MAURIZIO BAGATIN
Tarata de locos y
de esplendor…
A unos 20 km está
la Laguna turquesa, ahí donde la presa de Millu Mayu, según Mario Araníbar
Iriarte en su juventud la llamaban Azul Kjocha; por mucho tiempo se la
disputaron los municipios de Tarata y de Arbieto, cuando la cooperación
canadiense estaba construyendo la represa y el interés abrió los ojos a los dos
municipios. Luego el olvido. De la ciudad hasta la laguna no hay más que pocos
maizales y el trigo sembrado el día de la Navidad, algún surco con habas y los
imponentes árboles de eucalipto. Ya no hay algarrobos. La única tienda -mejor
quisiera decir, el único lugar con vida- un mostrador de insumos agroquímicos,
Bayer-Monsanto, Syngenta, Basf, mochilas para fumigar.
El río Huasa Mayu
vive en su mudo letargo durante casi todo el año, al despertarse, muy pocas
veces en noviembre, pocas veces entre diciembre y enero, le hace recuerdo a San
Severino la leyenda de como él, el santo, llegó hasta el Valle Alto
cochabambino. Será también el cambio climático, pero no veo agua entre los
cañadones que acompañan semejante revuelta de un meteorito, de una posible
formación o de unas presencias durante el cretáceo.
La Atenas
del Valle Alto vive hoy en el cuento de algunos ancianos que aún recuerdan
cuando para alimentar a un niño siempre se lo enviaba a Cliza o a Punata,
mientras cuando el niño era gordo o se le aconsejaba una ligera dieta, se lo
enviaba a Tarata. Y de aquella noche del 1953 cuando los Ucureños
invadieron Tarata. Brutalidades y violencias que hicieron el carácter del
valluno, manso o en delirio después de la chicha, de un verso de Jesús Lara o
del llamado al caudillismo.
La Atenas
del Valle Alto vive hoy de los domingos de chorizos y chicharrones, de su
chicha k’ayma y en el recuerdo de su historia, en una esquina hablando mal del
caudillo Melgarejo, en la otra hablando bien del General del pueblo,
René Barrientos, en el zócalo los más imparciales recuerdan la bandera de la
revolución de Esteban Arze.
La Atenas
del Valle Alto vivía, cuando llegué a esta tierra, en la reproducción de la
Reforma agraria del ’53, con parcelas tan dividas que en algunas no entrabas más
que de perfil; Huerta Pampa, Flor del Valle, Copapugio (Viejo, Nuevo y
Copapugio no más…), el dividir por reinar (Divide et impera) Cesáreo que se
impuso también entre maizales y cholitas de boquitas dulces y ojos de
estrellas.
Paseamos,
pero la voluntad de progreso es más fuerte que cualquier nostalgia del pasado,
los ladrillos sustituyen al adobe, el calor de la tierra naufraga en las
pantallas de los iPhone, sonreímos a las últimas polleras, a las que adoraba
ver moverse el Señor don Rómulo, a los piqueros que hoy manejan feroces Toyota
y Mitsubishi, a los que cruzando Aguirre y Colomi penetraron un destino diseñado
por otros, fatales para ellos.
17 enero 2022
Tarata, tierra de ancestros y "charpas" Ferrufino. Tierra de curas ferrufinos que regaron bastardos que hasta fueron presidentes. Cuna de ignominias al amparo del poder "divino" católico-apostólico-romano y del poder del César "republicano": oligarca y terrateniente, que se expandió como agua, desde las entrepiernas femeninas y castas de parásitos (Señor Don Rómulo), a lo largo y ancho de la geografía del Valle Alto cochabambino, y más allá, hasta los valles mizqueños y la altiplanicie tiraqueña.
ReplyDeleteEse era el panorama, querido primo. No ha cambiado mucho, solo los actores se han digamos que "democratizado" en etnicidad pero mantienen incólumes las taras.
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