JAMES JOYCE
Dostoievsi
ha contribuido más que ningún otro escritor a forjar la prosa moderna y
llevarla a su intensidad actual. Fue su potencia explosiva la que hizo saltar
en pedazos la novela victoriana, con sus trivialidades perfectamente dispuestas
y todas esas doncellas que sonríen con afectación: libros faltos de imaginación
y de violencia. Sé que hay quienes dicen que Dostoievski tenía ideas
descabelladas, incluso que estaba loco, pero lo cierto es que los elementos que
manejó en sus obras -la violencia y el deseo- son el aliento mismo de la
literatura. Se ha hablado mucho de su condena a muerte, que se le conmutó
cuando estaba a punto de ser fusilado, y de sus cuatro años de cautiverio en
Siberia: una experiencia que no forjó, sin embargo, su temperamento, aunque es
posible que lo exacerbara. Siempre estuvo enamorado de la violencia, y eso es
lo que le hace tan moderno, y lo que explica, además, que a sus contemporáneos
les resultara desagradable: así, por ejemplo, a Turguénev, que odiaba la
violencia. Tolstói no le veía apenas ningún talento literario, pero “admiraba
su corazón”. Este comentario tiene mucho de verdad, porque, si bien los
personajes de Dostoievski actúan de manera extravagante, casi como enajenados,
sus cimientos morales son firmes.
Conversaciones
con James Joyce, Arthur Power
Cuadro
de Vassili Perov
En el ferrocarril, 1868
En el ferrocarril, 1868
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De CALLE
DEL ORCO, 16/06/2013
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