una visión más completa de este genio de la literatura.

 

Fragmento de una de las cartas inéditas

A Farnsworth Wright (15-6-1927)

Todos mis relatos, en cambio, se basan en la premisa fundamental de que las leyes, intereses y emociones humanas comunes carecen de validez o de significado en el enorme cosmos en general. Para mí no hay nada más que puerilidad en un relato en el que la forma humana —y las pasiones, condiciones y estándares humanos locales— se describen como si fueran naturales en otros mundos o universos. A fin de lograr la esencia de la exterioridad verdadera, ya sea temporal, espacial o dimensional, hay que olvidarse de que existen cosas tales como la vida orgánica, el bien y el mar, el amor y el odio, y demás atributos locales de una especie llamada humanidad. Solo las escenas y personajes humanos han de tener cualidades humanas. Y estos hay que tratarlos con realismo implacable (y no con romanticismo comercial); en cambio, cuando cruzamos la frontera de ese desconocido ilimitado y abominable —el afuera plagado de sombras—, necesitamos acordarnos de dejar en la puerta nuestra humanidad y nuestro terrestrialismo. Hasta aquí la teoría. En la práctica, doy por sentado que a pocos lectores comunes les interesará un relato escrito en base a estos principios psicológicos. Los lectores quieren que sus valores y motivaciones convencionales y comerciales se impongan sobre los abismos de la visión apocalíptica y sobre el caos extraeinsteiniano, y no considerarán interesante en absoluto un relato interplanetario si no tiene a la heroína marciana de turno (o joviana, o veneriana, o saturniana) que se enamora del joven viajero de la Tierra, y al hacerlo incurre en los celos del inevitable Príncipe Kongros (o Zeelar, o Hoshgosh, o Norkog), que sin más dilación procede a usurpar el trono, etcétera; o si no tiene una nomenclatura marciana (o de donde sea) que siga estrechamente un patrón terrestre, con un nombre indogermánico terminado en -a para la princesa, y otro semítico y desagradable para el villano. Yo no sería capaz de pergeñar esa porquería aunque me fuera la vida en ello.”

_____

De LA VANGUARDIA, 15/02/2023 

Tuesday, February 14, 2023

La independencia de Ucrania y el confusionismo sectario


LEÓN TROTSKY

 

La independencia de Ucrania y el confusionismo sectario[1]

 

 

30 de julio de 1939

 

 

 

En una de esas minúsculas publicaciones sectarias que aparecen en Norteamérica, que se alimentan de las miga­jas que caen de la mesa de la Cuarta Internacional y nos retribuyen con la más negra ingratitud, di por casualidad con un artículo dedicado a la cuestión ucraniana. ¡Qué confusión! Su sectario autor se opone, por supuesto, a la consigna de una Ucrania soviética independiente. Está a favor de la revolución mundial y a favor del socialismo, “de la cabeza a los pies”. Nos acusa de ignorar los intereses de la URSS y de apartarnos de la concepción de la revolución permanente.[2] Nos sindica de centristas. La crítica es muy severa, casi implacable. Desgraciadamente, no entiende nada (el título de esta minúscula publica­ción, El Marxista, resulta bastante irónico). Pero su inca­pacidad para comprender asume formas tan definidas, casi clásicas, que nos permite aclarar mejor y más acaba­damente la cuestión.

Nuestro crítico parte del siguiente planteo: “Si los obreros de la Ucrania soviética derrocan al stalinismo v restablecen un estado obrero genuino, ¿se separarán del resto de la URSS? No.” Y etcétera, etcétera. “Si los obreros derrocan al stalinismo” entonces podremos ver más claramente qué hacer. Pero primero hay que derro­car al stalinismo. Y para lograrlo no se debe cerrar los ojos ante el crecimiento de las tendencias separatistas en Ucrania sino darles una expresión política correcta “No volver nuestras espaldas a la Unión Soviética -continúa el autor- sino lograr su regeneración y resta­blecimiento como ciudadela poderosa de la revolución mundial; ése es el camino del marxismo.” La tendencia real del desarrollo de las masas, en este caso de las masas nacionalmente oprimidas, se sustituye por nuestras espe­culaciones sobre el mejor camino posible que podría tomar ese desarrollo. Aplicando el mismo método, pero con mucho más lógica, se podría decir: “nuestra tarea no es defender a una Unión Soviética degenerada, sino a la revolución mundial triunfante que transformará a todo el mundo en una Unión Soviética mundial”, etcétera. Tales apriorismos son demasiado baratos.

El crítico repite varias veces el planteo de que el destino de una Ucrania independiente esta indisoluble­mente ligado al de la revolución proletaria mundial. Partiendo de esta perspectiva general, el abecé de cualquier marxista, se las arregla sin embargo para pergenar una receta mezcla de pasividad contemporizadora y nihilismo nacional. El triunfo de la revolución proletaria a escala mundial es el producto final de múltiples movimientos, campañas y batallas y no una condición prefabricada para la solución automática de todos los problemas. Sólo el planteo directo y audaz de la cuestión ucraniana en las condiciones concretas dadas permitirá que las masas pequeñoburguesas y campesinas se nucleen alrededor del proletariado, como sucedió en Rusia en 1917.

Es cierto; el autor podría objetar que antes de Octubre la revolución que había que realizar en Rusia era la burguesa, mientras que hoy ya se hizo la revolución socialista. Una consigna que en 1917 podía ser progresiva en la actualidad es reaccionaria. Ese razonamiento, totalmente imbuido de espíritu burocrático y sectario, es falso del principio al fin.

El derecho a la autodeterminación nacional es, por supuesto, un principio democrático, no un principio socialista. Pero en nuestra era el único que apoya y aplica los principios genuinamente democráticos es el proleta­riado revolucionario; por esta razón las tareas democráti­cas se entrelazan con las socialistas. La lucha resuelta del Partido Bolchevique por el derecho a la autodetermina­ción de las nacionalidades oprimidas por Rusia facilitó en extremo la conquista del poder por el proletariado. Fue como si la revolución proletaria hubiera absorbido los problemas democráticos, sobre todo el agrario y el nacio­nal, dándole a la Revolución Rusa un carácter combinado. El proletariado ya encaraba tareas socialistas, pero no podía elevar inmediatamente a este nivel al campesinado y a las naciones oprimidas (a su vez predominantemente campesinas), dedicadas a la solución de sus tareas democráticas.

De aquí surgieron los compromisos, ineludibles históri­camente, tanto en la esfera agraria como en la nacional. A pesar de las ventajas económicas de la agricultura a gran escala, el gobierno soviético se vio obligado a dividir las grandes propiedades. Recién varios años después el gobierno pudo pasar a la agricultura colectiva; inmediatamente dio un salto demasiado audaz y se vio obligado, luego de un tiempo, a hacer concesiones a los campesi­nos, permitiendo la propiedad privada de la tierra, que en muchos lugares tiende a devorar las granjas colectivas. Todavía no se han resuelto las próximas etapas de este contradictorio proceso.

