Thursday, April 11, 2024

MAPAS DE HIELO Y ARENA


JULIA ROIG

 

«No está absorto en la contemplación de las olas. No está absorto porque sabe lo que hace: quiere mirar una ola y la mira [...] no son «las olas» lo que pretende mirar, sino una ola singular [...] la ve crecer, acercarse, cambiar de forma y de color, envolverse en sí misma, romper, desvanecerse, refluir [...] no se puede observar una ola sin tener en cuenta los aspectos complejos que concurren a formarla y los otros igualmente complejos que provoca [...] su mirada se detendrá en el movimiento del agua que bate la orilla hasta ser capaz de registrar aspectos que no había captado antes [...] La cresta de la ola que avanza se alza en un punto más que en los otros y desde allí empieza a festonearse de blanco [...] para entender cómo es una ola hay que tener en cuenta esos empujes en direcciones opuestas que en cierto modo se contrapesan y en cierto modo se suman y producen una ruptura general de todos los empujes y contraempujes en la habitual inundación de espuma [...] este modelo debe tener en cuenta una ola larga que sobreviene en dirección perpendicular a las rompientes y paralela a la costa, haciendo deslizar una cresta continua que apenas aflora. Los brincos de las olas que avanzan alborotadas hacia la orilla no turban el impulso uniforme de esta cresta compacta que las corta en ángulo recto y no se sabe dónde va ni de dónde viene. Tal vez es un soplo de viento de levante que mueve la superficie del mar transversalmente al impulso profundo de las masas de agua del mar abierto, pero esta ola que nace del aire recoge al pasar los impulsos oblicuos que nacen del agua y los desvía y endereza en su dirección llevándolos consigo».

Italo Calvino

 

 

«All I can do is be me, whoever that is»

Bob Dylan

Me comprometí a escribir el prólogo de esta novela cuando precisamente la finalidad primera de un prólogo al uso atenta contra mi naturaleza y por ello entiendo que eso es precisamente lo que se espera de mí, que no escriba un prólogo al uso, que sea, como el bardo Dylan dijo, yo misma, quien quiera que sea ésa.

Por ejemplo, me gustaría decir que este artefacto poético al que te asomas, nace de la libertad y el respeto de dos artistas, dos géiseres creativos e incansables que no transigen, Pablo Cerezal y Diego Vasallo. Ambos maestros de la vita contemplativa, cazadores furtivos del gesto, del detalle, por ello se mantienen en eterno movimiento, sabiendo que siempre hay un margen que pasa desapercibido, un surco nuevo o antiquísimo por recorrer o descubrir, porque el ojo inquieto, ya sea hacia dentro o hacia fuera, busca. Este poema de fuego y papel, nace del instinto impecable de dos flâneurs que se reconocieron una noche de frío y humo, una de esas noches de faros y naves a la deriva en el asfalto madrileño.

Un prólogo es un estado de ánimo, dijo Kierkegaard, y de ser así me gustaría contagiarte de él y llenarte de curiosidad y ganas de adentrarte en estas páginas, no por ofrecer un tráiler literario que contenga las claves y los mejores momentos sino por acercarte a todas esas escenas que quedaron fuera. Brindarte esta obra llena de bruma de la playa de La Concha; calles empedradas salpicadas de sirimiri en busca de un bar que refugie; el olor a café desde el primer contacto; alguna distorsión de una prueba de sonido de una noche cualquiera, de ese momento que busca más que la perfección, la belleza. Que sostengas entre tus manos este Jaizkibel con vistas estratégicas a dos autores que creen en la liturgia y la calma de hacer las cosas con la dedicación que implica el dejar en cada una un poco de alma.

Aquí no hay señuelos, aquí bombea la sangre creando a cada paso un lienzo inaudito, cortazariano porque a lo rayuela muerde por donde lo abras, y orsonwelliano por el juego de voces laberínticas a modo de espejos que nos brinda tan poética como peligrosamente. Novelas río, canciones río, de eso sabe mucho el tándem Cerezal-Vasallo. Cada novela de Pablo es un viaje recorriendo lo inesperado. Cada disco de Diego es una odisea repleta de alquimia. Cada uno de sus cuadros un testamento en blanco y negro del dolor aullando una historia. Y ambos han recorrido mucho mundo, y ambos le tienen querencia al riesgo artístico, porque sí, así suena la palabra libertad.

