JOSÉ LUIS MORANTE
UN VERSO LIBRE
Integrado
en un marco generacional repleto de identidades insulares, el nombre de Pío
Baroja (1872-1956) es sinónimo de verso libre. Doctor en medicina sin ejercicio
laboral, salvo un año de práctica sanitaria en Cestona, pesimista por
convicción, anarquista disconforme en un pensar que da cobijo a una
individualidad exaltada, recelosa y con escaso apego ante la civilizada
pantomima de lo social, fue un sedentario hombre de acción que dejó escritas
miles de páginas, como si el calmo estar entre libros compensara la ausencia
casi completa de dinamismo real. De este activismo platónico ha escrito con
incansable frecuencia y con pleno conocimiento Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona,
1950), novelista, poeta y biógrafo del autor donostiarra que, tras un largo
recorrido de adentramiento en la personalidad y la obra de Pío Baroja, pone
término a su dedicación con Otoñal y barojiana. La compilación de
ensayos, en su enfoque general, describe un cadencioso movimiento de traslación
desde la admiración de amanecida hasta el tono anímico de la decepción o,
cuanto menos, de la piel fría del cuestionamiento.
Miguel Sánchez-Ostiz recuerda en “Arriba el telón” las balizas orientadoras de su inmersión barojiana, aparentemente concluida en 2007, tras entregar a imprenta el volumen Tiempos de tormenta. Pío Baroja 1936-1940. Retomar la incisiva tarea de asuntos recurrentes apunta firme hacia una necesaria acción terapéutica contra la desmemoria y la tergiversación interesada del perfil literario de Pío Baroja y de los entresijos ideológicos, poco propicios a componer ecuaciones interpretativas exactas.
Las tareas ensayísticas de Otoñal y
barojiana abordan sustratos diversos que no pretenden
establecer juicios críticos sobre la fronda literaria sino comprender claves
biográficas y escriturales. Con cierta continuidad cronológica, cada ensayo
funciona como síntesis autónoma de un sedimento argumental. Comienza con la
geografía de Navarra, una realidad diseminada en la ficción novelística y en
las evocaciones. Es sabido que Baroja vivió en Pamplona parte de su infancia y
juventud, entre los nueve y los catorce años, y que está muy presente en su
escritura el entorno de la casa familiar de Itzea, en Bera. Las páginas
dibujarán, en palabras de Sánchez-Ostiz, “una ciudad cerrada sobre sí misma,
antigua, rancia, reaccionaria, abotagada, mansa, sobre todo mansa, con esa
mansedumbre de lo que a parte alguna va”. El ambiente urbano y su anecdotario
será savia nutricia de sus escenarios. Otro marco escénico privilegiado en la
memoria y en el aporte ficcional es el País del Bidasoa, donde la casa de Itzea
es núcleo central de un territorio que llega hasta el río Adour y se
extiende hasta San Juan del Pie del Puerto, Belate y Oiartzun. Frente al
absurdo y los claroscuros en el recuerdo de una ciudad claustrofóbica como
Pamplona, que trasmite una aguda aspereza, el país del Bidasoa es casi
idealización del sosiego rural. Apenas se localizan asimetrías y claroscuros;
en suma “una país sin moscas, sin frailes y sin carabineros”, donde reflexionar
sobre el origen, las contingencias del presente y el vasquismo, ajeno al
utillaje del nacionalismo excluyente. Allí escribirá buena parte de su obra. Se
trata, más que de la crónica testimonial de un paisaje, de una geografía del
alma, de un estado de ánimo moral e intelectual.
De igual
modo, los trabajos en torno a títulos concretos de Baroja propenden a la
lectura sociológica. Así en Camino de perfección se completa
un nítido aguafuerte de la sociedad española de la época, de estratos
jerárquicos y endémica ignorancia. En ella, el clero es juzgado con extrema
dureza crítica y lo mismo sucede con una realidad social en permanente crisis,
ante la que Baroja muestra un permanente desacuerdo. Otra célebre obra, El
árbol de la ciencia (1911), protagonizada por el médico Andrés
Hurtado, claro prototipo de la actitud barojiana ante la existencia, muestra
como la inercia epocal impide cualquier rebeldía y somete al rutinario
engranaje de la nadería diaria. Se vive condenando a una permanente frustración
vital. El marcado carácter autobiográfico de la novela se enriquece con un
poblado cruce de ideas filosóficas, ese plan global que busca el sentido a una
existencia marcada por la limitación.
Paseante
curioso, Baroja sintió una fuerte fascinación por Madrid. Allí vivió su
infancia y juventud, tuvo el negocio familiar de la panadería de Viena
Capellanes. La urbe será recurrente escenario habitual del escritor, continuo
inspiradora de escenas y personajes, como sucede en la trilogía La
lucha por la vida. El estallido de la guerra civil catapultó drásticamente
aquel marco narrativo e impulsó el inacabado ciclo crepuscular de Las
Saturnales, al que pertenece Miserias de la guerra, obra
compuesta entre 1949 y 1951. Sánchez-Ostiz, editor de la novela en 2006, tras
una laboriosa fijación del texto, recuerda los pormenores editoriales del
manuscrito, sus contingencias ante la censura y analiza la complicada posición
ideológica de Baroja sobre el enfrentamiento fratricida, que él vivió fuera de
España, en París, y los catastróficos antecedentes durante el periodo
republicano. Al regreso, aguardan al escritor más de tres lustros
crepusculares, fértiles en tareas literarias, pero menos gratos en
circunstancias personales, con difícil anclaje en la nueva realidad colectiva que
marca la posguerra.
Miguel
Sánchez-Ostiz no elude las convulsiones y rechazos, más o menos airados, que ha
generado su personal enfoque del universo barojiano. De los mismos, reflexiona
con contundencia en “Pío Baroja en escena (El Palmar de Itzea)” con
contundencia y conocimiento de causa por su extenso recorrido por las
introspecciones autobiográficas y por las zozobras del personaje diluido en los
protagonistas de sus ficciones. Y como clave maestra repasa con
criterio propio la intensa bibliografía regada por el manantial
barojiano.
El sondear
incisivo de Miguel Sánchez-Ostiz mira con los ojos de la experiencia y del
conocimiento directo; observa y escarba. No se entrega a la mera contemplación
de una personalidad compleja y con continuos ensanchamientos, sino que busca
los efectos proyectados en sus novelas y en las opiniones y reflexiones de sus
artículos. Los trabajos reunidos abren de nuevo la presencia firme en el tiempo
de un escritor a contracorriente, empeñado en la construcción de un edificio
literario singular. Las líneas diseñadas atrapan y dan sentido a los círculos
concéntricos que trazan periplo biográfico y corpus creador. Dan pie a una
interpretación fundamentada que se ubica en la independencia de la razón. La
conclusión es clara: el trabajo ensayístico de Miguel Sánchez-Ostiz mantiene su
vigencia sin saltos al vacío. Es un regalo lector; exento de entusiasmos
mitológicos y de la subjetividad familiar, conoce a Pío Baroja como nadie.
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De PUENTES
DE PAPEL, blog del autor, 28/05/2021
Imagen:
Otoñal y
barojiana
Miguel Sánchez-Ostiz
Chamán Ediciones
Colección Chamanes en trance
Albacete, 2021
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