La necesidad de un compromiso, o mejor aun de una cantidad de compromisos, se plantea de manera similar en lo que hace a la cuestión nacional, cuyos senderos no son más rectilíneos que los de la revolución agraria. La estructura federada de la Unión Soviética es fruto de un compromiso entre el centralismo que exige una economía planificada y la descentralización necesaria para el desa­rrollo de las naciones que en el pasado estaban oprimi­das. Construido el estado obrero sobre este principio de compromiso de una federación, el Partido Bolchevique inscribió en su constitución el derecho de las naciones a la separación completa, indicando de este modo que no considera resuelta de una vez y para siempre la cuestión nacional.

El autor del artículo crítico argumenta que los dirigen­tes partidarios esperaban “convencer a las masas que permanecieran dentro de los marcos de la República Soviética Federada”. Esto es correcto, siempre que se tome la palabra “convencer” en el sentido de impulsar la experiencia de la colaboración económica, política y cul­tural y no en el de la argumentación lógica. La agitación abstracta en favor del centralismo no tiene gran peso por sí misma. Como ya dijimos, la federación fue una desvia­ción necesaria del centralismo. Hay que agregar también que la composición de la federación no queda de antemano establecida para siempre. Según las condiciones objetivas, el desarrollo de una federación puede tender hacia un centralismo mayor o, por el contrario, hacia una indepen­dencia más amplia de sus componentes nacionales. Políticamente no se trata de si es conveniente “en general” que diversas nacionalidades convivan dentro de los marcos de un estado único, sino de si cada nacionalidad, en base a su propia experiencia, considera ventajoso adherir a un estado determinado.

En otras palabras: ¿qué tendencia, la centrípeta o la centrífuga, predomina en el régimen de compromiso de una federación? O, para plantearlo más concretamente:

Stalin y sus sátrapas ucranianos, ¿lograron o no conven­cer a las masas ucranianas de la superioridad del centra­lismo de Moscú sobre la independencia de Ucrania? Esta cuestión es de una importancia decisiva. Sin embargo, su autor ni siquiera sospecha su existencia.

¿Desean las amplias masas del pueblo ucraniano sepa­rarse de la URSS? A primera vista podría parecer difícil responder esta pregunta, ya que el pueblo ucraniano, igual que todos los demás pueblos de la URSS, carece de toda oportunidad de expresar su voluntad. Pero el origen mismo del régimen totalitario y su intensificación cada vez más brutal, especialmente en Ucrania, prueban que las masas ucranianas son irreconciliablemente hostiles a la burocracia soviética. No faltan evidencias de que una de las razones fundamentales de esta hostilidad la constituye la supresión de la independencia ucraniana. Las tenden­cias nacionalistas irrumpieron violentamente en Ucrania entre 1917 y 1919. En el Partido Borotba se expresaba el ala izquierda de estas tendencias.[3] El indicador más importante del éxito de la política leninista en Ucrania fue la fusión del Partido Bolchevique ucraniano con la organización de los borotbistas.

En el transcurso de la década siguiente, sin embargo, se efectivizó una ruptura con el grupo Borotba, a cuyos dirigentes se empezó a perseguir. El viejo bolchevique Skripnik, stalinista de pura sangre, se vio impulsado al suicidio en 1933 por su supuesta tolerancia excesiva hacia las tendencias nacionalistas. El verdadero “organiza­dor” de este suicidio fue el enviado stalinista, Postishev, que luego se quedó en Ucrania como representante de la política centralista.[4] Actualmente, sin embargo, el mismo Postishev cayó en desgracia. Estos hechos son profundamente sintomáticos porque revelan la fuerza de la presión de la oposición nacionalista a la burocracia. En ninguna parte las purgas y represiones asumieron un carácter tan salvaje y masivo como en Ucrania.

Reviste una enorme importancia política el profundo alejamiento de la Unión Soviética de los elementos ucra­nianos democráticos de afuera de la URSS. Cuando se agravó el problema ucraniano a comienzos de este año no se escuchó ninguna voz comunista, pero la de los cleri­cales y nacionalsocialistas ucranianos sonó muy fuerte. Esto significa que la vanguardia proletaria dejó que el movimiento nacional ucraniano se le escape de las manos y que este movimiento ha ido muy lejos por el camino del separatismo. Ultimamente también resultan muy sig­nificativos los ánimos de los emigrados ucranianos en América del Norte. En Canadá, por ejemplo, los ucra­nianos conforman el grueso del Partido Comunista; en 1933 comenzó, como me informó un importante activis­ta del movimiento, un notorio alejamiento del comu­nismo por parte de los obreros y campesinos ucranianos que cayeron en la pasividad o en los más variados mati­ces del nacionalismo. De conjunto, estos síntomas y hechos atestiguan indiscutiblemente la fuerza crecien­te de las tendencias separatistas entre las masas ucranianas.

Este es el factor fundamental que subyace tras todo el problema. Demuestra que pese al gigantesco avance reali­zado por la Revolución de Octubre en el terreno de las relaciones internacionales, la revolución proletaria aislada en un país atrasado fue incapaz de resolver la cuestión nacional, especialmente la ucraniana, que es, en esencia, de carácter internacional. La reacción termidoriana, coro­nada por la burocracia bonapartista, ha hecho retroceder a las masas también en la esfera de lo nacional.[5] Las grandes masas del pueblo ucraniano están insatisfechas con la situa­ción de su nación y desean cambiarla drásticamente. Este es el hecho del cual debe partir la política revolucionaria, a diferencia de lo que hacen la burocrática y la sectaria.

Si nuestro crítico fuera capaz de razonar políticamente, se hubiera imaginado sin mucha dificultad los argumentos de. los stalinistas contra la consigna de una Ucrania independiente: “niega la defensa de la Unión Soviética”, “rompe la unidad de las masas revoluciona­rias”, “no sirve a los intereses de la revolución sino a los del imperialismo”. En otras palabras, los stalinistas repe­tirían los argumentos de nuestro autor. Indefectiblemente lo harán en el futuro.

La burocracia del Kremlin le dice a la mujer soviética: como en nuestro país hay socialismo usted debe ser feliz y no hacerse abortos (o sufrir el castigo consiguiente). Al ucraniano le dice: como la revolución socialista resolvió la cuestión nacional, es su deber ser feliz en la URSS y renunciar a toda idea de separación (o aceptar el pelotón de fusilamiento).

¿Qué le dice un revolucionario a la mujer? “Debe ser usted quien decida si quiere un niño; yo defenderé su derecho al aborto frente a la policía del Kremlin.” Al pueblo ucraniano le dice: “Lo que a mí me importa es su actitud hacia su destino nacional y no las sofisterías ‘socialistas’ de la policía del Kremlin; ¡apoyaré su lucha por la independencia con todas mis fuerzas!

