Tuesday, August 9, 2011
Santiago Chalar (1938-1994)/La guitarra y el canto criollo
Guillermo Pellegrino
FIGURA PREPONDERANTE de la canción uruguaya de raíz folklórica, Santiago Chalar es de los cantantes solistas que, sobre todo en el Interior de Uruguay, ha calado más hondo. Además de ser una de las mejores voces que dio el Uruguay en su historia, se destacó por ser un permanente buceador de las formas musicales propias, a las que enriqueció con textos de valiosos poetas.
SIEMPRE LA GUITARRA. Carlos Alfredo Paravís Salaberry nació el 25 de setiembre de 1938 en Montevideo, en la esquina de Lavalleja (hoy José Enrique Rodó) y Minas, quizás como un presagio de la ciudad que lo cobijaría en la adultez. Fue el cuarto hijo de María Esther Salaberry y Ernesto Paravís.
La guitarra, desde la época en que asistía a la escuela Venezuela, tuvo fuerte presencia en su vida. Sus primeros estudios fueron de guitarra clásica en el Conservatorio Kolischer y en la academia Fernando Sor, bajo la dirección del profesor Gregorio Rodríguez. Pero en el umbral de la adolescencia, en momentos que cursaba el liceo en el Zorrilla, los discontinuó. El instrumento, de todos modos, lo siguió acompañando.
Cuando andaba por los 15 años, empezó a pasar sus vacaciones en una estancia cercana a Paso de los Toros, propiedad de Bebe y Ulda Quadros, suegros de su hermana Raquel. Según Carlos, su hijo, "allí se hizo de a caballo con la hermana de su cuñado, la cantora Maruja Quadros; y con ella descubrió la música de raíz folklórica". En esos años y los posteriores, mientras cursaba en el Seminario Preparatorios para Medicina, Paravís mostraba gran entusiasmo por la música. "En determinado momento, por mi vinculación al campo, me llamó la atención la música nativa. A esa edad tempranera uno siempre busca ídolos, y me arrimé a Yupanqui, a las cosas de Falú, y al surgimiento de Los Chalchaleros, cuando recién empezaban. También me gustaba la música brasileña (…)". (La Semana Uruguaya, 31 de octubre de 1983).
Acaso de aquellas devociones juveniles es que le surge una revalorización de la guitarra como canal expresivo. Yupanqui y Falú no eran precisamente improvisados en la materia y, tal vez influido por ellos, Paravís comenzó a encontrarle vida propia. En entrevista con el periodista Dardo Billotto confesó para la revista Sábado Show del diario El País: "Para mí, inicialmente la guitarra era el instrumento con el que como intérprete me ceñía a un tema. Con ella llegué a cantar y frecuentar poetas, autores que me daban sus letras para yo componer música. Hasta allí la música tenía silencio en la guitarra. Y entonces, ¿qué pasó? La guitarra, que estaba relegada cuando interpretaba un tema, pasó a primer plano con el poeta, para crear una composición musical (…)". Así, precozmente, nacería el compositor que empezaría a bucear en lo oriental y que, con el tiempo, llegaría a musicalizar e interpretar poetas y autores de la talla de Romildo Risso y Osiris Rodríguez Castillos (sus preferidos), José Alonso y Trelles "El Viejo Pancho", Serafín J. García, Rubén Lena, Lucio Muniz, Eustaquio Sosa, Wenceslao Varela, Santos Inzaurralde y Atahualpa Yupanqui, entre muchos otros.
