DANIEL MOCHER
Desear
volver al bosque junto al Irimia de Panait Istrati, que fue recluido en el
palacio del arconte Samurakis bajo la férrea vigilancia de su guardia albanesa,
escapar o morir en el intento. Ser como el tigre de William Blake, brillo
ardiente en las selvas de la noche. ¿Dónde la alfombra mágica de Tangu? ¿Y
las ficciones de Borges? ¿Dónde, Gilgamesh, la planta espinosa que devuelve la
juventud? La dejaste un momento descuidada para darte un baño y al regresar a
por ella había desaparecido. En su lugar, la vieja piel de una serpiente,
vestigios de un vigor extinguido. Como escribió Gil de Biedma, la luz
usada deja polvo de mariposa entre los dedos, y deleitarse en cada mota de
ese polvo irrepetible, agradecidos, también con añoranza, eso es hacer memoria.
Entre
libros voy, trazando caminos que no sé hacia dónde me llevan pero diría que soy
un poco más feliz o menos triste, que no es lo mismo, que me sostengo también
por esas lecturas que me leen y me completan, balsámicas, cabalísticas,
providenciales. Abrirse a toda la realidad, sin reservas, no es vivir en una
realidad paralela ni en un otero ingrato. Break on through to the other
side. Regalarse al universo mundo es otra forma más profunda de
ensimismarse en una intimidad sin límites, en carne viva. Como Píndaro, agotar
el campo de lo posible, que es infinito, vertiginoso, insondable.
Los agostos
laborables son un dedo artrósico, punzada sarmentosa, hurgando en la herida
primordial. Hay mañanas veraniegas que parecen desiertos y nosotros eremitas,
místicos derviches, ancianos metafísicos, sabios presocráticos de arrabal. No
hay Virgilio que nos acompañe en este descenso amargo e imprevisible, habrá
caída y aprendizaje, los bares y las tiendas que frecuentábamos están cerrados
por vacaciones, los amigos brillan y duelen por su ausencia, en la radio suenan
Aerosmith, Credence y los Dire Straits, algo es algo para un lunes acre lleno
de aristas filosas untadas con curare. He almorzado solo y estaba en compañía,
encaramé la mirada entre los árboles urbanos buscando la danza galante de las
tórtolas o el porte franciscano de algún gorrión enamorado, hoy he vuelto a
fijarme en los ciruelos rojos, en la luz que achicaba sombras sin descanso,
quería morder tus labios de nuevo, miré a mis hijos con amor, sigo deseando ser
mejor y más bueno, frágil, humano, más pequeño, hago piruetas por mantenerme en
pie.
Marcel
Schwob y Henry Miller aumentan la lista de lecturas pendientes, todavía no
hemos sido borrados ni derrotados definitiva e irrevocablemente, no encarguéis
réplicas de La Victoria de Samotracia, cancelad el banquete, que no suene ahora
un chelo fúnebre, que Bach guarde silencio, cerrad el cielo y el infierno,
traigan un ron pirata, canten con alegría, relájense, dejémonos llevar por este
armónico fragor de vida, no hemos muerto aún, todavía podremos bañarnos en el
río Ñuble a su paso por San Fabián de Alico, ir a Georgia, a Crimea, a los
fiordos noruegos, pasar por Jerusalén y después a Samarcanda, todavía tengo
ilusiones, dejaré mil cosas por hacer, casi por hacer, vidas imaginarias
levantándose entre cenizas, vibrando en el instante, rizando el rizo, rozando
lo increíble, tengo un niño dentro clamando por salir, hay esperanza.
Imagen: Georgia.
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De LOS
PROPIOS PASOS, blog del autor, 08/2023
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