Sunday, May 19, 2019

sepulcros de azafrán y esperma (work in progress) (y 2)


PABLO CEREZAL

Se me ha caído un diente de leche que aún permanecía anclado a mi dentadura. Como a un anciano que masca pan duro, se me ha caído esa migaja dental en la mesa de un bar, ante la cerveza que aún no había inaugurado. El residuo bucal descansa ahora junto a la cerveza como si fuese el aperitivo que el camarero no me ha servido. Comienza a ser difícil, en Madrid, que te pongan aperitivo en los bares. Ya somos destino turístico de altura, mira qué bien.

El caso es que el camarero no me ha servido aperitivo, y ahora el diente descansa sobre una mesa sin gracia ni mantel, junto a la copa de cerveza, como un aperitivo de infancia fugaz que me ha servido la parca.  

Me advirtieron los dentistas, en un par de ocasiones, de que tenía ese resto incrustado en mi mandíbula, que sería bueno extirparlo. Siempre me negué a hacerlo, llevaba conmigo toda una vida, esa recuerdo de la niñez. Ahora que lo miro, comprendo que ya estoy más cerca del cementerio que del paritorio, y que lo que me queda por vivir es ya un morir lento y despacioso. Al menos eso espero, que no sea una defunción urgente, que aún le quede algo de biografía a mi mandíbula... y al resto de mi cuerpo. Pero no puedo dejar de comprender ese diente de leche como aperitivo a devorar y, de paso, con él, devorar lo vivido. Después cepillaré el resto de mi dentadura temiendo sorprenderla dispuesta a nuevas deserciones.

Que sólo me queda muerte por delante, o sea, ya digo. Y tu lengua no jugará más con ese extracto que dejó escrito, en mi mandíbula, aquel diente de leche cándido y pueril. Tu lengua, esa degollina de repostería y salitre, cuando jugaba con mis dientes, cuando me besabas, cuando nos besábamos anticipando ese ósculo de muertos en que ha dado nuestra imagen... 




Saturday, May 18, 2019

Días detenidos de Guillermo Ruiz Plaza


Christian Jiménez Kanahuaty

En Bolivia la novela siempre ha sido el artefacto por medio del cual se ha pensado la nación, la guerrilla y las ciudades; además de las minas y el campesinado; pero de un tiempo a esta parte, la novela en el país también está siendo utilizada como terreno de exploración de la identidad de las personas que han travesado los efectos de la migración y las consecuencias del olvido y la memoria a la hora de afrontar el retorno, porque regresan no tanto a un país sino a una imágenes de país que dejaron al marcharse, y esa corresponde sobre todo al mismo tiempo a lo que dejaron pendiente en sus propios hogares y en la relación con las personas que quedaron suspendidas y a las que se pretende volver como si el tiempo no hubiera pasado.

En Días detenidos, la reciente ganadora del premio nacional de novela en Bolivia, nos enfrentamos a una narradora que al volver a su país luego de pasar en Francia muchos años de su vida, tiene que encontrarse al mismo tiempo con su pasado y con el modo en que seguirá su presente. No es fácil para ella entender qué pasó con su familia, sobre todo con su hermano y su madre en su ausencia, porque ésta estuvo marcada por los silencios. Tampoco será sencillo en su día a día la relación con su hijo que debe afrontar un nuevo país y un nuevo lenguaje, a la par que la distancia de su padre.
El deterioro de la memoria y del cuerpo físico de la madre de la narradora ponen en tela de juicio las certezas sobre las que se construyó buena parte de la mitología familiar a la que la narradora debe enfrentarse para seguir viviendo.

Los secretos familiares en esta novela parecen pautar el ritmo de esos días detenidos. En cierto modo es como si el tiempo quisiera detenerse, porque a medida que avanza más cosas se saben y menos cosas se desean afrontar. El deterioro de la política, los recuerdos adolecentes, las manías del hermano y el posible divorcio de la protagonista están a fuerza condicionados por el paso del tiempo. Si el tiempo avanza todo se precipita, incluso, la muerte de la madre; pero si el tiempo se detiene aún hay espacio para reelaborar lo que sucedió y entender el por qué se está dónde se está.

Es probable que la novela no sea simplemente el acto de contar una vida hecha de silencios, más bien, parece ser que la novela de Guillermo Ruiz Plaza es una narración que se encarga de ver desde cierta óptica el crecimiento y evolución de la democracia en el país, y el modo en que se han desarrollado ciudades como La Paz y que este exterior condicione la mirada de la protagonista que no quiere afrontar lo más cercano: las contradicciones y la violencia encubierta que existió en su hogar y que ella fue por distintas razones, incapaz de ver.

A veces la novela intenta cuestionar o preguntarse cómo es que la política funciona de este modo en Bolivia. Pero esas preguntas claramente no son sino muestras del tiempo y su andar; no son preguntas sustantivas a la narración, marcan su contexto y detonan conversaciones que serán el pretexto para crear o indagar la intimidad. Días detenidos es una novela que más bien se preocupa de resolver el ámbito familiar. Lo que existe es una familia que vivió muchos años a la sombra de una serie de malos entendidos o en el mejor de los casos, bajo el asecho de distintas versiones de una misma historia: la muerte del padre de la protagonista.

