DIANA KOFSZYNSKI
Fue un día
de verano, caluroso y lleno de luz, cuando logré conocer la ciudad de Toledo.
Decía Kipling que la primera cosa que había que hacer para conocer un país era
olfatearlo. Aunque pasé poco tiempo mi recuerdo es vívido e intenté impregnarme
de sus colores y su esencia y de su bello atardecer. Emocionada frente a la
casa de El Greco y admirando el fluir del Tajo, sintiéndome en un mundo mágico
dentro del Alcázar o caminando por sus calles .Toledo parece áspero y
hermético, como dice Ortega, pero quizá en eso consiste su magia y de perderse
por sus calles estrechas pensando en Don Quijote, en García Lorca, Buñuel, y
Dalí y en sus constantes viajes líricos y etílicos. Un viaje de la memoria con
el deseo firme de regresar.
"Hace
algunos años tuve ocasión de recibir con breve intervalo, tras de la impresión
de Sevilla, la que causa Toledo. ¡Qué diferencia entre la ciudad ancha y el
encrespamiento urbano de Toledo! Es aquella una población abierta y asequible;
en Toledo, por el contrario, áspero y hermético, más bien que entrar tenemos
que insinuarnos (…). Y al hallarnos dentro del recinto mágico nos sorprende el
acierto con que la arquitectura ha obedecido la razón topográfica del más
ilustre cerro manchego, siguiendo palmo a palmo los relieves del suelo." Ortega
y Gasset
Autora texto:©Diana Cofsinski
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