Alejandro Dumas
escribió un relato sobre la ejecución de Charlotte Corday la asesina
de Marat (1), en el que escoge a Jacques-Philippe Ledru, el hijo
del mago Comus, como narrador y testigo. Una elección que no es
fortuita. La aparición del género fantástico está íntimamente ligada a la
reaparición de lo irracional, a menudo enmascarado de espíritu científico por
las teorías del mesmerismo, la frenología y el magnetismo animal (2).
Se trata de una
época de radicales transformaciones sociales que suscitan la aparición de
visionarios. La espiritualidad racional de Swedenborg, las
conspiraciones de Cagliostro, el fluido magnético de Mesmer o el iluminismo
gótico de Cazotte renuevan por completo la literatura imaginativa. O el
propio Comus. Con sus ilusiones y ensayos científicos sobre la
electricidad, el magnetismo o la vida después de la muerte excitaba la
curiosidad por el misterio.
Es la época del
triunfo de la razón y de la influencia creciente de la
francmasonería. Tiempos en los que el deísmo británico plantea la
investigación racional libre de los dogmas religiosos, Newton completa la concepción
del universo solar de Copérnico y Kepler, Locke efectúa su crítica
empirista a la metafísica y la magia blanca se convierte en espectáculo,
desprovista de connotaciones sobrenaturales. Pero las experiencias físicas
y químicas, las ilusiones ópticas, el hipnotismo se detienen ante un abismo
donde les aguarda lo irracional. De manera que, simultáneamente, se
popularizan las ciencias ocultas, la magia negra y la cábala. Las
convulsiones de la Revolución estimulan la difusión del iluminismo. Circulan
historias de aparecidos, se anhela la piedra filosofal o el elixir de la
vida, se interroga a los astros, se cree en la bilocación y se otorga un valor
premonitorio a los sueños.
Dumas encarna
este universo agitado a través de Joseph Bálsamo, el protagonista de sus Memorias
de un médico (3). Bálsamo es trasunto literario del
personaje histórico del conde Cagliostro, transformado en un
nigromante cuya vida se ha prolongado a lo largo de tres milenios, bajo
diferentes identidades. Dumas está convencido que escribir sobre historia
es escribir la historia de las mistificaciones. La serie publicada en
folletón, se sucede a lo largo de la Revolución Francesa, de manera paralela
a la historia de los Girondinos de Lamartine o la Historia de la
Revolución de Michelet. Pero Dumas otorga una papel
preponderante a las creencias en lo sobrenatural, a la hipnosis y al
magnetismo animal, Un año después, en 1849, escribe Mil y un fantasmas (4). una
recopilación de cuentos donde lo fantástico se convierte en un intento de
reencantamiento del mundo desencantado por la razón.
Dumas con Miss Menken
Este nuevo libro
se inicia con una introducción epistolar que viene a decir que el autor está
cansado del mundo real y tiene intención de buscar su inspiración a través de
sus rendijas.Desea abrir las puertas del universo a la posibilidad. O
a la imposibilidad, a aquello que entra en pugna con la razón. Aunque
suponga poner patas arriba la visión imperante del mundo. Su
planteamiento de lo fantástico es similar al que haría un mago en un juego de
magia. En parte hipótesis, en parte desafío. Dumas se pregunta por
imposibilidad. de que pueda producirse un fenómeno que escapa a la razón. ¿Es
posible que…? La pregunta es una manera de rebasar los topes impuestos
por el realismo.
El misterio para
Dumas es una luz que tantea la oscuridad. Se puede comprobar en
la pregunta que origina el primero de los siete relatos fantásticos que
constituyen Los mil y un fantasmas. Nada más comenzar el
novelista acude a Fonteney aux Roses con motivo de la apertura
de la temporada de caza. Por la mañana, se cruza con un hombre bañado en
sangre. Acaba de decapitar a su mujer y viene a confesar su crimen al
alcalde del pueblo. Confiesa por temor a lo sobrenatural, no
por qué esté arrepentido. El hombre afirma que la cabeza cortada de
su mujer le habló e incluso le mordió.
