Saturday, March 2, 2013

Ingenuidad, inocencia y Barriomundo


Daniel Averanga Montiel (1)

Ingenua es la gente de cierta clase social, que actúa como si estuviera en otro país y se abraza en fechas como Navidad y Año Nuevo y se interesa más en Santa Claus que en ciertos problemas de su ciudad; ingenuos son algunos analistas políticos, ex presidentes “intelectuales” que no pudieron hacer nada cuando estaban en el poder y ahora justifican su incompetencia a través de mamotretos literarios; ingenuas son las estadísticas, tan perfeccionistas que afirman que hay poca pobreza y que además nuestros padres de la patria son realmente padres patrióticos (Oh, Fidel Surco, ¡qué tipo tan maduro, culto, responsable y honesto! (?)). Ingenuos son aquéllos que siguen pensando en sí mismos, como el pariente de una amiga, que me dijo hace poco, al estilo Beverly Hills 90210, que no armaría una familia si no cumplía primero con sus sueños: 32 años y decía que no había conocido lo suficiente... me dio mucha pena... bueno, si metiera en un saco a todos los ingenuos que conozco, la mayoría sería gente adulta (a los adolescentes se les perdona por la edad, como decía Twain), porque si me hablan de niños, éstos no son para nada ingenuos, más al contrario: inocentes sí son, pero eso no es lo mismo, porque el hecho de que los niños sean inocentes más que ingenuos es porque no son estúpidos, y todo esto bien lo sabe y lo demuestra Jaime Nisttahuz en Barriomundo.

En estos tiempos en los que todos quieren escribir “la novela”, Jaime nos enseña que algo tan significativo no necesariamente debe exceder el número de páginas porque sí: la precisión se agradece además, pues lo mejor, cuanto más breve, mucho mejor.
Los niños de Barriomundo son únicos en su concepción tanto como en su despliegue escénico: su inocencia no garantiza pensamientos “correctos” ni acciones “buenas” o “reflexivas”, y son únicos en su propia madurez. Esto tiene su propia justificación: así como en la vida no necesariamente hay finales felices ni personajes totalmente buenos, en Barriomundo la infancia se aparta de los momentos Kodak y se interna en la pura realidad, resaltando, a través de experiencias tan posibles como universales (la curiosidad sobre el sexo, sobre los animales, sobre la crueldad y también sobre la muerte) la misma experiencia de la infancia.
Y todo eso, señoras y señores, no es más que inocencia: vivir, calcular la magnificencia del dolor o del placer a través de la experimentación, y disfrutar de los límites ribeteados.
Por el contrario, la ingenuidad es, más que un estado inmaculado, un problema mayúsculo, un pecado digno de aprendizaje empírico, y la ingenuidad adrede, ésa ingenuidad de ciertos escritores, nacida al querer ser políticamente correctos y esperar que todos le acepten a uno y digan sobre sus escritos: ¡Ay, qué lindo!, es algo peor: una estupidez digna de best-sellers facilones; por ejemplo: si metiera a los niños de Barriomundo al mundo de los libros del grillo Benjamín, esos libros tan “bonitos” y “correctos” escritos por la señora Mancilla, de seguro le harían a ese pobre insecto lo mismo que el personaje de Diario Secreto del Claudio Ferrufino C., hace con bichos de la misma calaña.
Así, Barriomundo demuestra ser una novela que, a pesar de haber sido escrita hace más de dos décadas, todavía tiene el poder para sostenerse a sí misma mucho mejor que otras novelas tan publicitadas y pomposamente presentadas, con perdón de muchos amigos autores que siguen empujando sus escritos por el camino de la publicidad y de la polémica innecesaria, como si sus obras no tuvieran la voluntad de representarse a sí mismas.
Y ése es el problema de algunos escritores en este país: le temen a qué dirán los demás sobre sus escritos. Se sienten comprometidos con sus parientes, con su gente, sobre lo que puedan escribir. No se dan cuenta que muchos autores han dejado a un lado su condición moral, social o educativa, y se han puesto a escribir historias, construir situaciones, como lo hace Jaime, quizá sin dirección pedagógica, social o moral, pero con trascendencia policategorial por antonomasia.
Puedo describir a Barriomundo con un sinfín de adjetivos provechosos; puedo definir a Jaime como un escritor estoico y sin embargo esencialmente humano; puedo seguir resaltando los beneficios de leer a un maestro de tal calibre y puedo decir que es amigo mío y que por eso valoro su escritura (y la comento), puedo decir mucho y abarcar poco, como hacemos casi todos cuando no tenemos más que paja en nuestras composiciones, pero no me queda más que decirles a ustedes que dejen de perder el tiempo conmigo y consigan los escritos de Jaime Nisttahuz de una buena vez.


[1] Daniel Averanga es escritor, jurado en certámenes de ropa interior femenina y peleador callejero alteño


Publicado en Fondo Negro (La Prensa/La Paz), 24/02/2013 
Foto: Jaime Nisttahuz

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