El cantor, en tanto, se fue forjando en la admiración a Carlos Gardel. En una suerte de alquimia interpretativa, apoyada en la magnífica amplitud de su registro vocal, su estilo logró incorporar elementos de los que hicieron famoso al Zorzal Criollo. No obstante, en los albores de esa actividad procuró no incomodar a sus padres, quienes tenían cierto temor de que a causa de la canción su hijo abandonara la carrera de Medicina. "Yo había empezado ya a grabar con el seudónimo de Santiago Chalar pero el hecho lo conocían sólo un par de amigos y mis hermanos, a los que había rogado por todos los santos que no le contaran nada a mi padre. Pasó el tiempo, habían salido dos o tres L P, mi seudónimo era conocido y el viejo no sabía nada. Un día, en los últimos años de su vida y ya enfermo, solía pasear su auto por la rambla con uno de mis hermanos para mirar el mar. En una de esas vueltas, apareció una grabación mía en la radio del coche. Ante los nervios de mi hermano, él la escuchó, le subió el volumen y al terminar dijo: `¡qué lindo canta ese mozo!`. Entonces mi hermano no se pudo aguantar y le preguntó: `¿Sabés quién es?`. `No, ¿cómo se llama?`. `Carlos Paravís`. `¿Cómo?`. `Sí, es Carlitos, tu hijo`. Se hizo un silencio que mi hermano no sabía cómo interpretar y después mi padre le advirtió: `¡No le digas nunca que te comenté que me había gustado!`" (se ríe a carcajadas). Y a los pocos meses falleció sin haber hablado jamás de ese tema conmigo", le confesó a César Di Candia en una entrevista que éste le realizó en el semanario Búsqueda.
Por más que ya en los inicios el canto le insumía mucho tiempo, Carlos logró llevar adelante la carrera de Medicina. Con gran esfuerzo, y largas jornadas de estudio en la casa familiar de Uruguay y Ejido, logró recibirse.
En 1964, en tanto, grabó para el sello Orfeo Como yo lo siento, su primer Larga Duración, en el que tienen una fuerte presencia las canciones de Osiris Rodríguez Castillos, a quien admiraba. Además de la que da título al disco, incluye "De corrales a tranqueras", "Polca", "De tiempo adentro", "Camino de los quileros", "Leyenda del palmar" y "Gurí Pescador", versión que había sido premiada por CX 14 El Espectador y la Cámara del Disco, como la mejor interpretación de 1963.
Más tarde registró Yo no canto por la fama, título también proveniente de una canción de Osiris, cuya presencia vuelve a ser fundamental, esta vez con cinco temas y la propia presentación del disco. Es para destacar, asimismo, que Rodríguez Castillos a quien había conocido pocos años atrás y con quien luego tuvo alguna desavenencias- le cedió para ambos álbumes canciones que aún él no había grabado.
Luego vinieron Una pena y un cariño (1973) y Bordoneando (1974), en los que si bien volvió a cantar temas de Osiris, apeló a creadores a quienes ya había grabado anteriormente, como Romildo Risso, Elías Regules y Eustaquio Sosa, y a otros que interpreta por vez primera, tal el caso de Alonso y Trelles, Agustín Bisio, Wenceslao Varela, Alán Gómez, Abel Soria y Aníbal Sampayo.
LA MÚSICA DEL CAMPO. En los finales de los ´60 y principios de los ´70, en consonancia con los momentos que se vivían, se produce en Uruguay un auge de la Canción Protesta. En 1972, un periodista del suplemento Platea, del diario La Mañana, le preguntó a Chalar su opinión sobre ese movimiento. El cantor respondió, aunque enseguida se focalizó en su relación con el Uruguay profundo. "No estoy en oposición a la llamada Canción Protesta, sino que creo que al paisano primero hay que admirarlo y quererlo, tenerle un gran respeto en la condición social que sea, para que paralelamente se le dé la posición social y económica que siempre debió tener. Es decir que aquellos que cumplen la función de protesta deben querer tanto como yo al paisano, pero impensadamente han infundido un concepto de lástima que no coincide con el sentir del propio paisano. El paisano es orgulloso de su trabajo, y a esa `vaquía` es a la que yo le quiero cantar, para que además de quererlo se le admire y se le tenga respeto".
Esa fascinación por la vida de campo, íntima compañera -o quizás génesis- de su gusto por la canción criolla, más temprano que tarde se transformó en el centro de su producción artística. En una oportunidad, el periodista Luis Montañes, de La Mañana, le preguntó en qué ritmo se sentía más cómodo. Chalar no dudó: "Con la música campera, sobre todo. No digo que es mi fuerte, porque hay gente que lo hace igual o mejor que yo. Me siento cómodo, porque me gusta. Me gusta ir al Interior a las fiestas camperas, a las yerras, a las jineteadas. Disfruto todo eso". El paisano del Interior, tradicionalista casi por antonomasia, valoró esa apuesta de apasionado genuino y comenzó a retribuírsela en aplausos. "Tengo la aceptación de la gente del campo por los autores que elegí, por mi guitarra, y a cada lado donde voy canto adivinando el gusto de quién me está esperando. Pienso que en esto se basa el éxito del cantor, él debe hacer una propuesta, pero intuyendo lo que la gente quiere", explicó en una entrevista que concedió a El País, en agosto de 1989.
