Monday, December 3, 2012

Lucio V. Mansilla, historia de un manuscrito encontrado en un desván

Una entrevista a la investigadora y escritora maría rosa lojo

Por Mónica López Ocón


 Desmontar el desván de una vieja casa familiar puede deparar sorpresas insospechadas. El desván de la casa de la bisnieta de Lucio V. Mansilla lo confirma. Allí se encontró un texto de su bisabuelo que se creía definitivamente perdido. Se trata del diario de un viaje a Oriente que el autor de Una excursión a los indios ranqueles realizó siendo casi un adolescente. María Rosa Lojo, reconocida investigadora y escritora, fascinada desde siempre por la figura de Lucio V. Mansilla, fue la responsable de la edición crítica de este hallazgo: Diario de viaje a Oriente (1850-1851) y otras crónicas del viaje oriental publicado por Corregidor. 
En Lojo el rigor propio de la investigación va unido a la pasión literaria y esta conjunción la lleva a expresarse en diferentes registros. La figura de Mansilla la deslumbró desde chica y ha sido consecuente con ella tanto en sus investigaciones como en su ficción. Cálida, cordial y siempre dispuesta al asombro, una cualidad propia de quienes sienten una intensa curiosidad por el mundo –una curiosidad que puede encontrarse en el propio Mansilla–, Lojo recibió a Tiempo Argentino en su casa, es decir en el escenario mismo de su escritura.
  
