En esas estamos,
con muertos a vueltas; con muertos, memorias y honras fúnebres. Tus muertos a
los altares, los míos al chirrión. Los tuyos reciben los homenajes, los míos o
los de aquel otro, el abucheo, el insulto feroz post mórtem, la calumnia
rebuscada.
Muere Rita
Barberá y lo hace el poeta Marcos Ana, y muere Fidel Castro y, cuando escribo
estas líneas, me digo que no voy a leer ni elogios ni linchamientos. Tal vez
por eso he cancelado mi cuenta de Twitter, porque me parece un pozo de
infamias, ponzoña pura, un despliegue de mentiras y celebraciones de
descabellos... y lo mío también, claro, para otros, escriba lo que escriba.
A Marcos Ana, la
izquierda le celebra su militancia política, su poesía y el haber pasado 23
años en las cárceles franquistas. La extrema derecha por su parte le tacha de
asesino, echando mano de la campaña infame que montó el demócrata Fraga
Iribarren contra él, en base a unos juicios militares que deberían haber sido
anulados hace tiempo, con la ley de Memoria Histórica en la mano. No importa
que recientes investigaciones hayan desmentido las acusaciones contra Marcos
Ana. No importa que se sepa cómo se desarrollaron las instrucciones y vistas de
los juicios sumarísimos militares... lean a Ángel María de Lera, que padeció
uno. Aquí de lo que se trata es de apropiarse del relato de la historia y del
presente, de imponer versiones oficiales que se tragan como artículos de fe o
como munición de brigada del amanecer. Nos separa la historia, cada vez más, y
nos separa lo que vamos viviendo a diario: los banderines de enganche abren las
24 horas y no dan abasto. Olvidos, perdones, paces, ceremonias
patriótico-religiosas, otras tantas filfas que enmascaran las ganas de
descabello, de que el enemigo viva acogotado, muriendo al palo de por vida, en
abjuración permanente: nada se paga, todo se cobra, basta vencer y tener la
fuerza de mano.
De pronto unos se
acuerdan de que cuando falleció Labordeta, que sí era diputado, y en dos
legislaturas, no recibió el minuto de silencio que han querido imponer ahora.
¿Hubo minuto de silencio por Juan María Bandrés? Al Partido Popular le ha
venido providencial la muerte de Barberá porque de esa manera no va ser juzgada
ni imputada ni acusada ni va a poder testificar sobre nada de lo relacionado
con la corrupción del PP, que es mucho.
Pobre de ti si no
guardas el minuto de silencio que yo te exijo... porque de eso se trata, de
exigencias políticas, de convenciones sociales que lo son, de hipocresía al
cabo ¿Por qué vas a mostrar la mínima condolencia pública y política por quien
es tu enemigo? ¿Por qué con quien no honraría a tus muertos o a otros muertos
que no fueran los de su bando? Calla, pero eso no basta. Tengo algo muy claro:
al Congreso de los Diputados se va a legislar, no a montar mojigangas políticas
de rasgo por completo sectario en beneficio de quien las propone; y encima con
voluntad de absolver pifias de gobierno, con el aplauso del partido en
entredicho y de todos sus acólitos, que son muchos ya, en este país cainita en
el que se exige lo que tú no estás en modo alguno dispuesto a conceder. ¿Acusar
a la prensa de linchamiento cuando son ellos mismos quienes de manera
inequívoca la defenestraron para salvar su pellejo electoral? Eso es de
granujas.
Estas últimas
semanas se ha desatado una ferocidad inusitada que no estaba dormida, sino
agazapada, un patriotismo barato, y unas ganas de llevar a quien se opone y
disiente a morir al palo. No hace falta asomarse al pozo negro de las redes
sociales, con recorrer los titulares de prensa y las faenas taurinas de los columnistas
basta: la mentira ha estado servida a diario y con ella la manipulación del
público que a oído lo que quería oír. Me temo que toda reconciliación es ya
imposible. Puede silenciarse el encono por la fuerza o por la ley, retorcida y
hecha abuso y no fuente del derecho, como vemos a diario, pero no puede
imponerse la convivencia de igual a igual. Esta nuestra es la historia del
agravio que no cesa y del sometimiento, más que de la convivencia basada en un
concierto que no sea el de vencedor y vencido, represor y sometido. La remisión
a la ley es un truco. Llega un momento en que el esquinamiento es más fuerte
que la cordialidad y la empatía, y hasta te resulta por completo imposible
apoyar a quien lo hiciste en el pasado. No te fías. El individualismo es un
veneno que corre en este tiempo de todos contra todos y sálvese quien pueda,
pero sobre todo del que no está conmigo está contra mí, único fundamento ya
real del nosotros. Caín anda suelto, pero todos somos Abel, los
justos...
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 27/11/2016
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