Consultado una y otra vez sobre las razones de su éxito, Chalar las analizaba invariablemente con la simple profundidad del saber campero. "La música criolla del campo la cantamos muy pocos", afirmó con modestia, atribuyendo más importancia a la falta de opciones que a su propia estatura interpretativa. En otra ocasión, en una entrevista que le hicieron en La Semana Uruguaya, en octubre de 1983, apuntó a cuestiones más intimistas, ligadas al sencillo transcurrir de los días y a la propia autenticidad de su obra: "Me preocupa cantarle al hombre que está trabajando y escucha la música a través de la radio, en el medio del campo", explicó.
En la entrevista antes mencionada dio también la definición que más cerca estuvo del nervio de la cuestión. Interrogado acerca de lo que ese eventual oyente buscaba en sus grabaciones, el cantor fue directo: "Su música" resumió. Y, acto seguido, convidó a su interlocutor a descubrir con él la respuesta: "Yo lo invitaría un día a salir al medio del campo para que se dé cuenta que es raro encontrar a alguien que no esté informado, y que no le exprese sus gustos en materia musical. Y ahí va a ver que esos gustos son completamente distintos a los que se dan en Montevideo. Yo estuve con gente acá de la capital que nunca vio una yerra en su vida. La yerra es la fiesta del paisano en el medio del campo.. (…) El individuo que está en el medio del campo y le hablan en una canción de la yerra, lo primero que hace es levantar el volumen. Lo mismo si le hablan del monte, del río o del caballo. Esa gente, aunque está dispersa en la campaña, es pueblo también. Ese pueblo está unido a través del canto."
COSTUMBRES. En 1975, luego de Bordoneando, salió al mercado el disco Costumbres, con el que inició su relación con Sondor.
En una entrevista en Platea, a propósito de la aparición de ese álbum que fue muy bien recibido por la crítica y el público, Chalar hizo hincapié en dos temas símbolo, muy queridos para él: "(…) Isla Patrulla, de Lena (Rubén), tiene un significado especial tanto para su autor como para mí, porque allí vivimos los dos durante algún tiempo. Yo arrendaba una estancia llamada `Los Ponchos` y en el lugar vivía el Chajá Martínez que es mencionado en la letra de la canción. También allí escuché "La tropilla" de Clodomiro Pérez y lo prometí hacer. Está incluido en el disco, menciona veintisiete variedades de pelo de caballo".
Pero Costumbres es también muy importante porque, de algún modo, constituye una bisagra dentro de su carrera artística ya que, por primera vez, aparecen dos canciones con texto de Santos Inzaurralde: una es el tema que da nombre al disco, y la otra es "Coronilla". Puede decirse entonces que a partir de ese momento empieza a aflorar, gradualmente, la presencia de este poeta minuano con quien formaría una fértil sociedad creativa, cuyo debut discográfico, en tren de rigurosidad, fue en "El aprendiz" incluido en forma aislada en el disco Una pena y un cariño.
Santos Inzaurralde. En los siguientes discos vuelven a tener presencia los textos de Inzaurralde ("Atadito", "Martín Sierra", "Polanquera", entre otros) hasta llegar al LP Desde El Mangrullo (1982), primer trabajo que realizaron íntegramente a dúo. "Anduvimos veinte años juntos compartiendo inquietudes y caminos, creando", dice Inzaurralde. "A pesar de la amistad que teníamos siempre me trató de usted, me llamaba don Santos -agrega- . `Mañana empiezo a tutearlo`, me decía dos por tres.
Pero nunca pudo. (…) Fue hombre fácil para poder caminar con él. Siempre andaba con gran alegría. Era chistoso y muy ocurrente; y tenía la virtud de que constantemente le sacaba punta a las cosas más nimias".
Se conocieron una noche de canto y guitarra en la casa de Perucho Pereira, en José Pedro Varela. Esa noche empezó a forjarse, en forma espontánea, la conjunción artística. Juntos realizaron permanentes presentaciones dentro y fuera del Uruguay, además de grabar en coautoría otros dos discos, además de Desde El Mangrullo.
