JOSÉ ANTONIO LOAYZA PORTOCARRERO
Se los
cuento, como me lo contó mi abuela Candelaria que nació el 2 de febrero, y me
lo recontó mi madre que murió en la misma fecha años después. A ellas les debo
este relato.
El
encomendero don Lorenzo de Aldana, se enorgullecía de ser el señor de Paria, la
primera ciudad fundada en el Alto Perú. Nació en 1508, en la ciudad española de
Cáceres. Era devoto de la Virgen de la Candelaria, o de la Candela, o de la
Luz, a quien juró levantarle un templo cuando se hizo a la mar de España a las
Indias, porque un día de fuertes vientos las olas se encresparon y un maretazo
enorme los estrelló contra los farallones de coral. Los marinos se encomendaron
y juraron que si escapaban de la muerte le construirían un templo… y se
salvaron.
Aldana que
participó de las riquezas de Cajamarca y en el arresto de Atahualpa como hombre
de mando en las filas de Francisco Pizarro, les pidió a los curas agustinos
traer a Paria la imagen de la Virgen para cumplir con la promesa de construirle
un templo por el milagro recibido. Los padres llegaron en 1559, siete años
antes de la fundación de Oruro, y mientras se erigía el templo de Paria, Aldana
vio que entre los fieles, había uno que dibujaba con pigmentos silvestres
alegres glorias y divinos rostros de mártires o de querubines que parecían
cánticos de fe, y viendo ello le pidió que pinte en la ermita al pie del cerro
“Pie de Gallo”, el fresco de la Sagrada Imagen de la Virgen Candelaria, que
desde 1760, se llamaría: Santuario de Nuestra Señora del Socavón.
El buen
artista con escalera puesta pintó sobre una pared de calicanto a la Virgen, y a
sus pies a Santo Domingo de Guzmán y a San Francisco de Asís. La Virgen y el
niño no miraban al frente ni al cielo como otras imágenes, la Virgen miraba a
la derecha y el niño a la izquierda. ¿Cuál el misterio?, la Virgen les pidió a
los santos que revelen a los hombres rencorosos de la villa que el sitio que
habitaban era tierra de amor, donde los cuchillos no iban solos al corazón, ni
la noche era perversa ni el mañana era adverso si no había fe y voluntad para
que haya canto y baile por el gozo de la creación. Enseguida cayó la nieve de
copos blancos sobre los tejadillos de la villa, y la gente hasta entonces sin
ojos ni voz, dejó el puñal y los perdigones de dolor, y se sintió resucitada y
libre desde el faro del Conchupata hasta más más allá del gris turbio del
horizonte.
¡Ay amor!
Desde entonces la Virgen habita en su templo, en su bendita casa, en la inmensa
giraluna de soledad silenciosa. ¡Ay frío!, tan caliente de cariño, donde el
sentimiento hace tiempo bordó luceros finos y adornó la devoción de los gitanos
de la villa que danzan con caretas de yeso o con escarcha de plata en los ojos
llorosos, y bailan en enjambres desde la pampa al cerro, sólo para apoyarse en
la barda del Socavón y mirarla empapados en llanto y sudor: Virgen del Socavón,
Virgen morenita, lloraré porque así es mi alegría, quererte como bien te
quiero.
Para mis
tres candelarias allá en el cielo, para mi abuela, para mi madre, y para mi
niña Lita Candelaria, para que sean mis tres amadas candelas, las que me den
luz y buen juicio… si acaso es posible.
No comments:
Post a Comment