Por: REYNALDO J. GONZÁLEZ
Cuando el
pasado lunes se dieron a conocer los nombres de los ganadores de los premios
nacionales de literatura pocos se sorprendieron al escuchar el nombre del
escritor paceño Gabriel Mamani Magne (1987) como ganador del Premio
Nacional de Novela, el más importante reconocimiento a las letras nacionales en
prosa. Se trata de un escritor joven y prolífico que en los últimos años se
ganó un sitial especial en el escenario literario actual tanto a través de la
merecida obtención de varios galardones de relevancia como el Premio Nacional de Literatura
Infantil (2012),
el VI Concurso Nacional de Cuento Adela
Zamudio (2012)
y el XLV Concurso Municipal de Literatura
Franz Tamayo (2018),
como por sus cuentos y crónicas publicadas en prensa y páginas web y los
talleres de escritura que dicta desde hace algún tiempo junto a otros jóvenes
referentes literarios.
El autor
conversó sobre su obra ganadora, que será editada en los próximos meses.
– ¿Qué nos puede contar sobre su
novela?
Se llama
Seúl, São Paulo, por la capital de Corea y la ciudad de Brasil. Narra la
historia de dos adolescentes. El protagonista es un adolescente de unos 17 años
que está haciendo el servicio militar en la Fuerza Aérea en El Alto. Creo que
la adolescencia es una época en la que pasan tantas cosas y a la vez ninguna.
La historia trata de las experiencias de este adolescente en esa época. Lo
peculiar de la historia es la relación de este con el coprotagonista de la
obra, que es su primo llamado Tyson, quien pertenece a esa camada de brasileños
hijos de bolivianos costureros nacidos en la década de los 90. Ese muchacho
retorna a Bolivia por temas económicos y hace el servicio militar junto a su
primo. Entonces la novela trata sobre la vida de ambos.
– ¿Qué temas se tratan en su
obra?
Intento
trastocar temas inherentes a la experiencia del adolescente, como el deseo, lo
carnal, la noción de futuro, que está muy presente cuando eres chango,
adolescente. Al mismo tiempo, de alguna forma, la novela trata temas vinculados
con la identidad, con la migración, con el sentido de pertenencia y lo aymara.
Como decía, los protagonistas están en el servicio premilitar y ese mundo es
una esfera en la que se intenta explotar el nacionalismo y esto genera muchas
preguntas en ellos.
– ¿Cómo fue su proceso de
escritura?
Comencé a
escribir la novela en 2016, cuando me fui a vivir a Río de Janeiro para hacer
una maestría en Literatura Comparada. Cuando vivía allá visité São Paulo y me
sorprendió la cantidad de migrantes bolivianos que encontré. Visité el barrio
boliviano, la Feria de Coimbra en el barrio de Brass. Esa experiencia de los
bolivianos en Brasil me interpeló mucho, sobre todo en São Paulo. Es una
experiencia de ser el Otro, ser totalmente el Otro. Entonces empecé a escribir
esta obra que comenzó como un cuento, pero por los temas que abordaba, que eran
demasiado grandes e importantes, se fue convirtiendo en un cuento largo, en una
novela breve, y finalmente en una novela. Paré el trabajo por lo menos unos
seis meses en 2017 y lo retomé en 2018. A partir de eso tiene una escritura
entrecortada. Es una novela que me costó mucho.
– ¿Esta obra tiene elementos
autobiográficos? En este sentido, ¿es posible que el autor se libere de estos
en su escritura?
Lo
biográfico está en la sensación, no en la historia en sí. Yo vivía en Río de
Janeiro y la experiencia de migración en esa ciudad es diferente a la que se
vive en São Paulo, esa inmensa urbe que se convirtió en una suerte de décimo
departamento de Bolivia. Todo empezó con una visita que hice a esa ciudad. Me
sorprendió ver tanta gente como yo en un lugar tan diferente a nuestro país, me
interpeló. A partir de ahí todo fue imaginación, hacer memoria, investigar,
captar testimonios, escritura.
– Comentó que inicialmente la idea de
la novela se plasmó en un cuento, pero que fue ganando más capas y que el
trabajo invertido en la obra fue más bien de avance lento y metódico. ¿Cómo fue
el trabajo que realizó para hablar de cuestiones como la identidad, la otredad,
la migración y otros temas que trata la obra?
