Hay vida en Marte entrevistó al escritor Alejandro Suárez, quien habló de su primera novela El perro en el año del perro y otros temas.
El perro en el año del perro tiene su origen en el cuento La Nueva izquierda de un anterior libro tuyo. ¿Cómo así decidís trasladar la idea del cuento a un terreno más amplio como es la novela?
En el prólogo de “Sauce ciego, mujer dormida”
Murakami escribe sobre cuentos que irrumpen en su casa en plena noche y le
gritan que aún no es tiempo de olvidarse de ellos, que aún quedan cosas por
escribir. Supongo que algo parecido pasó con “La nueva izquierda”, sentí que
había más para contar que el romance de verano entre un cruceño del montón y
una europea progresista. Mi primera intención fue convertir el cuento en un
guión cinematográfico y para ello comencé a explorar en la vida de Gustavo: de
donde viene, quienes son sus padres, sus amigos, sus miedos, cuánto dura el
romance con Kirsten, que pierde y qué gana… Por el camino cambié de idea y
retorné a mis orígenes literarios y de paso “descubrí” el placer de escribir
novelas.
Además del excelente epígrafe de Don Delillo y de los ecos bukowskianos ¿qué otros autores sospechas han nutrido la novela?
Me gustaría diferenciar los autores que lee Gustavo (él se
autodefina como un tipo perezoso y culto y por supuesto, lee) y los autores que
yo leí mientras escribía la novela. En el primer grupo estarían Bukowski, Kundera,
Baudelaire (y sí, el gusto literario de mi héroe es algo ecléctico) a quienes
Gustavo recurre en busca de respuestas. En el segundo estarían De Lillo (leía “Jugadores”
mientras escribía la novela y constaté que una historia simple, si se la sabe
escribir, puede convertirse en algo muy profundo con poesía de yapa en cada
párrafo), “El guardián entre el
centeno” (una clásica novela de
aprendizaje sin moraleja (como debe ser)) y Claudio Ferrufino (su “Exilio voluntario” es irreverente e intenso pero a la vez de una agudeza
tremenda, una joya de la literatura boliviana).
Una de las mejores escenas de la novela es cuando Gustavo narra su vida en travellings cinematográfico ¿Cuánto tiene que ver esto con tu experiencia en el cine? ¿Podrías también hablarnos sobre los cortometrajes que realizaste?
Sin eso que llamas mi “experiencia en el cine” posiblemente no
hubiese escrito ni esta ni ninguna novela (o al menos no las hubiese
terminado). La razón es la siguiente: leyendo libros sobre teoría de guión tuve
un curso acelerado de técnica narrativa, estructuras, actos, conflictos… Toda
esa carpintería que descubrió Aristóteles hace mucho y que ya Homero aplicaba
intuitivamente. Como estoy bastante lejos de la genialidad de Homero, todo eso
me facilitó muchísimo la vida a la hora de afrontar un proyecto tan exigente y
de largo aliento como una novela. Hacerlo de otra manera supondría escribir
(citando a Syd Field) utilizando el método de la patada en el culo: lanzarse a
la piscina sin un plan, una estructura, un punto de llegada… Uno puede escribir
un cuento así, como un músico de jazz que se lanza a improvisar a ver a dónde
lo lleva la melodía, pero una novela necesita de una mínima armazón y
arquitectura para que funcione. Posiblemente la mayor parte de los novelistas
hayan llegado a conclusiones parecidas por otros caminos iguales de válidos, el
mío fue medio en contra ruta pero sirve.
En cuanto a los cortos que hice: “Elefantes blancos” (basado en el cuento “Colinas como elefantes blancos”,
de Hemingway), “Desayuno en la cama” (basado en un cuento mío) y “Ajuste de cuentas”, un guión
original coescrito y codirigido con Roger Otero. Están plagados de defectos
pero de eso se trata crecer.
La conciencia puntillosa de la ciudad en Gustavo es notoria. Pareciera que la relación entre ellos se ha desgastado, Gustavo parece reparar en la ciudad cómo cuando descubres muecas desagradables en la persona que se quiso. ¿Qué opinas al respecto?
Hace muchos años fui a un concierto de Fito Páez y al presentar
“Ciudad de pobres corazones” dijo más o menos esto: uno putea contra el lugar donde vive
porque al final lo ama. Yo le agregaría: y el amor te da ciertos privilegios:
la puteada cariñosa (y a veces no tanto) es uno de ellos.
¿No sientes que hay un exceso quizás en las referencias a la cultura pop en El perro…?
Yo no lo siento, pero no soy muy fiable: me cuesta ser mesurado
cuando algo me divierte.
El protagonista es consciente de su entorno pequeño burgués; lo señala, y esto lo ubica en un lugar de ‘despierto’ digamos, no obstante él se reconoce cómodo allí, su batalla es evitar el cambio, como bien dice, lo cual sin duda resulta interesante, sin embargo ¿Cómo asumir este tipo de contradicción?
Sí, pero hay muchas formas de ubicarse en un contexto pequeño
burgués y a Gustavo lo que le causa urticaria es asumir las recetas
predefinidas del crecimiento, o para decirlo con sus palabras: “El futuro
trazado: una novia bien, un trabajo bien, un auto bien, un condominio cerrado,
dos hijos, dos hipotecas, una cosa lleva a la otra (como en la publicidad de
Nescafé). En resumen: una vida de mierda.” Yo creo (y esto lo asumo) que
se puede ser pequeño burgués sin dejar de ser auténtico y original.