¿Creéis Sr. Ledru. - le espeta a bocajarro al alcalde – que
una cabeza puede hablar separada del cuerpo? Dumas escucha la pregunta
que sirve de acicate a la imaginación para adentrarse en territorios
desconocidos. El alcalde Ledru tiene su propia versión. Para
debatirla invita a Dumas a cenar en su casa esa noche. Vive en una mansión
que perteneció a Scarron, un ingenio satírico del XVII que casó con una
huérfana desvalida, casi niña, que se convertiría con el tiempo en una
reina in péctore: Madame de Maintenon, amante de Luis XIV.
En la casa se
conservan algunos recuerdos de ambos. Pero lo que llama la atención de
Dumas es un buró que encierra un gran número de paquetes de diversos tamaños. Cada
uno de ellos guarda una reliquia. Pero no de santos. Reliquias de los
reyes de Francia. Un pulgar de Francisco I, la rótula de Carlos
IX, una costilla de Enrique II, un trozo de cráneo de Luis XIV. ¿De dónde
proceden? El Sr. Ledru asistió a la inhumación de
los reyes de Francia, forzada por la Revolución en el Panteón Real de Saint
Denis. Tuvo el cuidado de reunir un recuerdo de cada uno. Uniendo los
diversos fragmentos podría reconstruir monstruosamente el cadáver de la
monarquía francesa.
El Sr. Ledru
es médico. No es ese el motivo por el que el asesino le ha formulado una
pregunta tan insólita: ¿Puede hablar una cabeza cortada? La
verdadera razón es que el Sr. Ledru, es hijo de Nicolas-Philippe Ledru,
conocido como Comus, prestidigitador y médico de los guillotinados
últimos reyes de Francia.
Esa noche,
durante la cena, Jacques-Philippe Ledru evoca los años en los que su padre
“se ocupaba de la educación de mi hermano y de la mía, iniciándonos en todo
cuanto sabía de ciencias ocultas y en un montón de conocimientos galvánicos,
físicos, magnéticos, que hoy son ya de dominio público, pero que en aquellos
momentos eran secretos, privilegio sólo de unos pocos”. Recuerda cómo,
cuando se desencadena la Revolución, el título de médico de médico del Rey pudo
costarle la cabeza. De hecho fue encarcelado. "Gracias a
algunas amistades que yo tenía en la Montaña – prosigue su hijo- ,
conseguí que lo liberaran".
Entre esas
amistades señala a Danton y a Camille Desmoulins, Ambos murieron en la
guillotina. También afirma conocer a Marat más como médico que como
amigo. Choca que Dumas no haga referencia a la enemistad que debió
enfrentar a ambos hombres y que no era razón baladí para que Jacques-Philippe
Ledru asistiera a la ejecución de su colega. ¿Consideraba Marat a Comus
uno de los impostores que denuncia en su libro Les
charlatans modernes ou Lettres sur le charlatanisme académique (5). En
este libro arremete contra las instituciones académicas. Comus había sido
favorecido por el dictamen de la Facultad de Medicina de París (6). Marat
veía en estas instituciones el último bastión de la monarquía (7).
Al igual que la
ciencia se convirtió en espectáculo a través de las recreaciones científicas,
la revolución fue un imponente espectáculo. Grandes multitudes se congregaban
para abatir a los tiranos, promulgar leyes, movilizar ejércitos y propagar el
terror.
Desde que la
mayor parte de las actividades dependían del público, la espectacularidad
resulta inevitable en la política, las artes escénicas, las artes plásticas, la
ciencia y la tecnología, la interpretación musical, el deporte, la restauración
y, por supuesto, la literatura. No se ha reparado suficientemente que el
modelo o pauta para esta transformación lo proporcionan los espectáculos de
magia. La vida se adapta al bulevar, tal vez porque previamente el bulevar
se había adaptado a la vida.
