MARIANO OROPEZA
En 1927
César Tiempo y Pedro Juan Vignale editan la “Exposición de la Actual Poesía
Argentina”, un botón del furor renovador de la vanguardia martinfierrista que avasallaba
el campo cultural. Más de cuarenta poetas, hombres, y una sola poeta, mujer.
Norah Lange. Conocida por los círculos intelectuales de Florida, los compañeros
de ruta preferían sus chispeantes discursos en banquetes, una precursora del
marketing editorial, o una figura impactante de diosa nórdica, que su obra
literaria, a la que apreciaban socarronamente. En las pocas líneas
autobiográficas en aquella publicación de los boedistas Tiempo y Vignale, Lange
ubica la casa de la infancia, la mítica de Tronador y Pampa, materia prima de
sus poemas y narraciones, y la constelación reunida sábado a sábado alrededor
de un dios pequeño, Georgie, o sea Jorge Luis Borges “Actualmente en la espera
dichosa del libro que saldrá –“Voz de la vida”, novela de una apenas velada
trama de la musa codiciada por célebres plumas-, y otra más, la de vivir… el
sábado, cuya tarde se alumbra con Georgie, -Eduardo- González Lanuza y Xul
Solar; y que escuchemos juntos los tangos que escuchamos siempre”, confiesa
Norah las sutiles estrategias para hacerse oír en la hegemonía masculina. Punto
aparte, aclara, “Algo que se debe olvidar, tengo veinte años”, respondiendo con
altura a aquel prólogo de Georgie a su primer libro, “iCuánta limpia eficacia
en estos versos de chica de quince años!”, escribe el maduro Borges en 1925.
El camino a las letras femeninas que abrió Alfonsina Storni en la poesía,
fue el legado de Norah Lange en la prosa para todas las escritoras argentinas.
Gunardo
Anfin Lange y Berta Erfjord se habían conocido en La Plata, en un baile de la
colectividad noruega, y casados en 1896, tienen una prolífica descendencia,
nívea y pelirroja, que crece tranquila en Villa Mazzini, hoy Villa Ortúzar.
Allí nace Norah el 23 de octubre de 1905, una de las cuatro Lange. Papá Lange es
un célebre topógrafo que intervino decisivamente en el litigio con Chile, y en
los estudios de navegabilidad del río Pilcomayo, una verdadera hazaña del
novecientos. La mansión no iba a la saga de la fama del noruego, en el recuerdo
de Borges, “Esa quinta que no demarcaré con mentirosa precisión topográfica y
de la que me basta señalar que está en la hondura de la tarde, junto a esas
calles grandes con las cuales es piadoso el último sol y en que el apagado
ladrillo de la altas aceras es un trasunto del poniente cuya luz es como una
fiesta pobre sobre los terrenos finales” Por allí asomaba Norah jugueteando en
los extensos jardines hasta que el padre es contratado en Mendoza e,
intempestivamente, fallece en 1915.
Vuelta la
familia a Buenos Aires, la madre reorganiza la economía familiar de una familia
numerosa y las niñas, ahora mujeres, se irían convirtiendo en secretarias o
traductoras. Pero el destino de la pequeña Norah es diferente porque mamá
Berta, posiblemente a fin de no perder status social, abrió las puertas a la
bohemia literaria de los veinte, “Allí Jorge Luis Borges – “Guillermo
Juan Borges, primo de Jorge Luis es también mi primo, porque es hijo de una
hermana de mi madre. El parentesco común motivó el acercamiento entre Jorge
Luis y yo”, comentaba Lange sobre esta filiación que no impidió el
enamoramiento con ella del tímido Georgie, uno más del autor de “Ficciones”
(1944) -
escuchaba de pie solemnes tangos de la guardia vieja, mientras Francisco Luis
Bernárdez, Leopoldo Marechal -las hermanas Amundsen de “Adán Buenosayres”
(1948) son las Lange, en el réquiem de la vanguardia martinfierrista- y Jacobo
Fijman describían acaloradas posibilidades poéticas; allí Horacio Quiroga (…) y
Alfonsina Storni (…) se adiestraban estruendosamente en el Martín Pescador
(…), Raúl Scalabrini Ortiz recitaba, a gritos, desparramados trozos
de “El hombre que está solo y espera” (1931) (…) y Xul Solar trasladaba
inquietantes horóscopos a diecisiete idiomas”, rescataba Jorgelina Núñez en la revista Ñ. Y
la pequeña Norah fue creciendo entre estos notables creadores hasta convertirse
en una hermosa mujer, “Inmóvil ante él, una sensación de vacío se fue
agudizando poco a poco. Me pareció que me alejaba de lo que había sido hasta
ese instante y que, al distenderse hacia mí, ese dedo me señalaba algo
desconocido en que me iría internando, paso a paso; algo que, al ofrecerme
otras emociones y otros riesgos, me apartaría paulatinamente, de todas las
pequeñas incidencias, de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas
manías... de toda la ternura que recorrió mi infancia”, aparece en “Cuadernos
de infancia” (1937), un encuentro entre un viejo jardinero y una adolescente
Norah, en una de las mejores páginas del pasaje a la pubertad escritas entre
nosotros.
