José Crespo Arteaga
Gracias a dios que el Urkupiñazo pasó volando, pues esta vez ni lo sentí ni afectó mis actividades normales porque por ventura del calendario cayó en fin de semana. Las autoridades se dieron cuenta, inspirados por ‘La Mamita’ probablemente, que como el día de la peregrinación cayó en domingo no había necesidad de declarar el feriado departamental. Como religiosamente me he acostumbrado a no ver televisión bien que me he librado de horas y horas que varios canales locales dedican a la “majestuosa entrada folclórica” de todos los años: un auténtico aquelarre de miles de vendedores ambulantes entremezclados con multitudes de mirones de ojos vidriosos que sí que saben apreciar la belleza de las innumerables polleritas girando como mareantes trompos.
Esa semana, áreas extensas de Argentina y Uruguay se anegaron, con la misma Buenos Aires desbordada por las aguas en la mayoría de sus barrios, circunstancia que no afectó a que cientos de turistas argentinos llegaran a Cochabamba, al parecer muy ajenos a los chaparrones del lejano sur, tal como vi a entusiastas delegaciones abordando microbuses en las puertas de un hotel céntrico por donde paso a menudo. El temporal de frio también se dejó sentir en nuestro país con nevadas intensas en todo el occidente hasta las mismas cordilleras que rodean el valle cochabambino, lloviendo prácticamente todos los días y con una sensación térmica que no teníamos en años que me hizo sacar hasta las chamarras gruesas largamente guardadas. Tenía la esperanza de que la lluvia iba a aguar el ímpetu de los danzarines y borrachines al por mayor, pero inesperadamente justo el día de la fiesta principal se despejó el cielo y salió el sol a plenitud. Se fue el temporal y el clima no ha hecho más que mejorar hasta la fecha, y a mí se me fueron las ganas de creer en la virgen por un instante. Bien milagrosa había sido para otros, nunca para mí.
Estos días también, mientras el infatigable viajero de la Pachamama ayudaba a soplar las velitas al momificado comandante Fidel en su geriátrico caribeño; por fuerza su copiloto, el Vice, se robó el protagonismo de toda la actualidad farandulera plurinacional al amenazar a un puñado de ONG’s con la expulsión inminente si continuaban “haciendo política”, hecho por demás llamativo ya que casi la totalidad de esas instituciones es sospechosa de izquierdismo de toda la vida, incluso alguien comentó que una de ellas hacía campaña abierta por Evo Morales antes de que éste llegara al poder. Es más, varios de los ministros y otros cuadros importantes del partido gobernante, se nutrieron de los jugosos sueldos de esos organismos cuando eran unos silvestres desconocidos. El mismo Vice, se asegura que postuló anteriormente para director de una de las amenazadas y, hoy, infantilmente, parece querer cobrar revancha. En unos cuantos días, numerosos intelectuales progresistas del mundo, anonadados y cariacontecidos por la noticia publicaron una carta de protesta que hizo recular al Robespierre andino, limitándose a bajar la agresividad como mastín aporreado por su dueño. Grande había sido el delito de esas instituciones de desnudar tibiamente errores y embustes del gobierno o manifestar simpatía por los indígenas orientales que actualmente sufren asedio en sus tierras comunitarias por exploraciones petrolíferas que el régimen ha emprendido a toda máquina.
Finalmente, una de estas mañanas me desayuné con el increíble notición de que el Contralor General del Estado había sido, por poco, condecorado por el Ministerio de Salud por, aparentemente, andar controlando que en su repartición las madres den de lactar a sus nenes o nenas - por si anda por aquí una mosca cojonera antimachista- actividad por demás digna de ejemplo que debería ser imitado en todas las oficinas públicas y privadas, según una importante responsable del citado ministerio. El por demás nutritivo titular “Contraloría es reconocida por fomentar la lactancia” me hizo casi regurgitar el yogur mañanero (menos mal que la tacita de leche tibia me la tomo antes de dormir), al enterarme de esta novedosa alta función de Estado. Con razón, el abnegado Contralor no tiene ojos para investigar los constantes escándalos de corrupción en YPFB (la última: camiones cisterna atrapados en Argentina transportando cocaína líquida en medio del cargamento), o el silencio súbito tras destaparse hace meses el enorme saqueo al Fondo Indígena; pero sí que los tiene bien puestos para vigilar que en sus oficinas las guarderías tengan hasta sillitas de colores y que las mamás den el pecho a sus peques como la naturaleza manda. Y donde la naturaleza manda, no hay nada que hacer.
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De EL PERRO ROJO, 21/08/2015
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