La voz y guitarra de Chalar y la vena poética de Inzaurralde dieron origen a Minas y abril, que más que un tema es hoy una especie de himno para los nativos de esa ciudad y también de otros rincones del departamento de Lavalleja. "Minuano donde tú vayas/ no te canses de decir/ que si Dios baja a la tierra/ por el altar de la sierra/ baja en Minas, y en abril (…)". "Con ese texto me pasó que debí acomodarlo -cuenta Inzaurralde- . Al principio lo escribí en endecasílabos, pero Chalar me pidió que por favor lo hiciera en octosílabos. `Es que ahí me encuentro más`, me decía".
LA POLÍTICA. Chalar creció en un hogar donde se respiraba política: su padre llegó a ser diputado e intendente de Maldonado. Es importante marcar esto, porque durante algunos años el propio Chalar incursionó en política, siempre vinculado al Partido Colorado. "Yo a la política la viví aprendiendo a querer a Batlle. Eso lo aprendí desde niño (…) En este momento (N del A: octubre de 1983, nota de La Semana) yo sentí que no podía quedarme en mi casa, y cuando me vinieron a buscar para integrar la lista a convencionales por el departamento de Lavalleja decidí integrarme a esa columna que encabezan Sanguinetti y Tarigo.
Estos son momentos históricos, en que se juega el destino del país, y nadie puede permanecer indiferente o ajeno..". Paravís integró la lista SAQ del Batllismo Unido de Lavalleja, que llevó seis representantes -él incluido- a la Convención Nacional del Partido Colorado.
Tras más de una década de silencio, había en ese tiempo gran efervescencia política, por lo que era común que le preguntaran sobre ideas propias y ajenas. "(…) Respeto el pensar de cada uno y la elección que haya hecho en la vida -dijo en una entrevista con el diario El País-. Soy amigo de mucha gente que piensa muy distinto a mí, como lo fui de Alfredo Zitarrosa con quien disfrutaba enormemente de su compañía, es decir, me considero esencialmente un pluralista, como creo que somos la mayoría de los uruguayos".
En un trabajo sobre artistas populares que realizó para el almanaque 2010 del Banco de Seguros del Estados (BSE), el músico Ruben Olivera hizo una acertada ubicación de Chalar en aquel contexto. "Desde un punto de vista sociológico, para una sociedad politizada y atravesada por el período dictatorial como la uruguaya, el de Chalar es un caso particular. Considerado por muchos como el paradigma del cantor solista criollo, es poco conocido por el público sesentista consustanciado con los cantores con `compromiso político`", explicó sin dejar de remarcar que, como fuera, "su calidad musical no admite dudas".
En el mismo texto, Olivera hace un análisis del toque de guitarra de Chalar, que a su juicio tiene más de Yupanqui que de Osiris: "Su forma de tocar tiene un `color` cálido y `mate`, debido a no utilizar casi la uña, así como `cerdeos` de cuerdas no corregidos en las grabaciones, mostraron su clara preferencia por expresividad ajena a la limpieza aséptica del sonido. A esto se le suma en algunos casos la opción por afinar la guitarra un poco más bajo que lo habitual, dándole al instrumento una sonoridad más pastosa. Sus introducciones y acompañamientos tienen un gran atractivo y, aún siendo menos `barrocos` que los de su admirado Osiris, presentan una alta dificultad promedio. Logró además un difícil equilibrio: tocar con destreza académica pero con sabor de músico popular".
En esa segunda mitad de la década del ´80, el Canto Popular adquirió -quizás por los tantos años que estuvo silenciado- una gran expansión. En ese tiempo tuvieron mucho auge los cantantes de origen blanco, que cantaban a episodios de la vida de su colectividad política. El periodista Graziano Pascale aprovechó la coyuntura para preguntarle cómo se sentía un cantante de filiación batllista inmerso en este movimiento musical.
"Los colorados nunca cantamos -comenzó contestando Chalar-. Cantantes colorados habrá, pero que canten al Partido Colorado no recuerdo. No hay que olvidar que cuando se canta a veces se trata de dirigir una crítica hacia algo. Pero si nosotros gobernamos durante 90 años es lógico que el colorado no haya tenido la costumbre de cantar en son de crítica… Esa se me ocurre que puede ser una de las razones… Ahora, si yo quiero hablar de política, me subo a una tribuna para defender mis ideas, pero no mezclo el canto con la política…". (N del A: esta entrevista fue publicada en La Semana Uruguaya, el 31 de octubre de 1983).