Aunque resulte algo manido, necesito gritarlo una vez más: it’s not the song, it’s the singer. Una canción es una experiencia, una novela es una experiencia, un cuadro es una experiencia, el amor es una experiencia. Yo no puedo pervertir ni un instante de la misma dando indicaciones, comparativas o aperitivos. No quiero hacerlo. No tendría sentido. Por eso voy a imaginar cómo se sumergen tus ojos en este maremoto de pensamientos, canciones, vivencias, lugares, placeres y llantos, porque aquí hay dos bosques líricos, frondosos y únicos que se recorren mutuamente, sin miedos ni guías y así sería hermoso adentrarse en este libro. De la mano de dos prestidigitadores de verbo cirujano recorriendo y dejándose recorrer la entraña sin artificio. Y da miedo, honestamente, entrar en la mente de un creador total, ya sea un Da Vinci norteño o un Shepard castizo. Da miedo porque cada vez es más difícil hallar voces que respondan a su propia voracidad, a su caos, a su inconsciencia incluso. Puros outsiders de la luz y la calle fácil, que diría Tom Waits.

Y me reconcilia, a pesar de estos tiempos de velocidades insanas y bellezas erróneas, me reconcilia abrazarme a una palabra maravillosa para la que apenas hay lugar: inspiración. Encontrar aquello que nos golpea, que nos alimenta, que nos transforma, y hacer algo con ello porque no puede ser de otra manera, porque no se puede contener. Ese es el verdadero arte que algunos ansiamos encontrar, el arte que nace del placer y del daño, de la belleza y la crueldad, de la urgencia y la calma, pero sobre todo de la necesidad de mantenernos ansiosos, hambrientos y vivos, reinventando mapas de hielo y arena para perdernos en ellos.  

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Prólogo a Diego Vasallo, trayectoria de una ola, de Pablo Cerezal. Parkour poético, 2024

Saturday, April 6, 2024

Viajes de viajes


MAURIZIO BAGATIN

 

El primero en absoluto fue una fuga. Con el Mago llegamos hasta el pueblo más cercano, ver la gran construcción del gasoducto era la experiencia más inolvidable que podíamos hacer a nuestros cinco años. El verdadero viaje era dentro del viaje, escapar, evadir, romper el hielo, desaparecer, retornar. Adrenalina y emociones sin haber leído aun Los muchachos de la calle Pál.

De una de las regiones más perdidas y más fascinantes de Europa, Extremadura, salieron hacia el Nuevo Mundo los “conquistadores” más hambrientos de Europa. Recuerdo cuando vi la película de Luis Buñuel “Las Hurdes, tierra sin pan”, un viaje en el tiempo que me recuerda a las poesías de Rocco Scotellaro, a los estudios antropológicos de Ernesto De Martino. Sin siquiera conocerse todas estas familias hambrientas desde Trujillo invadieron Sudamérica: Nuño de Chávez fundó Santa Cruz de la Sierra, el fray Vicente de Valverde fue obispo de Cuzco, Gonzalo Jiménez de Quesada era el compañero de Cortés en su conquista de México. Se pregunta Gavin Menzies: “¿Acaso un hada madrina agitó una varita mágica sobre aquella ladera polvorienta de la que tantos conquistadores partieron?”

Cuando leemos a Swift y a Verne inspirados por Ulises y descubrimos cuan viajeras son las letras más atrevidas, surcan mares y profundidades desconocidas, también el De Amicis más atrevido saliendo de los Apeninos cruza un océano y se enfrenta a los Andes.

La literatura es un permanente viaje. El viaje de los viajes. Heródoto viaja y moldea el mundo para los historiadores. Kapuściński es el heredero de la brújula. Y en el medio Marco Polo va dictando en veneciano sus peripecias a un pisano, el escribano Rustichello. Tremendo viaje es lo de Boccaccio, que se va a Nápoles y retorna con el Decamerón.

