CHELLIS GLENDINNING
Aquí en Chuquisaca soy la privilegiada receptora de una invitación para descansar en Kantu Nucchu, la exhacienda del presidente Don Gregorio Pacheco y la casita donde Antonio José de Sucre, herido en el coup d´etat de 1828, escribió su último mensaje a la nación: “Preservar la obra de mi creación, Bolivia”.
Aquí, entre las arias del río
Cachimayo, los molinos antiguos, las sillas barrocas de Francia, los árboles
llenos de limones y la hospitalidad incomparable de Ana María y Patricio
Marion, he descubierto una pila de revistas harapientas —Cuadernos— publicadas
por el Congreso por la Libertad de la Cultura en París durante los años 60 del
anterior siglo, con enfoque en la política y cultura latinoamericana.
¡Ah, la historia! ¡Ah, la
historia dentro de la historia! Y ahora, con mis ojos observando, la historia
dentro de la historia dentro de la historia.
Estoy buceando entre ensayos
escritos por Jean Paul Sartre y Victoria Ocampo. La poesía de Octavio Paz y
Carlos Castro Saavedra. El comentario político de Germán Arciniegas. Críticas
de las obras de Ernest Hemingway, Miguel de Unamuno y Miguel de Cervantes.
Estoy mirando las fotos de la Torre Eiffel y el arte precolombino de México.
Un pensamiento, escrito en 1965
por el periodista español J. García Pradas, salta de la página: “Hay novedades
muy antiguas”.
De veras, por el olor de moho
subiendo desde las revistas, se revela que, así como la controversia sobre la
revolución cubana vuelva y revuelva por las décadas, encuentro hartos temas muy
familiares: la dinámica entre la razón y la fe; el destino de los pueblos
originarios enfrentados por el modernismo; la actitud de América Latina hacia
Europa y la de Europa hacia América Latina; la integración del continente.
Desde el remolino de palabras e imágenes de los años 60, y al mismo tiempo
contemporáneas, sube la impresión de la Gran Rueda del Destino girando y
girando por las estaciones, la salida y el retorno del Sol, de la Luna —y de
los asuntos esenciales de nuestra vida humana.
El escritor colombiano Hernando
Téllez da en el clavo del enigma en su ensayo intemporal de 1965: “¿Por qué no
aceptar que en el orden de las ideas políticas no es cierto que hayamos
inventado nada que no estuviera ya inventado?”.
El polvo fino depositado en el
escritorio donde Sucre escribió su última proclamación, mezclado con el olor de
las revistas y el barro encostrado en mis blue jeans de las orillas del
Cachimayo, presenta un desafío universal: al fin y al cabo nos damos cuenta de
que “todo el mundo es un escenario” y somos nada más que “los actores”. Pero,
con nuestro espíritu que rechaza todos los límites, vamos a dar este momento en
la gira fantástica la misma pasión e inteligencia que le han dado los de la
historia.
La autora es psicóloga y
escritora
www.chellisglendinning.org
Publicado en Puntos de vista (Los Tiempos/Cochabamba), 05/03/2013
Foto: Vista de la hacienda
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