El sectario, como tantas veces sucede, se encuentra ubicado en el bando de la policía, salvaguardando el status quo, es decir, la violencia policial, en base a la especulación estéril sobre la superioridad de la unifica­ción socialista de las naciones y contra el hecho de que permanezcan divididas. Seguramente, la separación de Ucrania es una desventaja si se la compara con una federación socialista voluntaria e igualitaria, pero será una ventaja indiscutible respecto al estrangulamiento buro­crático del pueblo ucraniano. Para unirse más estrecha y honestamente a veces es necesario separarse primero. Lenin a menudo recordaba que las relaciones entre los obreros noruegos y suecos mejoraron y se hicieron más estrechas luego de la ruptura de la unificación compulsiva de Noruega y Suecia.

Debemos partir de los hechos y no de preceptos idea­les. La reacción termidoriana en la URSS, la derrota de una cantidad de revoluciones, los triunfos del fascismo (que está moldeando el mapa de Europa a su gusto) hay que pagarlos en efectivo en todos los terrenos, incluso en el de la cuestión ucraniana. Si ignoramos la nueva situa­ción creada como consecuencia de las derrotas, si preten­demos que no ocurrió nada extraordinario, si vamos a contraponer las abstracciones comunes a los hechos desa­gradables, podemos muy bien estarle cediendo a la reac­ción las oportunidades que tendremos de vengarnos en un futuro más o menos inmediato.

Nuestro autor interpreta la consigna de una Ucrania independiente de la siguiente manera: “Primero la Ucra­nia soviética se debe liberar del resto de la Unión Sovié­tica; luego se hará la revolución proletaria y se unificará con el resto de Ucrania”. ¿Pero cómo puede haber una separación sin que haya primero una revolución? El autor se ve atrapado en un círculo vicioso, y la consigna de una Ucrania independiente junto con la “lógica defec­tuosa” de Trotsky quedan irremediablemente despresti­giadas. De hecho, esta lógica peculiar –“primero” y “lue­go”- es sólo un ejemplo evidente de pensamiento esco­lástico. Nuestro desventurado crítico ni siquiera sospecha que los procesos históricos pueden no darse “primero” y “luego” sino paralelamente, influir unos sobre otros. acelerarse o retardarse mutuamente; y que la tarea de la política revolucionaria consiste precisamente en acelerar la acción y la reacción mutua de los procesos progresivos. La consigna de una Ucrania independiente dirige sus dardos directamente contra la burocracia de Moscú y permite a la vanguardia proletaria nuclear a las masas campesinas. Por otra parte, la misma consigna le da al partido proletario la oportunidad de jugar un rol dirigente en el movimiento nacional ucraniano de Polonia, Rumania y Hungría. Ambos procesos políticos harán avanzar al movimiento revolucionario e incrementarán la influencia de la vanguardia proletaria.

Nuestro sabio distorsiona mi planteo de que los obre­ros y campesinos de Ucrania occidental (Polonia) no quieren unirse a la Unión Soviética, tal como está consti­tuida actualmente, y de que este hecho es un argumento más en favor de una Ucrania independiente. Afirma que, aunque lo desearan, no podrían unirse a la Unión Soviética porque sólo podrían hacerlo “después de la revolu­ción proletaria en Ucrania occidental” (obviamente Polo­nia). En otras palabras, hoy la separación de Ucrania es imposible, y después de que la revolución triunfe sería reaccionaria. ¡Una cantinela vieja y familiar!

Luxemburgo, Bujarin, Piatakov y muchos más utiliza­ron este mismo argumento contra el programa de autodeterminación nacional:[6] bajo el capitalismo es utópica, bajo el socialismo reaccionaria. El argumento es falso hasta la médula porque ignora la etapa de la revolución social y sus tareas. Con toda seguridad, bajo la domina­ción del imperialismo es imposible una independencia genuina, estable y en la que se pueda confiar de las naciones pequeñas y medianas. También es cierto que en el socialismo plenamente desarrollado, es decir, con la desaparición progresiva del estado, desaparecerá también el problema de las fronteras nacionales. Pero también es cierto que entre esos dos momentos, el del socialismo ac­tual y el del socialismo realizado, transcurren décadas du­rante las cuales nos preparamos para concretar nuestro pro­grama. La consigna de una Ucrania soviética independiente es de importancia excepcional para movilizar a las masas y educarlas en el período transicional.

El sectario simplemente ignora el hecho de que la lucha nacional, una de las formas de la lucha de clases más laberínticas y complejas pero al mismo tiempo de extrema significación, no puede dejarse de lado con simples referencias a la futura revolución mundial. Con sus miras puestas fuera de la Unión Soviética, sin recibir apoyo ni dirección del proletariado internacional, las masas pequeñoburguesas e incluso obreras de Ucrania occidental están cayendo víctimas de la demagogia reac­cionaria. Indudablemente se están dando procesos simila­res en la Ucrania soviética, sólo que es más difícil descu­brirlos. La consigna de una Ucrania independiente plan­teada a tiempo por la vanguardia proletaria llevará a una inevitable estratificación de la pequeña burguesía y facili­tará a sus capas inferiores la alianza con el proletariado. Sólo de esta manera es posible preparar la revolución proletaria.

“Si los obreros realizan con éxito una revolución en Ucrania occidental [...] -persiste nuestro autor- ¿nues­tra estrategia tendría que ser exigir que la Ucrania soviética se separe y se una al sector occidental? Precisamente tendría que ser la opuesta.” Esta afirmación demuestra bien a las claras la profundidad de “nuestra estrategia”. Nuevamente escuchamos la misma melodía: “Si los obre­ros realizan...” El sectario se satisface con la deducción lógica a partir de una revolución triunfante que se supo­ne ya realizada. Pero para un revolucionario el nudo de la cuestión consiste precisamente en cómo allanarle el cami­no a la revolución, cómo hallar un camino que se la haga más fácil a las masas, cómo aproximaría, cómo garantizar su triunfo. “Si los obreros realizan...” una revolución victoriosa, por supuesto todo será hermoso. Pero ahora no hay revolución victoriosa; por el contrario, hay una reacción victoriosa.

Encontrar el puente que permita pasar de la reacción a la revolución; ésa es la tarea. De paso, digamos que eso es lo que plantea todo nuestro programa de consignas transicionales (La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional).[7] No hay que sorpren­derse de que los sectarios de todos los matices no com­prendan su contenido. Se mueven con abstracciones, una abstracción del capitalismo y una abstracción de la revo­lución socialista. El problema de la transición del impe­rialismo real a la revolución real, de cómo movilizar a las masas en cada situación histórica concreta hacia la con­quista del poder, constituye para estos sabihondos estéri­les un secreto escondido bajo siete llaves.

Acumulando indiscriminadamente una acusación sobre otra, nuestro crítico declara que la consigna de una Ucrania independiente sirve a los intereses de los imperia­listas (!) y los stalinistas (!!) porque “niega comple­tamente la posición de defensa de la Unión Soviética”. Es imposible comprender por qué se traen a colación “los intereses de los stalinistas”. Pero limitémonos al problema de la defensa de la URSS. Podría verse amena­zada por una Ucrania independiente únicamente en el caso de que ésta fuera hostil no sólo a la burocracia sino también a la URSS. Sin embargo, planteada esa premisa (obviamente falsa), ¿cómo puede exigir un socialista que una Ucrania hostil permanezca dentro de los marcos de la URSS? ¿O el problema se refiere solamente al período de la revolución nacional?