Todo se convierte
en un espectáculo. Una ejecución también. Al igual que Comus, Dumas
conocía el secreto de transmutar en espectacular el más mínimo detalle, incluso
la tediosa espera, bajo el calor. “Desde las dos del mediodía había
ocupado un sitio cerca de la estatua de la Libertad. Era un día caluroso
de julio; el tiempo estaba pesado, el cielo nublado y amenazaba tormenta. A
las cuatro la tormenta se desencadenó; según dicen, fue en el instante preciso
en el que Charlotte subió a la carreta. Habían ido a buscarla a la
cárcel en el momento en que un joven pintor estaba haciendo su retrato”.
No hay tiempo
para retratos. Aunque las investigaciones que originarán la fotografía son
simultáneas a la Revolución, el retrato fotográfico aún no es posible más
que a través de las palabras. “La muerte celosa parecía desear que nada
sobreviviera a la joven, ni siquiera su imagen. La cabeza estaba esbozada
ya sobre el lienzo y, ¡cosa extraña!, cuando el verdugo entró, el pintor estaba
pintando justamente la parte del cuello que la cuchilla de la guillotina iba a
cortar.”
La electricidad
aliada a las fantasmagorías habían desarrollado una atracción especial por los
efectos luminosos y Dumas describe una tormenta impresionante mientras se
acerca la carreta con la condenada a muerte. "Los relámpagos
brillaban, la lluvia caía, los truenos sonaban; pero nada había podido
dispersar al populacho curioso; los muelles, los puentes, las plazas estaban
atiborrados; los ruidos de la tierra cubrían casi los ruidos del cielo. Las
mujeres, conocidas con el nombre enérgico de «golosas de guillotina», la
perseguían lanzándole maldiciones. Oí esos rugidos aproximarse a mí como
se oye el rumor de una catarata. Mucho tiempo antes de que pudiera verse
nada, el gentío se agitó; finalmente, y como un navío fatal, apareció la
carreta abriéndose paso entre la muchedumbre, y pude ver a la condenada, que yo
no conocía, que no había visto nunca.”
Hasta aquí la narración
tiene un tono realista. Es un viaje a través del tiempo, para reconstruir
un momento histórico. Las sensaciones dominantes son la veracidad y la
angustia que crean una atmósfera propicia para la aparición de fenómenos
extraordinarios.
"Era una
bella joven de veintisiete años, con unos ojos magníficos, una nariz de forma
perfecta y unos labios de suprema regularidad. Se mantenía de pie, con la cabeza
erguida, no tanto para parecer dominar al gentío, sino porque al llevar las
manos atadas a la espalda se veía obligada a mantener en alto la cabeza. Había
dejado de llover; pero como había soportado la lluvia durante las tres
cuartas partes del trayecto, el agua que había caído sobre ella dibujaba sobre
la lana húmeda los contornos de un cuerpo encantador; se habría dicho que
salía del baño. La camisa roja que el verdugo le había puesto, le daba un
aspecto extraño, un esplendor siniestro, a aquella cabeza altiva y enérgica. En
el momento en que llegaba a la plaza, dejó de llover, y un rayo de sol,
deslizándose entre dos nubes, vino a juguetear con sus cabellos que hizo
brillar como una aureola. Realmente, les juro que aunque hubiera
detrás de aquella joven un asesinato, acción terrible incluso cuando venga a la
humanidad, aunque yo detestase aquel crimen, no habría sabido decir si lo que
estaba contemplando era una apoteosis o un suplicio. Cuando vio el cadalso,
palideció; la palidez fue más visible sobre todo a causa del contraste con la
camisa roja, que le llegaba hasta el cuello; pero casi al instante hizo un
esfuerzo, y terminó por girarse hacia el cadalso que miró sonriendo”.