El cuento
se llamaba Coreano y pintaba bien, pero en algún punto se desbordó. Había mucho
material como para querer condensarlo en 10 o 15 páginas. Cuando escribía la
obra no era muy consciente de los temas que se desprenderían de la trama. Yo
solo quería contar la historia de dos primos adolescentes, uno alteño y el otro
brasileño. De ahí surgieron un montón de temas que ayudaron a que el texto
avanzara.
– ¿Qué autores considera que
influyeron en su trabajo literario y, particularmente, en esta novela? ¿Su obra
dialoga con alguna obra o literatura particular?
Influyeron
todos los libros que leí, tanto los buenos como los malos. También el cine y
los cómics. La literatura fue generosa conmigo: cada cierto tiempo descubro
libros que me dan mucho. J. M. Coetzee, Juan Rulfo, Clarice Lispector, Martín
Caparrós, Blanca Wiethüchter, Daniel Clowes y García Márquez son autores a los
que vuelvo siempre que necesito una brújula. Entre los gratos descubrimientos
de los últimos tiempos están John Williams y Jim Dodge. La obra de Claudio Ferrufino fue clave para entender el
tema de la migración y animarme a escribir Seúl, São Paulo, además de algunas
crónicas relativas a mi experiencia en el extranjero. El exilio voluntario y muchos de los textos breves
de Ferrufino son de lo mejor de la literatura boliviana que he leído en la
última década.
– ¿Cómo ve la literatura boliviana
contemporánea y particularmente la de autores coetáneos de entre 30 y 40 años
que parecieran estar destacando entre el público y la crítica?
Me parece
genial que la literatura boliviana se conozca más. Hay autores con obras
interesantes en esa camada de la que hablas. Sin embargo, los que aparecen no
son todos los que hay. Uno de los problemas de la buena publicidad es que eso
te hace creer que los autores más publicitados son los únicos que existen.
Hablar de una generación implica hablar de una ‘no-generación’, es decir de un
grupo que queda fuera. El brillo de ciertas vitrinas tiende a enceguecer a los
lectores, haciéndoles creer que fuera de un puñado de autores no hay más. No sé
cómo, pero eso debe cambiar.
– Ganó otros premios
importantes tanto en literatura juvenil como en cuento ¿Qué significado tiene
para usted los premios literarios?
Para mí un
premio no es la confirmación de nada. No confirma que eres un gran escritor, no
confirma que tu literatura es buena, no confirma que eres el mejor. Un premio
es un indicio de que en el camino que estás tomando no eres malo del todo. Al
final ya el tiempo, la historia, los lectores, los críticos dirán lo que fue tu
trabajo y lo que eres como escritor. Entonces yo interpreto los premios como un
aliciente para seguir escribiendo y también los tomo como dinero, hay que ser
francos. Un premio importante, un Franz Tamayo, un Premio Nacional de Novela,
un Marcelo Quiroga te da las condiciones para poder dedicarte a lo que amas. Yo
pienso que la literatura es como el deporte, como el fútbol. La vida del
futbolista no se reduce a los 90 minutos que juega. El futbolista dedica tiempo
al entrenamiento, a la alimentación y a conseguir incluso estabilidad emocional
y psicológica.
– En los últimos tiempos estuvo
trabajando con Rodrigo Villegas y otros escritores locales en talleres y
seminarios ¿Hay una nueva generación de escritores en nuestro medio?
Claro. Yo
creo que el ser humano tiene un potencial de narración inmenso y en los
talleres te das cuenta de eso. He visto gente importante con mucho entusiasmo,
pero repito lo de hace rato: de nada sirve el entusiasmo si no hay condiciones.
Yo creo que sí hay una generación, una camada nueva. Cada año hay gente que le
gusta leer y que quiere escribir, pero hay que buscarse las formas. De esas
personas interesantes que participan en los talleres solo unos cuantos van a
poder superar la barrera de las condiciones. Esperemos que sean muchos porque
hay mucho talento en Bolivia.
– ¿En qué proyectos está
trabajando actualmente?
Estoy
trabajando con un libro de cuentos que ya está casi listo, lo estoy editando y
espero sacarlo el año que viene. También estoy preparando un libro de crónicas
que estuve publicando en la revista Rascacielos de Página Siete y en otros
medios. Al mismo tiempo doy talleres de escritura y también estoy con proyectos
de traducción del portugués al español.
Fuente: cambio.bo/
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De ECDÓTICA, 20/11/2019
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