MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Me la
regaló Pierre Guibert, de la hostería La Moderne, en Saint-Cyr-sur-Morin, hace
unos cuarenta años, después de una visita ritual a la casa de Pierre Mac Orlan
que he contado en algún lado. Guibert nos puso, tras un almuerzo invernal y
contundente, además de bastantes copas de marc de Champagne, varias cintas
magnetofónicas con entrevistas o encuentros con Mac Orlan en un ambiente de
pipas, guitarras y acordeón: Juliette Greco, Germaine Montero, Brassens, Brel,
Melville, Lacassin... Retuve aquella frase que me parece definitiva: «J'écris
pour me defendre» (escribo para defenderme) ¿De qué? En su caso de la miseria,
de su vida juvenil en un Montmartre 1900, las trincheras de PGM y los malos
recuerdos de origen diverso que le acosaron de por vida. La vida brava tenía un
lado siniestro. Un día no volví por el valle del Petit Morin (Verdelot allá
queda y Coulommiers también), pero he seguido leyendo y reuniendo la obra de
Mac Orlan por muchos anatemas inquisitoriales que le hayan caído encima.
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