La carreta
completa su fantástico viaje hacia la muerte. En el patíbulo lo real
y lo fantástico se contagian. El drama de la ejecución resume todos los
géneros en un único espectáculo. En las palabras percibimos la puesta
en escena, la concepción escénica, los decorados, el atrezo, el
vestuario, la iluminación, los efectos especiales y hasta el maquillaje.
"La
carreta se detuvo; Charlotte saltó al suelo sin querer permitir que le ayudaran
a bajar, luego subió los escalones del cadalso, resbaladizos a causa de la
lluvia que acababa de caer, tan rápido como le permitieron la longitud de
la camisa que le arrastraba, y la molestia de las manos atadas. Al sentir
la mano del ejecutor posarse en un hombro para arrancarle el pañuelo que le
cubría el cuello, palideció por segunda vez pero, al instante, una última
sonrisa vino a desmentir aquella palidez, y ella misma, sin que nadie la atara
a la infame guillotina, con un impulso sublime y casi gozoso, introdujo la
cabeza por la horrenda abertura”.
Imaginemos, por
un momento, que Dumas está describiendo un juego de magia. El juego de las
decapitaciones es de los más antiguos dentro del repertorio de los magos. A
partir de la Revolución, los magos utilizaron un aparato semejante a la
guillotina. ¿Quién no ha percibido la tensión casi insoportable que
provoca este efecto? La guillotina se identifica con el imaginario del terror,
aunque no deja de ser un instrumento de civilización a la hora de imponer el
igualitarismo. Una por una, las mismas palabras que emplea Dumas para describir
la ejecución de Charlotte Corday servirían para describir idéntico efecto en un
escenario.
“La cuchilla
bajó, la cabeza separada del tronco cayó sobre la plataforma y rebotó”.
El efecto que da
forma al anhelo de dominar la muerte, se ha realizado con múltiples
variantes.En la Edad Media no existía la guillotina. Se empleaba el hacha,
la espada o el cuchillo. Reginald Scott reveló en 1584, el
procedimiento empleado para realizar un juego denominado Head on a
plate, una decapitación (8) en la que la cabeza cortada se mostraba sobre
un plato junto al cuerpo descabezado. Precisamente Scott publicó
su libro para evitar que las cabezas de los magos acabaran en el plato,
condenados por brujería.
Pero el juego es
realmente muy antiguo. Se describe en el papiro de Berlín 3033, conocido
como papiro Wescart, escrito entre 1650 a. C y 1540 a.C. A
oídos del faraón Keops llegan las proezas de un mago plebeyo,
llamado Dedi. Se dice que es capaz de restituir las cabezas a los cuerpos
decapitados. Keops le hace llamar y le ofrece a uno de sus prisioneros
para que le corte la cabeza. El mago le responde que tal cosa no se ha de
hacer con los semejantes. En su lugar le traen un ganso decapitado. Dedi
sitúa el cuerpo en un extremo de la estancia. Y la cabeza en el extremo
opuesto. Pronuncia un conjuro y el cuerpo y la cabeza se elevan en el
aire, aletean, se aproximan y se funden de nuevo. El ganso
recompuesto cacarea. Dedi repite el efecto con un ave de corral y con un
buey.
Como hemos podido
apreciar, los animales fueron sustituidos por seres humanos. Cuando
la guillotina se impuso en las ejecuciones públicas, también se impuso en los
escenarios. Aunque algunos siguieron practicando métodos tradicionales. El
mago italiano Benevol, hacha en ristre, realizaba una versión truculenta en los
años veinte del siglo pasado. Naturalmente nunca le vi. Tuve noticia de esta
decapitación espeluznante a través de la Histoire de la
prestidigitation de Max Dif que reproducía carteles y fotos. Y a
juzgar por ellos debía de ser muy efectiva. Yo tenía poco más de veinte años. No
he podido olvidarlos. Me basta evocar aquellas imágenes para sentir un
cosquilleo desagradable en el cuello.