En un abrir y cerrar de los ojos, Barataria sigue esperando la llegada de su futuro gobernador, Sancho Panza; Ferdinand Bardamu adentro de la noche busca una luz y una imposible salida; viajes imaginarios y utópicos, un caleidoscopio que logra ver “una mezquita en lugar de una fábrica”.

A los diecisiete años -cuando no se puede ser serios- mi viaje fue hacia el sur -buscando, buscándome- y fue de inmediato el sur. Mi tentación ha sido siempre pensar que si no conoces el sur del mundo no conoces al mundo. No se si estoy en lo correcto, un sueño de Walter Benjamin me indica que sí, me despierto y también Paul Gauguin me hace un guiño.

El Capitán Fracasa y Fernando Pessoa, todos viajaron, aunque una sola vez. Aldous Huxley más allá de unas puertas, Virgilio retornando de Brindisi, Adriano de mil misiones, Alejandro Magno hasta el profundo miedo de cruzar un mar que era solamente un rio. Hay cansancio y derrotas, en el viaje hay heroísmos y bellaquerías, traición y triunfos. Mentiras y un último sueño. On the road o En la Patagonia.

“El hombre de las suelas de viento” consumió sus zapatos; Dino Campana y los cronistas de las Indias y los naturalistas hicieron lo mismo. Rutas de polvo y llenas de malhechores, una Transiberiana siempre soñada, la ruta del Inca dejada a mitad, el camino explotado de Santiago y la Vía Apia, cuando todos los caminos empiezan en Roma.

En casi tres meses viajamos en tren por la península. Un viaje inolvidable, solo dos regiones fueron dejadas al olvido: Cerdeña y la Val de Aosta. Leyendo el barroquismo de Lezama Lima, con una introducción de Julio Cortázar que es otro viaje, uno se va perdiendo y perdiendo sin naufragar. ¿Viajé en el libro o con el tren?

En un tiempo pacifico me hice acompañar por Claudio Magris, el Danubio no es un rio, es un mundo que fue y otro que imaginamos, uno que vendrá y el que debemos descubrir página tras página. Uno de los viajes más placenteros. Uno de los últimos de los grandes viajeros, Peter Matthiessen, búsqueda espiritual y espíritu de sobrevivencia; el viaje que quisiera haber hecho en aquella época, lo de Christopher Isherwood: El cóndor y las vacas. Y los que ahora no recuerdo porque seguramente los he hecho, con sus autores, a cada línea sudando, remangándome y peleando con el sueño, más madrugador que una alondra, más despierto que un murciélago. El viaje que hizo mi padre escapándose de la guerra civil, del hambre, de la página más miserable de nuestra historia.

Hay un viaje interior también. En un momento la Historia doblegó su curso, algunos comprendieron que revolución y reacción no eran propiamente su semántica; algunos reconocieron que los trenes que recorrían muchos territorios y las chimeneas que eructaban venenos nos enseñaban algo más, mucho más que unos viajes, mucho más que el progreso.

Tolstoj no terminó el viaje que inició, Ulises cerró el círculo y volvió a Ítaca, Abraham no lo cierra nunca…

Tiempo y espacio que se cruzan. Muchos salieron sin retornar, Borges desde la orilla, Conrad de las tinieblas, Ursula K. Le Guin de Omelas.

Teseo en su laberinto sigue un hilo para fugarse del minotauro; más allá solo ethos, solo pathos, el logo y la physis...

La poesía probablemente es la premisa de todos los lenguajes, debe ser el viaje más contemplativo que el ser humano pueda emprender. Para un poeta es como ir a China a pie, cavar y cavar llegando a las antípodas de la tierra, salir de Italia y salir de Nueva Zelanda. Viajes maravillosos.

Y ahora aquí, en el país que me adoptó. Al gozar de la observación, como un coleccionista de paisajes surreales, de visiones que decodifico y deconstruyo; bicicleteando o desde una ventanilla que filtra las emociones, leyendo entre las líneas los raros acertijos del hombre contemporáneo, descifrando charadas y muertos intentos de genialidad. El viaje de un siglo, lo de Céline o lo de Musil. Embriago frente al Sena con Henry Miller. Sigo engatusándome de la dama que me sigue acompañando, día y noche en este viaje, de sabores y de saberes…olvidando habilidades y jugando con las imprevisibilidades. Siguen los viajes de los viajes.