Con
Borges o con Borges
En 1923
vuelve Borges de Europa con la novedad del ultraísmo, la metáfora
intuitiva como estandarte frente al anacrónico modernismo, y dan las campanas
del parricidio literario que propone la barra alegre de la revista Martín
Fierro, que consigue aunar vanguardias extranjeras con criollismo entre 1924 y
1927, en la reformismo moderado que caracterizó al movimiento del denominado
Grupo Florida “El trío Borges-Lanuza-Lange dio fuerte envión al movimiento
renovador, animó más al grupo”, rememoraba en 1945 Evar Méndez, el principal editor
en compañía de Girondo, Sergio Piñeiro, Eduardo Bullrich y Alberto Presbich,
y enfatiza que la “juvenil poetisa -palabra despectiva, si las hay,
todavía usada en el siglo XXI- ultraísta Norah Lange, primera y única musa del
grupo martinfierrista”, remarcando la soledad de la escritora. Y las
necesidades de recalcular las maneras de insertarse en un mundo vedado a las
mujeres, “Martín Fierro -recordaba Ulyses Petit de Murat- había incorporado
mujeres a los banquetes. La literatura era cosa de hombres. Norah (Lange)
fue un pilar fundamental de esas reuniones. Pronunciaba discursos subida a una
mesa”, Norah que ya tenía un peso como fundadora de revistas, la
publicación mural Prisma (1921-1922) y la revista
Proa (primera época, 1922-1923). Además su nombre era
reconocido desde que había sido seleccionada en el especial dedicado al
ultraísmo de la consolidada -y tradicional- revista Nosotros en 1922. O lo que
se refiere un animador de las letras y las noches porteñas Petit de Murat son
los extravagantes discursos de Norah que animaban los banquetes, y que son
inseparables del fenómeno artístico y social llamado martinfierrismo. Para la
escritora de “Los días y las noches” (1926) y “El rumbo de la rosa” (1930), los
últimos poemarios casi ignorados, era un campo de batalla, una manera de decir
“aquí estoy” Aquellas disertaciones efervescentes, luego reunidas en
“Discursos” (1942) y “Estimados congéneres” (1968), en la exuberancia,
contrapuesta a la abstracción y distancia de su literatura, son una marca que
descubren una barroca Lange. “Coetáneos consagrados a diversas musas: mi
inquebrantable perspicacia señálame, con énfasis acento, que esta noche no soy
la indicada”, arrancaba tímida en 1934 en uno de los regulares homenajes a la
revista, de un grupo que se preocupó en remachar su pedestal en el canon, para
luego en 1949, ya plenamente instalada en su viraje a la narrativa,
experimental, fantástica, integrarse con plenitud, y no desde una falsa
intelectualidad, “a todos los martinfierristas que durante cuatro años
tratamos de ejercer algo que constituía el fundamento de nuestros días y
nuestras noches. Vuestra imaginación es capaz de dilucidar este anhelo pero
prefiero pronunciarlo para estar más segura: me refiero a la obra sin apremio,
a la amistad sin ictericias, al cariño y a su lógico y enternecedor barullo”. Y
recordaba aquel homenaje a Ricardo Güiraldes, que yendo con Borges, terminó
saliendo de los brazos de Girondo, “avizoré, por primera vez y emocionada vez,
los ojos miradores”, y vivieron juntos hasta la muerte del autor de “20 poemas
para leer en el tranvía” (1922) en 1967.
