Wednesday, February 15, 2023

H.P.Lovecraft: el terror llega por carta


LARA GÓMEZ RUIZ

 

El mayor hito para un escritor es conseguir publicar un libro. La afirmación puede parecer redundante pero es algo que no todo el mundo logra. Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) es un buen ejemplo de ello. Su carrera como autor de terror y ciencia ficción se resume en un constante cúmulo de frustraciones y de proyectos que no llegaron a buen puerto en vida pero que resultaron ser de lo más prolíficos tras su muerte. Pese a que esa mala suerte literaria le desmotivó en muchas ocasiones, no le apartó de la escritura.

A diario redactaba cartas. Muchas. Llegó a acumular cerca de 75.000. Una cifra que sorprende y que a la vez asusta a editores y seguidores que alguna vez han intentado aunarlas. No así a Javier Calvo (Barcelona, 1973), quien lleva años tras la pista del escritor y más de una década tratando de hacer este proyecto realidad. Su esfuerzo no ha sido en vano. El próximo 22 de febrero se publica H.P. Lovecraft. Cartas I. Escribir contra los hombres (Aristas Martínez), el primer tomo de tres que recopila misivas, muchas de ellas inéditas, del autor

Hasta la fecha nunca antes se habían publicado en español cartas del escritor de Providence. “Algo que resulta de lo más extraño pues forman el 99% de su obra”, reconoce Calvo a La Vanguardia, que adelanta que este libro cuenta con algunas misivas que ni siquiera habían visto la luz en inglés. Esto sin duda resultó ser un aliciente para la editorial, asegura Sara Herculano. “Era algo que se necesitaba ya y nos hace especial ilusión ser la casa que acoge este proyecto tan loco y ambicioso”. El material es tan extenso que la editora plantea un tercer libro dedicado a los sueños del escritor, pues muchas de sus epístolas abordan este tema. Antonio Torrubia, librero de Gigamesh, la librería barcelonesa especializada en literatura fantástica y de terror, aplaude estas novedades. “Creo que llegan en un momento idóneo, ya que cada vez son más las series de televisión que beben de Lovecraft”.

Lo interesante del proyecto, más allá de lo novedoso, es “la oportunidad de conocer de cerca a un autor del que se tienen muchas ideas preconcebidas. No hace falta más de diez minutos de búsqueda en Internet para llegar a la conclusión de que Lovecraft era un freak casposo y bastante racista que escribía de vez en cuando relatos de monstruos muy molones en algunas revistas. Y todo ello es cierto, pero leer sus cartas permite arrojar mucha luz sobre su persona y también sobre su carrera. Este primer libro pretende precisamente eso, conocer la historia de su propia carrera literaria contada por él. Cómo reacciona al mundo de la literatura y a su propia trayectoria emocional y vitalmente”, apunta Calvo. 

Son varios los motivos que llevaron al estadounidense a escribir tantas cartas. Uno de ellos, la falta de trabajo convencional. De vez en cuando corregía textos ajenos e, incluso, llegó a ejercer de negro literario, aunque nunca para autores conocidos. Pero “el no tener un trabajo convencional hacía que tuviera mucho tiempo libre, que dedicaba en gran parte a escribir misivas, una de sus mayores pasiones. Algunas para contestar a fans que se ponían en contacto con él tras leer alguno de sus relatos en revistas. Otras, para mantener debates con autores sobre la literatura del momento. Muy pocas para amigos, pues apenas tenía contacto con el mundo exterior”, explica Calvo.

Tampoco tenía familia, pues su primer y único matrimonio resultó fallido. Lo paradójico de todo esto es que, pese a ser una persona muy poco sociable, hoy conocemos a Lovecraft gracias a estas pocas amistades y seguidores, que guardaron con mimo escritos que intercambiaban y, cuando el autor murió, acabaron montando una pequeña editorial en Wisconsin, Arkham House, para publicar sus textos.

Con todo, no fue hasta treinta años después de su muerte cuando llegó su reconocimiento. “En los años 60 una nueva generación de lectores empezaron a conectar con su escritura. La encontraban interesante, diferente a lo que habían leído hasta entonces. En esa época, y a principios de los 70, empiezan a reeditarse algunas de sus obras y a imprimirse ediciones de bolsillo a un precio muy accesible para el público. Eso permite que más lectores lleguen a él y que comience a hacerse popular. La explosión final ya llegó cuando tanto el cine como la música pusieron el ojo en él”, señala Calvo”. Ahora, tanto los seguidores del escritor como los nuevos lectores podrán acabar de formarse una visión más completa de este genio de la literatura.

 

Fragmento de una de las cartas inéditas

A Farnsworth Wright (15-6-1927)

Todos mis relatos, en cambio, se basan en la premisa fundamental de que las leyes, intereses y emociones humanas comunes carecen de validez o de significado en el enorme cosmos en general. Para mí no hay nada más que puerilidad en un relato en el que la forma humana —y las pasiones, condiciones y estándares humanos locales— se describen como si fueran naturales en otros mundos o universos. A fin de lograr la esencia de la exterioridad verdadera, ya sea temporal, espacial o dimensional, hay que olvidarse de que existen cosas tales como la vida orgánica, el bien y el mar, el amor y el odio, y demás atributos locales de una especie llamada humanidad. Solo las escenas y personajes humanos han de tener cualidades humanas. Y estos hay que tratarlos con realismo implacable (y no con romanticismo comercial); en cambio, cuando cruzamos la frontera de ese desconocido ilimitado y abominable —el afuera plagado de sombras—, necesitamos acordarnos de dejar en la puerta nuestra humanidad y nuestro terrestrialismo. Hasta aquí la teoría. En la práctica, doy por sentado que a pocos lectores comunes les interesará un relato escrito en base a estos principios psicológicos. Los lectores quieren que sus valores y motivaciones convencionales y comerciales se impongan sobre los abismos de la visión apocalíptica y sobre el caos extraeinsteiniano, y no considerarán interesante en absoluto un relato interplanetario si no tiene a la heroína marciana de turno (o joviana, o veneriana, o saturniana) que se enamora del joven viajero de la Tierra, y al hacerlo incurre en los celos del inevitable Príncipe Kongros (o Zeelar, o Hoshgosh, o Norkog), que sin más dilación procede a usurpar el trono, etcétera; o si no tiene una nomenclatura marciana (o de donde sea) que siga estrechamente un patrón terrestre, con un nombre indogermánico terminado en -a para la princesa, y otro semítico y desagradable para el villano. Yo no sería capaz de pergeñar esa porquería aunque me fuera la vida en ello.”

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De LA VANGUARDIA, 15/02/2023 

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