JOHN STEFAN H.
Impresiona
el universo creativo de Antagónica Furry (Bolivia 1984), porque siempre logra
establecer un diálogo perturbador entre fuerzas contrarias, por un estilo que
se ha ido nutriendo de referencias a la cultura aderezadas con una gran
sensibilidad plástica, lo que singulariza su capacidad para fabular sobre
enigmas existenciales que, a través de su discurso, encuentran un cauce
expresivo muy poco común en el arte boliviano, en específico en el collage.
Desde su aparición allá por los 2012, si no me equivoco, mantiene con firmeza
la tensión entre lo empírico y lo emocional, lo real y lo fantástico; tocando
la recreación del arte sin imposta patriótica en sus piezas, propuestas
contemporáneas galardonadas con primer sitio en el Pedro Domingo Murillo, por dupla
seguidas. No sería tan elocuente ni lograría personajes que evidencian la
frágil frontera entre el bien y el mal, la voz y el silencio si tendría costura
con su entorno. Eso por un lado. Por otro está el despliegue escénico de sus
planteamientos de corte, producto de una mirada artística, rigurosa y
documentada, que no tengo dudas, las cuida por su grado de perfeccionista, dato
que deja ver en su propuesta de redes. Y en tercer lugar está la razón de que
cada exposición finge ser naciente de otra artista, porque propone y cambia.
Logré ver su visceral arte en "Edénica in dermis", pero me quedo con
"En las antípodas de mi conciencia", donde lo pictórico sobresale, me
llena de calidez y de añoranza por la usanza de viejas pinturas cortadas de un
modo que de lejos parecen una sola pieza al óleo. Esto me motivó a querer
conocerla, por uno de esos caprichos de los amantes del arte siempre tiene, no
tuve oportunidad, me embaucaron porque preguntando me dijeron que estaría en su
inauguración, me refiero a la última, me dieron un argumento, una historia que
se multiplica en otras muchas para llenar una “velada serafina”, al modo de las
celebradas en los círculos culturales en los que cada tertuliano aportaba la
suya quedando así sometida al juicio de los demás sin respuestas. Algo de un
imprevisto fue la excusa, aún no me la trago.
En una de
sus instalaciones está ella cortando piezas y de fondo su voz lee un poema, al
parecer suyo. Me recordó a los ensayos de la primera ópera romántica, Ondina,
de Hoffman (1815), si no se hubiera incendiado el teatro la noche previa al
estreno. La cantante protagonista, Johanna Eunicke (documentada en la
realidad), presta su voz al relato de lo sucedido. Antagónica Furry me recuerda
a Johanna que temblorosa leía o decía de memoria las cosas. Pero no es crítica,
es un gusto escuchar la naturalidad de una mujer con su temple y cuidado para
que esto no suceda. Una obertura que sirvió de preámbulo a una interpretación
operística al ver su trabajo. La necesidad de respuestas propició entonces un
banquete que me animó a desinhibirme de los comensales (los artistas
observando), lo que desencadenó una espléndida oportunidad para preguntar qué
les parecía su propuesta, me dieron respuestas francas de esas sanas, a
diferencia de esos que podrían corresponder a los “recitativos”.
Y sin
proponérselo, el misterio se convierte en enigma indescifrable del que todos
acabamos por desentendernos, seducidos ante este despliegue imaginativo que
brinda el arte y la belleza, al tiempo que ensalza el valor de la palabra, el
silencio y la escucha. Ahora entiendo su ausencia.
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Texto de John Stefan H., escritor español que hasta hace dos días radicaba en Sucre - Bolivia.