Y es que, pensándolo mejor, la novela no es sobre la familia como totalidad, sino más bien, que se basa en el mecanismo que establecen los padres con los hijos. Están los padres de la protagonista con ella y su hermano, pero también está la relación que ella establece con su propio hijo. Ambas generaciones pueblan sus días de silencios y de la postergación de la verdad, como si ella fuese imposible de atrapar y concentrar y cada quien tuviera que armar la historia de su raíz con los fragmentos de conversaciones que atrapa de vez en cuando.  

Días detenidos probablemente sea el intento más arriesgado de indagar sobre la familia que se realizó en los últimos años en la narrativa boliviana; puede ponernos frente a la autoridad paterna y materna desde distintos lugares, ya sea por medio del silencio o de la enfermedad; pero lo que hay que reconocer es que es una mirada tranquila, sin rencor, ni venganza; más bien, lo que parece motivar a los personajes de la novela es un afán de comprensión bastante atemperado. Quieren comprender, pero bajo la lógica de la razón, no desde lo sensorial o lo instintivo que sería más visceral, y quizá por ello, más real, concreto y contundente. Hay cierto miedo por la verdad. Hay cierta sensación de orfandad que los personajes establecen en su relación con su propia historia y que está marcada en que, si bien son familia, han pasado muchos años separados unos de otros y ya no saben cómo comunicarse, si no es por medio de los sentidos comunes que dan los sobreentendidos o las anécdotas pasajeras del pasado o las cuestiones cotidianas que deben ser resueltas inmediatamente. Y el único momento, aquella memorable narración que el hermano arma para su hermana sobre por qué y en qué circunstancias falleció su padre, queda en entredicho porque no se sabe si es una fabulación más o la verdad. Si es la verdad, la novela se cierra; pero si es una fabulación elaborada por el hermano para solamente tranquilizar a la hermana que ansía saber su verdad para luego escribirla, la novela no cierra, continua, pero en otro espacio: el del lector que podría con las claves que tiene, construir un nuevo relato de los días detenidos de esta familia y su deterioro moral, económico, mental y temporal. 

Y en este sentido, la narrativa de Ruiz Plaza va configurando a la familia como uno de sus temas medulares; como algo que no se entiende, algo que se evita o que se desea. La familia, entonces, como detonante que, para bien o para mal, hace avanzar los días. 



Thursday, May 16, 2019

En memoria de Leopoldo Brizuela


PABLO CINGOLANI

Me acaba de impactar la noticia. Que Leopoldo Brizuela se haya muerto me impacta y duro. Tenemos la misma edad. No es justo que se haya muerto.

Leí sólo dos de sus obras: Inglaterra y Una misma noche.

Inglaterra la amé desde el principio. Novela compleja, erudita, inclasificable. Cuando la leí -¿Cuándo? No sé, hace mucho tiempo, se había ganado un premio-, sentí una empatía muy simple y muy directa con el autor: este tipo siente lo que yo siento, me dije.

Siente el desarraigo, siente los confines, siente que el puto fin del mundo es un lugar y que se puede escribir desde allí, que se puede construir otro mundo –un mundo sensible- desde allí. La literatura sirve para eso, ¿o no?

Inglaterra era una especie de intrépido revival y nueva versión del Mascaró de Conti. Tenía esa misma energía pero era distinta: no era distante, era el fruto de la nueva era, de la nueva literatura argentina post dictadura, post la sangre y la desgracia de la muerte. Era, sin dudas, más electrizante que la Fuegia de Belgrano Rawson y era complementaria, en un mundo sin hostilidades al pedo, de la también magistral La tierra del fuego de Silvia Iparraguirre. En suma: era Brizuela.

En el medio, hubo otra empatía colosal: su traducción de Nueve Noches del brasileño Bernardo Carvalho. Otra obra magna de desarraigos y de confines: otra versión del fin del mundo desde donde poder enviar un mensaje, así sea un S.O.S. Le agradecí siempre en secreto haberlo hecho.

Con Una misma noche, tuve empatías y desconciertos igual de profundos. De hecho, como el protagonista de la novela, yo también me eduqué en un instituto militar en medio de la dictadura de Videla, en medio de esa parte de esa misma noche pero mis experiencias y mis conclusiones sobre la vida y la literatura y todo lo demás también fueron diferentes a las que proponía Leopoldo en su obra. Me hubiera gustado poder discutir todo esto con él. Ya será.

Se ha muerto Brizuela. Me duele como si, de repente, me arrancaran un brazo. Su Inglaterra ha sido siempre algo demasiado inspirador para mí como para que no lamente su partida. Ha muerto Brizuela. Ha muerto un escritor. Ha muerto un creador. Paz en su tumba.