–Tu último trabajo crítico nace del descubrimiento de un texto inédito de Lucio V. Mansilla. ¿Cómo se produjo ese hallazgo?
–En un desván se encontraron dos cuadernos, uno de escritura horizontal o apaisada y otro de escritura vertical. Esto fue en la casa de la bisnieta de Lucio Mansilla. Sus tataranietos son los tres hermanos Bollaert. Uno de ellos, Luis Bollaert, se interesa en particular por la historia argentina y por la historia de la familia. Siempre estuvo atento a la posibilidad de que aparecieran manuscritos de su antepasado. Cuando falleció su madre y desmontaron la casa, se encontró este diario que Lucio Mansilla había mencionado, por ejemplo, en Recuerdos de Egipto, pero se consideraba extraviado. 
-–¿Cuánto hace que apareció?
–Hace unos seis años. Yo ya había trabajado sobre Mansilla no sólo como investigadora y como académica, sino que me había interesado como escritora. Tengo una novela dedicada a él, que es La pasión de los nómades. Se publicó en 1994, después la reeditó la editorial Sudamericana. A Luis le había gustado mucho el libro y nos mantuvimos en contacto desde entonces. Por eso, cuando apareció el manuscrito, lo primero que hizo fue preguntarme si tenía valor, si valía la pena publicarlo y si nos interesaría hacerlo. Yo ya estaba con mi equipo de investigación en un proyecto de edición crítica que era Lucía Miranda de Eduarda Mansilla, la hermana de Lucio. Nos pareció fantástico y decidimos integrar el material a un proyecto de investigación más grande y nos presentamos a concurso en lo que se llama Proyecto de Investigación Plurianual del CONICET. Ganamos ese concurso para realizar las ediciones críticas de los Mansilla. El proyecto se llamaba Los hermanos Mansilla: edición y crítica de textos inéditos u olvidados. En el caso de Eduarda eran textos olvidados. Sabemos que hay material inédito de ella pero, desgraciadamente hasta hoy no ha aparecido, no tuvimos la dicha de encontrarlo. En el caso de Lucio, en cambio, podíamos aportar un inédito que es este diario. El proceso fue laboriosísimo y quiero mencionar especialmente a mi equipo de investigación que es un equipo femenino integrado por Marina Guidotti (asistente de dirección), María Laura Pérez Gras y Victoria Cohen Imach. Hubo un aporte muy interesante de Elizabeth Rigatuso que se es una lingüista especializada en fórmulas de tratamiento, en fórmulas de cortesía. En este sentido, el diario encontrado de Mansilla es una mina de oro por la forma en que se dirige al padre y a la madre, por la manera en que habla de la familia. A través de textos como estos se puede trazar una verdadera historia de la sensibilidad en la Argentina. El diario, además, tiene una escritura muy espontánea porque no está pensado para ser publicado, aunque sí está pensado para un lector que es el padre de Mansilla. Esto tiene que ver con los complicados motivos por los cuales viaja. Él explicó esto en una causerie bastante extensa que desplegó en varias entregas llamada Por qué. Allí dice que su padre estaba muy preocupado por las lecturas inconvenientes que él hacía, pero creo que en realidad el padre estaba preocupado porque no sabía qué hacer con Lucio que era un muchacho lleno de inquietudes pero bastante inclasificable que, además, se metía en amores inconvenientes. Se había enamorado de una jovencita francesa que confeccionaba sombreros, una relación que a su familia que pertenecía a la clase alta de Buenos Aires, por supuesto, no le hacía ninguna gracia. Se pensaban fugar juntos a Montevideo, pero la familia los detuvo. Después de esto hubo bastante malestar hacia la conducta de este hijo mayor tan difícil de manejar. El padre lo mandó a un saladero de la familia para ver si sentaba cabeza y hacía algo útil. Pero allí lo encontró leyendo El contrato social de Rousseau. Estas dos razones seguramente fueron importantes para que Lucio Norberto, el general Mansilla, el héroe de la Vuelta de Obligado, decidiera mandarlo al Oriente para ver si adquiría formación, si se hacía un hombre de mundo, o si eventualmente podía volverse un comerciante como su tío Adolfo Mansilla.
–Lucio era casi un adolescente.
–Sí, tenía 18 años, pero hay que pensar que en el mundo en que él vivió, las chicas, ni bien menstruaban, eran consideradas mujeres casaderas. Los chicos a los 14 o 15 años eran aptos para ir a la guerra. 
–Además, la gente moría más joven de lo que muere hoy.
–Sí, si bien había algunos longevos, como el propio Lucio, que murió cuando tenía más de 80 años. Nació en 1831 y murió en 1913, así que tuvo una vida bastante larga. Creo que en esa época el que no moría joven resistía todo siempre que no muriera en algún duelo. Lucio tuvo 17 duelos. Además, fue militar, estuvo en la Guerra de la Triple Alianza, en diversas acciones.
–Era sobrino de Rosas y terminó apoyando la candidatura presidencial de Sarmiento. ¿Fue un hombre cambiante y hasta contradictorio en sus posiciones?
–Así es. Tenía una gran ambición política y en la carrera política no le fue como hubiera deseado. No tenía un perfil de prócer de la Nación. Lo que dejó de valioso fue una obra literaria muy importante. 
–En el prólogo del diario decís que en él se encuentra algo así como el antecedente o la matriz de una mirada respecto de lo "Otro" que va a desplegar luego en Una excursión a los indios ranqueles.
– Sí, creo que eso es lo más interesante de este manuscrito. Cuando lo mandan a Calcuta, él ni siquiera conocía Montevideo. El viaje era realmente un shock porque él era un chico mimado de la alta sociedad acostumbrado a estar muy cómodo en Buenos Aires. Era, además, el sobrino del hombre más poderoso de la Argentina, el hijo de la mujer más bella de su época, como se decía que era Agustina Rosas, y del general Norberto Mansilla. Es decir, era una especie de príncipe en la sociedad argentina de su tiempo. Lo mandan de viaje con dinero, eso sí, pero lo mandan solo a arreglárselas en un mundo extraño.
–Además, en esa época todo quedaba más lejos, aunque las dimensiones del mundo fueran las mismas porque las posibilidades de comunicación eran muy restringidas. 