Sin embargo, nuestro crítico aparentemente ha recono­cido la inevitabilidad de una revolución política contra la burocracia bonapartista.[8] Esta revolución, como cualquier otra, presentará indudablemente determinados peli­gros desde el punto de vista de la defensa. ¿Qué hacer? Si nuestro crítico hubiera pensado realmente en el pro­blema nos contestaría que ese peligro es históricamente ineludible, ya que bajo la dominación de la burocracia bonapartista la URSS está aplastada. El mismo razona­miento se aplica, idéntica y totalmente, a la insurrección nacional revolucionaria que representa nada más que un segmento aislado de la revolución política.

Es notable que a nuestro crítico ni se le pase por la cabeza el argumento más serio contra la independencia. La economía de la Ucrania soviética es parte integral del plan. Su separación amenazaría con echarlo abajo y disminuiría las fuerzas productivas. Pero este argumento tam­poco es decisivo. Un plan económico no es un libro sagrado. Si las secciones nacionales de la federación, pese a la unificación el plan, empujan en direcciones opuestas, significa que el plan no les satisface. Un plan está hecho por hombres. Puede reconstruirse de acuerdo a las nuevas fronteras. En la medida en que el plan beneficie a Ucra­nia, ésta deseará entablar los acuerdos económicos necesa­rios con la Unión Soviética y encontrará el modo de hacerlo, de la misma manera en que se las arreglará para establecer las alianzas militares necesarias.

Más aun, es inadmisible olvidar que el gobierno grosero y arbitrario de la burocracia tiene mucho que ver con este plan económico, y constituye una pesada carga para Ucrania. Ello exige antes que nada una drástica revisión del plan. La casta gobernante está destruyendo sistemáti­camente la economía del país, su ejército y su cultura; está aniquilando a la flor y nata de la población y preparando el terreno para una catástrofe. Solamente un vuelco total puede salvar la herencia de la revolución. Cuanto más audaz y resuelta sea la política de la vanguardia proletaria, entre otros problemas respecto a la cuestión nacional, tanto más éxito logrará el vuelco revo­lucionario y menor será su costo ulterior.

La consigna de una Ucrania independiente no significa que Ucrania permanecería aislada siempre, sino solamente que volverá a decidir, por su cuenta y libremente, sus relaciones con los demás sectores de la Unión Soviética y con sus vecinos occidentales. Supongamos una variante ideal, más favorable para nuestro crítico. La revolución se da simultáneamente en todas las partes de la Unión Soviética. La araña burocrática es estrangulada y barrida. El congreso constituyente de los soviets está a la orden del día.

Ucrania expresa su deseo de determinar nuevamente sus relaciones con la URSS. Hasta nuestro crítico, supo­nemos, estará dispuesto a concederle este derecho. Pero para decidir libremente sus relaciones con las otras repú­blicas soviéticas, para contar con el derecho a decir sí o no, Ucrania debe recobrar su libertad de acción total, por lo menos mientras dure este período constituyente. Y a esto no se lo puede llamar de otra manera que indepen­dencia del estado.

Ahora supongamos que la revolución abarca simul­táneamente también a Polonia, Rumania y Hungría. Todos los sectores del pueblo ucraniano se liberan y negocian su unión con la Ucrania soviética. Al mismo tiempo expresan su voluntad de decidir sobre las rela­ciones de la Ucrania unificada con la Unión Soviética,

Polonia soviética, etcétera. Es evidente que para decidir estas cuestiones habrá que convocar al congreso consti­tuyente de la Ucrania unificada. Pero un congreso “constituyente” no significa otra cosa que el congreso de un estado independiente que se prepara a determinar nue­vamente tanto su régimen interno como su posición internacional.

Tenemos todas las razones para suponer que en el caso de triunfo de la revolución mundial las tendencias a la unidad adquirirán inmediatamente una fuerza enorme, y que las repúblicas soviéticas encontrarán las formas ade­cuadas de ligarse y colaborar entre ellas. Esta meta se alcanzará sólo si los antiguos lazos compulsivos, y en consecuencia las viejas fronteras, se destruyen completa­mente; sólo si cada una de las partes es totalmente independiente. Para acelerar y facilitar este proceso, para hacer posible en el futuro una fraternidad verdadera entre los pueblos, los obreros avanzados de la Gran Rusia deben comprender ya las causas del separatismo ucraniano, el potencial latente que alberga y que obedece a leyes históricas. Deben declarar sin reservas al pueblo ucraniano que están dispuestos a apoyar con todas sus fuerzas la consigna de una Ucrania soviética indepen­diente en la lucha común contra la burocracia autocrática y el imperialismo.

Los nacionalistas ucranianos consideran correcta la con­signa de una Ucrania independiente. Pero se oponen a relacionar esta consigna con la revolución proletaria. Quieren una Ucrania independiente democrática y no soviética. No es necesario entrar aquí en un análisis detallado de esta cuestión porque no tiene que ver sólo con Ucrania sino con la caracterización general de nuestra época, que ya hicimos muchas veces. Delinearemos solamente sus aspectos más importantes.

La democracia está degenerando y desapareciendo in­cluso en sus centros metropolitanos. Sólo los imperios coloniales más ricos o algunos países burgueses especial­mente privilegiados pueden mantener todavía un régimen democrático, y bastante degradado. La esperanza de que la Ucrania relativamente pobre y atrasada pueda establecer y mantener un régimen democrático carece de todo fundamento. Ni la independencia de Ucrania duraría mucho en un marco imperialista. El ejemplo de Checos­lovaquia es por demás elocuente. En tanto predominen las leyes del imperialismo el destino de las nacio­nes pequeñas y medianas seguirá siendo inestable. Sólo la revolución proletaria podrá derribar al impe­rialismo.

La actual Ucrania soviética constituye el sector prin­cipal de la nación ucraniana. El desarrollo industrial creó allí un poderoso proletariado netamente ucraniano. Es el destinado a ser el dirigente del pueblo ucraniano en sus luchas futuras. El proletariado ucraniano desea liberarse de las garras de la burocracia. La consigna de una Ucra­nia democrática es históricamente tardía. Para lo único que sirve es, tal vez, para consolar a los intelectuales burgueses. No unificará a las masas. Y sin las masas son imposibles la emancipación y unificación de Ucrania.

Nuestro severo crítico nos endilga a cada momento el mote de “centristas”. Según él, el artículo fue escrito de manera tal que constituye el ejemplo más evidente de nuestro “centrismo”. Pero no hace el menor intento de demostrar en qué consiste exactamente el centrismo de la consigna de una Ucrania soviética independiente. Por cierto que no es tarea fácil.

Se llama centrismo a la política que es por su esencia oportunista y que pretende aparecer como revolucionaria por su forma. El oportunismo consiste en la adaptación pasiva a la clase gobernante y su régimen, a lo ya exis­tente, incluyendo, por supuesto, las fronteras entre los estados. El centrismo comparte totalmente este rasgo del oportunismo pero lo oculta, para adaptarse al descon­tento de los obreros, tras comentarios radicales.

