MAURIZIO BAGATIN
El primero
en absoluto fue una fuga. Con el Mago llegamos hasta el pueblo más cercano, ver
la gran construcción del gasoducto era la experiencia más inolvidable que
podíamos hacer a nuestros cinco años. El verdadero viaje era dentro del viaje,
escapar, evadir, romper el hielo, desaparecer, retornar. Adrenalina y emociones
sin haber leído aun Los muchachos de la calle Pál.
De una de
las regiones más perdidas y más fascinantes de Europa, Extremadura, salieron
hacia el Nuevo Mundo los “conquistadores” más hambrientos de Europa. Recuerdo
cuando vi la película de Luis Buñuel “Las Hurdes, tierra sin pan”, un viaje en
el tiempo que me recuerda a las poesías de Rocco Scotellaro, a los estudios
antropológicos de Ernesto De Martino. Sin siquiera conocerse todas estas
familias hambrientas desde Trujillo invadieron Sudamérica: Nuño de Chávez fundó
Santa Cruz de la Sierra, el fray Vicente de Valverde fue obispo de Cuzco,
Gonzalo Jiménez de Quesada era el compañero de Cortés en su conquista de
México. Se pregunta Gavin Menzies: “¿Acaso un hada madrina agitó una varita
mágica sobre aquella ladera polvorienta de la que tantos conquistadores partieron?”
Cuando
leemos a Swift y a Verne inspirados por Ulises y descubrimos cuan viajeras son
las letras más atrevidas, surcan mares y profundidades desconocidas, también el
De Amicis más atrevido saliendo de los Apeninos cruza un océano y se enfrenta a
los Andes.
La
literatura es un permanente viaje. El viaje de los viajes. Heródoto viaja y
moldea el mundo para los historiadores. Kapuściński es el heredero de la
brújula. Y en el medio Marco Polo va dictando en veneciano sus peripecias a un
pisano, el escribano Rustichello. Tremendo viaje es lo de Boccaccio, que se va
a Nápoles y retorna con el Decamerón.
En un abrir
y cerrar de los ojos, Barataria sigue esperando la llegada de su futuro
gobernador, Sancho Panza; Ferdinand Bardamu adentro de la noche busca una luz y
una imposible salida; viajes imaginarios y utópicos, un caleidoscopio que logra
ver “una mezquita en lugar de una fábrica”.
A los
diecisiete años -cuando no se puede ser serios- mi viaje fue hacia el sur
-buscando, buscándome- y fue de inmediato el sur. Mi tentación ha sido siempre
pensar que si no conoces el sur del mundo no conoces al mundo. No se si estoy
en lo correcto, un sueño de Walter Benjamin me indica que sí, me despierto y
también Paul Gauguin me hace un guiño.
El Capitán
Fracasa y Fernando Pessoa, todos viajaron, aunque una sola vez. Aldous Huxley
más allá de unas puertas, Virgilio retornando de Brindisi, Adriano de mil
misiones, Alejandro Magno hasta el profundo miedo de cruzar un mar que era
solamente un rio. Hay cansancio y derrotas, en el viaje hay heroísmos y
bellaquerías, traición y triunfos. Mentiras y un último sueño. On the road o En
la Patagonia.
“El hombre
de las suelas de viento” consumió sus zapatos; Dino Campana y los cronistas de
las Indias y los naturalistas hicieron lo mismo. Rutas de polvo y llenas de
malhechores, una Transiberiana siempre soñada, la ruta del Inca dejada a mitad,
el camino explotado de Santiago y la Vía Apia, cuando todos los caminos
empiezan en Roma.
En casi
tres meses viajamos en tren por la península. Un viaje inolvidable, solo dos
regiones fueron dejadas al olvido: Cerdeña y la Val de Aosta. Leyendo el
barroquismo de Lezama Lima, con una introducción de Julio Cortázar que es otro
viaje, uno se va perdiendo y perdiendo sin naufragar. ¿Viajé en el libro o con
el tren?
En un
tiempo pacifico me hice acompañar por Claudio Magris, el Danubio no es un rio,
es un mundo que fue y otro que imaginamos, uno que vendrá y el que debemos
descubrir página tras página. Uno de los viajes más placenteros. Uno de los
últimos de los grandes viajeros, Peter Matthiessen, búsqueda espiritual y
espíritu de sobrevivencia; el viaje que quisiera haber hecho en aquella época,
lo de Christopher Isherwood: El cóndor y las vacas. Y los que ahora no recuerdo
porque seguramente los he hecho, con sus autores, a cada línea sudando,
remangándome y peleando con el sueño, más madrugador que una alondra, más
despierto que un murciélago. El viaje que hizo mi padre escapándose de la guerra
civil, del hambre, de la página más miserable de nuestra historia.
Hay un
viaje interior también. En un momento la Historia doblegó su curso, algunos
comprendieron que revolución y reacción no eran propiamente su semántica;
algunos reconocieron que los trenes que recorrían muchos territorios y las
chimeneas que eructaban venenos nos enseñaban algo más, mucho más que unos
viajes, mucho más que el progreso.
Tolstoj no
terminó el viaje que inició, Ulises cerró el círculo y volvió a Ítaca, Abraham
no lo cierra nunca…
Tiempo y
espacio que se cruzan. Muchos salieron sin retornar, Borges desde la orilla,
Conrad de las tinieblas, Ursula K. Le Guin de Omelas.
Teseo en su
laberinto sigue un hilo para fugarse del minotauro; más allá solo ethos, solo
pathos, el logo y la physis...
La poesía
probablemente es la premisa de todos los lenguajes, debe ser el viaje más
contemplativo que el ser humano pueda emprender. Para un poeta es como ir a
China a pie, cavar y cavar llegando a las antípodas de la tierra, salir de
Italia y salir de Nueva Zelanda. Viajes maravillosos.
Y ahora
aquí, en el país que me adoptó. Al gozar de la observación, como un
coleccionista de paisajes surreales, de visiones que decodifico y deconstruyo;
bicicleteando o desde una ventanilla que filtra las emociones, leyendo entre
las líneas los raros acertijos del hombre contemporáneo, descifrando charadas y
muertos intentos de genialidad. El viaje de un siglo, lo de Céline o lo de
Musil. Embriago frente al Sena con Henry Miller. Sigo engatusándome de la dama
que me sigue acompañando, día y noche en este viaje, de sabores y de
saberes…olvidando habilidades y jugando con las imprevisibilidades. Siguen los
viajes de los viajes.
5 de abril
2024
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Foto: “El portón de los sueños”, Aramasi, Villa Rivero, Cochabamba
Genial.
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