Antaqawa, 14 de mayo de 2019


Wednesday, May 15, 2019

Padre Sperandio, un Don Camillo para todas las estaciones


MAURIZIO BAGATIN

“Fratello ateo, nobilmente pensoso, /alla ricerca di un Dio che non so darti, /attraversiamo insieme il deserto. /Di deserto in deserto andiamo oltre/la foresta delle fedi, /liberi e nudi verso/il Nudo Essere/e là/dove la parola muore/abbia fine il nostro camino”                                            - David Maria Turoldo -

Hablar de los hombres, escribir de ellos y luego encontrarnos con la Historia, la Historia con la mayúscula para todos quienes admitan que no hay Historia sin guerras, sin revoluciones, sin violencia, sin injusticia, sin poder; fue Raymond Queneau quien dijo que la historia es la ciencia de la infelicidad de los hombres

Padre Sperandio, (¿y qué tal si el nombre fuera todo: nuestras vidas, nuestras muertes, nuestros legados?) hizo de la fe esperanza, de la esperanza un camino hacia el hombre… a pie descalzos, sembrando semillas de humanidad, un día león en la selva de los desplazados de la tierra, otro día caminante en la altura donde las papas encuentran sus minerales, se vuelven chuño, carbohidratos, azucares, energía para el ser humano; siempre buscando al hombre, el otro, el pleno, el verdadero, a su imagen y semejanza, lo que por su misma gente fue humillado, ofendido, trapeado, crucificado, muerto. El hombre nuevo que nunca llegó, ilusión de una generación que pronto se perdió; el hombre de los siglos de los siglos, caminante nómada y luego campesino: espada y cruz, Biblia y mercado, tragedia y farsa, ser y no ser, amor y desamor. Siempre poeta.

No pudo la Iglesia, pudo el hombre…admirando la fuerza de la naturaleza, el encanto del infinito creado… reconocer la Historia en un Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela, en la Villa Imperial donde se estrenó el capitalismo, en la figura del pajpaku, perfectamente mimetizada en el extremo y violento paisaje, en la tragedia del neoliberalismo, en el paraíso infernal de nuestras Bolivias… realismo mágico que nunca salió del medioevo y ya se encontró con miles problemas del posmodernismo, niños que pasaron más rápidamente de la desnutrición a la obesidad que de la pobreza a la felicidad… él, que bajó montañas de confín, leñadores y cuidadores de ovejas y cabras un día, luchadores bergamascos aun hoy, pueblos de emigrantes en la fe, con la fe en el progreso del hombre, en el crecimiento, en el sueño way of life Made in Italy, olvidar el fascismo y que haya pan y polenta para todos, justicia, un trabajo digno, paz y mucha salud… tal vez simplemente humanidad.

Años tras años, estaciones que piden otras estaciones, tiempo que recorre otro tiempo, lo del hombre, el tiempo biológico, no la Historia de los patrones, no el tiempo del poder, del rencor, del resentimiento y de la revancha… ahora que te vas y te sinceras contigo mismo, llegaste en primavera para crear veranos, te irás en otoño hacia la primavera de las raíces de tu tierra… al teléfono me confesaste que llegaste con un color del cielo y que te irás con otro: no eres perdedor, sino el Quijote de tu tiempo, cual generación de hombres soñadores y de luchas, nacidos antes de la némesis médica, antes de la desmineralización, del analfabetismo funcional, del “logro” de la estupidez humana. Una Historia la que tú viviste, otra Historia la que otros contarán, al fin siempre se escribirá la historia de la clase dominante, no la de los últimos sobre la tierra. Leí muchas macanas, pésimas crónicas, atroces barbaridades, como dirían los cochalas de otra generación: unos que exigen el Derecho Canónico, otros que difunden como un virus el desarrollo alternativo, en fin todos, o casi todos, pajpaqueando sus ideas, sus voluntades, sin principios y sin responsabilidades… ni ética ni estética. Sin saber aún nada del hombre.

Sumergido en el bochorno de Eterazama, en la puerta de la Amazonía, entre cocaleros, ex mineros y bananeros, con burócratas de Villa Tunari o del arzobispado, mientras el viento andino se acuerda, nostálgico y melancólico, de Melga y un poco más allá de Wakanqi, de todas esta humanidad, tal vez perdida, tal vez nunca catalizada en la memoria de dioses y de hombres, de la naturaleza del creado o de una evolución… tercermundismo y federaciones del trópico, historias de luchas y de mentiras, del eterno gatopardismo del poder, del hombre lobo del hombre…

Hoy que la conciencia del presente es siempre más ausente, hoy que un Don Camilo auténtico se va, es cuando más el hombre - Peppone, el orinoquense al cual le salvó más de una vez la vida, arriesgando la suya, los burócratas de la prostituta de Babilonia - lo necesitamos, el hombre como Jesús, sin el dogma y sin el pecado, el hombre libre y nudo, como en la poesía de Turoldo…
Mayo 2019