Si partimos de esta definición científica vemos que la posición de nuestro infortunado crítico es parcial y com­pletamente centrista. Comienza considerando como algo inmutable las fronteras específicas que segmentan a las naciones (accidentales desde el punto de vista de la política racional y revolucionaria). La revolución mun­dial, que para él no es una realidad viva sino el milagro de algún brujo, debe aceptar indefectiblemente estas fronteras.

No le interesan en absoluto las tendencias nacionalistas centrífugas, que pueden favorecer tanto a la reacción como a la revolución, que violentan su quietista formu­lario administrativo construido en base a “primero v “luego”. Se aparta de la lucha por la independencia nacional contra el estrangulamiento burocrático y se refu­gia en especulaciones sobre la superioridad de la unidad socialista. En otras palabras, su política (si es que puede llamarse así a los comentarios escolásticos sobre la políti­ca de otras personas) presenta las peores características del centrismo.

El sectario es un oportunista que se teme a sí mismo. En el sectarismo, el oportunismo (centrismo) en las eta­pas iniciales está replegado como un delicado pimpollo. Poco a poco el pimpollo se abre, un tercio, la mitad, a veces más. Entonces se nos aparece la peculiar combi­nación de sectarismo y centrismo (Vereecken); de sectarismo y oportunismo del más bajo (Sneevliet). Pero en ocasiones el pimpollo se marchita sin llegar a abrirse (Oehler). Si no me equivoco, Oehler es el director de El Marxista.[9]




[1] “La independencia de Ucrania y el confusionismo sectario”. So­cialist Appeal, 15 y 18 de setiembre de 1939. El Socialist Appeal era el periódico semanal del SWP, que luego cambió su nombre por The Militant. Trotsky contesta en esta oportunidad una crítica a un artículo que había escrito en abril de 1939, que se reproduce en Escritos 1938-1939 con el título de “La cuestión ucraniana”.

[2] La teoría marxista de la revolución permanente, elaborada por Trotsky, plantea entre otras cosas que con el fin de llevar a cabo y consolidar incluso tareas democrático-burguesas tales como la reforma agraria en un país subdesarrollado, la revolución debe exceder los límites de un proceso democrático y convertirse en una revolución socialista que establezca un gobierno de obreros y campesinos. Tal revolución, por lo tanto, no tendrá lugar en “etapas” (primero una etapa de desarrollo capitalista a la que continúa en el futuro una revolución socialista), sino que será continua o “permanente”, pasando inmediatamente a una etapa poscapitalista. Para una exposición total de la teoría, ver La revolución permanente y Resultados y perspectivas, de León Trotsky.

[3] El Partido Borotba [Lucha] ucraniano se mantuvo activo entre los años 1918 a 1920, en que se fusionó con el Partido Comunista Ucraniano. A mediados de la década del 20 los ex borotbistas se adueñaron de la dirección del PC ucraniano y aplicaron una política de ucranización hasta el fin de la década, en que los stalinistas se volvieron contra Ucrania y expulsaron a los borotbis­tas de la dirección. La mayor parte de los borotbistas murió en las purgas de la década del 30.

[4] Nikolai A. Shripnik (1872-1933): se unió a la socialdemo­cracia rusa en 1897. Después de la Revolución de Octubre fue, en varias oportunidades, comisario de asuntos interiores y de educación en la República Socialista Soviética de Ucrania y miem­bro del comité Central del Partido Comunista Ucraniano. Escritos 1932-1933 se publica un artículo sobre su suicidio. Pavel P Postishev (1888-1940): fue un viejo bolchevique que se convirtió en miembro del Politburó en 1926 y secretario del Partido Comunista de Ucrania. Fue arrestado en 1938 y ejecutado, pero luego rehabi­litado por las revelaciones de Jruschov.

[5] Termidor de 1794 fue el mes del nuevo calendario francés en que los jacobinos revolucionarios encabezados por Robespierre fueron derribados por un ala reaccionaria de la revolución que no avanzó lo suficiente, sin embargo, como para restaurar el régimen feudal. Trotsky utilizó el término como analogía histórica para designar la toma del poder por la burocracia conservadora de Stalin dentro del marco de las relaciones de producción nacionali­zadas. Bonapartismo es un término marxista que describe un régimen con ciertos rasgos de dictadura durante un período en que el dominio de clase no es seguro; está basado en la burocracia militar, policial y estatal más que en partidos parla­mentarios o un movimiento de masas (ver el ensayo de Trotsky “El estado obrero, termidor y bonapartismo”, en Escritos 34-35).

[6] Rosa Luxemburgo (1871-1919): fue una dirigente notable en la historia del movimiento marxista y destacada adversaria del revisionismo y el oportunismo antes de la primera guerra mundial. Organizó el Partido Social Demócrata Polaco y fue líder del ala izquierda de la socialdemocracia alemana. Encarcelada en 1915, ayudó a fundar la Liga Espartaco y el Partido Comunista Alemán. Fue asesinada por miembros del gobierno socialdemócrata durante la insurrección de enero de 1919. Su principal discrepancia teórica con los bolcheviques residía en la cuestión de la autodeterminación nacional. Nikolai Bujarin (1888-1938): viejo bolchevique que se alió con Stalin contra la Oposición de Izquierda hasta 1928. Sucedió a Zinoviev como presidente de la Comintern desde 1926 a 1929. Fue líder de la Oposición de Derecha en 1929; expulsado, luego capituló, pero igualmente lo ejecutaron luego del tercer juicio de Moscú, en 1938. Georgi L. Piatakov (1890-1937): se unió al Partido Bolchevique en 1910 y realizó tareas partidarias en Ucrania. Durante 1915-1917 se opuso a la posición de Lenin sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación. Fue miembro del gobierno de la Ucrania soviética después de la Revolución de Octubre. Expulsado del Partido Comunista en 1927 por pertenecer a la Oposición de Izquierda. Capituló ante Stalin y le fueron concedidos importantes cargos en la industria, pero igualmente fue víctima del segundo juicio de Moscú.

[7] Este documento, también conocido como Programa de Transi­ción, fue adoptado por la conferencia de fundación de la Cuarta Internacional en 1938 Su texto completo se puede hallar en El programa de transición para la revolución socialista, de León Trotsky.

[8] Trotsky llamó a una revolución política contra la burocracia stalinista para restaurar la democracia soviética y una política exterior internacionalista revolucionaria. Entendía por revolución política el derrocamiento del régimen stalinista preservando las relaciones de propiedad que hizo posibles la revolución de 1917.