–Sí, desde la óptica de hoy casi cuesta entenderlo. Él se queja muchas veces en el diario de nostalgia, de que extraña a su familia. Luego de estar en Calcuta sigue viaje hacia otro punto y dice textualmente: "Febrero 21 de 1851. Hoy a las 12 del día avistamos el vapor que traía la mala –la mala es el correo– de Suez para Calcuta. En un cuarto de hora estuvo a nuestro lado. Enviaron un bote con algunas cartas y periódicos y tuvimos un rato agradable pues la agitación era general. Sin duda alguna, de todos los pasajeros el más infeliz era yo. Quizás en ese vapor que sólo estaba a algunos pasos de mí habían cartas de mi familia de la que nada sé hace muy cerca de seis meses. Hubiera dado el objeto más caro y más necesario que en ese momento tuviera por haber podido abrir la valija." Y aquí también hay una cita muy interesante de febrero 19 en la que Lucio se refiere a una conversación que ha tenido con un inglés que está en el mismo barco que él: "Hoy he tenido con un inglés una conversación muy interesante respecto a mi país. Tienen de él la más pobre idea. Creen que somos salvajes y se sorprenden cuando me oyen hablar francés y que digo lo he aprendido en Buenos Aires." Esto ya le había pasado en Calcuta donde la clase alta estaba formada por ingleses y algunos otros europeos. Esa clase lo recibe pero con bastante frialdad. Es uno más entre la cantidad de comerciantes y de extranjeros que están por ahí. Lo invitan a un baile, por ejemplo, pero en ese baile el anfitrión no le presenta prácticamente a nadie, descubre que los ingleses no devuelven las visitas. También se refiere luego a la vida de las clases bajas cuyos integrantes son prácticamente esclavos: "La última clase es muy pobre. Los europeos la hacen trabajar como animales y con lo que muchos de ellos ganan diariamente en mi tierra, donde puede decirse prácticamente no hay indigencia, un pobre no podría comprar ni un pan. Un sirviente gana mensualmente tres duros." No sé si Lucio, siendo de clase alta, no idealiza demasiado la vida de los pobres en la Argentina, pero evidentemente la de los indios de Calcuta le choca. Lo más interesante es que él ya no es el centro del mundo ni mucho menos. Si bien tiene dinero, allí es un ser exótico.
–¿Pudiste tener los originales del diario en tus manos?
– Sí, tuve el manuscrito en mis manos y Marina Guidotti y María Laura Pérez Gras fueron quienes trabajaron especialmente en el descifrado del manuscrito. Hubo muchas sesiones de fotografía. Pero aun con las fotos en nuestro poder, hubo un gran esfuerzo de descifrado in situ porque a veces las fotos no eran lo suficientemente claras y había que volver. Había partes escritas en lápiz y otras en tinta muy aclarada por el paso del tiempo y el papel estaba en un estado dudoso de conservación.
–¿Habías tenido entre tus manos otros originales de Mansilla?
–Sólo cartas y tarjetas de visita. Una tarjeta me la regaló una historiadora que falleció, Pequeña Monner Sans, y la tengo en mi escritorio bajo un vidrio. Esta es la primera vez que tuve el privilegio de tener en mis manos un manuscrito entero.
–¿Qué sentiste?
–Es muy fuerte el contacto con la huella material de la persona viva, que es una prolongación del ser. Es lo más parecido a un encuentro personal que uno puede tener. Por eso hoy siguen siendo tan valiosas las firmas de los escritores para los que son lectores apasionados, porque aunque el escritor muera va a quedar siempre una huella insustituible, personalísima. Fue una experiencia importante especialmente para mí, porque me interesó tanto la figura de Mansilla como para dedicarle una novela. Es uno de los grandes personajes de la historia intelectual y literaria argentina. Sin este viaje difícilmente hubiera podido tener una mirada sobre los "Otros" de la Argentina, nuestros "exóticos" ranqueles. Por supuesto que digo "exóticos" irónicamente porque en realidad eran los originarios, pero la cultura criolla los veía como exóticos. Creo que Lucio no hubiera podido tener esa mirada de no haber sido él mismo un "Otro" en el otro lado del mundo.
–Inaugura una manera de mirar.
–Sí, es una manera de mirar, aunque todavía es un muchacho al que le falta todo por aprender, un muchacho que todavía es muy fresco y muy ingenuo, incluso algunas veces muy encantador. En definitiva es un chico. Tiene 18 años, está en un barco lleno de ingleses, recién está aprendiendo el inglés, se pasa el día leyendo, estudiando, tratando de sobrellevar el mareo, el malestar, la soledad. Es interesante ver cómo va creciendo en ese viaje. Finalmente, comienza a ocuparse menos de sí mismo y a interesarse más por el mundo. Se queja de no haber viajado con la suficiente preparación para interpretar lo que ve, pero para mí esa insuficiencia en realidad también es una riqueza, porque le permite tener una mirada bastante libre de prejuicios sobre ese mundo extranjero. 
–¿Por qué creés que siempre te sentiste atraída por su figura?
–Me crucé con él cuando yo también era muy chica. Tenía 14 años. Creo que fue el primer autor argentino que leí fuera de la escuela. En mi casa, si bien había bastantes libros porque mi madre era muy lectora, no había libros argentinos porque mis padres eran españoles exiliados de la posguerra civil. No conocían mucho de la historia y de la cultura argentinas. Vinieron aquí porque mi padre tenía hermanos que habían nacido en la Argentina en una inmigración anterior de la familia, una historia de mis abuelos gallegos que yo conté en una novela. Luego los abuelos volvieron a Galicia con dos hijos argentinos y eso les sirvió mucho cuando fueron políticamente perseguidos. A los 14, como te dije, mi papá me trajo una pequeña biblioteca de clásicos argentinos, la Biblioteca Jackson en miniatura. Ahí leí por primera vez una de las causeries de Mansilla, Los siete platos de arroz con leche. Me pareció alucinante porque eso no se daba en la escuela. Allí Rosas, un personaje enigmático, le lee páginas y páginas a su sobrino Lucio que, justamente, acaba de llegar de su viaje a Oriente. También aparece Manuelita, que es la que le trae los platos de arroz con leche porque Lucio está hipnotizado como una serpiente ante un encantador. Me di cuenta años después de que esa escena me había quedado fijada y se había convertido en la matriz de mi propia ficción. «


