MANUEL LLORENTE
Ya no
esnifa, apenas bebe y sólo fuma, pero siguen 'ahí' los matrimonios fallidos, su
amor lésbico y aquella vida al límite. En la antología 'Mi bien' está todo ello
y su actual mirada hacia las "pequeñas cosas".
"Canto
lo bello y lo perfecto. Bebo, fumo y esnifo (...) Soy perversa y cruel y me
bañan las lágrimas a solas (...) Me gustan los licores y las sedas (...) No
obedezco leyes ni partidos".
Es la carta
de presentación de Isla Correyero. Mi retrato a lápiz (1984).
De aquello queda todo menos la cocaína, dice la poeta de (ya) 1957.
"Apenas bebo, no esnifo, pero aún tengo arrebatos de amor con todos".
Con todos quiere decir con todos. Porque a esta mujer no se le ponía nada por
delante en los 80 y 90. Y todo lo contaba. Su biografía está en sus versos, muy
dolorosos, muy entusiastas, muy extremos... Una desmesura constante.
Todo esto
viene a cuento porque la editorial Visor publica ahora Mi bien,
una extensa antología de sus versos con un estudio minucioso de quien muy bien
la conoce, el también poeta Juan Antonio González Iglesias. Los versos de Isla
Correyero alcanzan así hoy, todos juntos, una hechura, una cohesión que da un
brío claro a los nueve libros contenidos.
Pero no
todos, dentro de su intensidad, suenan igual. Aquel desenfreno ha dado paso a
una nueva época vital y literaria. Un punto de inflexión que asoma en el último
poema, Luz de agosto bajo el nogal: "Lejos de toda pasión demasiado
grande/ sólo mis sentidos se centran en la admiración y belleza de las pequeñas
cosas". Lo escribió en agosto de 2017, ya con su madre enferma,
internada. La lleva siempre encima, la tiene presente en forma de un
reloj Omega que ha heredado, un reloj de oro breve al que se le ha roto la
cadena de seguridad y con las manecillas dormidas a las seis y media.
"Mis
aventuras escandalizan a los necios y con el dedo me gusta tocar los labios de
la noche", escribió. Y vaya si escandalizaban. El poema Coño
azul armó un buen revuelo ("Mi coño es negro como carbón
evaporado./ Pero se vuelve azul/ a la luz de la tele y de la luna").
Isla Correyero no se arrepiente de él, pero ya no le gusta. No relee éste ni
otros poemas, lo escrito escrito está. Vuelve a sus clásicos: a Claudio Rodríguez,
a Quevedo, a Gonzalo Rojas, a Juan Gelman, a Antonio Gamoneda. "La poesía
va y viene, según nuestro ritmo. La poesía es para leerla en voz alta. Es una
pasión enorme que siempre me ha acompañado", dice con sosiego.
Y sale al
paso cuestionando cierta poesía joven "que circula por internet y que
abusa de palabras soeces para querer ser moderna. Aparecen palabras
como joder, follar o coño, pero de forma despectiva. Sólo lo hacen
para llamar la atención. O por desinformación. Para escribir poesía hay que haber
leído mucho. El lenguaje debe ser muy amplio, pero debe adecuarse a su
objetivo. El poema debe tener una armonía», precisa la escritora.
Isla
Correyero tuvo un primer matrimonio que apenas duró siete meses, luego encontró
el amor de una compañera de trabajo que la alivió durante dos años, y se volvió
a casar, y volvió a tener mala suerte. Tiene dos hijos. Y fue enfermera y en el
hospital vio de todo. Y todo esto lo cuenta con detalle en Cráter,
Ámbar (libro inédito), Lianas, Crímenes, Diario de una
enfermera, Amor tirano, Divorcio... "He sufrido muchísimo, hasta
malos tratos. Y también he sido una mujer muy libre. Ámbar, el libro
inédito, no lo publiqué en su momento por respeto a la familia, porque ya tenía
hijos y era una época todavía...". Era 1984. Cuando escribió "Bajan
los tordos a beber aceite/ de mi vaso de plata y cobre, bravos". Y
"deslízate en mi cuerpo como en agua".
Pero la voz
de Isla Correyero es más reconocible en versos como "Los que
probamos las exóticas sustancias y vivimos en el cine y en la noche./ Todos
nosotros./ Los desterrados ahora de aquel grupo./ Los olvidados, los oscuros,
los ausentes./ Los abandonados y los destruidos" (Todos
nosotros). "Yo vengo de perder una batalla/ de la vida/ y otra más
y otra más/ y otra. Pero mi espíritu está indemne" (Cinta de
Moebius). Y alcanza un grado mayor en el libro Diario de una enfermera, escrito
durante su trabajo en el Ramón y Cajal. "Hay muy poca esperanza en
este libro", decía el pasado lunes en una cafetería junto a la
madrileña Plaza de Castilla al final de la mañana. Y tanto. Dos ejemplos:
"Me han elegido para entrar en la muerte de una niña". "Las
doce campanadas resuenan en la UVI como un tono alterado de medallas
estáticas./ Después de la última uva dorada de este año daremos a los padres
del cadáver la noticia terrible".
Allí vio de
todo y eso le valió para escribir guiones para la serie de Televisión Española
Quinta planta, con Antonio Mercero, que no llegó a puerto alguno. Ella dice que
por censura, porque si bien defiende la sanidad pública española "también
tiene sus problemillas y eso lo conté".
- ¿Y por
qué empezó a escribir?
- Por
rebeldía.
Silencio.
- Yo no
tengo entrada en el mundo de las mujeres, no me dan bola. Y siendo feminista
como soy. Quizá porque vieron en mí alguien libre tanto en la vida como en la
poesía. Ahora me fijo más en los hombres mayores, esos que tienen un universo.
Me gustan esos hombres tan sensibles que empiezan a llorar.
- ¿Y hacia
dónde va hoy Isla Correyero?
- Yo he
ido, nunca me he buscado.
Poema:
'Clase de baile'
Tenga la
goma de mi body un roto
por donde
el dedo de tu amor me palpe,
tiente mi
vientre tierno y estirado
sin que
resista mi destino el talle.
Páseme el
viento del amor tan dentro,
tan inmoral
y tan furtivo pase
que una
tormenta de piano quepa
entre mi
body y el plié del aire.
Del libro
inédito Ambar (1984)
_____
De EL
MUNDO.es, 16/10/2018
Fotografía: Carlos García Pozo
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