[9] Georges Vereecken fue representante de una tendencia sectaria en la sección belga del movimiento trotskista. Henricus Sneevliet (1883-1942): fundador del Partido Comunista de Holanda e Indo­nesia. Abandonó el PC en 1927 y en 1933 se alió al movimiento de la Cuarta Internacional; firmó el primer llamamiento público para constituir una nueva internacional (“La Declaración de los Cuatro”, en Escritos 1933-1934). Pero, rompió con la Cuarta Internacional en 1938 por diferencias con la política sindical y la guerra civil española. Hugo Oehler: dirigió una fracción sectaria del Partido Obrero de Estados Unidos que se oponía por principio a la entrada de ese partido al Partido Socialista como forma de llegar al ala izquierda del mismo, que se fortalecía numéricamente cada vez más. El y su grupo fueron expulsados en 1935 por violar la disciplina partidaria.

_____

De 


 

Wednesday, February 8, 2023

EL RESPLANDOR DE LA VIRGEN CANDELARIA


JOSÉ ANTONIO LOAYZA PORTOCARRERO

 

Se los cuento, como me lo contó mi abuela Candelaria que nació el 2 de febrero, y me lo recontó mi madre que murió en la misma fecha años después. A ellas les debo este relato.

El encomendero don Lorenzo de Aldana, se enorgullecía de ser el señor de Paria, la primera ciudad fundada en el Alto Perú. Nació en 1508, en la ciudad española de Cáceres. Era devoto de la Virgen de la Candelaria, o de la Candela, o de la Luz, a quien juró levantarle un templo cuando se hizo a la mar de España a las Indias, porque un día de fuertes vientos las olas se encresparon y un maretazo enorme los estrelló contra los farallones de coral. Los marinos se encomendaron y juraron que si escapaban de la muerte le construirían un templo… y se salvaron.

Aldana que participó de las riquezas de Cajamarca y en el arresto de Atahualpa como hombre de mando en las filas de Francisco Pizarro, les pidió a los curas agustinos traer a Paria la imagen de la Virgen para cumplir con la promesa de construirle un templo por el milagro recibido. Los padres llegaron en 1559, siete años antes de la fundación de Oruro, y mientras se erigía el templo de Paria, Aldana vio que entre los fieles, había uno que dibujaba con pigmentos silvestres alegres glorias y divinos rostros de mártires o de querubines que parecían cánticos de fe, y viendo ello le pidió que pinte en la ermita al pie del cerro “Pie de Gallo”, el fresco de la Sagrada Imagen de la Virgen Candelaria, que desde 1760, se llamaría: Santuario de Nuestra Señora del Socavón.

El buen artista con escalera puesta pintó sobre una pared de calicanto a la Virgen, y a sus pies a Santo Domingo de Guzmán y a San Francisco de Asís. La Virgen y el niño no miraban al frente ni al cielo como otras imágenes, la Virgen miraba a la derecha y el niño a la izquierda. ¿Cuál el misterio?, la Virgen les pidió a los santos que revelen a los hombres rencorosos de la villa que el sitio que habitaban era tierra de amor, donde los cuchillos no iban solos al corazón, ni la noche era perversa ni el mañana era adverso si no había fe y voluntad para que haya canto y baile por el gozo de la creación. Enseguida cayó la nieve de copos blancos sobre los tejadillos de la villa, y la gente hasta entonces sin ojos ni voz, dejó el puñal y los perdigones de dolor, y se sintió resucitada y libre desde el faro del Conchupata hasta más más allá del gris turbio del horizonte.

¡Ay amor! Desde entonces la Virgen habita en su templo, en su bendita casa, en la inmensa giraluna de soledad silenciosa. ¡Ay frío!, tan caliente de cariño, donde el sentimiento hace tiempo bordó luceros finos y adornó la devoción de los gitanos de la villa que danzan con caretas de yeso o con escarcha de plata en los ojos llorosos, y bailan en enjambres desde la pampa al cerro, sólo para apoyarse en la barda del Socavón y mirarla empapados en llanto y sudor: Virgen del Socavón, Virgen morenita, lloraré porque así es mi alegría, quererte como bien te quiero.

Para mis tres candelarias allá en el cielo, para mi abuela, para mi madre, y para mi niña Lita Candelaria, para que sean mis tres amadas candelas, las que me den luz y buen juicio… si acaso es posible.

 

Tuesday, February 7, 2023

Libros canallas


MAURIZIO BAGATIN


En Bolivia el libro más vendido, no estoy seguro que sea el más leído, es Mi lucha de Adolf Hitler. En los puestos de libros “usados” (que en realidad son libros “truchos”) no hay uno que no ofrezca varias copias, y en diferentes ediciones, del texto que maculó el idioma de Nietzsche y Hölderlin. Algunos amigos que viajan bastante me dicen que también en otros lugares del mundo es uno de los libros que va por la mayor, y espero solo en cuanto a ventas.

Mi hija vuelve de la universidad y me pregunta si conozco a este autor, se trata de Augusto Pinochet. Me exhibe un frio objeto anillado con el título de Geopolítica. Mi ignorancia no me permite ninguna respuesta.

Napoleón Bonaparte y Julio César fueron grandes estrategas, grandes lectores y se volvieron materia de fascinación y de estudio por parte de miles de estudiosos. Lo de Pinochet me dejó atónito. Y “me obligó” una lectura de Roberto BolañoNocturno chileno, una de sus mejores novelas. Algunas repuestas tuve.

En la casa de un tío más parecido a aquel personaje de Guareschi que a un intelectual marxista leninista, un día apareció un libro rojo. El Pequeño libro rojo de Mao, un libro como muchos otros que fueron causas y efectos del Siglo corto, descarnando el sueño de la realidad. Millones de víctimas debajo de las ideologías. Y ese es el segundo best-seller en absoluto después de la Biblia. En Pekín se sigue vendiendo como pan caliente a los turistas, y una escritora china, Sun Shuyun narra que todos los pueblos necesitan de un mito fundacional, como el Éxodo de Egipto de Moisés lo es para los hebreos, la Gran Marcha lo es por la China. Mientras que miles de peregrinos en la Plaza Tiananmén a diario siguen visitando el mausoleo del autor del Pequeño libro rojo, hasta los chinos contemporáneos cuentan que la mitad vienen a celebrarlo y la otra mitad para asegurarse que está muerto, y así volver a casa más tranquilos.

Stalin fue una “excepcional combinación de intelectual y asesino”, así oí decir a un profesor que dijo haber leído toda su producción. Hay quienes lo definen un gran lector de poesía y otros que sostienen que aborrecía la literatura en general. Se hizo amigo de los grandes escritores de la época solamente para penetrar su psicología y ver como aniquilarlos. A la entrada de los gulag había una estatua de él, la vio Alexandr Solzhenitsin y supo de su existencia Mijàil Bulgakov. Stalin escribió mucho desde sus inicios revolucionarios, pero hoy me quedo con un libro que aún no se si se publicó, y no es de él, es de George Steiner, un intelectual que raramente escribía novelas, pero a final del siglo pasado se puso a escribir una novela que iniciaba así: “Que hermoso niño tiene usted señoraDzhugashvili”. Era la madre de Stalin, la segunda frase nunca se supo.

Fidel Castro dejó La historia me absolverá como su testamento. Y nos deja interpretar el fracaso de la revolución, a lo que un día tiene un nombre, un significado y el día después siempre tiene otro nombre, siempre tendrá otro significado. A veces parece ver pasear el Fidel Castro en algunas novelas del Gabo, en la curiosidad de los intelectuales europeos que lo visitaron, que se les acercaron para conocer de cerca el poder, en una isla caribeña que parecía vivir siempre en la ficción.