5 de abril 2024

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Foto: “El portón de los sueños”, Aramasi, Villa Rivero, Cochabamba 

Sunday, March 31, 2024

inventario de desaciertos

 


PABLO CEREZAL

 

Soy el trazo marcado a navaja contra la corteza de un árbol. Tiene forma de corazón. Desbarata el amor que se sueña intacto.

He abierto senderos y me he perdido en caminos que no se hacen al andar. Tal vez al llorarlos como a la última posibilidad de una vida que merezca todos los tropiezos comprendidos al despertar.

Hay una chichería en Cochabamba que atesora mi bilis de horas de más, minutos sin ti, entre sus baldosas. Y un trasiego de dudas esparcidas como cayena molida sobre antiguos mapas asiáticos.

Soy el sin rumbo, ahora que nadie quiere marcarlo. Y abro la navaja. Y busco otro árbol. Uno que no muera. No me basta saber que me sobrevivirá al menos cien años.

Mucho sur, demasiado este, algún oeste sin vaqueros pero henchido de bisontes bifrontes, y este norte que hoy vislumbro peinando cantábricos como tus dedos espumas, ayer, al Atlántico. Los míos se enredan, todavía, en estúpida cartomancia que acaricia el filo de esta navaja. Que no te escandalice la sangre. Los hematomas, como los sueños, nacen hacia dentro. Los sueños, como los peces, mueren hacia arriba, buscando la superficie: como una escala, una Venus de hielo en primavera o la trayectoria errónea de una bala.

Hay una cebichería en Arequipa que mantiene intactos, contra sus manteles de cuadros mal recortados, mis ansias de pescado crudo. Y un mercado de sal en Jeju que jóvenes desconocidos, con toda la vida por delante, recorren afilando pupilas que no encuentran entre sus corredores la cartografía errónea de mis pasos.

Están el altiplano y el Sahara. Como remiendos de ejecutados contra la contrariedad enladrillada de mis zapatos. Un té al anochecer, entre Sabra y Chatila. Un trago largo en Salvador de Bahía. Y entre mis dedos infantes esta navaja, como jauría de mordiscos que sólo hacen presa en bosques que atesoran silbidos de viento sin norte. En ocasiones me siento árbol de corteza escueta esperando el traspiés de otra navaja. Una que haya recorrido Vallecas en busca de reyerta.

En la Cantinha da Aida disimulan que me añoran cuando sólo esperan de regreso la telequinética magia con que tus labios despertaban pirotecnias a la espuma del primer trago de cerveza. Y tengo mucha sed, pero soy mis errores, que ahora caminan con las manos para contemplar el mundo más bello incluso que cuando soñado. Del revés sólo del revés se puede contemplar la realidad. Pero así es imposible siquiera intentar propinarle un trago. Y tengo mucha sed.

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De VISLUMBRES DE EL DORADO, blog del autor, 31/03/2024

Imagen: Pablo Cerezal

 

Tuesday, March 26, 2024

Chuquiago


PABLO MENDIETA PAZ

 

Monumental obra que bosqueja personajes y recodos de La Paz, y en gran medida supera todo lo escrito sobre la hoyada. Dura por momentos, benévola en otros, un dualismo que traduce lo sombrío, y también lo luminoso -en el sentido de Walter Benjamin- de una urbe que no admite comparación, el navarro Miguel Sánchez-Ostiz se transforma en el tenaz y estoico voyeur « que con mapa en mano conoce cada una de las puertas de la ciudad, y las abre ». Con esta magnífica obra, el autor destapa las abundantes contradicciones de una ciudad como La Paz, pero al fin, con maestría sin límite, las impugna, las reconoce válidas, y embellece la ciudad. Ganador de ocho premios literarios, Miguel Sánchez-Ostiz, enorme autor español, aporta encumbradamente a escribir la historia de Chuquiago.