Cabeza de
hombre servida en un plato, ca. 1900. William Robert Bowles (1861–1918 Hopkinsville, Kentucky)
En los últimos
cincuenta años los magos han sustituido el aparatoso artefacto de la
guillotina por una versión más manejable sin que desaparezca la tensión
que provoca el temor secular. Es difícil no ponerse en el lugar del
voluntario sobre cuyo cuello se desploma una afilada cuchilla.
Volviendo al
cuento de Dumas, hay un aspecto en las ejecuciones que excitaba la imaginación
de la época. Dumas no lo pasa por alto. La cabeza una vez cortada
parecía seguir viva y enfrentaba a la medicina de la época, tan influida por el
magnetismo, a un serio desafío.
“Fue entonces– prosigue Ledru - cuando
uno de los ayudantes del verdugo llamado Legros, agarró la cabeza por los
cabellos y como vil adulación al populacho, le dio una bofetada. ¡Pues
bien! les juro que al recibir la bofetada la cabeza enrojeció; yo lo vi, la
cabeza, no la mejilla ¿me oyen bien? no sólo la mejilla que había sido tocada,
sino las dos mejillas y con un rubor similar, pues el sentimiento vivía aún en
aquella cabeza, y se sentía indignada por haber sufrido un oprobio que no
figuraba en la sentencia. El pueblo también se percató del rubor y se puso
de parte de la muerta y en contra del vivo, a favor de la ajusticiada y contra
el ayudante del verdugo. Y, allí mismo, exigió venganza de esta
indignidad, y allí mismo el miserable fue entregado a los gendarmes y conducido
a la cárcel."
El rubor de la
muerta es percibido por el pueblo como si se tratara de un fuego. El gusto
por estos pequeños detalles, que hacen girar la historia 180 grados, apuntala
la reputación de Dumas como narrador de historias.
-Espere- dijo
el señor Ledru, al ver que el doctor quería hablar-, espere, eso no fue todo. Yo
quería saber qué sentimiento había impulsado a aquel hombre al acto infame que
había cometido. Me informé acerca del lugar en el que se encontraba;
pedí permiso para visitarlo en la Abbaye, donde había sido encerrado, lo obtuve
y fui a verlo.
"Una
sentencia del tribunal revolucionario acababa de condenarlo a tres meses de
prisión. No comprendía que lo hubieran condenado por una cosa tan
natural como lo que había hecho. Yo le pregunté qué había podido
impulsarlo a cometer aquella acción."
-¡Caramba! -dijo- ¡Qué pregunta! Yo soy partidario de Marat; acababa de castigarla por cuenta de la ley, y quise castigarla también por cuenta propia.
-Pero -le
dije- ¿usted no comprende que es casi delito violar el respeto que se le
debe a los muertos?
-¡Venga, pues!
-me dijo Legros mirándome fijamente- ¿usted cree que están muertos porque se
les ha guillotinado?
-Por supuesto.
Al llegar a este
punto, pensé que Dumas nos había conducido a nosotros, sus lectores, a donde
pretendía llevarnos: a lo sobrenatural.
-¡Ah, pues! se
nota que usted no ve la cesta cuando están todos juntos; que no los ve mover
los ojos, chirriar los dientes durante cinco minutos después de la ejecución. Nos
vemos obligados a cambiar de cesta cada tres meses, hasta tal punto destrozan
el fondo con los dientes. Es un montón de cabezas de aristócratas, ¿sabe?
que no quieren decidirse a morir, y no me extrañaría nada que un día alguna de
esas cabezas se pusiera a gritar: «¡Viva el rey!».Ya sabía todo lo que quería saber; salí
obsesionado por una idea: la de que esas cabezas estaban aún vivas, y decidí
confirmarla.
Pero al intentar
hacer lo mismo que el narrador de la historia, descubrí que lo que en tiempos de
Dumas era algo sobrenatural ya no lo era. Lo que, entonces, parecía
situarse fuera de las leyes de la naturaleza y el universo observable, en
nuestro días era una verdad científica.