Winston Churchill ganó el Premio Nobel de Literatura por “su dominio de la descripción histórica y biográfica, así como su brillante oratoria en defensa de los valores humanos”. Y andábamos buscando libros suyos sin encontrar nada más que algunos compendios de sus discursos, nunca una novelas suya, un ensayo, solo historia escrita por un autodidacta que gracias al poder “tuvo acceso a documentos oficiales, planes militares, secretos oficiales y correspondencia entre los líderes de las potencias mundiales”. Hoy mismo es difícil encontrar textos que hablen del Holocausto que en 1943 en Bengala causó la muerte de aproximadamente 3.000.000 de personas a fuerza del hambre, hecho que nadie recuerda porque la historia la escriben los vencedores. Y esta historia Winston Churchill no la escribió.

Hay una bellísima canción escrita por Francesco De Gregori, Le storie di ieri (Las historias de ayer): “Mussolini ha scritto anche poesie/I poeti che brutte creature/Ogni volta che parlano è una truffa” (Mussolini también escribió poesía/Los poetas que feas criaturas/Cada vez que hablan es una estafa), es un texto que va haciéndole un examen profundo al Duce y a su época, a sus seguidores. Mussolini, gran lector y maestro de escuela, fundador de L’Avanti, el órgano del partito socialista italiano, escribió La doctrina del fascismo. Libro que en su exilio, deleitaba las noches insomnes de Juan Domingo Perón. De una idea nace siempre otra, el populismo hijo del fascismo y pocas mentes de entonces en renunciar en firmar las leyes de defensa de la raza, y luego una poesía de Leo Longanesi, extrema condena al monstruo que fue.

Amor y responsabilidad es un libro escrito por el Papa Juan Pablo II, la persona que fue representante de Dios sobre la tierra, casto y célibe, iba opinando sobre el sexo y el matrimonio. Parece ser una neohabla, como la que George Orwell introdujo en 1984, como las que Blair, Aznar, Bush & company inventaron para justificaron sus brutales acciones guerreras.

Hay libros canallas que siguen en libertad, muchos que aún no hemos leído. Y como todos los libros tienen fans y enemigos, palabras que van en vuelo por el mundo buscando memoria y olvido.

 

Maurizio Bagatin

(Pordenone, Italia, 18 diciembre 1966) Columnista Revista Gafe. 

Nacido por azar en Italia, viajó un poco y escribió un poco, en la búsqueda de conjugar la huerta con la biblioteca, sigue regando jardines y cultivando palabras. Tiene textos inéditos y mucho otro material en el ciberespacio.

 

_____

De GAFE, Revista literaria, 06/02/2023

 

El último grito blanco de David González


DIEGO MEDRANO

 

Muere el poeta maldito David González a los 59 años. “Soy maldito porque no tengo dinero ni reconocimiento”, me dijo junto a la boca abierta de un tigre mientras bebíamos cerveza. El poeta de la alquimia verbal y la exploración interna hasta el vómito, puro Rimbaud, poemas como Carta del vidente, incendiados de vida, dolor, esperanza y espera. Cerca de veinte títulos, más de cien antologías, editoriales buenas, regulares y mediocres. Simbolismo francés, Generación Beat, poetas sociales, lucha obrera y siderometalúrgica, la cárcel, la bohemia, siempre el viento furioso y la lluvia constante de una escritura torrencial.

El poeta aparta los recuerdos, ratas del tamaño de algunos gatos, en su dormidero de acogida, moridero ardiente. La sonda gástrica es un tubo que el ombligo sorbe, pimpla, trinca, como el peor bebé en estos momentos negros. El poeta no llega a los cuarenta y tres kilos de peso, es un saco de humo, rizos y arrugas dibujan cierta ebriedad sobria a partir de su propio intento, finta en el aire, el mero esfuerzo o signo sin logro posible. Se abraza a sus diccionarios en un amor gramático que solo conoce números, igual no podrá pagar la luz ni la comida, un ángel le cuida y no pasa la cuenta. Escribir en España es llorar, dijo Larra, pero también morir, como certificó Cernuda, mientras los hampones literarios siguen en el trile y la risotada. Escribir en España es ser un mendigo, rubricó Pedro Luis de Gálvez con los dientes rotos.

 

Quiso el poeta un lenguaje esencial, básico, un lenguaje de la calle, que fuese en primera instancia contra Pessoa, porque el poeta no puede ser un fingidor, quien vende emoción sin estar emocionado no merece voz aplauso sino el lapo todo de la estafa, el escupitajo exacto de la deshonra. Quiso el escritor, en segunda instancia, escribir para la panadera de su barrio, como Celaya, en un lenguaje limpio como ropa tendida desde la ventana humilde, estado de rapto que solo fuese golpe, vómito de vida. Un libro detrás de otro hasta superar la veintena, “después de tanto todo para nada”, justo eso, veintiún libros hasta la fecha y apagarse, porque el cáncer no descansa, extraño magma. Sus títulos son puñetazos contra el viento: Nebraska no sirve para nada, El demonio te coma las orejas, Sembrando hogueras, Reza lo que sepas, En tierras de Goliat, Loser, La carretera roja, Campanas de Etiopía. La envidia muerde pero no come: sus enemigos, la mayoría acomodados y en lo más alto de la cucaña hecha con sus babas y jabón para masajes, maldijeron seguro, vetaron cada nacimiento, pura carroña, mafia de ganapanes y moscones.

El tumor en el esófago supera los once centímetros, la sonda que entra en el ombligo mide un kilómetro. Jamás participó en ningún concurso literario porque se propuso a sí mismo, justo al salir de la cárcel, que la poesía debía ser “compartir” y no “competir”, y que para esto último ya estaba la sociedad de consumo, capitalista y trituradora. Apretado, creo recordar, ganó aun así el Blas de Otero de Bilbao. No solo “envejecer, morir” es el argumento de la obra, sino encontrar a ciegas “algo limpio” a lo que agarrarse y vivir con ello para siempre. Firmó estudios sobre mujeres poetas marginadas, líricos desconocidos, gente desesperada a la que su país aplastó como cucarachas dentro del peor charco, apenas arroz negro con escudilla atada a la mesa. La diabetes no le impidió recorrer España entera y llevar su canto –ese vuelo- a un instituto de tercera, un bocadillo corto de jamón en la mochila, cuatro monedas mojadas y negras en el bolso.