Wednesday, March 20, 2024

Un tren a Tarabuco


MAURIZIO BAGATIN

 

La línea férrea, las casitas de adobe y las de hoy, tempestad del progreso que no admite absolución alguna. Retorno y abandono, un camino que va y otro que vuelve. Sube y baja como el viaje de Juan Preciado. Infinidades de venas terráqueas que el hombre surcó. Hay muchas variaciones de verde en estos parajes, es el verde que en marzo despilfarra todas sus tonalidades. Hay que convivir con las contradicciones, la farsa, y la imperfección. Sangre indígena siempre en camino, mestiza que se aclara y oscurece según los pasos del tiempo, los espacios donde el oxígeno va moldeando nuestra linfa. Ninguna síntesis antropológica capturará el pasaje, la violencia, el amor que pisó esta tierra. Las mariposas, que aquí son pillpintu, cruzan inmaculadas el camino.

Cambia el paisaje, son monstruosas montañas primordiales, sin envidiar a otras cadenas presuntuosas, a una curva puede revolucionarse el horizonte frente a tus ojos, los millones de años de las piedras dejan aun una fisura para que el árbol brote. El tren nunca llegó a Tarabuco, cerca vemos un aeropuerto, los rieles siguen ahí, como una de las tantas heridas que la política inflige a la naturaleza y al hombre; inicio del Antisuyo, cicatriz de la batalla del 1816, el caudillo y poeta Huallparrimachi. El destino de este tren debía ser el más profundo sur, de repente, el Argentina, el mismo paisaje con otra gente que acullica y casquea desde tutumas el néctar de los valles. Mundo puquina que se pierde en los infinitos valles del tiempo y en no haber sido nunca capitanías de mita y trabajar en las minas. Colores y rostros esculpidos por la Historia, la historia grande, la mirada al infinito de un campesino sentado al borde de su chacra, los animales que a veces lo guiarán a su choza. La vida de una vida.

Cuanta etnografía en las pesadas sandalia que los yamparas llevan al febril juego; el europeo que ya no me siento ser va perdiéndose en miles imaginarios, el académico de los antropólogos, el poético y violento de las etnias, como si estuviera en el puente sobre el mundo, el Pachachaca que añoraba José María Arguedas. Si algo entra por los ojos nunca puede salir de igual manera por la boca, las palabras son “lo más inútil y lo más cierto de la creación”.

Al final todo está ahí, detrás de aquel cerro, de aquella quebradita, ahicito.

19 de marzo 2024

Foto: Pukara autóctona de la nación Yampara, Tarabuco marzo 2024 

El maestro lucha por su vida


DIEGO MEDRANO

 

Lucha Miguel Sánchez-Ostiz por la vida desde el barco pirata, donde la barra de los bucaneros roncan ron, donde los marineros con una sola pata silban habaneras, donde los negocios suicidas crecen, donde la lluvia cae en los mejores papeles rotos. Lucha Miguel Sánchez-Ostiz, mago del idioma, maestro de la Literatura española, contra el último asalto del demonio y no está solo, porque aquí estamos con él sus íntimos lectores con los ojos cerrados y apretados, para leer el libro invisible que no escribe y es grito de silencio. Lucha Miguel Sánchez-Ostiz donde los timoneles sordos oyen crecer la hierba, donde el fantasma sin cabeza ronda y pliega las velas, donde el verano de los baldados traerá a la mesa la fruta fresca y la risa sin recato, muy rojas las bocas, muy blancos los dientes, como de esqueleto francés en riguroso saldo. No está solo Miguel Sánchez-Ostiz, tras la enfermedad, porque aquí estamos dando vueltas y vueltas la interminable caravana de sus secretos admiradores, porque el desamparo huye siempre al encender a escondidas el flexo de trabajo, porque el mejor epitafio ya está escrito con letra arrugada de borracho: “había una vez un circo” o “realidad e invención la misma cosa son”. No está solo el capitán porque todavía tiene mucho que enseñar a las pirañas muertas. La sopa del miedo no va con esta tripulación. Lucha Miguel Sánchez-Ostiz por la vida, con todos nosotros a cuestas, templado por el bastón de boticario o dandi ful, en la gracia misma del ángel, el idioma lujoso, las esmeraldas entre las letras de las mejores palabras inventadas, la belleza de una obra moral bajo todo este cielo azul, azul, azul. Hoy, Día del Padre, sus hijos escritos lo celebramos y así rompemos platos y todas, todas, todas las palmas echan humo y dan las gracias al milagro que pronto comenzará tras el título.


