HÉCTOR SÁNCHEZ
Sid y
Nancy, los Romeo y Julieta del punk, protagonizaron la historia de amor más
intensa y destructiva de la música. Su romance apenas duró un año y,
como en una buena tragedia, su desenlace no pudo ser más catastrófico y
desdichado. Se podría decir que Nancy Spungen supuso a los Sex Pistols lo que
Yoko Ono a los Beatles. Nancy provenía de una familia de Filadelfia a
la que abandonó por tener diferencias con ellos. Probó suerte intentando
trabajar como modelo en Nueva York, pero como no obtuvo fortuna se conformó con
trabajos tan variados como gogó o prostituta. Era adicta a la heroína y de
alguna manera tenía que pagarla.
Pero la
señorita Spungen tenía su propio plan infalible para triunfar en la vida, y se
marchó a Londres con la intención de convertirse en una “groupie” y ligarse a
una estrella de rock. Es curioso, pero, en primer lugar, Nancy se fijó en
Johnny Rotten. Sin embargo, el vocalista de los Sex Pistols, que no quería
tener cerca a la yonqui, la rechazó y “se la pasó” a su compañero Sid
Vicious pensando que él tampoco la aceptaría. No fue así.
Sin lugar a
dudas, Sid y Nancy estaban hechos el uno para el otro. Éste fue el comienzo de
una relación dependiente, violenta y destructiva. Aunque el bajista de los Sex
Pistols ya estaba familiarizado con el consumo de drogas, se sospecha que fue
Nancy quien le introdujo en el mundo de la heroína. Así que rápidamente, Vicious
se enganchó tanto a esta sustancia como a su nuevo amor, y estos dos nuevos
vicios acabarían pasándole factura al pobre de Sid.
La mañana
del 12 de octubre de 1978, el bajista se despertó desconcertado y aturdido por
los efectos del Tuinol en la habitación número 100 del neoyorkino Hotel
Chelsea. La cama estaba empapada de sangre, y Vicious siguió el rastro rojo que
atravesaba la habitación y que llegaba hasta el cuarto de baño. Lo que vio a
continuación jamás lo pudo olvidar. Nancy se encontraba tirada en el
suelo del servicio, bajo el lavabo, junto a la bañera, vestida sólo con ropa
interior negra manchada por el color carmesí de la sangre. Un cuchillo
le atravesaba el abdomen. Nancy Spungen había muerto desangrada a los 20 años. ¿Quién
fue el primer sospechoso del crimen?
Sid Vicious
no solo había perdido a su compañera de fatigas sino que además fue arrestado
acusado por homicidio en segundo grado. “No pueden detenerme. Soy una estrella
de rock”, declaró a la policía. Después confesó ser el culpable: “Lo hice
porque soy un perro asqueroso”. Aunque más tarde alegó que la encontró muerta
cuando despertó para buscar un frasco de metadona para desengancharse de su
adicción. La compañía Virgin pagó la fianza y el bajista salió de prisión a la
espera de un juicio.
Saber quién
asesinó a Nancy Spungen es un misterio digno de una novela de Agatha
Christie. El primer sospechoso era Sid. Al fin y al cabo, se supone que
él era el único que estaba en esa habitación. Si esto era cierto,
¿cuál fue el motivo? Se barajan distintas posibilidades: una de sus habituales
peleas, una discusión por drogas o un suicidio pactado en el que ambos se
matarían mutuamente como prueba de su amor. Sin embargo, en dos momentos de la
fatídica noche, la habitación número 100 recibió dos visitas: los camellos
Rockets Redglare y Steve Cincotti. A la mañana siguiente, parte del dinero que
la pareja tenía en la habitación había desaparecido.
El músico
había declarado a un periodista que le gustaría estar “bajo tierra”, y, al poco
tiempo de salir a la calle, Vicious decidió reencontrarse con su amor perdido
en un intento suicida fallido cortándose las venas. Finalmente, el 2 de febrero
de 1979, el bajista logró salirse con la suya y falleció a los 21 años, víctima
de una sobredosis de heroína pura que su madre, Anne Beverley, le había
facilitado. ¿Fue un suicidio? ¿Fue un accidente? ¿Fue su madre? La propia Anne
Beverly declaró que su hijo no habría aguantado la condena en la cárcel y
también aseguró haber encontrado una nota de suicidio: “Teníamos un pacto de
muerte y tengo que cumplir mi parte del acuerdo. Por favor, enterradme junto a
mi chica con mi chupa de cuero, vaqueros y botas de motero. Adiós”.
El lema
del punk se había cumplido. Ya no había ningún futuro. Sid Vicious vivió
rápido, murió joven y dejó un bonito cadáver. Pero no pudo ser enterrado con su chupa,
sus vaqueros y sus botas; en lugar de eso, fue incinerado. De todas maneras,
Mamá Vicious tenía que cumplir con el último deseo de su adorado hijo. Como
buena madre que era, se dirigió hasta el cementerio donde Nancy Spungen estaba
enterrada, saltó la verja y dejó caer las cenizas de su hijo sobre la tumba de
su amada para que por fin se reencontraran y permanecieran juntos toda la
eternidad. “Al menos ahora están juntos”, comento la satisfecha madre, “y nadie
podrá separarlos jamás”.
Este podría
ser un bonito final para esta apasionada historia. Sin embargo, para el mánager
de los Sex Pistols, Malcolm McLaren, el desenlace resulta completamente
distinto. Anne Beverley estaba tan borracha que tuvo un pequeño
percance en la Terminal 1 del aeropuerto Heathrow de Londres: dejó caer la urna
que contenía las cenizas de su retoño. De ahí surge la leyenda que dice que el
fantasma de Sid Vicious se encuentra vagando entre los conductos del aire
acondicionado del aeropuerto.
Saber dónde
se encuentran de verdad las cenizas del bajista de los Sex Pistols resulta tan
complicado como averiguar quién mató a Nancy Spungen. Sólo una historia tan
romántica y apasionada podía tener un desenlace como este. Quién sabe si
finalmente los amantes descansaron juntos para siempre o el amor quedó flotando
en el aire (acondicionado).
Nos veremos
en La Cara Oculta del Rock…
_____
De EFE
EME.com, 14/09/2011
No comments:
Post a Comment