Lange o
un tesoro nacional a descubrir
Sin embargo
a mediados del 27 parte Girondo nuevamente a Europa y Norah quedaría algo
decepcionada. Además sin el apoyo de un despechado Borges, su estrella empezaba
a declinar, y decide una alternativa inusual para una mujer de los veinte, o de
cualquier década: visitar a un familiar en Noruega viajando en un barco
carguero, con treinta hombres. Aquella experiencia quedaría retratada en la
segunda novela, “45 días y 30 marineros” (1933), un peculiar diario de viaje,
escrito en tercera persona, dicen que Norah viajó alcoholizada la travesía
completa por el Atlántico, y que con un atmósfera sombría y siniestra anticipa
la literatura existencialista. Para la presentación del libro, Lange se vistió
de sirena en la recepción, que asistió Federico García Lorca, y fue realizada
en la nueva casa, que retomó el ánimo de las tertulias de Tronador, ahora en la
calle Suipacha al 1400, hoy parte del Museo
Fernández Blanco,
al igual que la biblioteca Lange-Girondo.
““Cuadernos
de la Infancia” (1937) uno de los más bellos y luminosos libros de memorias
infantiles que se hayan escrito en la literatura latinoamericana, tan rica en
el género” destaca César Aira del libro que obtuvo el Premio Municipal y el
tercer Premio Nacional de Literatura. En la dedicatoria se puede leer, “Oliverio
Girondo -cuyo elogio siempre será mezquino— por su severa, generosa y paciente
culpabilidad”, otra vez en la ironía de subalterno, que reafirma su
subjetividad en la enunciación. El recuerdo fragmentario e invertebrado,
el collage, una manera de narrar cubista, hacen que Lange capture
situaciones al límite de lo decible, como ésa de la madre en Mendoza que
pretende curar a un hijo desfalleciente -un tema caro a Norah, quien no tuvo
descendencia- “Sin vernos, sin mostrarnos, como si ya hubiese
realizado el milagro de su ternura, de su miedo”, pintaba de una memoria
desenvuelta, contrapuesta a las rigideces anteriores de Miguel Cané, Lucio V.
Mansilla o, posteriores, de Victoria Ocampo.
“Si
“Cuadernos de infancia” relata, de
forma más o menos realista, episodios
de su infancia y pubertad, “Antes que mueran” (1944) recrea esos mismos
episodios y algunos otros, extendiéndose incluso hasta la adultez de la autora,
desde el revés de la tela, es decir, ahondando en el mundo psíquico, de
sensaciones y vivencias inefables, casi secretas, de la escritora. La visión es
más interiorizada, por ello el tono es susurrante, más íntimo que en
Cuadernos... -señala María Cecilia Ferreira Prado en “Una autobiografía
fantástica de Norah Lange: Antes que mueran” (Estudios Románicos, Volumen 26,
2017)- El retrato directo del anterior libro da paso a un estilo mucho más
sugerente donde lo que prima no es la narración en sí de la anécdota infantil,
sino la captación de una atmósfera, a veces de un presentimiento, el dibujo de
aquello que no se ve pero se intuye, la
inquietud que pasa desapercibida para los
otros y que atañe al mundo emocional del personaje. Por
ello, en “Antes que mueran” no hay nombres ni datos espaciales o temporales
precisos que ayuden a definir lo vivenciado, el relato se abisma en una
ambigüedad y una atemporalidad inquietantes”, en uno de los libros más curiosos
de la literatura local, estampas, relatos y poemas en prosa, en el vacío
conmovedor de una niñez demolida en la adultez, quizá cercano a Silvina Ocampo.
Por lo demás, Lange con este inclasificable libro se ubica en la
vanguardia de la literatura fantástica que propician Borges, Ocampo y Adolfo
Bioy Casares en los cuarenta. Las posteriores novelas “Personas en la sala” (1950)
y “Los dos retratos” (1956) completan un universo femenino en clave tan oscuro
como el epílogo de “Antes que mueran” Póstumamente se editó la novela
inconclusa “El cuarto de vidrio” (2006). Norah Lange fallece en Buenos
Aires el 4 de agosto de 1972. En 2021, a 115 años de su nacimiento, el
Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires y el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos
Aires (Malba) organizaron las “Jornadas Norah Lange/Oliverio Girondo”
entre el 20 y 21 de octubre, registradas en malba.org.ar y en el canal de YouTube del
museo.
