MAURIZIO BAGATIN
Jan Potocki
viaja y viaja y sigue viajando, sufre la sed en el desierto del Sahara y prueba
el mejor café en las cortes y en los primeros cafés de una Europa ya demasiado
vieja. Sentados en Viena o en Trieste, en Budapest o en Turín, el psicoanálisis
intenta extraer a nuestro Edipo, busca el trauma de nuestros fantasmas, el
psicoanálisis hace cómplices dos productos que llegan de las conquistas, el
café y el tabaco. La conciencia de Zeno Cosini y todos los cafés que tomará
Munir. Pero será imposible deshacernos de los fantasmas que uno mismo ha
generado, siempre se vuelve al lugar del delito -del pathos
incondicional- siempre volvemos al lugar del delito perfecto. Como con
las adicciones que la cafeína y la nicotina generarán.
Ahora el
sufista ya no se dormirá. ¿De qué habrán servido siete siglos de dominio árabe
en España? Bizancio, Constantinopla, Estambul, miles de cafés para un mundo que
fue mucho más avanzado que Europa, el Imperio Otomano, con su ciencia y su
cultura iba creando la matemática moderna, tomando café y dejando el alcohol.
Y tomarse
un café en el Gambrinus en Nápoles, con el secreto que está en su agua, en la
plebe o en un café sospeso; desde una ventana de los Quartieri
Spagnoli, oír voces que reclaman el aroma de un café napolitano, es el espresso
inventado por aquel ingeniero piamontés que apenas habrá conocido el declinar
de una Mitteleuropa ya adicta a la cafeína. De la moka de Bialetti, escuchar
el inconfundible murmullo, mirando a la mujer que desprende una sonrisa, aún
desnuda se acerca a la cocina y toma de una tacita blanca su cafeína cotidiana;
es Tiziana, madre, amante e hija. Y de una cafetera que queda siendo un
misterio -Newton en una corte francesa, tal vez, llevando entre la plebe
un principio básico de sus conocimientos- la cuccumella napolitana, o el
café turco en un Yemen desconocido, o el café como metáfora del Iluminismo y,
hoy, del capitalismo. La cafeína que te hace ver lúcidamente “la realidad de
las cosas”, la que te permite vencer el sueño y más aún, gracias a la luz
artificial, te hace trabajar también durante la noche.
Hard
Rock Café por todo
el globo terráqueo, el lenguaje es el genio de una tierra, escribe el Poeta del
color de su piel, del color de su tierra, es la reconciliación de un café,
prometido por Elena Poniatowska: "Mira, allá crecen los cafetos",
"¡qué belleza!", “Todo es opulencia de la naturaleza y
verdor de árboles y sin embargo los productores de café son los hombres y las
mujeres más pobres, los niños más desnutridos. Habitan en casas de palma y su
miseria salta a la vista a pesar de que la cereza del café se apile en montones
y tenga reflejos violetas, rojos, amarillos, ocres y brillos de diamante. En
cambio, quienes lo venden cotizan el café junto al petróleo y al oro en la
bolsa de Nueva York y llegan a ser banqueros en Wall Street”.
Escribo
recordando muchos viajes, los muchos cafés tomados… la danza del vientre en una
noche de las mil y una noches… sus variedades, Borbón, Bourbon, Geisha,
Venecia, las tazas que conservo y que son del Café que administró mi abuela
Angela…
Vuelvo al
Hafa, el camino al cielo está ocupado, me tomaré otro café. Que sea Caliente,
Amargo, Fuerte y Escaso.
12 noviembre 2021
Imágenes:
Arábica de Pablo Cerezal y la taza de Caffé Bour Bon de mi abuela
Angela
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