Wednesday, November 4, 2015

No tener veinte años

JORGE MUZAM

Amanece antes de las seis. El frescor primaveral envuelve los ánimos, encoraja la voluntad, ilumina panoramas que el invierno susurraba como imposibles. Nacen las hojas de las parras y junto a ellas aterrizan las bandadas de cometocinos. En el chat confieso a Sánchez-Ostiz mi asombro ante el milagro pictórico de cometocinos y loicas bajando a beber en el pocillo de piedra. Me habla de las grullas, de su felicidad contemplativa ante el paso migracional de esas aves libres. Pienso en Sadako Sasaki que creyó en la leyenda de las mil grullas. 

Ayer vi bandurrias antecediendo a la lluvia. Siempre pasan un poco antes que las nubes oscuras y el viento norte. En ocasiones las nubes toman un giro imprevisto hacia el este y ellas quedan por mentirosas.

Sánchez-Ostiz recuerda su amistad con Cachín Antezana, prestigioso intelectual boliviano. Ante su pregunta de por qué no escribía sus memorias, Antezana respondió, porque no tengo veinte años y no soy Rimbaud. La pregunta y la respuesta se me incrustan como una daga de hielo en mi espíritu triste. El tiempo es mi kriptonita. Los sueños siguen quedando diseminados como origamis en el lodo. Las expectativas aterrizan sin tren de aterrizaje. Solo puedo volver a los veinte montado en una ucronía literaria, y mi única motivación para hacerlo sería incendiar el planeta. 
  
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De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 01/11/2015

Imagen: Bandurria

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