¿Crees que el temor a la soledad de Gustavo es central? ¿Esta es su máxima y acaso única certeza?
No sé si la soledad es el tema central de Gustavo. Hay una frase
en la novela: “estar solo es una porquería comparable con la muerte” (es
el tipo de frases “peligrosas” que suelen atribuírselas al autor en lugar de al
personaje). Pero eso no lo dice ni siquiera Gustavo, sino el doctor Kaspersky,
un urólogo en edad de jubilación que le suelta toda una perorata existencial a
Gustavo. Y ahora que recuerdo: la inspiración para Kaspersky y su filosofía
vino de una película de David Lynch, “The straigth story”, donde un
anciano atraviesa cientos de kilómetros montado en una máquina podadora de
césped para hacer las paces con su hermano enfermo. Me temo que Lynch haya
expresado mejor que yo la esencia de la vejez, pero a lo que voy: ese tipo de
cosas las suelen decir las personas al llegar a cierta edad. A la edad de
Gustavo la soledad no suele ser un peligro inminente.
Tu novela nos hizo recuerdo un poco a Jonás y la ballena rosada, en la situación en la que se encuentra el personaje, el humor que destila, y la intención de abarcar una época en particular ¿lo creés así?
Lamentablemente no he leído “Jonás…”. En cuanto a abarcar una época:
mi intención en realidad fue ubicar a Gustavo en un contexto que le de color,
sustancia, matices… Pero la prioridad es Gustavo, no el contexto. Abarcar toda
una época es un trabajo que me supera. No me lo plantearía conscientemente como
intención porque creo que no pasaría de la página 2 paralizado por exceso de
análisis.
Crees en aquello de que la mirada forastera repara en lo que para los lugareños pasa desapercibido. Lo decimos pensando en tus orígenes cubanos y en el ahora, ya que has escrito una novela eminentemente cruceña.
Sí, creo (y además me parece algo natural).
En una semblanza a tu novela se te señala como un secreto escondido, además de un escritor al margen de círculos literarios ¿Cómo te calificás en el espectro literario nacional? ¿Cuál es tu relación –lecturas por supuesto- con la literatura Boliviana? ¿Qué autores recomendarías?
Le agradezco muchísimo a Ricardo Bajo por su semblanza
entusiasta aunque eso del “secreto escondido” me pone en un estado
“Santo-Grial-literario” incompatible con mi autista timidez social. En
cuanto al espectro literario nacional, no tengo ni la más remota idea de dónde
ubicarme (¡¿en la zona invisible del infrarrojo quizás?!).
Aclaro que no he leído lo suficiente como para darle a alguien
un pantallazo sobre lo que es la literatura boliviana actual. Es más: son más
lo que no he leído que los que sí. Entre los que no he leído y por algún motivo
despiertan mi curiosidad: Wilmer Urrelo, Sebastián Antezana, Darwin Pinto, el
Homero Carvalho de “La conspiración de los viejos”. He leído y he aprendido de
Claudio Ferrufino, me atrae Paz Soldán sobre todo en su faceta de
cuentista, la propuesta de Giovanna en “Tukson” me pareció interesante y me
dejó pensando, “Vacaciones permanentes”, de Liliana Colanzi es un buen arranque para cualquier
escritor y ahora mismo me estoy divirtiendo con la última obra de Roger Otero:
“Mira el pajarito y decí
whisky”, una novela negra y criolla,
como si Chandler aterrizase en los Pozos.
La literatura boliviana también es poesía (y en ocasiones ha
sido más poesía que narrativa), y ahí sí que me declaro desnudo y en lo oscuro.
Confío en aprehender algo de la mano de Oscar Gutiérrez y Pablo Carbone,
colegas de premios y ferneses a quienes, por supuesto, he leído (y también
disfrutado).
¿Cuáles son tus hábitos de escritura? Actualmente en qué estás trabajando, (novela. cuento. Cine), ¿qué se viene más adelante?
Mis hábitos de escritura son muy básicos: tratar de escribir al
menos 2 horas diarias (cosa que por supuesto, muchas veces no cumplo pero me
genero el suficiente cargo de conciencia como para acometer la labor al otro
día con más impulso). Últimamente, además del tiempo, cuento las palabras para
evitar la dispersión (deporte al que soy adicto). Después, no tengo hora fija
ni lugar: puedo escribir en un escritorio, en la mesa del comedor, en el sofá,
en la cama, en un café, de día, de noche, a mano, en computadora… Lo crítico es
el tiempo disponible que siempre es escaso. Proyectos: una novela y un guión
para un largo, en paralelo y todavía en etapas primarias ambos proyectos.
Alejandro Suárez Castro (Habana 1971) Es
ingeniero informático de profesión. Desde 1998 reside en Santa Cruz de la
Sierra. Actualmente imparte materias del área de informática en UTEPSA. En el
2001 publicó el volumen de cuentos Desayuno en la cama (Tercer Premio Municipal
de Literatura de Santa Cruz de la Sierra, año 2001); El mundo de José;
Irina, el sexo y la nueva izquierda. Ha escrito y dirigido (en colaboración o
en solitario) tres cortometrajes. El perro en el año del perro, obra premiada
en el concurso auspiciado por la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno por
el 450 Aniversario de Santa Cruz de la Sierra, es su primera novela.
De Hay vida en Marte, 26/02/3013
Foto: Alejandro Suárez