“Me
gusta todo lo que esté rodeado de cierto enigma: nunca pude aceptar las cosas
directas. Me chocan. Me educaron de esa manera, y yo la acepto como un
beneficio más que como una deformación”, comentaba la escritora a Beatriz de
Nóbile en 1968, dando pistas de cómo leer una literatura en permanente
resignificación, que se mueve. Adriana Astutti —responsable de la publicación de sus Obras Completas
para Beatriz Viterbo, en el Centenario de la autora— entiende que "a Lange
el reconocimiento de escritores nunca le faltó; César Aira, Elvio Gandolfo,
Arturo Carrera dijeron que ella es una de las grandes de la literatura
argentina. La crítica empieza a considerarla de manera más constante a partir
de los 80, con lecturas en el horizonte de los estudios de género o en el de
las vanguardias, como las de Francine Masiello, Silvia Molloy, Beatriz Sarlo o
Nora Domínguez, entre otros". Como esa hache que se agrega Lange al nombre
oficial de la partida de nacimiento, Berta Nora, en el prisma del canon que la
silencia, que la pone de “mujer de” o de femme fatale de la
literatura, en lo que no se nombra, una nueva baraja del mazo.
Dice
Norah Lange
“Tarde a
solas”
Vacía la
casa donde tantas veces
las
palabras incendiaron los rincones.
La noche
se anticipa
en el
plano mudo
que
nadie toca.
Voy a
solas desde un recuerdo a otro
abriendo
las ventanas
para que
tu nombre pueble
la
mísera quietud de esta tarde a solas.
Ya nadie
inmoviliza las horas largas y cerradas
tanto
pudor de niña.
Y tu
recuerdo es otra casa.
Y mis
latidos forman una hilera de pisadas
grande y
quieta
por
donde yo tropiezo sola.
que van
desde su puerta hacia el olvido.
De “Los
días y las noches”, 1926
“Una
noche, sin ninguna razón, se me ocurrió que sería terrible no poder resistirse
al impulso de manifestarle a alguna de mis amigas que su madre era estúpida o
que su hermana preferida sólo merecía el calificativo de insignificante, de
tonta (...) Al rato dejé de reflexionar en esos absurdos y terminé por
dormirme, pero, algunos días después, durante la visita que hicimos Susana y yo
a unos amigos que nos querían mucho, me asaltó, repentinamente, la tentación de
proclamar que el dueño de la casa era un imbécil.
Sentí
que el impulso se tornaba irrefrenable, y que una sensación de rubor y
miedo me subía por las piernas (itálicas del articulista). Mientras los
demás charlaban y reían, yo aguardaba el momento para decir «tu padre es un
imbécil», tan serenamente como cuando se llega a una conclusión”
De
“Cuadernos de la infancia”, 1937
Dicen de Norah Lange
“En 1950,
“Personas en la sala”, con una dedicatoria “a un poeta auténtico y
entrañable”…¿Entrañable? Sí. Palabras imprevistas que rompen la costumbre del
pensamiento, encanto breve y reiterado, una sorpresa tras otra, surrealismo,
inteligencia o divagación, pero siempre encanto, el instantáneo prestigio de
las cosas inesperadas, el poder de las palabras que no tenían que andar juntas
y que ya se aman. Imágenes, imágenes, belleza o gratuidad según el estado de
ánimo de quien lee, pero concretado en lo sensible, el pequeño descubrimiento,
la irrealidad conmovedora. Y en este delicioso mosaico, colección y revista, no
unidad, diestra carrera de insertar palabra tras palabra, sin desmayo,
mintiendo y jugando, Norah Lange siempre hace vivir las agudas apariencias de
algo que es ya verdad tras las trampas y las acrobacias” de Adelaida Gigli en
revista Contorno 5-6. Septiembre de 1955. Buenos Aires.
Fuentes: Lange, N. Obras completas.
Dos tomos. Rosario: Beatriz Viterbo. 2006; Miguel, M. E. Norah Lange.
Una biografía. Buenos Aires: Editorial Planeta. 1991; De Navascués,
J. “Las miedosas memorias de Norah Lange” en Anales de
Literatura Hispanoamericana, nro 26 II. Servicio de Publicaciones. UCM. Madrid,
1997; El periódico Martín Fierro en las artes y en las letras
1924-1927. Catálogo. Museo Nacional de Bellas Artes. 2010. Buenos
Aires.
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De SER ARGENTINO.COM, 23/10/2021
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