MAURIZIO BAGATIN
La vida es como un viaje. Fuga o retorno, canta el poeta “por la misma razón del viaje, viajar”, es andar, exagerar, inventarse, retornar y mentir. Y “la mentira es consustancial al libro de viaje”, frente a una fogata durante las largas noches los primeros homo sapiens empezaron a contarse, a través de gruñidos y gestos, aventuras maravillosas, mentiras que les permitió avanzar en la gran aventura, abandonando las grandes sabanas y descubriendo el resto de la tierra. En las mentiras hemos vivido literariamente durante milenios. Y a medida que la ignorancia del mundo disminuye, aumenta la dificultad de contarlo en un libro. Nace la poesía.
Con Ulises
buscamos el atajo que nunca fue. Van aedos y trovadores, nosotros seguimos la
ruta de la seda que será de Marco Polo, el caminante veneciano, inventándonos
palabras y burdeles, ampliando horizontes en los cuentos que se creerán
solamente él y el Gengis Kan. Hay una vida adelante y mil murallas, el cambio
climático y millones de turistas en la ciudad donde siguen cantando las
sirenas. Ciudades en busca de visibilidad, de otros viajes, de viajeros y de
mentirosos. Dudaron de Isherwood en Berlín, de Elsa Morante que atraviesa la
Historia, de Bruce Chatwin sentado en una vieja cabaña mientras miraba en un
mapa el viaje de Caboto, el de Magallanes, el verdadero reino de Orélie-Antoine
de Tournes. Ahora estará leyendo en la bitácora de Antonio Pigafetta sobre los
grandes pies de los patagones.
Arthur
Rimbaud era mentiroso y alguien dado a exagerar la verdad. Viajaba con el
viento día y noche para encontrar las flores de Alcide Bava. Cruzando el Gran
San Bernardo y en las noches estrelladas de Java, la oscuridad y el libro
abierto de Asia. Antes de los grandes negocios, de la riqueza y del cansancio
hubo glamour. Fue la alquimia del verbo que sembraron Racine y luego, en el
asfalto, Baudelaire; no hubo una escritura sobre la condición humana, nada de
eso en sus exageraciones, fue siempre la aspiración a una condición humana. En
las cartas videntes, en la negra enorme como un hospital, en todos los lugares
desconocidos adonde alucinados deberíamos llegar.
Todos los
libros mienten, las novelas por encima de todos. El Napoleón de Ridley Scott,
el primer beso y ella, la amada, que entraba en un cuadro de Gauguin. Son las
desfiguradas imágenes de la historia, la miel de la mentira. Soñar como Kafka o
como Faulkner, entregarse como el Marqués de Sade. Será que el lenguaje también
miente y que solo la literatura puede permitirnos este otro viaje: destilar
palabras que desnuden “la verdad escondida en el corazón de las mentiras
humanas”.
Dante en
los tres reinos amó siempre solo a Beatrice. Cuentan que cuando dos mentirosos
se juntan, la verdad sale a la luz. El poeta finge, falsea de alguna manera lo
que no es realmente, su voluntad se vuelve nuestra necesidad, y viceversa
también, nuestra voluntad se vuelve su necesidad. Las mentiras son importantes,
el mundo no existiría sin las mentiras. El arte de contar mentiras, o de fingir
y de exagerar, es un arte antiguo, tal vez el más antiguo arte de sobrevivencia
del hombre. En la verdad de las mentiras hay el secreto de la mentira de las
verdades. En el arte hay mentiras, inútiles mentiras y las más útiles. Es la
fantasía, será la imaginación, si existiera la verdad y fuera una mentira la
realidad. Camino solo para los curiosos, al final será toda una ilusión.
Enero 2024
Imagen:
Ulises y las sirenas
Excelente.
ReplyDeleteSí, Maurizio es muy bueno
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