Eduarda mansilla y el precio de ser mujer 


–Respecto de Lucio Eduarda está en un segundo plano. ¿Esto tiene que ver con la calidad de su producción o con su condición de mujer?
–Tiene que ver con el género. La producción de Eduarda es notable, ambiciosa y compleja. Es muy diferente de la de Lucio, si bien ambos coinciden en determinados enfoques de la realidad argentina. Ambos son excéntricos respecto del pensamiento dominante de la clase alta de su tiempo. En Eduarda aparece la reivindicación del gaucho antes que en Lucio, una reivindicación que luego aparecerá en Una excursión a los indios ranqueles y en el Martín Fierro. Eduarda desarrolla ese tema en El médico de San Luis, con el agregado de que ella despliega una perspectiva femenina desde adentro. Las guerras civiles que fueron tan crueles para los hombres, dejaron otras víctimas que no estaban en el campo de combate que era la familia, las mujeres, madres, esposas, hijas, hermanas que tenían que luchar solas durante y después de la guerra civil. La guerra siempre es una escuela de independencia para el género subordinado destinado a quedarse puertas adentro. Las mujeres tuvieron que hacer cosas de las que antes no se ocupaban, desarrollar estrategias para sobrevivir de otra manera. Eduarda desarrolla particularmente esta perspectiva femenina por ejemplo en Pablo, o la vida en las pampas, una novela que escribe en francés y que Lucio traduce al español y es publicada en La Tribuna. Esta novela no se había publicado nunca en la Argentina hasta que en 1999 hubo una editorial, Confluencia, que la publicó con una traducción de Alicia Mercedes Chiesa. Luego llegó la traducción que hizo Lucio y fue publicada por la Biblioteca Nacional con un estudio introductorio muy bueno de María Gabriela Mizraje. Estos descubrimientos de Eduarda son relativamente recientes. En cambio, Lucio ya estaba instalado en lo que podría llamarse el canon nacional. Ahora Eduarda es una autora cada vez más estudiada y más difundida.

De TIEMPO ARGENTINO, 02/12/2012

foto: El coronel Lucio V. Mansilla

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