Albert Camus (9) escribió
un impresionante alegato contra la guillotina en el que ofrece testimonios
tanto más escalofriantes, cuanto que su inventor, el risueño doctor Guillotín
consideraba que el condenado no debía sentir nada. Todo lo más: Un ligero
frescor en el cuello”. Uno de esos testimonios pertenece a una conferencia
impartida por de los doctores Piedelièvre y Fournier en 1956, en la
Academia de Medicina,
“En la cabeza
decapitada, los ojos permanecen inmóviles, con las pupilas dilatadas. Afortunadamente
no ven y no presentan anomalías ni opalescencia cadavérica. Ya no se
mueven. Su transparencia es viva, pero su fijeza es mortal. Esta
situación puede prolongarse varios minutos, incluso horas en los individuos
sanos. La muerte no es inmediata. Los elementos vitales sobreviven a
la decapitación. La única impresión que extrae el médico de esta horrible
experiencia es una vivisección homicida seguida de un funeral prematuro”.
Albert Camus
convierte este pavoroso informe médico en un alegato contundente contra la pena
de muerte. Añade otros testimonios igualmente espeluznantes: El ayudante de un
verdugo declara: “A quien ponemos bajo la cuchilla es a un loco, presa de
una verdadera crisis de delirium tremens. La cabeza muere en seguida. Pero
el cuerpo salta literalmente en el cesto, agita las cuerdas. Veinte
minutos después, en el cementerio todavía tiene estremecimientos”. El
capellán de la prisión de la Santé, el Padre Devoyod, menciona
a un condenado cuya cabeza decapitada respondía a su nombre.
Tras palidecer
ante tan aterradoras revelaciones, volvamos a la magia. En su sentido más
profundo, el planteamiento de los magos en este juego es también un alegato
contra la pena de muerte. La cuchilla de su guillotina traspasa el cuello
de una persona sin dañarlo. El efecto consiste en devolver a la vida, a
través del juego de las decapitaciones o de las cabezas cortadas, lo que la
muerte le ha arrebatado. Una de las más bellas versiones, la realizaba
Kellar con su propia cabeza. Se desprendía de su cuerpo, flotaba sobre el
escenario y regresaba a posarse de nuevo sobre los hombros del mago.
NOTAS
1. Alexandre
Dumas: Los mil y un fantasmas, Madrid, Edaf, 2003
2. Así lo
constata Pierre-Georges Castex,en Le Conte fantastique
en France : de Nodier à Maupassant; Paris : José Corti, 1987.
3 . Alexandre
Dumas: Joseph Balsamo. Memorias de un médico. 2 vols. Barcelona
: Alba Editorial. 2005.
4. Alexandre
Dumas: Los mil y un fantasmas, Madrid : Edaf, 2003
5. Jean Paul
Marat: Les charlatans modernes ou Lettres sur le charlatanisme
Académique, Paris,: imp. de Marat, 1791.
6. Commentaires de la Faculté de médecine de
Paris, 1777 à 1786. Tome
2, introduction, notes et tables / publié sous les auspices du Conseil de
l'Université, [s.n.] , Paris, 1903.http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k108029g.r=commentaires+de+la+Facult%C3%A9+de+m%C3%A9decine+de+Paris%2C+1777+%C3%A0+1786+Tome+2%2C+.langES
7. Christophe
Germier: Sociabilité savante et transmission de savoirs dans Eloges des
académiciens de l’Académie royale des sciences par le Marquis de Condorcet,
Grenoble 2 - UFR Sciences Humaines, Jeudi 23 Février 2012,
8. Reginald Scot: The discoverie of
witchcraft, London, 1584
http://www.conjuror.com/archives/discoverie/docs/Discoverie_of_Witchcraft_(contemporary_English).pdf
9 Papiro
Wescart
!0. Albert Camus, Réflexions
sur la guillotine , 1957. Hay edición española en Albert Camus
& Arthur Koestler: Reflexions sobre la pena capital, Madrid :
Capitán Swing, 2011
__
De http://www.ramonmayrata.com/,
22/12/2012
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