 

Poeta de los pródigos en la siembra y vacíos con la recogida, donde el pueblo también enseña con faltas de ortografía, renglones torcidos, trochas y cuestos sin apenas señalización. Cuarenta quilos de poeta tiritan a la intemperie, último piso junto a un canalón de muerte, bajo un techo de muerte, sobre una cama de muerte, donde un grito blanco es la resistencia y no la lucha. “Yo solo puedo resistir, porque no sé nada del cáncer, la lucha es de médicos y sanitarios”, apenas susurra. El realismo sucio es un jersey gordo de lana hecho por una madre cautiva en un tiempo remoto, donde ocia el cerebro y piensan los dedos. Alcohol, lupanares, discotecas, prisiones y tendencias suicidas, mueven las alas como otros párpados al fondo de la ciénaga inmóvil de su mirada, una mirada dentro de otra, una salida dentro del callejón siniestro, donde un niño pequeño pide resolver este miedo a base de libertad sin dogal ni vil sometimiento.

“Que estamos en derrota, nunca en doma”, llega el humo de José Agustín Goytisolo a sus labios duros, nariz de estatua, piel fina, dientes viejos en esto de “subir cuesta abajo”, río turbio entre las aguas limpias, una nube o caramelo por cada sueño. Quizás, los mayores quinquis, estuvieron en su pasado metalúrgico, todos con el puro en la boca, contando billetes sucios al natural con dedos negros como chorizos, risas de mucha calderilla y esa moral tirada al saco donde la espalda negra del tiempo no habla en público. Un poeta grande en un chamizo pequeño. “Te llaman porvenir porque no vienes nunca”, cantó su paisano Ángel González, en este trance donde el animal salvaje ya come de la mano. “Su patria es la calle”, cantó Jules Vallès. “¡Trescientos sesenta y cuatro días sin sol y sin dignidad! ¡Trescientos sesenta y cuatro días sobre el fango y entre los hombres!”, contestó Alejandro Sawa al llegar mojado de París.

 

No llegará el libro número veintidós, cantan viejas sombras conocidas, borrachones muy gastados, por las letrinas de los periódicos infectos, la carroña todavía es oro si se sabe vender viva. Es arduo no escoger el idioma del enemigo, vivir entregado a una vocación y sepultado por ella, dispuesto al saldo negativo, consagrado a eso que él todavía llama a escondidas el apetito del idioma, sí, palabras colgadas de un tendal limpio, recién salidas del jabón y la espuma brava, puestas a secar mientras un grito blanco las separa y peina, un grito blanco que desde la cama nos dice a todos que “tendrás amigos, tendrás amor”, porque la vida es bella a pesar de los pesares, porque aquí venimos a compartir y no competir, mientras la noche plomiza cae y “somos el tiempo que nos queda”, lo que aún resiste y brama, hasta mañana. Todos los versos del poeta brillan juntos en el cielo a través de la ventana abierta, mientras él se lo dice a un jersey, donde su madre escucha con los puños apretados, abiertos los ojos para que él también pueda ver el mar, un grito blanco y frío, mudo en nuestros rostros desconocidos. Nunca un mordisco fue tan cruel.

“Hacer profesión de escritor en España es exponerse a hacerla de mendigo”, sigue Pedro Luis de Gálvez. Fue un poeta ajeno a la coba y el corro. En el fondo de sus negras pupilas de etíope brilla una luz trémula de profeta. Sus poemas eran brasa escondida para otros, un intento por despertar al adormecido o aturdido por las drogas, la precariedad, una vida que pesa y sepulta. El poeta corría hacia la belleza y la denuncia. “Usted no es proletario”, le dice un preso a Max Estrella; “Yo soy el dolor de un mal sueño”, contesta él en la pluma de Valle. Qué honra la de los poetas malditos y qué sucios los integrados. No puede brillar más limpio, mecido a ráfagas por el viento, su último grito blanco.

 

Hice yo lo que pude por el amigo, hablar con Ana María Moíx para que saliera la poesía completa en Bruguera, hablar con Jacobo Cortines para Vandalia de la Fundación Lara, el tocho traería el éxito, rompería el muro de silencio. “La mejor salsa es el hambre”, escribe Cervantes sin dedos. La dignidad tuvo forma de felación en muchas empresas privadas, lo aconsejó Vidal y Planas: “La dignidad es un monstruo que traga: una especie de tiburón. Hay que huir de la dignidad, por instinto, como de esos devoradores peces”. Sigue Pedro Luis de Gálvez: “Esto es un estercolero. Caemos aquí y al poco tiempo estiércol somos”. A España siempre le convino pocos para la tarta y el banquete. Todos nos comeremos el perro que nos deja el vecino con patatas como Lasso de la Vega. El aliento de futuro es la meta, cortada ésta, solo queda la soga, la banqueta que tantos se ofrecen a disponer bajo los pies sueltos. Max Estrella grita por la ventana: “Las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!”. Sawa tuvo el final de un rey de tragedia: loco, ciego, furioso. El combate –David lo supo- acaba siempre con la vida. Queda el grito nuestro, sin contaminación, desgarrado y sordo, similar al unto del seno materno, como aquellos cielos de la niñez y otro libro suyo nuevo, recién estrenado, ahora blanco, porque irse es todo, no caben preguntas, y solo unas pocas lágrimas son otras huellas, tras sus palabras igual de blancas, el sueño infantil por la letra y compartir con otros, regalar a otros, su leyenda en voz tan baja, tan blanca. Queda el grito de David González en su escritura limpia: vivió como quiso, amó sin indicaciones, probó el veneno y la fruta, rio en todos los idiomas, leyó hasta la ceguera, compró todos los anillos del mundo, nunca pasó un día sin afeitarse, amó a su familia y a los otros, los desconocidos, a quienes dedicó su obra y no lo saben.

_____

De EL IMPARCIAL (LA BÁMBOLA, columna del autor), 06/02/2023 

Luciérnagas insomnes


JORGE MUZAM

 

Observo pinturas de James Ensor, multitudes fantasmagóricas, máscaras payasas encubriendo lo miserables que seremos siempre. Lo hipócritas. Lo traidores. Ni siquiera es biología. Mera supervivencia. Simplemente es la gran mariconada evolutiva, la continuidad de una tragicomedia que ni siquiera es graciosa, el olvido premeditado de tantos dioses que se fueron de farra eterna. 

 

Büchner vivió tan poco, y Camus, y Stephen Crane, y Jaroslav Hásek. La creación puede alcanzar su madurez tan rápido, y luego esfumarse como una gota de aspersor en el jardín del infierno. Es difícil saber en qué etapa creativa me encuentro. No sé si ya he dicho lo más importante, y el resto es solo jugar a los dados con cierta astucia. Lo importante también se disuelve. La banalidad rellena las horas. La levedad es una forma de sobrevivencia, un esmalte de insensibilidad para no morir desangrado. 42 inviernos cargan mis hombros, cientos de álamos fantasmales que oscilan de lado a lado, algo así como un desgastado bosque de libro infantil, un bosque que se difumina en la lejanía, con un primer plano de exagerados grises adultos, negra azulada medianía dickensiana, y al final, casi desapareciendo, un probable amarillo, una partícula solar dormida sobre una alfombra de heno o el asombro inútil de una luciérnaga insomne.

La memoria es una cartelera de fantasmas, de deseos que nunca serán satisfechos, un esqueleto triste de pura nostalgia.

 

Alguien llama...

 

Pintura: James Ensor

_____

De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 07/02/2023