JOHN CARLIN
Ocurrió lo impensable. Visto desde el resto de planeta tierra, los estadounidenses han sucumbido al suicidio político colectivo.
Ocurrió lo impensable. Visto desde el resto de planeta tierra, los estadounidenses han sucumbido al suicidio político colectivo.
Estaban ahí en lo
alto de Trump Tower mirando para abajo, contemplando tirarse. Oyeron
a los que les rogaban que no lo hicieran pero no les hicieron caso. La locura
se impuso a la razón. Se dio el salto al vacío. El delirio se ha hecho
realidad.
El resultado de
las elecciones presidenciales en Estados Unidos según Steve Bell/The Guardian, 9 de noviembre de 2016
Trump en el ala
oeste de la Casa Blanca será, en el mejor de los casos, un Cantinflas
interpretando el papel de Calígula en una versión moderna del declive y caída
del imperio. En el peor, representa una amenaza para la estabilidad mundial.
Antes incluso del
resultado electoral, ante la mera posibilidad de que el bufonesco magnate
neoyorquino pudiese ganar las elecciones, el resto del mundo miraba
Estados Unidos con una mezcla de risa y pavor. Una historia en The
New York Times del lunes contaba que el régimen iraní había roto con
su tradición de censura y permitido transmitir en directo en la televisión
estatal los debates entre Trump y Hillary Clinton durante la campaña electoral.
El Gran Satanás, calculaba, se ridiculizaba solo.
A la misma
conclusión habrán llegado hoy los políticos y demás habitantes de la mayoría de
los países del mundo. Pero pocos ahora se van a reír. En Estados Unidos buena
parte de la nación llorará: entre ellos muchos de los que tienen un nivel
educativo más alto de la media, de los que saben distinguir entre los hechos y
las mentiras, de los que se interesan por lo que ocurre fuera de sus
fronteras, sin excluir a varios altos mandos del partido
republicano que Trump en teoría representa. El desconsuelo será tremendo;
la división dentro del país, abismal; la herida social que se ha abierto,
imposible de cicatrizar a corto plazo.
La victoria de
Trump es, entre otros horrores, una victoria para la supremacía blanca. Se
sentirán incómodos o vulnerables en su país los negros, los hispanos y los
musulmanes.
Los analfabetos
políticos que votaron a Trump han caído en lo que la historia juzgará como un
acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio país y, aunque pocos de
ellos lo entenderán, hacia el mundo entero. Que una nación tan próspera con una
democracia tan antigua haya cometido semejante disparate pone en cuestión como
nunca la noción sagrada en Occidente de que la democracia representativa es el
modelo de gobierno a seguir para la humanidad.
Con la victoria
de Trump nos encontramos de repente sin brújula en tierra desconocida. El
electorado estadounidense ha preferido un narcisista ignorante, vulgar, racista
y descontrolado como presidente a una mujer seria, inteligente y capaz como
Clinton. Ha puesto a un loco a cargo del manicomio: lo cual daría risa si uno
no se parara a pensar que el manicomio en cuestión es la potencia nuclear
número uno del mundo. (EL PAÍS)
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De DE OTROS
MUNDOS (blog de Triunfo Arciniegas), 09/11/2016
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