EL CRISTIANO. Desde que entró a la Facultad de Medicina supo lo difícil que era la carrera, y que el llegar a ser médico significaba, por ejemplo, relegar un poco a la familia, tan preciada para él.
Casado con Adela Martínez, tuvo cuatro hijos: Adela, Carlos, Santiago e Isabel (los dos varones heredaron su veta artística). En la charla con el periodista Dardo Billotto que publicó Sábado Show, habló sobre el tema: "En mi caso particular tengo una categorización de valores que he asumido en mi vida. Primero: ser cristiano; después ser jefe de familia, luego médico y recién después artista ".
Su relación con la religión, a la que ubica primero en esa escala, quedó patentizada en una carta que le escribió a su hija menor, Isabel, en oportunidad de que ésta fue a un retiro espiritual. "Isa: Los mejores momentos de mi vida los he pasado en jornadas o acontecimientos parecidos al que tú estás haciendo. No puede quedar todo en el aire y del amor infinito de Cristo podrás proyectarte hacia los demás con mesura, humildad y desinterés. Como lo haría él. Sé que tu corazón está encendido y que esa lucecita (...) no se apague. Cada cosa que hagas en la vida, piensa previamente ¿qué haría él (Cristo) en mi lugar? Así podrás por lo menos devolverle algo de bondad, compañía y amor al más necesitado, al más postergado en la sociedad, al que vive más solo; porque si tú lo asistes, le das recursos y lo acompañas, ni esa persona ni tú estarán solos porque juntos está también él. Fuerza Chabuca, que tienes una vida por delante y hay mucho por hacer. Dios te bendiga. Tu padre."
Fue, como se aprecia en la misiva, un cristiano comprometido. En Minas, por ejemplo, participó de las actividades de la Parroquia, y dio junto con su señora charlas prematrimoniales.
DEPORTISTA. El deporte fue otra actividad a la que Chalar estuvo estrechamente ligado desde muy joven. Jugó al básquetbol en el club Bohemios -donde llegó a alternar, en un lapso breve, en el plantel principal-; y al fútbol en el Yaguarí, de la Liga Universitaria.
Como médico traumatólogo estuvo muchos años ligado al club River Plate (del que era simpatizante) y, en 1975, a la selección uruguaya juvenil que se consagró campeona en el Sudamericano de Lima. "En esa ciudad compuso la canción `Coronilla` que, por cábala, se la hacían tocar antes de todos los partidos", comenta su hijo Carlos.
Ya en Minas, donde se radicó en 1974 luego de presentarse en el Festival de Cosquín, se vinculó afectivamente al club Olimpia, que llegó a presidir varios años.
En paralelo con su labor de médico, que desempeñó también en pueblos y ciudades cercanas a la capital de Lavalleja, Chalar siguió ligado a la música: componiendo, presentándose en vivo en Uruguay y en el exterior, grabando discos, o dándole vida -en 1981, junto a Inzaurralde- al Festival Minas y Abril, con el fin de recaudar fondos para el hospital local.
Residiendo en Minas, su querencia, en la década del 80 y primeros años de los 90, Chalar siguió grabando discos entre los que se destacan Rumbeador, Al hombre bueno, Del vivir, Desde El Mangrullo, El fogón de Wenceslao Varela, Somos hermanos (junto al brasileño Wilson Paim) y Aros de humo. En este último, se dio el gusto de incursionar en la música ciudadana. Tuvo, según coincidieron entendidos, un convincente acercamiento al tango.
También en esos años, a instancias del músico Omar Sanz, Chalar decidió agregarle a sus producciones discográficas algunos instrumentos que, a priori, no se identificaban con su estilo musical. Asumiendo riesgos buscó aggiornarse, e introdujo bajo eléctrico (ejecutado por el propio Sanz), teclados (siempre lo acompañó Hugo Marmolejo) y tambores.
Activo como siempre, la década del ´90 lo encontró luchando en forma denodada contra un cáncer que un 21 de noviembre de 1994 terminó arrebatándole la vida.
El País, Montevideo, 2011
Imágenes de Santiago Chalar
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