PABLO MENDIETA PAZ
Se dice que mucha gente, al despertar, da gracias a la vida por no sufrir el ataque del coronavirus, un veneno más letal que el que expulsa la serpiente más venenosa. Y lo dicen, quizá, en alusión a la célebre "Gracias a la vida", formidable canción de la eterna Violeta Parra, mujer que dio a luz la región de San Fabíán de Alico a orillas del Río Ñuble; también cuna de Nicanor y del entrañable amigo y escritor Jorge Muzam que enriquece cotidianamente esta red social con su magnífica prosa poética. Pero cuando se evoca "Gracias a la vida", resulta paradójico -o contrario a la lógica- que luego de componer esta canción Violeta se hubiera quitado la vida. Javiera Parra, nieta de ella, y también artista, se orienta a pensar que este himno al amor, a la naturaleza, a la humildad, es una añoranza a la vida, como si Violeta ya se hubiera ido al momento de escribirla (o estuviera preparando su partida). Pero sin prestarnos a especulaciones innecesarias e inútiles, cuánto bien hace a la gente, en momentos tan difíciles, entonar un gracias a la vida esperanzador por la propia existencia, por la de nuestras familias, y por todos, más aún cuando somos estupefactos testigos de la desaparición, por la plaga, de tantos seres humanos: 1.700.000. Pero el virus no ha llegado para quedarse. De nuestros cuidados depende su alejamiento...
Pero ya que
se trajo a colación "Gracias a la vida", permítanme rememorar este
texto que exalta a la escritora y música que dio nuestra región
latinoamericana:
"No
quisiste ni herir, ni lastimar siquiera; solo agradecerle a la vida. Así como
un alto cielo de fondo estrellado, así de puro fue el fruto de tu cerebro tan
humano al escribir la canción en pretérito compuesto. Sabías muy bien que con
ese tiempo verbal podías alumbrar de nuevo lo ya hecho, lo ya andado en
ciudades y charcos, playas y desiertos, montañas y llanos, aun cuando en la
lejanía se oyesen sonidos, y se leyesen, en la cercanía, abecedarios presentes.
Pero así como la vida da por igual risa y llanto, mientras la escribías más la
pensabas en futuro perfecto, como si tu agitado corazón en aquel minuto
decisivo hubiera trocado esas cotidianas formas en esquiva dicha y quebranto,
materiales abismales ya de germen fecundo. Y sola de pura soledad, en perfecto
distingo de lo negro y el blanco, de ese modo, con ese modo te fuiste por la
ruta del alma, abrigada por el canto de todos, el tuyo, con tus pies cansados que
dejaban atrás en aquel patio largo, y también en el ancho, el fondo de ojos
claros y las hondas y húmedas huellas de grillos y ladridos, de chubascos y
martillos".
A Violeta
Parra, luz alumbrada en San Fabián de Alico.
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