Friday, March 23, 2012

Dos granujas sin tacha


Miguel Sánchez-Ostiz

Ayer por la mañana entré en el Alexander de la plaza Avaroa a tomar un café y a leer los periódicos. Afuera estaban preparando el día del mar y colgaban fotografías de navíos de guerra con bandera boliviana y muy coloristas gallardetes de señales marrítimas.

La lectura de Página Siete me regaló esta perla bruta referida a uno de los linchamiientos de días pasados: “Habían sido muertos a pedradas y enterrados vivos”. Eso me puso de buen humor.
En la mesa de al lado había dos granujas sin tacha. Las mesas están demasiado cerca como para no escuchar a la fuerza lo que se dice alrededor de ellas. Y más cuando lo que se dice es con profunda voz de tenor y para que se enterern todos. Aquella pareja hablaba con auténtica desvergüenza. Pertenecían a la cooperación francesa o a algún negocio de voluntariado también francés. Eran dos profesionales, dos jóvenes profesionales que se las sabían todas, a los que nadie les iba a dar nunca con queso en cuestiones de cooperación y voluntariado. Conservaban intacta su capacidad de indignación: “¡Oh, los alcohólicos, no hay nada que hacer, son viciosos...!”. Probablemente ellos eran de los que van a ponerse de copas hasta el culo en el Sancho Panza, de la Ecuador. Se les veía poseídos de la Razón y de una Misión. Nada peor que alguien poseído de una Misión, hay que escapar a la carrera. Me llegaban frases como “¡Hay que civilizar a estas gentes, nunca serán como nosotros!” o esta otra genial para cooperantes o voluntarios benévolos: “¡Hay que hacer que consuman productos franceses!” o ya francés hasta la muerte: “¡Hay que enseñarles a hacer une bonne potée!”... y la diferencia entre los españoles y sus chapuzas et “et nous par contre”... o esta conclusión genial de alta antropología “Il y a des gens bien, comme nous, (claro), et puis, les autres, voilá tout...” Muy jóvenes, carajo, para hablar de ese modo... ¿Universitarios? Esa es una vieja categoría que no quiere decir nada de nada. ¿Viajar? ¿Para qué? Si no consigues desembarazarte de tus prejuicios, mejor quédate en el bar de tu pueblo o de tu barrio, con los de tu tribu, en lugar de venir a colgarte las medallas de una fraternidad más falsa que un Amadeo.

Del blog del autor (vivirdebuenagana), 23/03/2012

Imagen: Jacques Callot

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