JULIA ROIG
"nada
hay fuera del texto"
Jacques
Derrida
Suena Karma
police en bucle mientras yo pretendo volar a la suprarrealidad deseada y forjar
un poema que huela a tierra/hierba fresca y a noches de clarividencia y
devoción, si es que eso es posible. Un poema que no se pretenda guante ni
ofensa. Un poema forajido. Que me sea coartada para vestirme de luz e
insistencia y rescatarme un poco, ahora que el aire está inmóvil, como escribió
Rimbaud, y pergeñar en versos kilométricos una danza antigua que mezcle
diabluras y vértigo. Me emborracho de soledad y juego con el sextante que dicta
las distancias que nos separan, a ver si lo rompo. Después empiezo el poema en
el que navego y naufrago al mismo tiempo y me pregunto: ¿por qué tiemblo?
Porque la vida es un fiordo de fuego que se deshace en nuestro pecho y quiero
abrir mis ojos inmensamente de aquí a Lima para no perder detalle de ese
deshielo y de ese incendio, porque es mío y único.
Fuera un
ejército inmenso manosea un nembutal de coltán como si fueran sus sexos, pero
no lo son. Sedados, ofendidos y ofensivos. Ellos se quitan (y quitan) la vida a
diario y no sé por qué, cantaría Krahe. Porque no lo saben, pienso o sí, y eso
sería lo perverso. Hembra atávica aullando hossanas en este no-esplendor sobre
el asfalto. Yo TIEMBLO en mayúsculas y el corazón me relincha dolorosamente en
un lugar con mucho sol y sigo escribiendo como un río sin cauce porque no sé
hacerlo de otro modo y porque elijo el poema para desmoronarme como elijo tu
cuerpo. Elijo el atardecer de ceniza turneriano mientras hago taxidermia al
recuerdo y deconstruyo el amor a lo Derrida y elijo la belleza del gesto y soy
una mujer con el cabello lleno de corceles. Tiemblo cuando muerdo tus palabras
en mi boca. Le vendo los ojos a Proserpina en el poema con un terciopelo rojo
bermellón y le recito, que no receto, vida. Y tiemblo.
Elijo el
enigma y el escombro de las horas felices. Elijo licorerías oscuras y exámenes
de histeria. Allí donde se guarda el silencio y la calma a veces se pierde la
cabeza y el control. Pero sigo temblando. Las cicatrices embellecen al
guerrero, me repito en un delirio de metal. Porque somos un cúmulo de
fragmentos que se desordenan después de tantas caídas, sin control remoto para
la emoción, el cuerpo se improvisa, sin alzado previo, una vez más. Vitrinas y
espejos, eso no es vida, es un eslogan de plástico, la medusa en la tráquea de
un tenor. Mi corazón, una amanita muscaria que crece y se desborda en un bosque
submarino lleno de caballos griegos que leen a Tristan Tzara y yo les observo,
vestida con un péplum mientras vuelco una ánfora llena de vino sobre los
demonios de la literatura y me condecoro con tu risa salvaje mientras ellos
beben y se atreven a asomarse a sus adentros. Tiemblo porque albergo un ciclón
en el pecho. Tiemblo mientras leo a Lorca, a Shepard, a Margarit y a Grande.
Tiemblo en la anemia del poema que no llega a este corazón abierto. Tiemblo
porque los niños ya no juegan, solo crecen rápido. Tiemblo ante el muestrario
de caricias que reclaman las pieles.
Ninfa
sabelotodo, sigue temblando y parte el cráneo de la palabra más hermosa, no la
domestiques nunca, haz que muerda o devórala, consciente de tu temblor.
Elige el
poema, elige tu cuerpo y desmorónate.
MDN
http://missdesastresnaturales.blogspot.com/.../hossana...
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