Thursday, March 7, 2024

Ahora o nunca; Miguel Sánchez-Ostiz


DANIEL MOCHER

 

No tendré la osadía de afirmar que es el mejor de los dietarios de Miguel Sánchez-Ostiz, pero es el que yo prefiero, entre los que he leído, hasta la fecha. Publicado a mediados del 2022 por la editorial Renacimiento, comprende las anotaciones correspondientes al año 2016. En sus páginas, no es que el autor se desentienda totalmente de la cosa pública, uno de sus temas más recurrentes, pero toma, en cierta medida, algo de distancia terapéutica de la noticia biliosa, de la actualidad airada y desabrida, del análisis político enconado, rebelde y contestatario que predominaba en otras entregas y en sus columnas de opinión en prensa. De carácter más íntimo, prestando mayor atención a lo importante, a la esencia fundamental de sus propias entretelas, este diario vira con mano maestra hacia temas axiales como lo son la enfermedad, la vejez (“ese horror al que das cuanto puedes la espalda”) y la muerte. Sánchez-Ostiz paladea como nadie el recio licor de los sueños desportillados y las ilusiones en merma creciente, cata y describe al detalle, sin autocomplacencias (“Franqueza con uno mismo, difícil franqueza esa”), la pérdida del vigor, el cansancio, el miedo y el fracaso. Con una honestidad fuera de lo común, con una sabia y desengañada mirada lúcida, de excepcional estilo inconfundible, pasa Sánchez-Ostiz en estas páginas a través de un año lleno de mucho más que mera literatura, la vida cierta de un año más que otro año de vida, un sincero cajón de sastre en el que todo cabe, con las inevitables reflexiones sobre el ingrato oficio del escritor que vive fuerapuertas, aldeano y otoñal (“Escribir como quien desbasta un tronco muerto a golpes de gubia”), el cepo agridulce de las redes sociales, los visitas a Biarritz, Pamplona, Bayona, San Juan de Luz, el refugio de los seres queridos, el recuerdo de los viajes míticos. Hay sus caminatas por los senderos baztaneses y las más difíciles trochas interiores ostizianas, ambas rutas intercomunicadas, indisolubles, descritas con delicadeza de acuarelista y en ocasiones también con furia soliloqueada o con la lírica exactitud del haiku más certero. Además transitan por este diario sus viejas compañías, las innatas obsesiones: el tiempo perdido, la vida echada en balde, la carga de los errores irreparables, sus “gatillazos del alma”, la niebla, las traiciones, como le cortejan distantes, fugaces, simbólicas, las garzas que pasan y no regresan, y si regresan nunca es lo mismo, son otras, hemos cambiado y ya se sabe. “La vida ya fue, dijo Tabucchi” o “De la vida me acuerdo, pero dónde está”, que dejó escrito Gil de Biedma. Podría parecer que la negrura domina el tono general de la obra pero a poco que uno mire bien, que relea con atención este dietario sobresaliente, esta vanitas abierta en canal, podrá apreciar una rara alegría, como aquella de José Hierro, que nace del dolor, una humilde, honda e insobornable celebración del vivir a pesar de todo, desde el sosiego que aportan los años de experiencia, las puertas asumidas del invierno y el cobijo interior bien amueblado. Revolotean alrededor los pajarracos sombríos de la depresión y la derrota pero como dice el autor, si no recuerdo mal, en otro de sus dietarios: si finalmente desarzonados, resistir todavía, plantar cara arrodillados. O algo así. Esta es una obra mayor dentro del género diarístico en español y puede que también una de las cumbres en la ingente producción de Miguel Sánchez-Ostiz. No digan después que no fueron avisados. Ahora o nunca.

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De REVISTA PURGANTE, 29/02/2024