VÍCTOR COLDEN
Yo ya no sé
cuál fue el hilo de los pensamientos que me condujo, hace unos días, a cavilar
acerca de ciertos desajustes temporales. Y es que a veces parece inevitable
fantasear sobre las cosas que se perdió uno hace mucho tiempo. Sobre todo lo
que debió hacer y no hizo, lo que pudo haber pasado y no pasó. Sin ceder a la
amargura, pero con un punto de absurda nostalgia.
A lo mejor
fue esa canción. Tendría que haber resistido las ganas de escucharla, porque
además caía la tarde. Somewhere in my heart…, cantó Roddy Frame una
vez más, con su capacidad inimitable de transmitir a un tiempo sensaciones de
exaltación vital y melancolía, y mis pensamientos tomaron un rumbo conocido.
¿Producen las canciones una falsa añoranza? Esa de Aztec Camera no puede
recordarme la época en que ya no sé si la escuché. O quizá sí, quizá baste la
calidad evocadora de una voz, de un estilo, de una melodía. Aunque también
podría ser la nostalgia de habérmela perdido entonces.
Lo mismo
con los libros. ¡Leer Sobremesa, de José Asunción Silva, con
treinta y tantos años de retraso!, tan lejos de la época en que Aguirre y yo
jugábamos al decadentismo. Saudades medio fingidas de lo que no hicimos cuando
pudimos hacerlo. Pero estas lucubraciones no son tan oscuras como lo habrían
sido en el 84. Porque es verdad lo que decían: que todo se atempera y se
amortigua. Las pasiones, las creencias, los entusiasmos…, que ya no lo son
tanto.
El otro día
confieso que me dejé ganar por una leve desazón —there is a star that shines
for you—, pensando en lo no vivido. Ligeras turbaciones cronológicas, ya
digo, o un vago malestar irrazonable. Y las fantasías de este tipo se van
encadenando: yo habría querido alternar en los cafés de Madrid con Ciro Bayo,
Corpus Barga, Azorín y los demás. O vivir a principios del XIX. Aunque me
habría conformado con nacer cinco o seis años antes, tal vez algún día explique
por qué.
Llega uno
tarde a veces. Y puede que solo un poco, pero eso es suficiente. Cuando en el
90 leí el precioso Mundinovi: gazeta de pasos perdidos, de
Sánchez-Ostiz, hacía tres años que se había publicado. El libro recopilaba
artículos de principios de los ochenta. En su prólogo, el autor confesaba que
muchos de los “afanes” reflejados en esos textos ya no le interesaban como lo
habían hecho en su momento. ¿Y por qué entonces habrían de importarme a mí? Sin
embargo, los sigo leyendo con interés, aunque velado por una gasa de
melancolía.
Algunas
veces estos desajustes temporales le dan a uno materia para sus inocentes
cavilaciones. Para evagaciones muy propias de una tarde de diciembre como la
que hace unos días se fue apagando en mi ventana —silver splits the blue—,
mientras volvía a sonar la voz de Roddy Frame.
NOTAS: 1.“Somewhere In My Heart”, compuesta y cantada por Roddy
Frame, fue un gran éxito de su grupo, Aztec Camera, en 1987. 2. Ese
mismo año publicó Miguel Sánchez-Ostiz en la editorial Pamiela “Mundinovi:
gazeta de pasos perdidos”, una colección de preciosos artículos literarios. (Mi “Gazeta de la melancolía” se titula así en homenaje a
este libro y a su autor).
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De EL BLOG DE VÍCTOR COLDEN, 22/12/2019
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