Lo esperó durante mucho tiempo. Quizás desde los años 20 del siglo pasado, cuando fue uno de los primeros países en acudir a la extinta Liga de Naciones y perder con su cuestionamiento al Tratado de 1904.Tienen toda la razón en estar contentos, ya que fue un triunfo el solo hecho de llevar a Chile a La Haya, algo que nunca debió haber pasado, ya que al igual que Perú, construyeron un contencioso desde la nada, y ante nuestra total pasividad.
Los alegatos de sus abogados no trajeron novedades; tampoco se esperaban. Argumentaron que no buscaban modificar el tratado, sino que Chile tenía la obligación de negociar la salida al mar que pretenden y que eso era lo que pedían: que la Corte nos obligara a cumplir lo que para ellos eran promesas, y además, hacerlo de buena fe.
Es indudable que la Corte Internacional no se va a dejar impresionar por acusaciones fuertes y por palabras altisonantes, aunque ya hay una lección para Chile y su política exterior: cuidado, mucho cuidado con lo que se dice y con lo que se calla, como también mucha prudencia en la forma como votamos en organismos internacionales en situaciones semejantes de territorios que han sido ganados en guerra, ya que nuestros gestos y silencios siempre tienen la potencialidad como para volverse en contra nuestra.
La clave del día de Bolivia no estuvo en lo que argumentaron, sino en la forma en que van a responder a la pregunta del juez Greenwood -del Reino Unido- acerca de la fecha en que consideran que se concluyó un acuerdo de negociación relativa al acceso soberano al mar. En el momento que decidan responderla se acaban las ambigüedades y se entra a un terreno concreto, aunque va a ser muy difícil que para responderla les sirva Charaña.
Es una pregunta importante, como lo son todas las que hacen los jueces y por eso son escasas. No se le dio en Chile la importancia suficiente a la pregunta que hizo el juez de Marruecos en el litigio con Perú y sólo se entendió cuando el fallo nos pegó en el mentón al conceder territorio marítimo a Perú a partir de la milla 80, cosa que nadie había pedido ni argumentado. Sin embargo, esta vez la pregunta nos favoreció.
Es indudable que Chile debe mantenerse en su argumento que la Corte es incompetente para conocer de este caso, ya que de los tres escenarios nos sirve uno solo: que no van a conocer la demanda boliviana, porque incluso la postergación es una victoria para Bolivia, que la va a utilizar y gritar en todas partes.
A mi juicio nunca se debió haber ido a La Haya, ya que la propia legalidad de la Corte nos permite no presentarnos a esta instancia y que la Corte resolviera sin que legitimáramos la pretensión boliviana con nuestra presencia. Si es que se perdía la competencia, nos podríamos haber incorporado en cualquier momento posterior.
Chile no ha entendido lo más importante: que nuestro conflicto con Bolivia no es predominantemente jurídico, ya que nada que defina La Haya va a modificar la actitud de pedir salida soberana al mar. Es un conflicto que está enraizado en la historia y que erramos al verlo como uno jurídico (también hemos fracasado en lo mismo con Perú). Por ello, nada va a cambiar en Bolivia, con o sin Evo, y aunque pierdan en la Corte. Fallamos en la parte comunicacional porque no entendemos este problema como lo que es: uno estratégico.
Hace algunos años la Corte resolvió en una demanda interpuesta por Georgia contra Rusia el 2008, en contra del primer país, a pesar de la simpatía que irradiaba porque no se conjugaba con las fechas que correspondía. Si Chile no obtiene la declaración de incompetencia de La Haya creo que debe prepararse para anunciar su retiro de Bogotá. Por cierto, debe pasar un año y aceptar y honrar el fallo definitivo de la Corte, pero creo que si no obtenemos eso en esta etapa, la propuesta que hago es además el mejor camino para que la Corte tome conciencia del tema y obtengamos una sentencia definitiva favorable.
¿Qué pasaría si nos retiramos?
Nada. Muchos países importantes no pertenecen ni reconocen esa jurisdicción, sin consecuencias. Nos debe preocupar no sólo el sistema de elección de los jueces (por votación), sino sobre todo que al ser parte del sistema de las Naciones Unidas, tienen como objetivo la mantención de la paz y la equidad, con lo que con alguna frecuencia todas las partes obtienen algo.
Para Chile es un acto muy inamistoso llevarnos a un tribunal internacional, toda vez que tenemos una política de defensa y exterior de total paz, desde el momento que estamos satisfechos con nuestro arreglo fronterizo, incluyendo no sólo los territorios ganados, sino también aquellos perdidos y nunca reclamados, como la Patagonia.
No importa que la presentación boliviana haya sido jurídicamente menos sólida que la chilena, ya que lo anterior no es determinante en nuestras relaciones. Si un fallo desfavorable fuera el fin de los problemas, sería hasta conversable, pero habría que ser muy ingenuos para no creer que de ganar Bolivia, después no sería el momento de reclamar las ciudades que nombran sus soldados y el cobre. Ya lo dijo una de sus abogadas al hacer referencia a “la luz del Desierto de Atacama que en otro tiempo fue boliviano”.
Así como todos entendemos que la posición boliviana es irrenunciable, llegó la hora para que igualmente quede claro que Chile nunca va a entregar ese territorio, aunque ello pase por salirse de Bogotá y no ir a La Haya. Y no lo han estado haciendo bien ni las radios ni la TV, que han sido cajas de resonancia ministerial, ya que crean expectativas que pueden no cumplirse, ya que duele mucho a las personas y a los países cuando llega la desilusión.
SOBRE EL AUTOR
Master y doctor (Ph.D.) en Ciencia Política de la Universidad de Essex (Inglaterra). Abogado (Universidad de Chile) Licenciado en Derecho de la Universidad de Barcelona. Diplomado en Survey Design and Analysis del European Consortium for Political Research (Encuestas Políticas). Diplomado en Planificación (Naciones Unidas). Autor de diversos libros y ensayos.
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De VOCES-LA TERCERA, 07/05/2015
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